‘American Fiction’: una sólida crítica al consumo cultural
Sensacional debut tras las cámaras de Cord Jefferson, quien revela las contradicciones del universo editorial
Sucede en un segundo. Con los primeros pasajes de American Fiction, Spike Lee te viene a la mente. Y no solo porque Bamboozled (2000) tiene cierta semejanza en el arranque con la trama que muy bien dirige el debutante Cord Jefferson, sino porque Lee es uno de los directores que más ha insistido en reflejar la absurda relación de Hollywood (piense en Los chicos del barrio, por ejemplo) con las historias de la población negra.
En Bamboozled de Lee, Pierre Deacroix (Damon Wayans), un escritor negro con una cuidada educación, propone un show en el que lo actores se pintan la cara para resaltar estereotipos y chistes racistas, como sucedía en siglo XIX. La idea, que nace como una burla, termina siendo comprada por el productor, Dunwitty (Michael Rapaport) y resulta todo un éxito comercial. En American Fiction sucede algo parecido, enfocado en el mundo literario.
Debido a que su pluma no termina de levantar, ni editores ni público parecen interesados en lo que el escritor y profesor de inglés Thelonious ‘Monk’ Ellison (Jeffrey Wright) quiere contar. Entonces, el autor escribe una novela satírica bajo un seudónimo, con la intención de denunciar la hipocresía de la industria editorial, demostrando que cualquiera puede hacer un libro con tiroteos y peleas entre pandillas de negros. Para su sorpresa, el libro se convierte en un éxito y llueven los dólares. Incluso la posibilidad de una versión en la gran pantalla, algo que ya es natural cuando se firma un bestseller.
Contrario a lo que pudiéramos pensar por su sinopsis y tráiler, American Fiction es mucho más que una sátira o denuncia sobre lo que consumimos por moda. La película destripa cómo la industria cultural, y en especial la editorial, se apropia de los discursos del momento para vender. ¿Alguien ha sacado la cuenta de cuántos libros y películas protagonizadas por mujeres o sobre acoso sexual se han hecho en los últimos cinco años?
Cuando Sintara Golden (Isa Rae) lee el fragmento de su exitoso libro —un cliché de una pobre y superpoblada familia— es imposible detener la carcajada. Al elaborar su discurso ante la audiencia, asegura que la obra nace de la necesidad de darle voz a «mi gente», la pregunta que rebota es: ¿cuál gente? ¿Son todos los negros unos sementales irresponsables o madres que desconocen los métodos aticonceptivos?
Obviamente ni Thelonious ni su educada familia pertenecen a esa «gente» de la que habla Sintara. Sin embargo, Jefferson, que firma el guión tomando como base el libro Erasure de Percival Everett, evita el panfleto, al mismo tiempo que aborta el camino fácil: la comedia sobre equivocaciones. Así amplía la trama, para tocar otros temas de interés universal, como la culpa (en especial de los blancos en EEUU), las crisis masculinas, de mediana edad, y las relaciones castradoras. «Esta familia te aplastará», advierte Clifford (Sterling K. Brown), quien recién experimenta la libertad de haber asumido su homosexualidad, al nuevo interés amoroso de Thelonious, Coraline (Erika Alexander).
Una película que invita a reflexionar
Jefferson, ganador del Emmy y que ha trabajado en series exitosas como Watchmen, The Good Place o Master of None, hace un trabajo monumental para entregar un primer largometraje que no es tan franco como la obra de Spike Lee, al momento de criticar cómo la sociedad etiqueta a determinadas las llamadas «personas de color». Y eso es un acierto, porque permite que una vez que la cinta termina, las reflexiones vayan apareciendo a cuentagotas, hasta que el espectador se pregunta cuál ha sido su posición ante situaciones que acaba de ver en la gran pantalla.
Como puntos bajos, American Fiction abre muchos caminos y no todos se recorren con solvencia. Algunos apenas aparecen para mejorar el paisaje. Esto sucede porque el director se mete en temas complejos, que nos interpelan, por acción u omisión y que por lo tanto se mueven en un gris difuminado. Aún así, es una producción muy entrañable e incómoda. La risa se usa muchas veces para evadir el sonrojo.
Unas últimas líneas para su protagonista, Jeffrey Wright al que siempre se le recordará por su Bernard Lowe de Westworld. El trabajo físico que hace en esta película es maravilloso. Se nota el estrés y hastío cuando discute con sus estudiantes al inicio del largometraje-brillante la dicusión frente a la palabra «negro» con la joven ofendida —y también, con sus hombros encogidos, muestra la pared que ha puesto para evitar intimidad tras los fracasos amorosos—. Hay algo de Woody Allen que rodea a esta película y al propio Thelonious, reconocible al ojo avizor.
En tiempos de la grandilocuencia de Christopher Nolan con Oppenheimer, y del marketing empoderado con Barbie, Jefferson ha entregado una cinta minimalista, que nos interpela como consumidores culturales y desnuda a quienes se benefician de esos lugares comunes que se convierten en bestsellers. Es una película que, como evidencia el legado de Spike Lee, no perderá vigencia.