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Historia Canalla

Hitler lo dijo: «Palestina libre desde el río hasta el mar»

En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta

Hitler lo dijo: «Palestina libre desde el río hasta el mar»

Ilustración de Alejandra Svriz

Esta semana, Pedro Sánchez ha reconocido al Estado de Palestina para desviar la atención por el caso de corrupción que afecta a Begoña Gómez, o, como la llama Patxi López, la «presidenta del Gobierno». Sí, pero también ese reconocimiento es para hacerse con el voto de la extrema izquierda, esa izquierda antisemita que prefiere la dictadura de la sharia antes que el libre mercado y la democracia pluralista. Pero el discurso con el que se ha hecho acompañar con eso de ‘Palestina libre desde el río hasta el mar’, que se escuchó por primera vez en la Historia hace casi cien años, y quienes primero lo defendieron fueron los nacionalsocialistas, sí, sí, los nazis.

Corría el año 1941. Era el gran momento de Hitler y del nacionalsocialismo. Todavía la URSS, Stalin y su comunismo eran aliados de Berlín. El gran enemigo estratégico de Alemania era el Reino Unido, asentado en Palestina por mandato de la Sociedad de Naciones donde, precisamente, estaban teniendo lugar los asentamientos de judíos. Los nazis vieron en los palestinos, en los musulmanes, en los árabes en general, unos aliados naturales.

Pero quiero empezar con unas citas de altos cargos nazis. Atentos porque podrían ser suscritas hoy por los dirigentes de la extrema izquierda europea, por ejemplo, la que reclama la restauración de al-Ándalus, censura la Reconquista y repudia el cristianismo.

La primera es de Heinrich Himmler, jefe de las SS, que dijo en 1942:

«Tuvimos dos oportunidades de evitar las guerras religiosas entre católicos y protestantes, pero las dejamos escapar. La primera surgió cuando los árabes invadieron desde el oeste, desde Andalucía, y la segunda cuando los otomanos invadieron desde el este. Lamentablemente, los alemanes jugamos un papel importante en la derrota de estas dos invasiones y privamos a Europa de la floreciente luz espiritual de la civilización del Islam».

Y Adolf Hitler, que no necesita presentación, confesó poco después que:

«La fe de Mahoma es una religión de hombres, no como el cristianismo (…) Ya ven que nuestra desgracia ha sido tener la religión equivocada. La mahometana habría sido mucho más compatible con nosotros que la cristiana, (que es) mansa y débil».

Seguimos con la historia. Los nazis promovieron una alianza con los islamistas, también los palestinos, contra el Reino Unido, la URSS, Estados Unidos y los judíos. Lo hicieron desde 1941. Se aliaron en el norte de África, Oriente Próximo, Crimea, el Cáucaso y los Balcanes. Esto se tradujo en el reclutamiento de miles de musulmanes para la Wehrmacht y las SS. Hubo soldados musulmanes en todos los frentes: en Stalingrado, en Varsovia e incluso en la defensa de Berlín hasta el último suspiro en 1945. No iban solos. Se hacían acompañar de imanes, que daban consuelo religioso y adoctrinamiento político a los defensores musulmanes del Tercer Reich. La unidad militar más conocida fue la Legión Árabe Libre, que se disolvió en 1943, tras Stalingrado, y sus supervivientes ingresaron en otras unidades.

El inductor de la participación de los musulmanes en el nazismo fue Muhammad Amin al-Husayni, palestino que en 1921 fue proclamado Gran Muftí de Jerusalén y presidente del Consejo Supremo Musulmán por los británicos en Palestina bajo mandato de la Sociedad de las Naciones. Al-Husayni se convirtió en el portavoz religioso más influyente de la comunidad musulmana palestina y dirigió la revuelta de 1936 contra británicos y judíos.

