THE OBJECTIVE
Bambalina

Patricia Fernández: «Me gustan los escritores muertos porque no te piden explicaciones»

La escritora es la segunda invitada del podcast ‘Bambalina’

La Luna en verso (Aguilar) no es el primer libro de Patricia Fernández (Madrid, 1998), pero sí el primero de poemas y, sobre todo, el primero desde que es, gracias al contenido que difunde vía redes sociales, un referente pedagógico para niños y jóvenes. Sus vídeos en TikTok de lo que llama «salseo cultural» –literario, histórico y cinematográfico– reúnen a más de 400.000 seguidores.

PREGUNTA.- Youtuber, tiktoker, periodista, divulgadora, poeta. ¿Cómo te gusta más considerarte?

RESPUESTA.- Como escritora y periodista, aunque entiendo las etiquetas, que  funcionan por lo que más te conoce la gente. Después de sacarme un doble grado, de pasar por medios, al final me conocen por tiktoker, bueno, pues ya está. Lo llevo con entusiasmo. Al final entiendo que forma parte de la profesión, pero a mí misma lo que más me gusta es considerarme escritora.

P.- Cómo se te ocurrió hacer estos vídeos de «salseo cultural», como los llamas.

R.- Precisamente porque empecé a hacer prácticas desde muy joven, cuando estudié la carrera de Periodismo, y estuve como seis años pasando por distintos medios. Y cuando estaba terminando la carrera, que tuve que dejar de trabajar por primera vez para enfocarme a las asignaturas finales y a los trabajos de fin de grado (TFG), pensé: quizás esta sea la oportunidad de intentar hacer algo que realmente me apasione. Y tenía unos ahorrillos. Planteé mi TFG de Comunicación Audiovisual sobre cómo comunicar poesía y cultura clásica en redes sociales. No sabía ni cómo funcionaba TikTok, ni cómo funcionaba Instagram… Un hashtag sí, pero cuando lo veía decía ¿por qué la gente pone estas cosas? Eso fue como hace un año y medio. A base de prueba y error empecé a contar historias que me apasionaban, empezaron a funcionar y hasta hoy. Fue todo muy rápido. Aunque para mí el proceso de llegar a esa viralidad fue muy lento, porque llevo muchos años estudiando, he hecho cursos de Harvard, me he formado muchísimo, y he trabajado mucho, pero una vez que supe tocar la tecla en redes sociales, se disparó.

P.- En TikTok tienes por ejemplo, más de 400.000 seguidores. ¿El éxito te sorprendió?

R.- Yo lo llevo como «por fin se me reconoce el trabajo y ahora me dan las gracias» [risas]. Es que para mí ha sido un proceso muy lento. Primero, que me apasionase lo que hago pero hacerlo sin ningún tipo de reconocimiento; luego, ser becaria y pasar muchos años trabajando, y que de repente se te reconozca… Estoy muy feliz. Me puedo dedicar a ello, lo cual es impresionante, pero soy consciente que no lo he tenido fácil. Ahora la parte que se ve brilla mucho, pero lo que hay detrás ha costado mucho. Me hubiera gustado ser una tiktoker que un día se levanta con 18 años y tiene 80 millones de seguidores, pero no ha sido el caso [risas]. He tenido que picar mucha piedra.

P.- Sin embargo, eres muy joven.

R.- Bueno, tengo ya 26.

P.- La reina Victoria de Inglaterra, «la bichota más poderosa de la historia»; Lope de Vega, «el motopapi del Siglo de Oro»; Platón, «un gymbro». No sé si te has encontrado con gente que diga ¿es necesario este vocabulario para enseñar alta cultura?

