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Cultura

Carmen París: «Decía en broma que la jota era la madre del cordero, pero he visto que es verdad»

La cantante y compositora comparte en ‘Bambalina’ su proceso de trabajo y sus proyectos inmediatos

Carmen París (Tarragona, 1966) lleva más de dos décadas fusionando las músicas del mundo con uno de los géneros folclóricos más antiguos de España, la jota aragonesa. La modernidad de esa mezcla apabulla y emociona. Ahora, se ha propuesto cazar jotas alrededor del mundo, y en ello está trabajando. Sobre ese proyecto y la labor musical, conversa para THE OBJECTIVE.

PREGUNTA.- Eres una de las artistas, que yo haya visto, que más disfruta en el escenario. ¿Lo pasas tan bien como parece?

RESPUESTA.- Claro que sí. Es el punto culmen de todo el proceso creativo. El haber compuesto la música, la letra, los arreglos, cantarlo y luego interpretarlo en el escenario. Para mí es hacia donde se dirige todo el proceso. Se dirige a ese momento en el que estoy interpretando esa creación, o aunque no sea mía la creación, recreando la composición de otro.

Yo me adapto al momento, no llevo un guion. Hay cosas que más o menos digo cuando presento una canción, pero dependiendo de la respuesta, me explayo más o me voy por otro lado. Si veo que hay algún tipo de bromas que no se comprende, hago otro tipo de bromas. Pero yo sí, claro que percibo. No solamente es que veas las caras de los que puedes ver, porque no a todo el mundo puedes ver, porque tienes unos focos que tampoco te permiten estar viendo todas las caras, pero la energía sí que se percibe, sobre todo en aforos pequeños. Yo por eso siempre he preferido aforos de máximo 600 personas, porque hasta ese volumen de gente siento que lo puedo ir manejando. A partir de ahí, miles, es que se disipa mucho la energía. Ahora se estila mucho, que a mí no me gusta, que la gente en vez de tener los monitores para las escuchas que tienes en el escenario, afuera, las llevas por auriculares. Claro, mejora muchísimo el sonido, sin duda, pero a mí eso me aísla. Las veces que, porque no quedaba otro remedio, porque no había monitores, he usado estos auriculares, para mí no es lo mismo. Me aleja del público, me crea una burbuja donde sí, vale, me puedo escuchar muy bien la voz, puedo escuchar todos los instrumentos muy equilibrados, pero me estoy desconectando de la atmósfera que está generando la música.

P.- ¿A ti te gusta el espectáculo que haces sola, que es el que has hecho más en los últimos años, o te gusta más compartir el escenario con más músicos, como el espectáculo Enredadas, que tienes con Martirio, con Uxía y A Pedreira?

R.- Es complicado decirlo. De sentimiento, ahora mismo lo que más me gusta es compartir, porque llevo muchos años sola. Es diferente, cuando tú estás sola y te tienes que acompañar musicalmente todo lo que cantas a cuando estás libre de interpretación y te están acompañando, a cuando estás compartiendo con más artistas, que no tienes que llenar tú el escenario la hora y media que dura el concierto. Enredadas lo he cogido con muchas ganas porque estaba ya muy aburrida de tocar sola. Estar con otras tres, que además son otros tres pedazos de mujeres… Tenemos un sustrato común, pero cada una somos diferentes, ni siquiera entre las dos «Uxías» [Uxía Domínguez Senlle y Ugía Pedreira], las dos gallegas, se parecen. Es muy enriquecedor y sobre todo me da mucha vida compartir.

«En general, se me ocurre la música y luego le incrusto la letra»

P.- Hay cantantes, por ejemplo pienso en Loquillo, que llegan al escenario, se ponen a cantar sus canciones y no paran desde el principio hasta el final, son capaces de estar dos horas y media cantando, apenas para saludar y para despedirse. Y tú, sin embargo, siempre adornas las historias de las canciones, que es algo que yo creo que el público agradece mucho. Y quizá mi favorita es la historia de Cositas in-solitas, donde cuentas que como es un chachachá y compusiste primero a la música, al final no te cabía la esdrújula de insólita. ¿Siempre trabajas así, primero es la música y luego la letra, o depende del momento?

