Nacho Sarria: la última esperanza del rock español
El músico malagueño saca un segundo álbum fresco y ecléctico, inspirado en sonidos clásicos y la psicodelia
Es el punto rojo suplicando por la adrenalínica puñalada de John Travolta en el agotado corazón de Uma Thurman. Es un ambientador de lavanda en un baño público tras un derbi. Es una embarcación de recreo pasando por delante de la isla desierta donde has naufragado. Es, ante todo, una promesa cumpliéndose. Y es malagueño, y fue guitarrista del grupo Los Labios, y tiene 28 tacos y saca su segundo álbum. Y se llama… Nacho Sarria.
Hay discos que te caen del cielo como una maceta en la cabeza. Vas caminando, igual que un pipiolo empanado y ¡bam! Tortazo. Luego, llámalo chichón musical, epifanía artística o aneurisma grave. Da igual, algo ha cambiado. Si te palpas el cráneo, notas la herida. Si te levantas de golpe, notas la herida. Esa es la sensación que me ha abordado con el recién publicado álbum: El mundo es cruel (pero creo en él) (Esmerarte, 2024) de Nacho Sarria. La de una ininterrumpida, y placentera, claro, compañía, que no se puede, ni se quiere, barrer. Ese no sé qué que te pide el cuerpo, y la primavera…
Una producción fina, unas letras esperanzadoras, una voz meliflua, grácil, sin ser de piolín, y todo ello danzante sobre una armonía salpimentada con la justa dosis de eclecticismo rock, funk y psicodelia como para no ser indigesta, logrando un higiénico aliento a Licor del Polo.
PREGUNTA.- ¿Quién es Nacho Sarria?
RESPUESTA.- Un chaval de Málaga, del rincón de la Victoria, que desde los nueve años descubrió la guitarra y no la ha soltado. Cuando me preguntaban los profesores: «¿Tú quién quieres ser mayor?», y siempre decía músico. Y fue como una cabezonería y una obsesión.
P.- ¿El artista nace o se hace?
R.- Yo creo que se hace.
P.- Pero tenerlo tan claro a los nueve años es una edad temprana para semejante epifanía.
R.- Creo que hay que tener talento, ¿no? Hay que poseer unas cualidades igual que un futbolista. No todo el mundo, por mucho que quiera, puede serlo ¿verdad? Pero sí hay un trabajo muy grande desde el estudio del instrumento o para aprender a cantar. Yo cuando empecé a cantar no cantaba bien. Requirió mucha cabezonería. Diría que uno nace con la pasión pero luego tiene que trabajarla. Y ya, para profesionalizarte, por mucho que te guste la música y seas un hippie con la guitarra siempre a cuestas, si quieres ser profesional tienes que tomarte muy en serio. Ahí con la pasión no basta.
«Este proyecto se aleja de muchos clichés del rock que a mí me aburren como una ostra»
P.- ¿Qué crees que puedes aportar tú al rock a estas alturas?
R.- Frescura. Este proyecto se aleja de muchos clichés del rock que a mí me aburren como una ostra. Las letras de resaca, con esa temática rollo cowboy, no tienen mucha vigencia ya. Pienso que aporto una visión muy ecléctica de lo que es el rock, dado que se trata de un proyecto muy libre. Hay muchos tipos de canciones dentro. Desde un rock clásico, hasta un bolero. Creo que pongo una voz joven, nueva, que rescata parte del sonido clásico con matices que tampoco se escuchan mucho en nuestro panorama musical. En España pecamos mucho de estirar algo si funciona, haciendo que todo suena igual. A mí me mola Leiva, pero, ¿cuántos Leivas más necesitamos?
P.- ¿Por qué te decantaste por la música a la hora de escribir y no, no sé, por la poesía?
R.- Bueno, ya sabes que yo empecé siendo guitarrista, así que el siguiente paso lógico era ponerle letra a mis canciones. Al principio, nunca me vi como compositor. Pero es verdad que soy un apasionado de la lectura (más de novela que de poesía, confieso) y terminé evolucionando hacia la producción lírica para completar el sonido que tenía en la cabeza. La verdad es que en ningún momento me planteé otro tipo de escritura. Me hubiera encantado escribir novelas en otra vida, pero siento que mi misión en este mundo es hacer canciones.
P.- Has sido, por así decirlo, el niño. ¿No te da vértigo volar solo? ¿Crecer?
R.- Lo cierto es que me he juntado con unos tíos que, aunque estén en mi proyecto, tienen muchísima experiencia y me apoyan incansablemente. Solo no estoy. Y respecto a dejar de ser el niño, bueno, sigo siéndolo [Ríe], aunque ya empiezo a dejar la categoría. De momento, haber sido el niño me ha permitido tener que demostrarles a mis mayores que debían respetar mi lugar, al tiempo que me he sentido siempre protegido y enseñado. He aprendido mucho de los errores de la gente, 20 años mayor, con la que he tocado, y eso es una ventaja.
