María Blanco: «Hay muchos 'tics' de la izquierda más radical española que provienen de Franco»
La economista charla con THE OBJECTIVE en la sección ‘Contrapuntos’
Doctora en Ciencias Económicas y profesora de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad San Pablo CEU, María Blanco combina su labor académica con una defensa activa de los valores del liberalismo, tanto económicos como morales. Lo hace a través de su blog, Godivaciones, de sus artículos en la prensa, de su actividad en redes sociales y de su participación en radio y televisión. También, a través de sus libros, siempre polémicos y valientes, con temas que van de la crítica a la intervención estatal de la economía al feminismo liberal.
PREGUNTA.- María, acabas de publicar La política del disimulo. Cómo descubrir las artimañas del poder con el cardenal Mazarino. ¿Por qué te interesó esta figura tan dominante de una época que nos queda un poco lejos? Fascinante, pero también cuestionable moralmente.
RESPUESTA.- Fue un encargo de mi amigo Gregorio Luri, que tiene la editorial Rosamerón junto con Francisco Martínez. Directamente me propuso: ¿te atreverías a atraer al personaje de Mazarino y el poder en la Francia del siglo XVII a nuestra época? También me comentó que estaban traduciendo el Breviario para políticos, de Mazarino, y él sabe que a mí me encanta estudiar los fenómenos ligados al poder, entonces y ahora, porque mi especialidad es pensamiento económico, pero también me interesa el pensamiento político. Al estar inmersa, al entender muy bien importancia de la historia, tanto desde el punto de vista de los hechos como de las ideas, sabía que era una proposición que yo no iba a rechazar nunca.
P.- ¿Cuál dirías que son las tres aportaciones, enseñanzas, rescates que podemos traer de Mazarino al presente?
R.- Es curioso, porque al principio pensé que el enfoque tenía que ser comparar la política de entonces con la de ahora, los personajes que operan en el teatro de la política entonces y ahora. Pero luego me di cuenta de que no, que Mazarino es mucho más que un político o que un diplomático: es también un estratega. Y la primera lección es que los fenómenos políticos –los económicos también– son complejos y hay que tratarlos como tal. No hay un libro de recetas que te dice qué hacer en esta situación o en otra, o cómo lograr la paz. Y el diplomático es un poco como el negociador cuando hay un secuestro en estas películas de policías americanas, que va, que se enfrenta a lo desconocido. Ese es el diplomático internacional. Esa es la primera lección. La segunda lección es que igual el disimulo no está tan mal para las personas que tendemos a ir de frente.
P.- Que es tu caso.
R.- He aprendido, pero tengo que aprender todavía más, que el disimulo no necesariamente es malo; es una buena protección, mucho mejor que otras protecciones más nocivas y más agresivas para los demás. El disimulo no necesariamente es mentir, simplemente es a lo mejor mantener la cara impertérrita cuando pasan determinadas cosas, o entender que no es necesario que des tu opinión siempre y en todo lugar, porque a lo mejor a la gente no le importa y a lo mejor es peor para ti. Y la tercera es un aprendizaje personal de cómo sobrevivir a las circunstancias. Incluso en el siglo XVII, proviniendo de una familia humilde, el tipo se empeñó y llegó donde quería llegar. Fue cambiando, como se dice en estrategia empresarial, fue pivotando sus objetivos en función de lo que se iba encontrando, pero supo encaminar sus pasos y aprender de cada fracaso, de cada acierto y de cada circunstancia en la vida. Y eso me parece que es algo que todos deberíamos aprender.
P.- Alguien que además era italiano y que acabó siendo el hombre más poderoso de Francia, casi de Europa, eso me parece muy relevante. También tenía un aprendizaje de la cultura española. Estudió en Alcalá de Henares y conocía muy bien, en cierto sentido, la Escuela de Salamanca, tan olvidada pero tan importante, y que, en cierta medida, aplicó a la resolución de la guerra permanente en la que le tocó vivir.