R.- No voy a decir que siempre sea así, pero la mayoría sí, se me ocurre primero la música. La idea, primero, es musical. En algunas se me ocurre la música y alguna frase que me entra, que me viene así a la cabeza. Y a veces la mantengo y a veces la desecho. También el ponerle letra te hace memorizar mejor la melodía. Pero en general, sí, se me ocurre la música y luego le incrusto la letra. Cuando he tenido que musicar poemas, ahí cambia. O también se me ha ocurrido alguna letra, algunos versos, y entonces les he puesto una música, y a partir de ahí ya me ha salido otra música, y luego le incrusto la letra. Es lo que me pasa a mí particularmente, porque sé que la mayoría de los cantautores musican letras.

P.- Por eso te pregunto.

R.- Yo soy cantautora, aunque sea de piano. Claro, también está la imagen de que el cantautor es con guitarra. Yo soy cantautora de piano y yo prefiero que sea la letra la que se adapte a la música. Porque así salen estructuras menos vistas. Porque claro, si le pones música a una letra te tienes que ceñir a esa estructura poética. Que está bien, pero a mí me da más libertad en la creación. Además, así, tengo que tirar de sinónimos cuando tengo que escribir: pues no me cabe así, a ver, otra manera de decir esto para que me entre en esa melodía.

Carmen París en un momento de la entrevista. | Foto: Carmen Suárez

P.- Una vez te escuché decir las maneras distintas que hay de musicar un poema que acompaña la letra. Y esa historia es divertida.

R.- Esa es una crítica que hago yo. No es fácil. Si el poema lo has hecho tú, si eres a la vez compositor y autor, pero cuando no es las dos cosas a la vez, y además son poemas que no nacieron en un principio para ser canciones, pues tienen una complicación, porque no hay una estructura regular. Muchas veces tienes que adaptar. Cuando le ponen música a los poemas, es una cosa que aprecio instantáneamente: hay músicas que ensalzan al poema, hay músicas que lo acompañan, otras que incluso son mejor que el propio poema y luego está la música que va contra el poema. De esos sí he conocido muchos casos. «No, es que voy a musicar un poema». Hombre, ya, pero no es fácil esa tarea. Hay que tener un poco de escuela y de práctica, y entonces a veces ves que la música va contra el poema. Siendo el poema bueno, la música no hace que se vea.

P.- ¿La inspiración viene a ti o tú la buscas? ¿Te sientas a trabajar o en cualquier momento te vienen ideas?

R.- Las dos cosas. Pero claro, que las musas te pillen trabajando. Porque a veces sí que me viene inspiración en algún momento, en una vivencia que estoy, y se me ocurre la música, pero no me pongo a registrarla porque estoy haciendo otras cosas. Y digo después: ¿cómo era eso? Se me olvida. Sí puedes tener inspiración en flashes, pero lo ideal es que te pille trabajando. Y a veces puedes estar trabajando y no tienes inspiración, porque a mí me ha pasado a veces estar «venga, esta, a ver si termino esta, que jolín, la empecé hace meses, no la acabé», y te pones ahí unos días y haces algo y al final dices: esto no está inspirado. Entonces la vuelvo a abandonar y luego a lo mejor al cabo del tiempo, en un momento, digo ya está, me sale el tirón y ya está resuelta. Y no sé cómo, porque no la he estado trabajando, pero ha debido de estar por ahí dentro.

P.- Moviéndose.

R.- Moviéndose, y al final sale.

P.- Pero qué difícil es trabajar en tu caso, que hace mucho que no haces disco nuevo, porque estás cuidando de tu madre.

R.- Es a lo que más me dedico.

P.- Es una imagen que no se tiene de los artistas, el cuidado familiar de unos hijos o de unos padres, como es tu caso.

R.- Sobre todo porque yo no es que haya colgado mi carrera. Ya había salido de Warner, había hecho la producción en Berklee de Ejazz con Jota –que era mi sueño haber estudiado en Berklee; no lo conseguí, pero conseguí hacer un disco de jotas en Berklee o a lo Frank Sinatra–, y había empezado a salir al extranjero, cosa que no había podido hacer mientras estuve en Warner. Sobrevino el Alzheimer de mi madre, los primeros años, y luego ya no quedó más remedio que llevarla a una residencia. Cuando yo, al año de estar allí, vi que no eran suficientes los recursos para cuidar bien a personas totalmente dependientes, decidí que yo iba a estar ahí. Vivo a caballo entre Madrid –el barrio de Entrevías– y Zaragoza. Todas las semanas voy mínimo cuatro días.