Al-Husayni tuvo que huir de Palestina porque el Reino Unido lo puso en busca y captura. Acabó en Alemania después de que Mussolini se negara a una alianza. Al-Husayni fue recibido por Hitler el 28 de noviembre de 1941. Ese día, el palestino escribió en su diario:

«Me saludó el jefe de protocolo, que al poco me condujo a la habitación especial del Führer. Hitler me dio una calurosa bienvenida con expresión alegre, ojos expresivos y evidente dicha».

Al-Husayni había viajado al Tercer Reich huyendo de los británicos, y aceptó un alto cargo en la maquinaria de la Solución Final, del Holocausto, la Shoa. Desde el principio se tomó muy en serio la colaboración con el nazismo. Propició la formación de un cuerpo militar que se unió a las SS de Heinrich Himmler en Yugoslavia para exterminar a los judíos. No contento con esto, gestionó junto a Adolfo Eichmann el sistema de campos de exterminio en lo que conocemos como Holocausto, que exterminó a 6 millones de judíos. Además, le pusieron delante de un micrófono para hacer programas de radio en árabe, con el objetivo de que los musulmanes europeos se levantaran contra los gobiernos enemigos de Alemania y, en su opinión, del Islam. Llegó a decir:

«Os preguntamos cómo pueden los musulmanes ayudar a Francia, cuando no os reconoce ningún derecho y os trata como seres inferiores».

Ojo, porque los paralelismos con los llamamientos islamistas actuales en Francia es escalofriante, incluso con el terrorismo de Hamás. Otra perla de Al-Husayni es la de marzo de 1944, cuando dijo:

«Levántense como uno solo y luchen por sus sagrados derechos. Maten a los judíos dondequiera que los encuentren. Esto agrada a Dios, a la historia y a la religión».

Volvamos a la historia de la alianza del nacionalsocialismo con este mundo palestino. Hitler ofreció a Al-Husayni la independencia de Palestina y la paralización de la emigración judía a la zona. En suma, el Führer confirmó a Al-Husayni que Palestina sería libre «desde el río hasta el mar». Oriente Próximo se llenó de alemanes nacionalsocialistas, que presentaban al Tercer Reich como «protector del Islam» y garantía de la independencia palestina frente a sus enemigos que, entonces, eran los británicos y los judíos.

Una curiosidad que alertará, o no, quién sabe, a los izquierdistas que nos rodean en Occidente, es que los informes nazis señalaban que el comunismo no había conseguido penetrar en el Islam porque los comunistas, decían los islamistas, eran ateos y sus costumbres contrarias a la tradición islámica.

Luego estaba el tema de las razas. Los nacionalsocialistas consideraban a los árabes como una raza superior, motor de la civilización. Por esta razón decían, como señalé al principio, que Europa perdió una oportunidad de civilización al echar a los musulmanes de al-Ándalus y luego a los turcos. Bueno, esto es lo mismo que dice hoy la izquierda que se autotitula como antifascista, que es mejor el islam que el cristianismo. En suma, en su concepción de la historia de la humanidad como una historia de lucha entre razas, los arios del norte de Europa apoyaban a los árabes en su exterminio de una raza inferior, la judía. De hecho, el sha de Persia cambió en 1935 el nombre de su país por «Irán», que significa «tierra de los arios». 

La persecución islamista de los judíos en la búsqueda del genocidio contó, como no, con excepciones. Es cierto que la población civil musulmana de las zonas ocupadas por los nazis que tenían tropas islamistas, en algunas ocasiones ocultaron a sus vecinos judíos, aun a riesgo de sus propias vidas. Nunca es conveniente tomar la parte por el todo, ni colectivizar a los individuos. Hubo un islamismo que se unió al nacionalsocialismo en el genocidio, en el Holocausto, pero hubo otro que predicó la paz y la convivencia. Estos detalles humanos, de una realidad plural, en la que cohabitan la bondad y la maldad, son los que nos alejan de los discursos demagógicos que nos llevan al odio y, al final, a la guerra.

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