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David Safier rastrea la sombra del Holocausto en sus padres

El autor alemán publica ‘Mientras estemos vivos’, crónica sentimental de una generación de europeos

David Safier rastrea la sombra del Holocausto en sus padres

David Safier. | Cortesía

Joschi es un cincuentón desarraigado que no se siente en casa en ninguna parte desde que los nazis le obligaron a huir de Alemania y asesinaron a sus padres. Waltraut es una viuda veinte años menor que saca adelante como puede a su hija pequeña. Ambos coinciden y se enamoran en una heladería, dando lugar a una historia de amor imbatible que resistirá a todo tipo de contratiempos dramáticos y que dará como fruto a un novelista: David Safier.

El autor alemán, famoso internacionalmente por su novela Maldito karma, a la que han seguido otras de un estilo similar, donde el humor es el principal protagonista, bucea en este caso en el pasado de sus padres, unas personas comunes que, sin embargo, el siglo XX les impuso unas pruebas extraordinariamente duras a las que sobrevivieron cogidos de la mano.

Por implicación emocional, y por el propio tema, se trata de un punto y a parte en la obra del escritor, que se aleja del tono de sus anteriores trabajos, aunque sin perder del todo su toque de humor, en este caso negro, que hace de contrapunto a la tragicomedia que es la vida. Porque Mientras estemos vivos (Seix Barral) es el relato de dos vidas y es a su vez un repaso a buena parte de la historia del siglo XX.

La narración comienza con un joven Joschi durante los prolegómenos de la II Guerra Mundial. Entre las cotidianeidades de un estudiante, especialmente el encuentro con su primer amor, se va filtrando poco a poco, como la gota malaya que al final todo lo destruye, el odio de los nazis hacia los judíos. De los insultos y las pintadas del principio se pasará a los campos de exterminio, de los que el protagonista se librará por poco. La propia contienda mundial, los inicios del sionismo en Palestina, la violencia en aquella tierra prometida o la posguerra y la Guerra Fría harán de telón de fondo a las vivencias de la pareja, que viven una vida alejada, pero paralela en dificultades, hasta encontrarse.

El autor ha tardado más de 12 años en atreverse a poner por escrito esta historia, y para ello ha necesitado la ayuda de varios investigadores que le han permitido recomponer parte de una historia familiar que estaba llena de vacíos, pues los supervivientes del Holocausto, escribe Safier en el texto, llevan siempre la sombra del exterminio sobre ellos.

Carta de amor

La escritura de Safier es traicionera. Te atrapa en una narración plácida hasta que, sin esperarlo, algún detalle terrorífico contado sin aspavientos te acongoja y te oprime. Como cuando el joven Joschi va a hacer un examen a la universidad y acaba contemplando impotente como asesinan a sus compañeros judíos lanzándolos desde los pisos superiores del edificio, o como cuando la niña Waltraut pierde su casa en un bombardeo y lo que más ansía proteger su familia es el retrato de su hermana fallecida años antes.

El libro es un tratado de historia sentimental de una generación de europeos que sufrieron lo indecible, a la vez que una carta de amor de un hijo a sus padres pues, aunque el narrador no se identifique como el hijo de ambos hasta el epílogo de la obra, la comprensión que muestra hacia unos seres normales, unas personas que sufren, tienen miedo, se equivocan y arrastran el peso de esas equivocaciones, es, ante todo, una muestra grandiosa de amor y cariño que supura ternura en cada párrafo.

En diversas entrevistas tras la publicación de este libro, Safier ha mostrado su preocupación por el aumento de los populismos de extrema derecha en Europa, y especialmente en Alemania, donde ha asimilado al partido Alternativa para Alemania con los propios nazis. Frente a esto, reivindica la escritura para explicar las cosas positivas, «hablar de lo que nos une frente a lo que nos divide», renegando de las series y películas tan en boga que se centran en ensalzar a criminales destacando lo diferente desde lo negativo.

Así mismo, ve lejana una solución al problema palestino. A pesar de ser descendiente de una familia judía pionera del sionismo, no evita pronunciarse de forma crítica con la política del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, no sin antes condenar el terrorismo de Hamás: solo la creación de dos Estados y una intervención exterior posibilitarán algún tipo de acuerdo, ha afirmado.

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