P.- Y los escenarios, porque tampoco dejas de actuar.

R.- Claro, no puedo dejar de actuar porque si no, no como. Pero lo que no puedo hacer tampoco es encerrarme durante un mes a madurar, que es lo que hacía antes para preparar un disco. No tengo ese tiempo.

«Fue un gran descubrimiento la música uruguaya para darme claves en el hermanamiento de músicas»

P.- No te puedes ir a Cuba otra vez, como para InCubando.

R.- Eso es impensable. Lo tengo que hacer entre Entrevías y Utebo, que es mi pueblo de Zaragoza, me quedo en casa de mi madre cuando voy a cuidarla. Pero claro, vengo, estoy dos o tres días aquí y me vuelvo a marchar. No me cunde. La gente me dice «es que hace mucho que no sacas un disco». Ciertamente. Hace más de ocho años.

P.- Pero ahí estás. Ahora vamos a hablar de eso.

R.- Sí, estoy, estoy en ello muy lentamente, porque sigo con la misma dinámica, sin dejar de cuidar a mi madre, lo hago en pocos ratos sueltos.

P.- Sé que las casualidades que tú dices que no existen son muy importantes para ti, esas «cositas in-solitas». ¿Cuál es la que recuerdas con más simpatía, aparte de las que cuentas en la canción?

R.- ¿Que no esté en la canción?

P.- Que no esté en la canción.

R.- Me han pasado muchas después. Me pasa mucho y me digo: jolín, ya tengo otro saco para hacer otra canción. Pero no voy a hacer otra canción del mismo tema, no fastidies.

P.- Pero es el centro de tus temas, en realidad.

R.- Sí, porque en mi vida se han dado mucho. La que no cuento en la canción, pero que fue definitiva para iniciarse mi carrera discográfica, no artística (cuando empecé y a partir de ahí firmé con Warner), fue una de las más gordas de mi vida. Yo desde Zaragoza apenas venía a Madrid, venía una vez cada X años, a algún concierto o algo así. Cuando ya tenía temas para hacer un disco, mi primer disco –estamos hablando ya del año 98, porque en el 99 lo grabé– vine a Madrid. Estaba en un grupo de funky latino que había en Zaragoza que se llamaban Adiós Jumbo, les hacía coros. Tenían un bolo en Madrid, en la sala Moby Dick, me acuerdo, y se suspendió, pero yo había quedado con una amiga mía, mi amiga Áurea, que vive en Lavapiés, y vine de todas maneras. Ella vivía al lado del Candela y me dijo: «vamos a entrar al Candela, que este conoce a mucha gente». Yo ya había hecho una maqueta de los temas que tenía –de tres temas: Pa’ mi genio, No me vas a embolicar y Savia nueva, los tres pilares del primer disco. Era un lunes o un martes, un día entre semana. Yo ya había escuchado el disco Coplas de madrugá, de Chano Domínguez con Martirio, y había pensado en él después de romper con mi pareja, que era un gran músico, un pianista uruguayo, que era con quien hacía todo. ¿Qué otro músico podría comprender lo que yo quiero hacer con la jota? Porque los uruguayos tienen un concepto muy mestizo de la música…

Carmen París. | Foto: Carmen Suárez

P.- El candombe…

R.- El candombe y toda la música uruguaya es muy mestiza. Para mí fue un gran descubrimiento la música uruguaya, para darme claves en el hermanamiento de músicas. Y dije bueno, un músico como Chano Domínguez comprendería lo que quiero hacer. Solo lo había pensado y se lo había comentado a esta amiga. Entramos al Candela, estaba vacío, pero estaba Miguel.

P.- El dueño.

R.- Le enseñé la maqueta. Y entonces me dice: «Huy, pero estas joticas morunas, pero flamenco, pero latino, ¿pero tú quién eres, de dónde ha salido?». Y digo: pues yo vengo de Zaragoza y te quería preguntar ¿tú sabrías cómo podría conocer a Chano Domínguez? Y me contesta: «Por la puerta está entrando». Yo estaba de espaldas a la puerta y dije: claro, y qué más; en serio, ¿cómo podría conocerlo? Y me repite: «¡Que acaba de entrar por la puerta!». Y yo me vuelvo y efectivamente, estaba ahí. Qué fuerte, ¿no? Ha sido nombrarlo y ha entrado por la puerta, lo demás tiene que ser pan comido. Que no lo fue [risas]. Así fue solo la entrada. Nos presentó, seguimos escuchando la maqueta y le gustó. «Pero qué has hecho con la jota, mañica». Además, él, al ser gaditano, las alegrías vienen de la jota aragonesa… Pues dije mira, es que quiero hacer un disco, digo tengo una productora audiovisual en Zaragoza que me apoya económicamente y quiero hacer esto. Y ahí empezó la aventura.

