España «llega tarde» a la descolonización del arte, según el comisario español en la Bienal
Agustín Pérez Rubio ha respondido así a las declaraciones del ministro de Cultura, Ernest Urtasun
España «llega tarde» a la descolonización de los museos, ha asegurado Agustín Pérez Rubio a EFE, el comisario del pabellón español en la Bienal de arte de Venecia, un espacio que precisamente rastrea el pasado colonial español y reinterpreta sus colecciones museísticas.
Pérez Rubio y Sandra Gamarra Heshiki, la primera artista no nacida en España cuyo proyecto representa a este país en la 60 Bienal de Venecia, presentaron este miércoles a los medios de comunicación, en los días previos a la inauguración de esta importante cita internacional, la ‘Pinacoteca Migrante’, como se titula el pabellón español.
La descolonización de los museos se ha convertido en uno de los debates más actuales del panorama artístico internacional pero, sostiene Pérez Rubio, es un tema social y político, «de reivindicación, de revolución y de protesta no solo de la época contemporánea». Porque son procesos muy lentos y largos, explican el comisario y la artista.
«En nuestro país, con un componente colonial y racista, parece que, como un ministro habla o una artista peruano-española va a Venecia», el tema ha surgido ahora, cuando en otros países o espacios, como el de la misma bienal de arte, llevan décadas con este proceso: «España llega tarde, parece la novedad, pero ya era hora», sostiene el comisario.
Se refiere así a las declaraciones del ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, sobre la necesidad de superar en los museos estatales «un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico».
«Parece que ahora hemos despertado y empezamos a entender que Alemania o Francia están devolviendo piezas», asegura Pérez Rubio: «pero en el planeta de los ciegos el tuerto es el rey. Y es que en España, desgraciadamente, estos temas evidencian que llevamos un retraso brutal con respecto a nuestros vecinos».
Aunque señala que si con el trabajo artístico de Sandra Gamarra o el suyo en el pabellón, o el del comisario de la Bienal de Venecia -que es por primera vez un artista de América del Sur, el brasileño Adriano Pedroso- se puede «mover algo», que sea bienvenido. A pesar de ser un proceso muy largo, hay una diferencia, cree Sandra: ahora «somos capaces de entender que nuestras formas no son suficientes para entender otras formas de cultura» y que la integración no consiste en utilizarlos, sino en acercarse «y aprender desde la humildad y la conciencia de que nuestras formas de existencia, en muchos casos, están erradas».
Gamarra (Lima, 1972) creó en ‘La pinacoteca migrante’ su particular museo a partir de obras ya existentes en las colecciones de los museos españoles y que copió, modificó o usó para elaborar ‘collages’, que tratan de crear conciencia sobre la mirada colonial europea.
Se trata de dar al visitante una herramienta más para «desnaturalizar y desnormalizar una lectura de nuestra propia historia, que parecía única pero que puede ser múltiple», dice la artista, que cree que el primer error que se tiene respecto a la descolonización, ya no solo de los museos sino «de las mentes» en general, es pensar que se quiere «borrar todo».
Con su proyecto, Gamarra quiere hacer entender que un museo puede crear nuevas realidades dando a conocer lo que tiene pero con una nueva lectura, mediante la visibilización de lo que no se veía o haciéndolo más accesible «para otros cuerpos, para otras lenguas, para otra noción cultural».
«La cultura no es una, hay diferentes culturas, pero las gafas del eurocentrismo son las que se han impuesto desde Europa al resto del mundo. Eso hay que cambiarlo y hay que entender que hay diferentes espacios para diferentes culturas y que todas son iguales», dice el comisario.
Como ejemplo, destacan el Rijksmuseum de Ámsterdam y la recolocación de la colección que supuso la exposición ‘Esclavitud’, en la que se repasó todo el legado del comercio de esclavos en sus pinturas. Esa muestra derivó en que el propio museo decidiera hacer investigaciones de sus fondos, de los modos de mostrarlos y catalogarlos y que cambiaran las formas y los conceptos con los que estaban expuestos para llevarlos «hasta la contemporaneidad de los ojos con los que se ven ahora».