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Cultura

Carlos Galán, el rey Midas de la música independiente, sigue en forma

THE OBJECTIVE conversa con el fundador de Subterfuge Records, que sigue descubriendo joyas como La La Love You

Carlos Galán, el rey Midas de la música independiente, sigue en forma

Carlos Galán.

Como recién aterrizada de los sueños eróticos de cualquier melómano, se afinca en el número 30 de la calle Almirante de Madrid, la guarida del diablillo marciano de Subterfuge Records. Un florido oasis de la memoria musical. Las oficinas de una de las discográficas independientes patrias por excelencia, sería la pesadilla de los fans de Marie Kondo y los defensores del minimalismo. Imposible determinar el color de las paredes. Los pósters visten esta nave nodriza con modelitos firmados por grupos como Dover, Arizona Baby, Najwa, Los Fresones Rebeldes, Cycle o Doctor Explosión. Recitarlos todos ocuparía lo que me resta de pieza. Y lo mismo para los cientos de abalorios que sazonan el garito. Incontables muñecajos dignos de un museo de la cultura pop. Una figura de E.T a tamaño real, robots abiertos de piernas, el clan al completo de Mazinger Z, pistas de finger skate, un cartel del restaurante Marsot o una preciosa Sinfonola 2000 coronada por la cadavérica mascota de los Misfits. Si a la aventurera empresa le patina algún día la industria de la música, bien podría sacar unas perras organizando visitas a este templo, fetiche para coleccionistas de chorraditas y joyas arqueológicas de los sonidos que han dominado los tímpanos nacionales de varias generaciones.


Por fortuna, Subterfuge está lejos de verse obligada a alquilar un puesto en el Rastro de Madrid. Hace más de 20 años dieron un golpetazo en la mesa lanzando a capitanes del CD como Australian Blonde o Dover, y ahora patean hasta los pódiums astronómicos a La La Love You, último capricho de las plataformas digitales y de los grandes escenarios españoles. Eso, sin contar con el rosario de exitosos podcasts que abrigan su logo. El demonio de ojos azul antillano, vaya, tiene marcha para rato.

Carlos Galán, padre y piloto de este objeto volador identificado, al que en su día llamaron «el Midas del pop», ha sabido dirigirlo a buen puerto con astucia y olfato durante 30 años. Para conocer los pormenores de tamaña epopeya, me doy cita con él en la cafetería Verdoy, en la madrileña Plaza de Chueca. Una cantina, como dice Galán, «de las de siempre. Con sus viejos y parroquianos inalterables».

PREGUNTA.- Las plataformas han cambiado la forma de consumir, y vender música. ¿Cómo ves ahora el horizonte de la Inteligencia Artificial?

RESPUESTA.- Evidentemente, todo es una amenaza en cuanto al cambio que va a suponer en muchas facetas de la creatividad. Pero, aunque lo veamos como un cierto enemigo, espero que la industria se enfrente de otra manera a cómo lo hizo con lo digital. Aquello se enfocó demasiado en el pirateo, metiendo en el mismo saco un montón de inputs. Creo que hubiera sido conveniente afinar. Revelarlo como un aliado. Pues igual con la IA. Sabiendo que va a transformar muchas cosas, no solamente la música, estudiar de qué manera se puede utilizar y sobre todo regularizar.

Inteligencia artificial

P.- ¿Cómo enfocas los ejemplos de canciones hechas por IA, de Rosalía o Quevedo por ejemplo? ¿Son posibles hits que los artistas llegarán a apropiarse? ¿Hay peleas subyacentes de propiedad intelectual?

R.– Eso, claro, no lo puedes explotar a nivel plataformas. Y lo mismo que la inteligencia artificial está cogiendo una velocidad increíble, también creo que los cortafuegos están cogiendo velocidad. Hay identificadores de voces falsas, etc. Esto de cara a la monetización. Otra cosa es que la gente las consuma por otros lados, y formen parte del imaginario y de la playlist de las personas. Pero luego a nivel propiedad intelectual, no se traspasará lo que no se tiene que traspasar.

P.- La música siempre ha sido un negocio, pero ahora parece que se está convirtiendo en todo un bien de inversión. Muchos artistas (David Bowie fue de los primeros) venden los derechos de sus canciones para la especulación. Si a esto le sumamos la digitalización de la que hablábamos, ¿dónde queda la monetización de una discográfica?