R.- Él era una persona muy culta, que tuvo que dejar de estudiar por razones personales, porque tenía un padre que era impresentable y al que tuvo que mantener el resto de su vida junto con el resto de su familia. Era un hombre hecho a sí mismo. Y es verdad que era muy culto y conocía todos estos teóricos, no sólo la Escuela de Salamanca, también conocía a Baltasar Gracián, conocía Maquiavelo, pero le parecía que esta gente estrictamente teórica no se mojaba y que había que meter las manos en el fango. Bonita palabra.
P.- Más en estos momentos.
R.- Había que meter las manos en el fango y actuar, hacer cosas. De su experiencia en España a mí me sorprendió mucho lo bien que conocía el carácter español por cómo lo describe. A pesar de no haber estado mucho tiempo en España. Y es que era un hombre con una visión especial, lo que los anglosajones llaman sense-making, es decir, era capaz de entender el entorno, qué es lo que estaba pasando, cuáles eran las claves para hacerse una idea de cómo proceder, para amoldarse, para adaptarse a la situación. En eso era un mago.
P.- Aprendió español perfectamente, aunque haya sido una estancia corta.
R.- Eso le vino muy bien, porque claro, la reina Ana de Austria era española, entonces hablaban español en la intimidad.
P.- Viuda de Luis XII. En cierto sentido la regencia de Ana de Austria, porque Luis XIV era muy pequeño cuando muere su padre, fue, en realidad, el gobierno de Mazarino. Eso es algo que la gente en realidad no sabe, quizá con más influencia que Richelieu, que fue su mentor.
R.- Mucha más influencia que Richelieu. Porque, aunque Richelieu fue muy importante por el carácter débil que tenía Luis XIII, se llevaba muy mal con Ana de Austria. Mazarino hereda por designación del propio Richelieu el poder. Y cuando muere Luis XIII, con una diferencia de un año, lo primero que sucede es que Ana de Austria, por la fuerza de los hechos, impugna lo que había dejado dicho Luis XIII en su testamento, que no se fiaba mucho de su mujer, tal vez con alguna razón, y ejerce de reina regente de la mano de Mazarino, que es quien dirige y quien educa a Luis XIV. Y quien para mí es no solamente el padrino de Luis XIV, sino el diseñador de la monarquía absolutista de Luis XIV.
P.- Luis XIV se da cuenta que no puede depender de asesores, como había dependido en cierto sentido su madre, y se impone como el jefe del Estado. El «Estado soy yo» y todo lo que viene de Luis XIV en el fondo es el aprendizaje de Mazarino, pero también el rechazo del gobierno de su madre.
R.- No es exactamente así por una razón. Lo que vivió Luis XIV, que fue muy traumático para él desde su infancia y en su adolescencia (al fin y al cabo, él fue un rey adolescente) fueron las revueltas aristócratas, las dos Frondas. Quienes estaban ahí encabezando la Fronda eran los grandes nobles, eran los que querían haber sido asesores en lugar de Mazarino, que al fin y al cabo era un extranjero venido a más, un parvenu, por decirlo precisamente en francés. Lo que aprendió Luis XIV es que cualquier consejero, excepto Mazarino, que ha muerto, te puede cortar la cabeza. Puede estar en contra de ti mismo, de tus propios deseos. Y todos ellos van a intentar dominarte. Después de Mazarino no viene nadie. Nadie. Y no solo eso, sino que construye Versalles, para tener bien cerquita a los nobles.
P.- Al príncipe Condé y todo el peligro que entrañaba.
R.- Todos los nobles aquí, cerquita mío. Que yo os vea, para que no podáis conspirar, y que lo que pase en Versalles yo pueda controlarlo. Es verdad que luego, por otro lado, no asume la herencia de Mazarino de la búsqueda de la paz y de no liarse con mujeres. Eso, no.
P.- En ese sentido, la carta de Mazarino a Luis XIV exigiéndole, pidiéndole, implorando que aceptara el matrimonio de conveniencia con una heredera de los Habsburgo, en lugar de mantener el noviazgo con su sobrina, María Mancini, es muy reveladora.