«Mi madre era un excelente rapsoda y cantaba muy bien y mi padre la acompañaba. Eran artistas que no se habían dedicado profesionalmente y sus cuatro hijos lo mamamos en casa»

P.- Antes de eso, tú tenías una carrera musical muy larga de estudiar en el conservatorio…

R.- Desde niña.

P.- Yo no sé si en tu familia hay músicos. Tengo entendido que tu padre, a pesar de no estudiar música, tocaba la trompeta.

R.- Sí estudió, hasta que llegó la Guerra Civil.

P.- Cuéntame.

R.- Estudió música. Mi padre de Samper de Calanda, que no está al lado de Calanda, de Buñuel, están cerca, pero no son lo mismo. Samper de Calanda, que viene de San Pedro de Calandria. Calandria se le llama en Aragón a las alondras. Son aves cantoras.

P.- De primavera.

R.- Ahí están mis raíces. ¿Por qué canto yo y toco la percusión? Porque mis raíces paternas están en un pueblo de alondras y de tambores. ¿Y por qué mi música es universal? Porque mi madre nació en los Montes Universales de Cuenca. Y luego yo nací en el Hospital de Santa Tecla, de Tarragona, y por eso toco el piano. ¿Entiendes? Todo tiene una explicación. Nosotros éramos una familia Trapp. Y a mi padre le hubiera gustado seguir estudiando música, pero llegó la Guerra Civil. Mi padre había nacido el año 22 y murió cuando yo tenía 18 años. Apenas empecé yo a cantar, en una orquesta, al año se fue. Mi madre era un excelente rapsoda y cantaba muy bien y mi padre la acompañaba. Los dos eran artistas que no se habían dedicado profesionalmente, pero que tenían esa vena. Sus cuatro hijos lo mamamos en casa. Yo empecé a cantar con un año, el Mi limón, mi limonero.

Carmen París. | Foto: Carmen Suárez

P.- ¿Y siempre fue la jota lo que tenías en mente?

R.- No, no, qué va.

P.- ¿Por qué decidiste quedarte en ese folclor, que no es normal para un artista moderno?

R.- No fue mi meta inicial. Cuando yo empecé a cantar, cantaba lo que me enseñaba mi padre, o lo que se oía en el momento, y mi padre me enseñaba las jotas que él se sabía. Y en casa teníamos magnetofón, casetes. Mi padre tenía casetes y le gustaba la jota, le gustaba el cante jondo, le gustaba Glenn Miller… Por eso al final hice yo toda esa mezcla en ese disco, Ejazz con Jota, una mezcla de la orquesta de Glenn Miller con el pastor de Andorra cantando jotas en el campo con su rebaño. En mi casa yo lo viví. A mi padre y a mi madre les gustaba la música. Mi madre, además, era una excelente actriz. Pasa que no se pudo dedicar a eso porque en su época tenía mala prensa. A mi abuela no le pareció bien, pero ella estudió teatro en la escuela y la profesora le dijo a mi abuela que mi madre era una artista, además de ser muy guapa, cosa que no he sacado yo.

P.- Ay, que no, por favor.

R.- No, mis hermanos son más guapos. Mi hermana y mis hermanos se parecen más a ella. Yo he salido más a mi padre, que tampoco era feo, mi padre era un estilo Kirk Douglas.

P.- En esa época…

R.- Era un galán. Por eso se casó tarde el tío, porque era un galán.

P.- Yo creo que la gente en España no sabe lo que es la jota. ¿Qué es?

R.- La jota es la manifestación popular que caracteriza a toda la Península Ibérica. No digo de España porque también hay en Portugal. Para mí la jota es la música ibérica por excelencia. En Portugal se llama gota; en Portugal también hay jota y fandango, que la gente no lo sabe. No hay una sola región de España donde no haya jotas.

P.- Y en el flamenco, esa relación que tú encontraste.

R.- El flamenco ha bebido de la jota sin ninguna duda, vamos.

