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Cultura

¿Cómo se mide la cultura?

«La cultura no es mensurable, y, si se insiste en medirla, ha de ser con criterios cualitativos, nunca cuantitativos»

¿Cómo se mide la cultura?

Una pila de libros.

Para los fanáticos de las listas estos días son gozosos. Se nos ofrecen listas de lo mejor del año que se nos ha ido: libros, series, películas,… Listas que, sobre todo, contribuyen a la frustración de comprobar cuántas cosas buenas nos hemos perdido en los últimos doce meses. Sólo queda el consuelo de añadirlas a la lista de propósitos para el año que acaba  de empezar, aún sabiendo que cuando llegue diciembre de 2024 estaremos en las mismas.

La lista de los libros que aspiramos a leer quizá sea la más representativa de esta ilusión, ya que la vida no da para tanto. Contaba el escritor mexicano Mauricio Montiel Figuiras que los japoneses inventaron el término exacto para la pasión desmedida por aprovisionarse de libros: tsundoku, nada que ver con el juego de grafía parecida. El diccionario nipón define literalmente el vocablo como «comprar material de lectura y acumularlo».

Hay una portada de New Yorker alusiva al asunto que ha tenido tanto éxito que, pese a ser de 2019, se sigue repitiendo año tras año. En ella se puede ver a una pareja en la cama, ambos con cara de pánico, mientras una enorme y tambaleante pila de libros se eleva desde sus mesillas hasta el techo

El escritor y periodista Héctor García Barnés, autor de Futurofobia. Una generación atrapada entre la nostalgia y el apocalipsis (Plaza&Janés), se preguntaba en una reciente columna: ¿por qué compramos más libros de los que podemos leer? Llegaba a la conclusión de que «hacerse con un libro es, ante todo, comprar la promesa de un tiempo futuro en el que tendremos tiempo para leerlo». Contaba que las visitas que recibe suelen hacer la misma observación cuando comprueban que su «torre de libros» es cada vez más alta: «¿Cuántos te has leído? ¿Te los vas a leer algún día?». «Pues unos sí y otros no -responde una y otra vez-. Lo que tengo claro es que la pila va a seguir creciendo hasta que se derrumbe». 

En una reciente entrevista, Juan Antonio Bayona, director de La sociedad de la nieve, recordaba el comentario de su director de fotografía, Pedro Luque, al entrar en su casa y ver semejante cantidad de libros. «Me dijo que ahí tenía conocimiento para tres vidas, pero que no iba a poder leer la toda la biblioteca entera. Eso me impactó».

«Esa acumulación sólo contribuye a crearnos una ansiedad que nos impide degustar libros, películas o series, que nos impele a devorarlos con celeridad vertiginosa»

La revista The Economist publicaba el mes pasado un reportaje bajo el inquietante título «¿Cuántos libros leerás antes de morir?». Aseguraba el prestigioso magazín que la elección del próximo libro que leamos puede ser desalentadora y hasta morbosa «si se tiene en cuenta cuánto tiempo de lectura nos queda en la vida». 

Para ilustrar el problema, el semanario británico ofrecía una esclarecedora encuesta realizada en Estados Unidos sobre el número de libros que leen los norteamericanos al año. Sólo un 54% de los encuestados había contestado ‘sí’ a la pregunta de si había leído o escuchado algún libro en 2023. Un 36% del total confesaba que había leído entre uno y diez libros y sólo un 18, un número superior.

Dependiendo de la edad de uno, del número de libros que lee al año, y de la esperanza de vida en su país, no es difícil hacer un cálculo, al menos  aproximado, de cuántos libros podrá leer en lo que, si nada se tuerce, le queda de vida.

Vivimos en un tiempo en que, en un intento vano de abarcar la inconmensurable oferta, todo lo encajamos en listas, todo lo cuantificamos, a todo le asignamos un valor numérico. Acumulamos libros que nos gustaría leer, aun sabiendo que no tendremos tiempo. Acumulamos, igualmente, películas y series pendientes de ver, con la seguridad de que nunca llegará el momento. Hasta las plataformas de streaming nos ofrecen la opción «añadir a mi lista». Esa acumulación sólo contribuye a crearnos una ansiedad que nos impide degustar libros, películas o series, que nos impele a devorarlos con celeridad vertiginosa para tacharlos de la lista y pasar al siguiente.   

Debo confesar que soy un fanático de las listas. La lista de 2023 me revela que he leído 25 libros y he visto 67 películas y 53 series. ¿Y qué?  ¿Significan algo estos números? Habría que ver qué títulos han sido, qué me han aportado, si los he paladeado o los he engullido, si los he disfrutado o me han hecho perder el tiempo. La cultura no es una ciencia sometida a cálculos y porcentajes. Aun sabiendo que la cultura no es mensurable, y, si se insiste en medirla, ha de ser con criterios cualitativos, nunca cuantitativos, ayer inauguré, con la ilusión propia de los comienzos, mi lista de 2024.

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