R.- Sí. Tuve la oportunidad, gracias a que la Biblioteca Nacional Francesa tiene todo digitalizado por el proyecto Gallica, de leer las cartas de verdad. Es una bibliografía muy extensa. Pero cuando di con esa carta dije «Dios mío». En realidad, no es esa carta solo, sino toda la correspondencia que había. Me costó mucho entender qué es lo que estaba sucediendo, porque estaba cifrada. Y entonces no sabías muy bien a quién se estaba dirigiendo, si a la Reina, a Luis XIV… Cuando ya encajé todas las piezas, aislé los argumentos, uno por uno, y me di cuenta de que la capacidad de persuasión era muy fuerte. Le toca todos los puntos débiles: la madre, la Corona por encima de todo, Dios mismo, el pueblo francés, él mismo, todo. Luis XIV no podía hacer otra cosa. Y probablemente para Luis XIV era una cosa sin importancia que iba a suceder. El miedo de Mazarino, conociendo los españoles, era: «como se enteren los españoles la que estás liando, nos quedamos sin matrimonio».
P.- O volvemos a la guerra permanente.
R.- Exactamente. Va a ser una ofensa brutal. Una de las maneras de mantener la paz era vía matrimonial. Ana de Austria se había casado con Luis XIII y la hermana de Luis XIII se había casado con el hermano de Ana de Austria. Tú rascas mi espalda y yo rasco la tuya. No nos vamos a meter el uno con el otro porque tenemos aquí intereses compartidos. En la serie Fargo, que está dirigida por los hermanos Coen, en la cuarta temporada se analiza la sucesión de las familias mafiosas en una ciudad. Y una de las de las normas es cuando aparece una nueva familia de mafiosos lo que hacen es entregar al hijo mayor para que sea criado por la otra banda. El hijo italiano es criado por los irlandeses y el hijo irlandés por los otros. Esto viene de muy lejos. Esto ya lo habíamos inventado en el siglo XVII al menos.
P.- Me apasiona de tu acercamiento a Mazarino y la diplomacia del Vaticano que es extraordinariamente sutil y compleja. Quizá pudo luego llegar a donde llegó porque empezó en ese mundo tan sofisticado, violento y complejo como era el Vaticano, que era un Estado imperial, con ejército, con delegados, con muchísimo poder. La cumbre es el papa Urbano VIII. Eso me impresionó mucho y creo que está muy bien tratado en tu libro. También me interesó otra enseñanza que está en Mazarino, y más releyendo su Breviario para políticos, y es el de qué hacer con la reputación, cómo poner o no en público asuntos personales. En Mazarino era la ley del disimulo y en nosotros es quizás llamada de atención sobre las redes sociales, ¿no crees?
R.- Es cierto. Mazarino fue para mí uno de los primeros que empezó con la propaganda. En realidad, los nobles y los parlamentarios de la Fronda ya habían empezado con los libelos y con las fake news y todas estas cosas, aunque nunca sabremos qué era fake y qué no, pero empiezan con eso. Pero Mazarino, cuando está como delegado del Vaticano, además de las cartas al secretario del Papa, que era hijo de una familia amiga, empieza a mandar a su padre escritos que tiene que difundir por toda Roma para que llegue a oídos del Vaticano de manera también indirecta. Para mí eso es un ejemplo de propaganda muy eficiente. Mientras tanto, como él sabe muy bien cómo afectar la reputación de otros, porque él lo hace, entonces tiene esa obsesión por proteger su reputación. Y hoy en día probablemente sería de los que si tuviera redes sociales, que probablemente sí tendría unas redes sociales exquisitas, perfectamente cuidadas, sabiendo lo que expone, lo que no expone, qué responde, a quién y por qué, sería probablemente un ejemplo. Estaría muy bien tener su feedback respecto a qué tenemos que hacer con las redes sociales.