P.- El disco que estás trabajando, que esperemos que salga a la luz pronto, es justamente la búsqueda de la jota en todo el mundo.

R.- Así es, porque no solamente está su impronta en el flamenco –digamos que la célula base central del flamenco, en las alegrías, en las bulerías, en las sevillanas…, es la jota– sino que también ha dejado su impronta en toda América. Y donde más impronta ha dejado es en Filipinas, que es el país que más lejano está después de la Península Ibérica, donde más jotas hay es en Filipinas. Es alucinante, ¿eh?

P.- Es alucinante.

P.- En otros países tienes que andar buscando, pero en Filipinas afloran incluso aunque no se llamen jota, lo escuchas y resulta que es una jota. Es curioso porque a lo que le llaman jota va de la mano con la habanera.

P.- Es interesante también.

R.- Muy interesante. Todas excepto una, de las que se llaman jota: la jota de Cavite, la jota de Manila, la jota de Palawan, la jota Quirino, la jota Isabel, todas, en el medio tienen una habanera. ¿Todo eso cómo llegó a Filipinas? Con la Nao de China, que tú conoces tan bien.

P.- El Galeón de Manila, que venía de Filipinas, paraba en el puerto de Acapulco, cargaba a Veracruz por tierra y venía a Sevilla.

R.- Imagínate lo que es ese viaje. La jota, que sin duda tiene también influencia en la habanera, viajó hasta Asia. Y además son los más elegantes bailando. El que sepa, verá que tienen pasos de la escuela bolera, del siglo XVIII.

P.- A lo mejor te parece una tontería, pero yo cuando veo el triunfo de Rosalía o incluso de C Tangana, yo veo un poco tu triunfo. Es decir, tu triunfo y el de toda la gente que en España se ha dedicado a la fusión musical y los trataban de locos cuando salieron. No sé cómo lo veas tú.

«La gente no sabe lo que es la jota, cuando es, yo creo, la música más extendida en el planeta»

R.- Ha ido habiendo diferentes puntas de lanza en actualizar nuestra cultura y nuestra identidad. Si bien repito, no es solo el flamenco, porque claro, de puertas para afuera «Spain is flamenco». Fíjate hasta qué punto llegará que Saura, para vender la película que hizo de la jota en el exterior le tuvo que poner «beyond flamenco». Esto me ha pasado a mí cuando he ido a cantar a diferentes países que daban por sentado que iba a ser flamenco. «Es que no era flamenco». ¿Y quién te ha dicho a ti que soy flamenca? ¿Porque soy española? Pero claro, como la gente no sabe lo que es la jota… Cuando es, yo creo, la música más extendida en el planeta y que ha dado pie a más géneros de música.

P.- Por eso la llamas la madre del cordero.

R.- Llevo años diciéndolo. Lo decía de broma, pero estoy descubriendo que es en serio, que era de verdad.

Ráfaga trascendente

–El arte.

Va ligado a la belleza. Conectar con la belleza y la trascendencia.

–La verdad.

Algo que hay que buscar incansablemente, aunque sea fea.

–El bien.

Lo mismo. El bien lo representan en el mundo las personas que no se traicionan. Las personas que tienen una esencia, unos valores y son fieles a ellos. Las personas que son coherentes en su discurso y en su proceder. Es el bien. Yo creo que lo que está sucediendo en el planeta está eliminando esa conexión del ser humano. Para mí el bien es el ser humano puro y libre, que es algo con lo que están acabando.

El amor.

El pegamento que une el universo.

–La vida.

Otro bien que habría que defender. Es el primer bien.

–La muerte.

Un proceso que hay que pasar y para el que no se nos prepara porque parece un tema tabú en nuestra sociedad. La forma de encarar ese paso a otro plano, que para mí es eso. Para mí no es la desaparición, es el paso a otro plano que conlleva otros parámetros diferentes al plano físico.

Sencillos placeres

Acabo de aprender una jota que he encontrado en Murcia que es insólita. Es una jota muy antigua, mucho más transgresora que lo que mandamos a Eurovisión, y dice así: «Habiendo tantos soldao, como no me salga novio, habiendo tanto soldao, le pego un viaje al ajuar y por saco a lo bordao. Lo mejor de ser moza en Cartagena es el tener a mano la tropa entera. No soy golosa, yo solo quiero un grumete, un infante y un artillero». No está mal, ¿eh?

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