R.- Yo dosifico tanto lo bueno como lo malo. Al final me centro en mi objetivo. Mi objetivo no es evidentemente agradar a señores anticuados, sino que la juventud conozca y entienda cómo funcionaban estos personajes hace 100 años. Para mí esto es muy natural. Yo empecé dando clases a niños con 17 años para sacarme un dinerito, y recuerdo que estaba sentada en una mesa, como estamos tú y yo, y si yo me ponía a hablar de Lope de Vega, siguiendo las diapositivas o el libro, había un niño que se me dormía delante. Gonzalo, me acuerdo. Un día le dije: a ver, Gonzalo, ¿a ti que te gusta? Total, que me puse a investigar. Intentaba crear analogías entre lo que a él le gustaba, lo que él vivía y la literatura que yo le explicaba. Y para mí el objetivo es ese. Al final no enseño un tema. No puedes presentarte a selectividad con mi vídeo, pero a lo mejor se te despierta la curiosidad por esa Generación del 27, que eran muy jóvenes, que tenían un afán de crear y que podrían haber sido tu colega del instituto. ¿Alguna vez me han dicho algo? Sí, pero trato de tener muy claro los objetivos, porque además las redes sociales son cantos de sirena. Cuando te dicen cosas buenas te dicen cosas muy buenas, pero cuando te dicen cosas muy malas… Es mejor no escucharlo todo.

P.- ¿Y al revés? Algún joven o niño que te haya dicho «gracias a ti, empecé a leer a Lope de Vega».

R.- En cuanto me dicen eso, todo lo demás me da un poco igual. Este niño lo ha conseguido, o esta niña. Sí. Hace poco me comentaron que se habían comprado toda la poesía de Federico García Lorca por unos vídeos que yo hice, pero hay un niño que yo tengo grabado, de hace un año y medio. Era un niño que creo que tenía déficit de atención y me escribió la madre un parrafazo y me decía que lo pasaba muy mal en clase porque nunca se concentraba y tenía una situación bastante complicada. Un día se empezó a ver los vídeos de Lorca y le encantaron. La foto que me mandó ella fue el niño sujetando una pancarta con toda la historia de Lorca y me dijo que la profe se quedó flipando de que fuera capaz de contar toda una historia tan complicada cuando tiene un déficit de atención. Pero es que al niño le enganchó, le enganchó que le contases la historia como lo que era, una historia divertida.

P.- De lo masivo y lo popular a lo minoritario y exquisito como es la poesía. Publicas este libro que se llama La luna en verso, ¿qué esperas que el lector encuentre en este libro?

R.- Que este libro salga en este momento es un reto para mí, porque estoy un poco disociada. En el momento en el que yo escribí este libro –han pasado unos cuantos años de ciertos poemas–, yo no tenía ni este ritmo de vida tan frenético ni la exposición. Es algo con lo que trato de marcar mucha distancia, con la Patricia que se expone y que cuenta y que tiene una energía que casi no se la sostengo ni yo, y la Patricia que que necesita aislarse, vivir en una casa apartada y no comunicarse con mucha gente, o vivirlo todo muy intensamente. Espero que sean capaces de ver a esa persona que está ahí, que existe, que por supuesto lleva un año sin florecer, porque yo no puedo permitir que esa parte de mí florezca y seguir teniendo este ritmo de vida, pero que es la más pura. Creo que es por lo que me pone tan nerviosa publicar algo que es muy íntimo, con la exposición que no tenía cuando lo escribí.

Víctor Ubiña

P.- Necesitas entonces para escribir la soledad o la introspección.

R.- Sí, yo siempre digo que me retiraré en una casa en Inglaterra con mis libros y cerraré las redes sociales. Por eso trato de tomarme las redes sociales como un trabajo, porque no quiero que se me suba. Porque no es la identidad que yo ocupo con más tranquilidad. Para mí la identidad que yo ocupo con más tranquilidad es la poesía. Leer a mis autoras, mis autores. Aunque soy consciente de que las redes sociales precisamente me han permitido publicar esto con un gran sello y tener un equipo que me ayuda. Pero es complicado encontrar el equilibrio entre ambas identidades.

