Cristóbal de Mondragón, la mano derecha del duque de Alba que sirvió 64 años en los tercios
Este soldado fue uno de los más veteranos e insignes del ejército de Flandes
El siglo XVI constituye posiblemente el periodo de mayor hegemonía militar de España en su larga historia. Dan buena fe de ello nombres propios como Juan de Austria, el gran Duque de Alba, Álvaro de Bazán o Alejandro Farnesio y batallas como Pavía, Mühlberg, San Quintín y, por supuesto, Lepanto.
Ni que decir tiene que este dominio tiene a su inspirador en Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, precursor de un modo de organizar a las tropas que con el tiempo se conocería con el nombre de tercios españoles. Unas unidades que hoy en día perviven en la Infantería de Marina española, la más antigua del mundo.
Pues bien, el himno del Tercio de Levante, una de las agrupaciones en las que hoy en día se divide la Infantería de Marina, parece escrito para honrar la memoria de un solo hombre, Cristóbal de Mondragón. La letra reza lo siguiente: «Honra siempre dio a la Armada esta noble Infantería / por tierra y mar nos envía nuestra Patria a batallar / Y es el deber que nos rige y nuestro lema de guerra / ser valientes por la tierra ser valientes por el mar». Y es que Cristóbal de Mondragón es un perfecto exponente de la lucha anfibia —«ser valientes por tierra y por mar»— que ha caracterizado siempre a esta unidad de nuestras Fuerzas Armadas.
Cristóbal de Mondragón: de soldado raso a gobernar ciudades
Pero el himno del Tercio de Levante, hoy radicado en Cartagena, continúa: «Según nuestra historia, de Orán la conquista / de Italia y Túnez la guerras crueles, / empresas famosas de eternos laureles / a España y sus Tercios hubieron de dar». Y también en esto la letra de la canción parece seguir la biografía de Mondragón, ya que este soldado nacido en Medina del Campo, tras alistarse en los tercios en torno a 1532, tuvo en tierras italianas y tunecinas sus primeros destinos. Su carrera militar fue tan longeva como insigne, destacándose a las órdenes de comandantes tan ilustres como los ya mencionados del Duque de Alba y de Alejandro Farnesio.
Mondragón se curtió durante quince años como soldado raso de los tercios. Luchó contra los franceses en Provenza y contra la alianza luterana de la Liga de Esmalcalda en Alemania. Fue en la jornada decisiva de aquella guerra, la famosa batalla de Mülhberg, donde el joven empezó a despuntar. A partir de entonces, en Flandes, y con la confianza del Duque de Alba, pasó a mandar compañías y hasta a gobernar ciudades. Incluso formó parte de la escolta de la Ana de Austria, futura esposa de Felipe II, cuando ésta viajó desde las Provincias Unidas hasta España para casarse con el rey.
Atacando desde el agua
Mondragón fue durante décadas uno de los hombres clave de los tercios en Flandes. Estuvo presente en asedios, defensas y toda clase de escaramuzas. Pero, como apuntábamos antes, el soldado castellano se destacó en una lid en particular, ya que se convirtió en un experto en liderar a sus hombres vadeando ríos y zonas anegadas para así sorprender al enemigo. Por ejemplo, en 1575, cuando Mondragón ya tenía la friolera de 60 años, lideró a dos mil hombres a través de tres brazos de mar para tomar la isla de Schouwen (provincia de Zelanda). La operación, llevada a cabo con éxito, se consideraba de altísimo riesgo y quedó para los anales de la historia de los tercios como una de las grandes hazañas de la guerra de Flandes.
Los protestantes vencidos fueron a refugiarse en la ciudad de Zierickzee. Mondragón dirigió el asedio y acabó rindiendo la plaza. Sin embargo, sus tropas se amotinaron porque las soldadas con que debían pagárseles no llegaban desde España. Se produjo entonces la curiosa circunstancia de que el comandante quedó preso de sus propios hombres en la ciudad que acababa de conquistar.
64 años de servicio
La situación de cautiverio acabó resolviéndose e incluso por un momento pareció que España podía alcanzar la paz con los rebeldes flamencos. Sin embargo, el acuerdo que firmaron quedó rápidamente en papel mojado y los tercios volvieron a Flandes. Con ellos, claro, estaba también el veterano Mondragón, que se convirtió en uno de los hombres de máxima confianza del entonces comandante en jefe de las tropas españolas, Alejandro Farnesio.
A sus órdenes, Cristóbal de Mondragón, que ya contaba con rango de maestre de campo general del ejército de Flandes, siguió protagonizando gestas como el sitio de Amberes, considerada una de las mayores proezas militares de todo el siglo XVI. Por su experiencia y buen hacer, le fue concedido el gobierno de la ciudad. Allí permaneció hasta su muerte en 1596, con 92 años, tras nada menos que 64 años de servicio en los tercios.
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