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Cultura

El futuro tiene su historia

Isaac Marcet propone en su ensayo ‘La historia del futuro’ un apasionante recorrido por el pasado del futuro

El futuro tiene su historia

Portada del libro. | Plaza & Janés

Aunque el título pudiera llevar a engaño, no estamos de nuevo ante un viaje en el tiempo, ante un «regreso al futuro», como en la película de Robert Zemeckis. Tal vez suene muy enrevesado, pero lo que propone Isaac Marcet en su ensayo  La historia del futuro (Plaza & Janés) es, precisamente, un apasionante recorrido por el pasado del futuro, por su historia, por cómo el ser humano, a lo largo de su existencia, se ha enfrentado de muy diferentes maneras al porvenir, un tiempo que, en realidad, no existe más que en nuestra imaginación.

La tesis que sustenta Marcet es provocativa, desafiante, puede incomodarnos, causarnos pánico ante el abismo, el vacío que nos queda al prescindir del mañana. Lo que plantea es dinamitar el concepto del tiempo tal y como lo teníamos preestablecido desde la fatídica invención del reloj. El encapsulamiento del tiempo en medidas artificiales  -segundos, minutos, horas,…- que nos convierte en sus esclavos y nos hace movernos al ritmo que nos marca el tic-tac del tiránico artefacto. Cuando debería ser al revés, somos nosotros los que con nuestro movimiento, nuestra propia vida, deberíamos conformar el tiempo.

Marcet arranca su historia del futuro desde el mismo momento del nacimiento del concepto de tiempo en la mitología griega, desde que Urano y Gea, el cielo y la tierra,  conciben a Cronos. Y la prolonga  hasta el mismo día de hoy, hasta la irrupción en nuestras vidas, movidas por una falsa ilusión de progreso,  de la Inteligencia Artificial. Su narración es una especie de fábula donde nos va contando a través de fabulosas historias, las concepciones del tiempo futuro en las diversas culturas. No sólo en la occidental grecolatina, sino también en la budista, la taoísta, la islamista, la mesopotánica, la micénica o la minoica.

Escarbando en la etimología de las palabras, como si de un arqueólogo se tratara, el autor nos va desmenuzando el origen exacto de cada término, devolviéndole el sentido original, una vez desprovisto de todas las connotaciones ajenas que han ido distorsionando su verdadero sentido. Ese es su método de investigación y de divulgación. Así, la propia etimología resulta ser la palabra verdadera: el cronos nos lleva a la idea de cortar el tiempo en pedazos; o el devenir a la caída del futuro.

En el viaje a través de la historia del futuro, Marcet se detiene en profundidad en un momento muy especial, un periodo que resultará determinante para el devenir del ser humano, que coincide con el final de la Edad Media y la revolución que supuso la Reforma protestante. Es aquí donde fija el nacimiento del futuro. Con la intención de volver a los puros orígenes de las primeras comunidades cristianas, de colocar la libertad individual por encima de todo, Lutero rompe el candado que la Iglesia había aplicado históricamente a la usura.

Es el nacimiento de la economía moderna, de los préstamos, los créditos, el capitalismo basado en el futuro.  El ansia de un mundo mejor, de progreso, se impone sobre cualquier otra consideración. «Sirvió de cebo de colores -en palabras del autor- para que la población se endeudase, comprase cosas que no iba a necesitar, y, en lo sucesivo, viviera obsesionada con cómo devolver el crédito con los intereses».

La economía del trueque era así sustituida por una economía basada en una promesa. ¿Qué es el dinero si no una promesa? Nacía así una economía fundamentada en algo inexistente, en algo que se presumía que iba a suceder, pero que aún no había sucedido. Esa nueva economía, ya fuera basada en las promesas del capitalismo o en las utopías del socialismo, cambiaría para siempre la vida de los seres humanos.

«Pese a resultar inimaginable -escribe Marcet-,  antes del siglo XVI no existió un futuro tal y como se concibe en la actualidad (…) Lejos de ser un lugar vacío, todavía por crear, el destino estaba escrito e instrumentado por los dioses». En suma, que los humanos no éramos dueños de nuestro futuro y lo que nos ofrece la nueva economía es la falsa ilusión de que sí podemos ser dueños del porvenir. Siguiendo el ejemplo que utiliza Marcet, una y otra vez a lo largo del libro, nos comportamos como el titán Prometeo, robando el fuego del poder a los dioses para repartirlo entre los humanos.

Curiosamente, recuerda Marcet, es cuando en teoría el ser humano es dueño de su destino cuando más infeliz se siente. Nunca se había vivido con tanta ansiedad como ahora. Nunca nos habían intimidado  tantos males: el cambio climático, la amenaza nuclear, las pandemias globales, la Inteligencia Artificial. Ese ha sido el precio que hemos tenido que pagar por vivir la fantasía de lo que considerábamos un  progreso sin fin. «El futuro -proclama- es un tren  que, por mucho que intentamos refugiarnos en la utopía de la sostenibilidad, no tiene frenos y va directo a su propia destrucción (…) Nunca jamás habíamos tenido tanto miedo al futuro».

Hemos oído muchas historias de ejecutivos desengañados de las grandes compañías de Silicon Valley, de fundadores de Google o Facebook arrepentidos, auténticos doctores Frankenstein, creadores de monstruos, pero nunca, hasta ahora, habíamos tenido acceso a la reflexión de un ejecutivo español víctima de las nuevas tecnologías. Issac Mercet fue en 2008 el fundador  y posterior  CEO de la innovadora plataforma informativa PlayGround. Se trataba de un medio que funcionaba por medio de la viralización de informaciones a través de las redes sociales. En 2018, Facebook, uno de sus principales canales de difusión, cambia drásticamente de algoritmo lo que lleva a PlayGround a perder de un momento para otro el 80 por ciento de su tráfico. En 2019 a la prometedora empresa no le queda más remedio que echar el cierre y despedir a sus 60 trabajadores.

Internet que prometía la democratización de la información, el acceso de todos sin excepciones a los medios, la libertad de expresión total, acabó dominado por unos gigantes que se pueden contar con los dedos de la mano.  Los nuevos dueños del mundo.  «Yo creí en el futuro -concluye Marcet-. Lo creí a pies juntillas, tanto que casi me mata».

Sin embargo, La historia del futuro no es un lamento, un desahogo, de alguien que fue víctima de la economía del futuro. El autor apenas si hace mención a su desgracia personal. El ensayo es una documentada reflexión en voz alta, narrada con la agilidad de una novela, como si se tratara de una fábula, llena de ejemplos históricos, de relatos mitológicos, de citas filosóficas, de alusiones a clásicos literarios. Sin ningún afán de pontificar, Marcet lo único que hace es exponernos argumentos sobre el sentido del tiempo y del futuro en nuestros días para que nosotros saquemos nuestras propias conclusiones, al preguntarnos por el sentido de nuestras vidas.   

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