P.- La influencia de Lorca es declarada, tú misma lo dices, pero no sé si hay otros poetas que admiras, que te inspiran. ¿Cuáles son tus escritores favoritos?

R.- Realmente pidiéndome que sea infiel.

P.- Solo quieres serle fiel a Federico.

R.- Es que es mi amor. A las escritoras que más llevo dentro, llevo meses sin abrirlas, porque son las que más hondo me han calado. Una de ellas es Anaïs Nin. Anaïs Nin fue llamar directamente al psicólogo porque te despierta muchas cosas. Creo que ese tipo de literatura, que no es mainstream ni mucho menos, es la que nace del alma y que dice lo que no es políticamente correcto. Anaïs Nin me encanta porque es sencillamente una mujer que le ponía los cuernos a su marido con una tranquilidad parmoniosa.

P.- Una mujer completamente libre.

R.- Una mujer libre en las costuras de hace un siglo, lo cual me parece impresionante. Creo que nosotras hoy en día llevamos nuestras propias costuras y no somos conscientes. O por lo menos ella me hizo ser consciente de mis limitaciones viendo sus limitaciones físicas. Luego, Sylvia Plath, La campana de cristal. Una vez que dije que quería ser una escritora, me dijeron: «ten cuidado, que las escritoras de noche se suicidan». Tiene mucho sentido, porque una mujer cuando escribe saca todo ese dolor y todo eso que la sociedad, a diferencia de los hombres, no te deja, y la catarsis es bestial. Yo creo que hoy en día ya no pasa tanto. También está Unamuno. Esto es culpa de mi madre, profundamente existencialista. ¡Es que tengo tantos! Yo vivo rodeada de ellos. Bueno, ya las hermanas Brontë. Me cayó hate el día que dije que las Brontë eran las Pombo de la literatura inglesa. «¿Cómo se te ocurre?». Pero, ¿a que lo habéis pillado? Eran muy famosas. Y Virginia Woolf… Quiero pensar que tengo referentes bastante conocidos.

P.- Clásicos.

R.- Sí. A mí me gustan muertos. Porque nadie te pide explicaciones. Me gustan los escritores y escritoras que ya están muertos, es como que los valoro más. También valoro a los escritores de hoy en día, y a las escritoras… Estoy enamorada de la literatura de Irene Vallejo, paso las horas con Cristina Morató, pero el día que se mueran, ¡Dios mío, perdón!, va a ser ya increíble. Yo sé que Irene Vallejo está en su casa y yo estoy leyendo su libro, pero cuando tú lees a un escritor que ya ha fallecido, es una relación completamente distinta. Ya no hay nada que esa persona te pueda decir más que esa literatura.

P.-  Y por qué le dedicaste el libro a tu abuela.

R.- Cuando yo recogí todos estos poemas, había como 200 y fue una criba. Recuerdo pasar muchas horas, un verano, hace unos cuantos veranos, encerrada en la buhardilla de mi casa, con todos los papeles, todos los poemas extendidos. Y yo sabía que el libro me iba a enseñar cuál iba a ser la estructura, y la estructura sería por el contenido. Al final se quedan las fases de la luna. El poema que abre el libro es la la mayor catarsis que yo he vivido hasta ahora, que sé que me vendrán más, que fue cuando mi abuela fallece. En ese momento siento que he perdido todo, que he perdido la poesía. Me encuentro de frente con la muerte y lo primero que me pregunto es ¿dónde estás? Yo no era capaz de asumir el fallecimiento de mi abuela. Y entonces, a medida que empiezo a ordenar el libro, me doy cuenta que el propio camino que sigue el libro, que no lo marco yo, es un duelo, un transitar, y finalmente reencontrarme con mi mar. El libro me enseña cómo realmente la muerte no existe, sino que mi abuela me empieza a acompañar de otra manera. Cuando se cierra el libro, y se cierra el ciclo lunar, lo que llevo es un renacimiento: vuelvo al mar, vuelvo a ver a mi abuela, y sigo aquí por ti, sé que estás conmigo. Entendía que la persona que ha guiado este libro es ella.