R.- Ahora los grandes players de la industria no son ni las compañías, ni los promotores, ni nada, son los fondos de inversión. Pero todavía hay espacios para negocios como el de Subterfuge, que básicamente sobrevive porque el streaming da dinero. Y eso es algo que la gente no supo ver al principio de la convalecencia del formato físico. La primera factura que le hice yo a Spotify, en 2008, fue de un euro…

P.- Parece un chiste.

R.– Yo hubiera dicho lo mismo hace 13 años. Si me dices que voy a vivir de esto por aquel entonces, me río. Pero había demasiada industria detrás que no podía dejar que de repente todo fuese de uso masivo y gratuito. Había que regularizar.

P.- Parece que la música profetizó lo que acabaría por ocurrirle a toda la industria cultural.

R.- Desde luego. Siempre digo lo mismo, lo bueno que tuvo la industria de la música es que fue el primer gremio al que internet afectó drásticamente. Yo me acuerdo de estar, por aquel entonces, con amigos que trabajan en el cine, o en la publicidad, y que no la veían venir.

Imagen de los integrantes del grupo Dover.

Riesgo

P.- La prensa se subió rápidamente al carro.

R.– La prensa, la musical en especial que es lo que a mí me toca, se posicionó automáticamente de parte del todo vale, todo gratuito. Nacho Escolar, que ahora me quiere vender el suscríbete, ayúdame y, al principio, era el cabecilla de la cultura gratis… Yo suelo contar una anécdota, de un amigo que me llamó hace un año, para decirme que lo habían despedido. Este tío se creía el guay de la pandilla porque decía que se lo descargaba todo, y te mandaba a la mierda si lo criticabas. Ahora resulta que, siendo agente inmobiliario, lo acaban de sustituir por una gafas Oculus.

P.- Pero, al final, tú sí que has sabido salir de esa tierra baldía.

R.- La magia no es tanto lo de ahora, sino haber logrado resistir al cambio de 2008. Porque ahora, capeado el temporal, si lo piensas, la cosa es bastante parecida. Antes te la jugabas con una banda, y vendías siete discos o 7.000. Hacer el disco te costaba una pasta, y hasta que no colocabas mil, estabas pagando 25 euros por disco, porque habías puesto perras para la grabación, etc. Sí, se cobraban 18 euros por CD, pero tenías que manejar un volumen amplio para ser rentable. Igual que ahora.

P.- Lo que está boyante es el directo, ¿no?

R.– El otro día metimos 16.000 personas en el Wizink Center (Madrid), con La La Love You. Imagina. Somos un sello… independiente, vale, pero, en su día, vendimos 700.ooo copias de Dover, con todo lo que eso implicó. Y también hubo mucho directo. Y, en ambos casos, esos éxitos sirven para compensar el 90% de fracasos (económicos, entiéndeme) en los que te la juegas.

P.- Hablando de La La Love You, que están partiendo la pana, ¿tienes alguna fórmula para detectar lo que te gusta? ¿Lo que será un éxito?

Olfato

R.- Yo empecé el fanzine a los 18 años, y no pensé nunca montar un negocio (siempre digo que soy más de letras), pero tenía buen olfato. Al poco de montar el sello, me llegó en 1993 una maqueta de unos tipos de Gijón llamados Australian Blonde. Y me gustaron, así que los fiché y fui a hacer unas copias a Malasaña, y… en fin, que no es que yo tenga ningún superpoder (no estaría aquí si no), pero todo consiste en apostar mucho. Como te digo, el 90% son fracasos. Hay que echarle valor e insistir hasta encontrar el grupo que los compense.

P.- Para ir acabando, en Subterfuge os habéis lanzado mucho con la moda de los podcast. ¿Qué tiene este formato, que es como una radio a la carta, para haber dado tal salto?

R.- Yo diría que es su democratización. En los 80, los únicos que podían hacer música eran los putos pijos porque eran los que podían tener guitarras. Luego, llegaron las guitarras japonesas y la cosa se dilató. Los podcast, creo, han vivido un poco lo mismo, pudiendo hacerlo cualquiera desde su móvil. Aun así, sigo pensando que es un producto más desconocido de lo que parece. O, por lo menos, poco consumido. Lo de Subterfuge Radio nace en el 2019, casi como un hobby, igual que lo fue la música. Una de las pocas cosas buenas que tuvo la pandemia fue que el formato explotó, ¿no? Así que, al igual que en 2008, cuando los sellos comenzamos a entender que teníamos que hacer el management, los directos y demás, nosotros entendimos, con la pandemia, que teníamos que meternos a fondo en el podcast. Como te vengo diciendo, todo es arriesgar.

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