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Marianne Wiggins explora las promesas incumplidas del sueño americano

La novela ‘Las propiedades de la sed’ narra los oscuros recovecos de la historia estadounidense del siglo XX

Marianne Wiggins explora las promesas incumplidas del sueño americano

Marianne Wiggins retratada por su hija Lara Porzak.

Hay inicios de novelas muy poderosos. Te atrapan en una curiosidad insaciable. Este es el caso de Las propiedades de la sed (Libros del Asteroide, 2024) de la escritora norteamericana Marianne Wiggins (Lancaster, Pensilvania, 1947).

«No puedes salvar lo que no amas». En 2016, la autora sufrió un derrame cerebral que la dejó incapacitada para leer y escribir, e incluso en un principio la llevó a perder la memoria a corto plazo. Ni recordaba el libro que había escrito. En el transcurso de varios años recuperó esas habilidades y pudo completar su novela. Contó con la ayuda de su hija Lara Porzak, que describe este largo proceso en el epílogo. Justamente ese comienzo vigoroso explica el momento tan duro que tuvo que pasar la escritora para que este libro llegue a nuestras manos. Madre e hija salvaron la novela entre las dos, porque amaron a los personajes que la autora ya había construido.

Wiggins vivió 16 años en Londres y breves periodos en París, Bruselas y Roma. En enero de 1988 se casó en la capital británica con el novelista Salman Rushdie. El 14 de febrero de 1989, el ayatolá Ruhollah Jomeini emitió una fetua ordenando el asesinato de Rushdie por supuesta blasfemia en su libro Los versos satánicos. Aunque Wiggins le había dicho a Rushdie solo cinco días antes que deseaba poner fin a su matrimonio, se ocultó junto con él. En 1993, ambos se divorciaron y ella volvió a su país natal. Es conocida por su obra Evidence of Things Unseen que en 2003 fue finalista del premio Pulitzer de ficción y del National Book Award.

Las propiedades de la sed –se llama así pues se divide en «la sorpresa», «el reconocimiento», «la memoria», y así hasta 11 propiedades– es una novela compleja, minuciosa y fascinante. Está elaborada de forma impecable. Hay dos líneas argumentales: ambas tienen lugar al norte de Los Ángeles a principios de la década de 1940, cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos. La primera sigue a una familia de rancheros, cuyo patriarca (Rocky) mantiene una larga lucha con la ciudad de Los Ángeles por el agua (que ha sido desviada del valle del ranchero a la ciudad). Su mujer murió cuando sus hijos gemelos (un niño (Stryker) y una niña (Sunny) tenían tres años. «Si su recuerdo no debía apagarse, a él le correspondía mantenerlo vivo». Muchos aspectos de la novela tratan de cómo los niños, en particular Sunny, intentan superar la pérdida de su madre.

El otro argumento sigue a Schiff, un abogado judío de Chicago, que es enviado a California por su empleador (el Gobierno de EE UU) para ser el administrador gubernamental de Manzanar, que fue uno de los 10 campos de internamiento de más de cien mil ciudadanos de origen japonés (los llamados nikkei estadounidenses), en su mayoría mujeres y niños, que vivían en los Estados de la costa del Pacífico tras el ataque a Pearl Harbor. Permanecieron allí por más de cuatro años y muchos de ellos lo perdieron todo. Al ser liberados, el Gobierno estadounidense les proporcionó solo 25 dólares y un billete de tren. No fue hasta 1988 que la Casa Blanca emitió una disculpa oficial.

Crueldad y racismo

Las dos líneas argumentales, brillantemente tejidas, se entrecruzan de muchas maneras. Es una mirada perspicaz al rodaje de las primeras películas del Oeste de Hollywood, la historia de una familia y de un lugar, de un amor surgido en circunstancias difíciles, de la California de los años 40, de la guerra, de la pérdida, del dolor, del consuelo, de la comida, del agua y de la tierra, de la bondad de la gente. También de los efectos en las personas de políticas gubernamentales como el desvío de agua del valle californiano de Owens a Los Ángeles y el internamiento en Manzanar.

Entrada a Manzanar/Wikimedia Commons

No se trata de una novela ligera. Wiggins narra y describe muchos aspectos oscuros de Manzanar –desde su construcción hasta la vida cotidiana de sus forzados habitantes japoneses– y la crueldad, el racismo y la ignorancia que los envió allí se convierten en sentimientos cruciales para entender la historia. Los personajes de algunos de los japoneses internados se dibujan con suficiente hondura para que los conozcamos mientras intentan superar cada día lo que pensaban que era solo una situación temporal.

Hay pasajes en los que la autora utiliza diálogos racistas para mostrar la realidad de aquel momento. Los campos de internamiento japoneses (los Japs, en inglés y en el libro traducidos como «japos» o «enemigos amarillos») son fundamentales para la construcción de la novela histórica que ficciona Wiggins. Lo que sí sorprende, al menos en España, es que haya una nota de la autora disculpándose por el vocabulario usado en esta novela. «El lenguaje de entonces era más incendiario que el que ahora utilizamos; el de esta obra podría considerarse hoy como ofensivo, pero desde el punto de vista histórico es exacto».

Las propiedades de la sed no es una lectura fácil, ni debería serlo. Wiggins exige al lector. Es compleja en su detallada escritura, en la profundidad de sus personajes, y en sus complicadas relaciones. Prácticamente cada página ofrece una voz poética, sorpresas conceptuales, detalles sensuales apasionantes. El punto, la coma y los párrafos se entremezclan y construyen un estilo único y diferente. Una prosa auténtica y vivaz.

Las tinieblas de la guerra

Además de retratar el pasado estadounidense más nebuloso, el elemento más importante de este libro es la escritura de Wiggins. Su prosa poética hace que uno vuelva atrás para releer los pasajes. Las descripciones de los ranchos y de esa zona californiana son asombrosas: sentimos la tierra, el cielo y la (falta de) agua. El viento y el polvo que asolaban constantemente a los internados en Manzanar. Su estilo se sustenta por sí mismo con unas palabras tan bellamente juntadas que se salen de las páginas.

Los personajes están vívidamente dibujados. Evolucionan, se desenvuelven, sienten. Vemos cómo Schiff llega a comprender lo que realmente está ocurriendo en Manzanar, cómo Rocky no puede dejar de lado su ira contra la ciudad de Los Ángeles, cómo Sunny intenta rehacer su vida, cómo Stryker sobrepasa todos los límites y cómo Cas (la hermana de Rocky) intenta salvarlos a todos. Se trata de una novela escrita magníficamente, sobre las tinieblas de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, que incluye algunos temas que se discuten poco o ni siquiera se reconocen realmente, y es necesario recordarlos. Las propiedades de la sed está destinada a convertirse en un clásico.

Wiggins es como una bailarina que se mueve entre los límites del lenguaje.

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