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Cultura

Jordi Soler: retorno mítico a la selva de Veracruz

El escritor vuelve en ‘En el reino del toro sagrado’ al territorio de su infancia para hablar del poder que emana del amor

Jordi Soler: retorno mítico a la selva de Veracruz

Jordi Soler. | Pep Ávila

Un autor con músculo editorial es el mexicano Jordi Soler (1963), instalado desde hace décadas en Barcelona quien tras 12 novelas traducidas a varias lenguas decidía construir una especie de tríptico con el escenario mitificado de su infancia, su querida La Portuguesa, la plantación de café de Veracruz donde el autor pasó toda su niñez y que fue fundada por su abuelo con otros socios catalanes en el exilio. Tras narrar todas las peripecias de su familia en Los rojos de ultramar, Soler vuelve a su escenario predilecto para presentar historias que abarcan un espacio en el que reina la violencia por la dominación de espacios y personas en forma de selva, metáfora de ciertos territorios de México y América Latina.

Las novelas de esta fase imperial de retornos de la que hablo son Usos rudimentarios de la selva (2018), Los hijos del volcán (2022) y la reciente En el reino del toro sagrado (2024), las tres publicadas por Alfaguara. En la primera de ellas la selva de Veracruz es el espacio en el que, a través de 12 relatos, vemos como una familia española es asediada por bandidos, guerrilleros, políticos corruptos y los locales otoníes. En la segunda el protagonista es Tiku, caporal de la plantación de La Portuguesa, que descubre su destino descivilizador en las normas de la naturaleza de la selva veracruzana.

En el reino del toro sagrado transcurre en la misma hacienda cafetera dominada por los mitos griegos. Allí todos desean a Artemisa, se ven deslumbrados por su belleza y la adoran como a una diosa, pero cualquier historia de amor con ella está abocada a la desgracia: la que relata el narrador, cuando ambos eran jóvenes, y la que tiene con un hombre mayor, violento y poderoso, que se enamora obsesivamente de ella y con la que mantiene una relación llena de vaivenes y malentendidos que se extiende durante más de 25 años. Obsesiva es también la relación que Artemisa, pasado el tiempo, cuando ya se siente mayor y no tan bella, establece con un ser extraño y atemorizante, un animal casi mitológico que por fin la hace sentir vulnerable, al que parece unirla una pasión desmedida que la precipita a un destino de traiciones inhumano.

Jordi Soler nos atiende al inicio de su nueva campaña de promoción. Empezamos retrocediendo un poco en sus motivaciones: «En realidad esto empieza en Los rojos de ultramar, que es la novela fundacional de ese territorio que se llama La Portuguesa, el sitio donde nací yo. La inquietud que me produce este territorio es seguramente un tema lacaniano, un volcán en erupción del tiempo de cuando era niño».

Mitos griegos y prehispánicos

Añade sobre su retorno a La Portuguesa: «Es un territorio que conozco perfectamente y en el que me siento muy cómodo escribiendo, seguramente porque regreso al sitio donde nací ocho o diez horas al día para escribir mis novelas y eso me permite estar ahí de nuevo. Por una parte es un territorio con el pienso para conciliar el sueño, en lugar de tomar somníferos o beber tequila, me pongo a ensoñar la casa de mi infancia, en aquella zona de Veracruz, y voy recorriendo todos los pasillos y cuando llego a la cama en la que dormía cuando era niño me quedo dormido. Y toda esa ensoñación que hago antes de dormir durante los tres años que me ha tomado escribir esta novela ha sido el plató de En el reino del toro perdido. He estado cientos de veces en la casa de Artemisa, en el establo del toro, en el castillo de Teodorico, y al día siguiente durante todas las mañanas de esos tres años escribía lo que había soñado la noche anterior. De manera que ese territorio que me había servido para varias novelas ahora lo he trabajado desde la inconsciencia onírica».

A algunos podría sorprenderles toda la decoración mitológica del proyecto, pero Soler tiene claras sus razones: «La novela tiene la parte onírica y también la parte mitológica. Es el mito del toro que sale del agua enfrente de Creta y el rey Minos. Luego la relación amorosa que mueve la trama se parece a la relación de Afrodita. Por otra parte la mitología griega está mezclada con la mitología prehispana. Porque en las mitologías está un archivo de sabiduría que me parece imprescindible, sobre todo cuando escribes novelas. En esta que es una historia llena de violencia me parecía que el tono mitológico era el adecuado».

Finalmente hablamos de esa protagonista tan femme fatale de la novela: «Artemisa es una mujer bellísima que es consciente de la belleza que tiene y del poder que eso supone. En el siglo XXI decir esto es una imprudencia, por eso he escrito un personaje de novela así. Me parece que todas las personas decentes sabemos que la gran revolución en Occidente del último siglo ha sido la de las mujeres, celebramos que somos sujetos legales más equiparables. Una vez celebrado esto no podemos obviar que hay un poder femenino que mueve el mundo, hay mujeres que consiguen cosas importantes e insólitas a partir de su belleza, y esta es una cosa que no puede obviarse por mucho que suscribamos las tesis equiparables, eso es algo que también quería decir en mi novela, aunque no se lo tengo que decir a nadie porque todo el mundo lo sabe. En realidad yo quería hablar del poder que emana de una relación amorosa».

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