P.- ¿Es esa abuela de la que hablabas en alguno de tus vídeos, que decías que no la dejaron estudiar?

R.- No, esa es la otra abuela. Esta abuela, que es mi abuela materna, tenía unos ovarios increíbles. Una fuerza, que me ha transmitido mi madre… Y yo digo: pobre yoyo, que es mi abuelo, no le dedico a él el libro, porque yo los quiero mucho a los dos, pero es que este libro es suyo, porque además yo una vez que mi abuela fallece y miro a la luna, siempre pienso que está ahí.

P.- Dices de tu yoyo, pero a él también hiciste algo precioso en uno de tus de los vídeos, que fue regalarle un viaje a París.

R.- Ay, le amo. ¡Nos tenemos que ir todavía a París! Es que nos íbamos a ir en abril y justo salió el libro. Abuelo, nos esperamos, y bueno, estamos esperando, a ver.

Víctor Ubiña

P.- ¿Cómo es ese tronco familiar? Me gustaría saber cómo era esa Patricia niña. Tú naciste en Madrid, no sé en que barrio, o si en algún sitio de las afueras.

R.- Nací en Madrid ciudad, pero vivo en el norte.

P.- ¿Recuerdas algo de las clases en la escuela, algún maestro o maestra que te marcara especialmente?

R.- A mí me ha marcado mi familia. Sí que hay personas a las que guardo cariño, pero para mí, la que me ha marcado el pulso literario y poético es mi madre, a la que se le ocurrió regalarme un libro de poesía con cuatro años. Además, soy una persona muy familiar y ahora que precisamente tengo un ritmo de vida muy ajetreado, me he vuelto todavía más para mi casa. Por eso remarco mucho lo de las raíces, que haya un núcleo, que estén tus cuatro personas de confianza, que para mí son las mismas de siempre. Y con el entendimiento de que la vida va cambiando, de que hay personas que van falleciendo, pero eso no significa que dejen de estar, significa que están de otra manera. Una cosa que me prometí a mí misma es que quiero seguir siendo como he sido siempre. Ponerme nerviosa porque voy a publicar un libro me parece increíble. Hace años estaría flipando en colores si alguien me lo cuenta. Sigo disfrutando igual estando con mis abuelos. Ahora, encima, les puedo regalar cosas chulas. De verdad me tomo la vida como me la tomaba antes. He aprendido a hacerme mejor el eyeliner porque ahora tengo que poner una cámara constantemente.

P.- Clever and beautiful, es uno de tus lemas.

R.- Guapa, lista, periodista [risas]. Ha cambiado lo de fuera, pero lo de dentro se ha mantenido.

P.- Tu carrera como escritora empezó con el libro Ya no tengo miedo. Nunca has escondido que sufriste maltrato de niña y que en tu casa se vivió el maltrato, junto a tu madre y tu hermano. ¿Hubo algo que te ayudara a sobrellevar esa situación, a salir de ella?

