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Soledad Puértolas declara su amor al Madrid de la Transición

La escritora publica ‘La novela olvidada en la casa del ingeniero’, donde conjuga el relato romántico y el policiaco

Soledad Puértolas declara su amor al Madrid de la Transición

La escritora Soledad Puértolas durante el acto de ingreso en la RAE de Clara Sánchez. | Ricardo Rubio (Europa Press)

Las novelas pueden esconder cosas dentro, desde propuestas de poesía hasta peligrosas tesis de filosofía y política. También, por supuesto, pueden esconder otras novelas dentro, como La contravida de Philip Roth, La ciudad de cristal de Paul Auster o Circular 22 de Vicente Luis Mora entre muchísimos ejemplos, pero el ejercicio requiere sincronizar a un reloj dentro de un reloj, no es sencillo. Soledad Puértolas lo ejecuta a la perfección, como si viniera de una familia suiza de relojeros, en La novela olvidada en la casa del ingeniero (Anagrama, 2024) en la que el juego de matrioska novelístico se ve depurado por el estilo de la autora que ha sido antes comparada con maestros de la prosa realista.

La novela tiene todos los ingredientes que predisponen al juego: una novela encontrada y reescrita por un novelista juvenil, la disputa por una herencia, una gran casa imperial rodeado de un extraordinario parque, una familia aislada y mujeres felices, enfermas e intrigadas. Nos encontramos con una oda a las posibilidades de la ficción, con varios ingenieros y novelistas en el interior, con un amor y un asesinato que nos proporcionan novela romántica y policíaca, todo ello con el estilo que ha perfeccionado Puértolas de sensibilidad de los argumentos, psicología de los personajes y cuidada prosa realista. 

El lector que se deslice hasta las últimas páginas encontrará también una carta de amor al Madrid de  la Transición, con sus calles y rotondas preñadas de recuerdos de afecto, que no sorprende, pues es la ciudad en la que reside Puértolas desde que se mudó de Zaragoza, donde nació, después de varios viajes y estudios de periodismo por el mundo que le valieron el Premio Planeta en 1989 y el Premio Anagrama de Ensayo en 1993. Actualmente, ocupa un sillón en la RAE -letra g- y tiene a sus espaldas 13 novelas, ocho libros de cuentos y varios ensayos de carácter autobiográfico. 

«Charlamos por teléfono poco antes del lanzamiento de la novela al mercado. El juego de novelistas e ingenieros de la novela alcanza una nueva categoría cuando Puértolas explica cómo nació la historia: «Esa es una historia larga porque parte de un hecho real y es que efectivamente yo encontré esta novela, no porque la buscara, la había escrito yo hace muchos años y la había olvidado sin dar mayor importancia. Se quedó en el desván aquí en Pozuelo, en una casa antigua, con los disquetes y con todo, y entonces mi marido, que es ingeniero aparte de pintor, decidió bajar los ordenadores para los nietos. Me dijo que había un disquete con una novela que ponía Leonor y no le di importancia. Él me dijo, la voy a imprimir, tampoco le hice caso. Al cabo de un tiempo me la llevé a Galicia y dije aquí hay algo. Me dije, voy a ponerme en la piel de Mauricio, el escritor de novela juvenil, y entonces fue muy divertido, porque me encontré con unos personajes con los que experimentar de manera natural».

Añade sobre el proceso: «Se creó un juego de espejos muy curioso que me divirtió mucho. Vi que había allí un pedazo de vida mía y de todo el país, de todo lo que hemos vivido, mi juventud está ahí. Ha sido como un regalo para mí el poder resucitar la historia manteniendo la perspectiva juvenil con la reflexión de que no puedes hacer otra cosa que meter algo de mano, afán de juego y rescate de algo importante, que son los impulsos y desconciertos de la juventud».

Fascinación por el crimen

La historia parece encerrar una oda a la novela, un género en el que todo cabe: «Pues en las novelas lo que enamora es que el tiempo no se agota. El cuento es más parálisis del tiempo. Lo bueno de la novela es que puedes hacer lo que quieras, el tiempo de esta novela me pedía jugar, tenía que ir dejando pistas de en que tiempo se estaba reescribiendo la novela y como se relacionan los dos narradores, Mauricio y Laura, no sé si la novela es superior a nada, pero sí es especial porque da cierta tranquilidad, el cuento es más tenso».

Charlamos un rato sobre las herencias, algo parecido al bloque de piso que sirve para vertebrar historias castizas: «Las herencias son un tema clave. La herencia no solamente es la herencia de una fortuna, también la familiar, de lo que somos, nuestro pasado, lo que nos ha hecho. Cuando ya tienes una edad, te encuentras que debes convivir con eso, es un reto humano constante».

Dentro de la matrioska de novelas hay una policíaca, un tema sobre el que ha escrito antes Puértolas en ensayos: «La muerte está presente en los cuentos infantiles, incluso. La fascinación por el crimen está mucho en nuestro ser y en el lector curioso. Yo he sido muy lectora de novelas policíacas porque no me gusta mucho la morbosidad de los sótanos que se había puesto de moda, me cansé de los abusos y la sordidez, me gustaban más esos crímenes más Agatha Christie, luego todos los americanos fueron los que más me han impactado. Me parece el crimen el argumento por antonomasia y el detective el símbolo más acabado de lo que es una novela».

Como decíamos antes, el final del relato esconde una carta de amor al Madrid de la juventud de la autora: «La carta de amor a Madrid la entiende el narrador de novelas juveniles. Él entiende la necesidad que tiene ella de fijar su vida a ese escenario. Voy poco a Madrid, pero me causan emoción esas calles, allí en Fernando el Católico he vivo muchos años, te produce la sensación de que claro que ha cambiado con el tiempo, pero algo ha quedado ahí. Es la cualidad de los escenarios, que cambian, pero algo queda».

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