«Me he criado con mi cuarto lleno de pósters de Led Zeppelin… Para mí eran un referente estético desde pequeño»
P.- La estética es muy importante en ti. Me recuerda a una frase de Oscar Wilde que rezaba: «La moda es una forma de fealdad tan intolerable que tenemos que cambiarla cada seis meses». Tú pareces haberte ido hace 40 años para ese cambio.
R.- Ese estilo viene de lo que he mamado. Me he criado con mi cuarto lleno de pósters de Led Zeppelin… Para mí eran un referente estético desde pequeño. Admiraba a los tíos que se vestían así. Además, yo estudié en un colegio religioso en el que llevaba un uniforme y a mí eso me generaba mucha rebeldía. Yo quería vestirme como ellos y luego, con el tiempo, pues ya como que se ha ido cronificando.
P.- Sí, te veo a lo Robert Plant, con esos vaqueros súper ceñidos. ¿Te pones también un pepino en la entrepierna para fardar?
R.- [Ríe] Todavía eso no… No quiero decepcionar luego… En fin, que se trata de una estética que yo abracé desde pequeño, que me gustó y que ya es parte de mí… A mí me pasa una cosa, y es que me da la sensación de que cuando uno entra a una tienda, en la sección femenina hay una variedad tremenda. Hay mucho de los 70’s y los 80’s, y es una moda femenina que sale a la calle. Ahí veo una libertad estética que, hoy, creo que está muy ausente en la sección masculina. Así que, evidentemente la imagen que proyecto, se que es una imagen muy setentera, pero yo me lo tomo como algo actual. Como una renovación.
P.- Hay más psicodelia, y también funk, en este disco respecto al anterior. ¿Dónde te has inspirado para este sonido?
R.- He bebido de cosas muy distintas. El último año he escuchado mucha música de baile, grupos como Chic o los Parcells, y me han gustado mucho cosas más horteras de los 80, como Styx. Y, bueno, lo que a mí me ha movido siempre es el rock clásico, los Beatles siempre son un referente… incluso las canciones que más se alejan de los Beatles tienen cosas que hemos sacado de ahí. Y me ha dado mucho también por la música argentina, Charly García, Spinetta… El álbum de los Lemon Twings, Everything Harmony (2023) me ha acompañado muchísimo, como Purple Rain, de Prince. Vamos, que el disco, con todas esas referencias, se ha convertido en algo muy inclasificable.
«Soy un romántico terminal, una persona nostálgica»
P.- Veo un romanticismo bastante explícito en gran parte del disco. ¿Hasta qué punto te consideras romántico?
R.- Yo soy un romántico terminal. Siempre he sido un tío sensible. Soy una persona nostálgica, fuerte mentalmente, sí, pero al mismo tiempo algo frágil… Soy fácil de emocionar, y fácil de preocupar también, y de asustarme y, al final, pues eso acaba saliendo en las canciones. Me tomo los temas como un diario de mi vida y mis reflexiones, y ese romanticismo… evidentemente tiene que estar en el disco. Si no lo hubiera, estaría siendo un impostor.
P.- ¿A dónde vas con este álbum?
R.- Yo quería contar el paso que hay entre los primeros años de edad adulta, cuando alcanzas ese espejismo de libertad que tiene… como la madurez idealizada, y piensas que la vida va a ser pura evasión todo el rato. Luego avanzas, y te vas encontrando con muros, te vas pegando palos, decepcionándote y viendo que el mundo es injusto. Hay ambición, avaricia, crueldad… Y me he dado cuenta de que me escribo canciones para mí, como para darme un consejo o esperanza. No me considero una persona pesimista, pero sí tengo la facilidad para caer en la bajona. Pierdo la fe en el mundo. Entonces las canciones tienen ese punto de autoterapia, de proyectar los problemas hacia una salida.
P.- ¿Cuáles son las crueldades que tú ves en el mundo y por qué sigues creyendo en él a pesar de todo?
R.- La lista sería interminable. El otro día, hablando con un amigo que me hizo una pregunta parecida, llegamos a la conclusión de que la naturaleza es cruel pero no tiene maldad. Los que tenemos maldad somos nosotros. Entonces, creo que vivimos en un mundo muy cruel y que se lucra del sufrimiento, del hambre, del morbo del dolor. La pandemia no nos ha hecho mejores, por ejemplo. Pero, a pesar de todo, cada día me topo con algo que me emociona, que me epata, y eso me devuelve las ganas de tener fe.