R.- Te diré que de momento, no he dado el paso de contarlo en redes sociales. Es como la poesía, hay cosas que me dan mucho respeto exponerlas. De hecho, expongo muy poco mi vida, y soy consciente de que ahora, que ya me he acostumbrado a lo que es la exposición, tengo que hacerlo. Pero respondiendo a tu pregunta, fue la literatura. Me preguntaron una vez que si Ya no tengo miedo me sirvió para sanar y yo siempre digo que no. Escribirlo fue un proceso de sanación porque fue contarme mi propia historia y todos necesitamos saber nuestra historia. Yo no la conocía. Yo había vivido, pero había vivido una serie de circunstancias que se habían superpuesto, donde los adultos tomaban decisiones. En nuestro caso fue violencia institucional, que hoy tiene un nombre, pero en aquel entonces no, y cuando yo por fin salgo de todo ese proceso con mi madre y con mi hermano, necesito entender qué ha pasado. Y pasó lo mismo. Era yo, pero con con diez años menos, con una mesa llena de papeles, que me acuerdo que los pegué y le iba preguntando a mi madre ¿pero este verano que pasó? ¿Fue aquí cuando te quitaron la custodia? Y mi madre me iba diciendo: «Sí, esto pasó aquí», entonces yo iba asociando emociones a los hechos y eso fue sanador. Fue entender la historia que había vivido. Publicarlo no, publicarlo ya fue otro tema completamente distinto. Pero sí, para mí la literatura siempre ha sido el sostén.

P.- ¿Qué le dirías a un niño o un joven que esté viviendo esa situación?

R.- Uf, pues no sé que le diría. Escuché mucho a otros niños y niñas y hoy en día me cuesta mucho hacerlo sin romperme yo. De hecho, vengo de presentar un evento sobre violencia de género institucional y me impedía a mí misma hablar con personas, porque me rompía, y tenía que trabajar. Más que qué le diría yo, es escucharles. Realmente el sufrimiento que se provoca a los niños y a las niñas que viven violencia machista, violencia vicaria, es inhumano. Cómo no se les escucha, cómo cuando se les escucha se les tergiversa. Pero sobre todo si les tuviera que decir algo es que tengan esperanza. Porque tú pierdes la esperanza, y además no tienes un foco. El foco te lo da la vida: «Bueno, aunque ahora es un momento difícil, voy a salir». Cuando eres niño o niña…

P.- Dependes de los adultos…

R.- Y no ves que va a haber vida más allá. Nunca hay nada más allá, no tienes esa capacidad de perspectiva que te da la vida.

P.- ¿Te gusta imaginar el futuro o eres de las personas que prefieres no pensar más allá del hoy?

R.- Las dos cosas. He aprendido, a las malas, que lo que piensas lo proyectas. Como soy muy Unamuno, trato de controlar esos pensamientos y cuando pienso en el futuro, trato de proyectar cosas bonitas. Vengo de un sitio muy duro, de una historia muy compleja y pienso que si he podido superar esto, ahora lo que viene está muy bien. Está muy bien, qué frase, ¿verdad?, qué poeta soy [risas]. Estoy nerviosa. Pero es que Karol G tiene una canción que dice «qué chimba de vida, estoy soñando la life que quería». Hoy me he puesto esa canción y me he puesto a llorar…

P.- Llorar con Karol G…

R.- Sí, yo me nivelo. Ahora que me estoy leyendo –que no lo había leído– El niño con el pijama de rayas, tengo que bajarme un grado porque me meto demasiado en las historias. Pero sea lo que sea, ¿eh?, que si me leo Un año y tres meses de García Montero acabo llorando.

Ráfaga trascendente.

–El arte.

Sana.

–La belleza.

Engaña.

–La verdad.

A veces está oculta.

–El bien.

Triunfa. ¡De verdad soy un topicazo!

–El amor.

El amor nace de una misma.

–La vida.

Cuesta.

–La muerte.

No existe.

Sencillos placeres.

Ahora me ha dado mucho por revisitar una canción que me encanta, que es No me quieras tanto, de Concha Piquer, porque creo que hay que ser folclórica. Yo, con la maleta de la Piquer, si me preguntan.

P.- Otra mujer libre y pionera en su momento.

R.- Las folclóricas a mí me dan mucha fuerza. Eso que le decía Lola Flores al Pescaílla de que tenía un fuego por dentro, que yo te quiero mucho, pero que el fuego por dentro… ¡Es que soy una potencial divorciada!

P.- O no, porque Lola nunca se divorció.

R.- Bueno, inventó el poliamor sin saberlo.

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