P.- En tu trayectoria como catedrática de Historia Económica, has generado por 30 años una legión de seguidores, de exalumnos, de gente que entiende la complejidad del mundo de las ideas económicas y que defiende un liberalismo abierto, que es muy útil para la sociedad, siempre y cuando no se convierta en dogma. Pero también te gusta, como intelectual, meterte en ciertos temas polémicos y, a cara descubierta, dar tu opinión. Pienso en el libro que hiciste sobre cómo encontrar un feminismo liberal, Afrodita desenmascarada, en donde intentas quitarle la bandera del feminismo al feminismo radical y decir que el feminismo es para mucha más gente, que puede ser para todas.
R.- Sí, es cierto. Yo no soy catedrática, soy profesora sin más. Creo que no voy a ser catedrática nunca, ni lo voy a intentar jamás, ni ha sido mi objetivo. Pero a mí las clases me apasionan y la investigación me apasiona. Y si es verdad que desde hace muchos años decidí tener esta doble vertiente, por un lado, académica y por otro lado, divulgativa. Y en ese sentido, sí he dado un paso al frente a la hora de exponer mis opiniones. En un país donde hay libertad de opinión, se puede hacer. Y sobre todo sin miedo, sin miedo al qué dirán y cercando el territorio. Y en ese sentido es en el que escribí Afrodita desenmascarada. Fui presionada, en el sentido más amigable de la palabra, por el editor de Deusto, Roger Domingo, que me dijo: «Estas ideas no se encuentran en España ni escritas en castellano».
P.- Y son necesarias.
R.- Y son necesarias porque hay un feminismo hegemónico. Y mi único objetivo era exactamente eso, quitarle su bandera y decir: «no nos representáis». Hay muchas mujeres que no nos sentimos representadas por un feminismo hegemónico que es asfixiante y que muchas veces es perjudicial para la propia mujer, que nos trata como si fuéramos tontas, como si no pudiéramos decidir por nosotras mismas y como si somos más valiosas o no en función de lo que pensemos. Si pensamos como vosotras, entonces somos muy valiosas. Y si no, parece que pertenecemos a una categoría inferior. Y lo logré. Y probablemente no sola, con la ayuda de muchas otras. Pero cada vez más había más mujeres que me decían, aquí y, en toda Latinoamérica, es nos sentimos un poco como el queso del sándwich, entre los conservadores radicales y el feminismo hegemónico. Y nosotras somos normales.
P.- El conservador radical, que niega la desigualdad de la mujer, que es absurdo o que incluso no reconoce la lucha por la igualdad, que es necesaria frente al, efectivamente, feminismo radical que quiere imponer una agenda y que estigmatiza a los que están fuera, incluso aunque sean mujeres.
R.- Así es. El conservadurismo radical, por ejemplo, lo que hace es sacralizar, en el sentido laico de la palabra, determinadas instituciones que solamente existen para ellos si están de acuerdo con una religión determinada, unos dogmas determinados, que no necesariamente son comunes a toda la sociedad. Es decir, siguen actuando como si España fuera un país oficialmente católico. Y no lo es. Y vivimos una sociedad muy diferente a esa sociedad católica a la que se refieren o que parece que tienen en mente cuando presentan determinadas propuestas. Voy a sacar un ejemplo muy polémico pero que para mí es muy claro: la familia. Yo soy una firme defensora de la familia, como dicen Pedro Herrero o Javier González Recuenco, soy una «faminazi», en el sentido de soy radical defensora de la familia, de la familia diversa, de cualquier familia. De la familia que tenga dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer, una mujer sola o un hombre solo. Siempre y cuando, obviamente esas familias protejan a los niños, protejan a los mayores, etcétera. Pero el hecho de que sea la familia canónica hombre-mujer no implica que los niños van a estar más protegidos. Antes de que existiera la familia diversa existían abusos sexuales dentro de las familias, violencia hacia la mujer, hacia el hombre, hacia los mayores.
P.- Enorme frustración antes de la ley del divorcio…
R.- Exactamente. Antes de que existiera el divorcio, que se lo debemos a Lidia Falcón, con quien todas las mujeres y los hombres divorciados deberíamos estar agradecidos a pesar de las discrepancias políticas, sucedían todo tipo de barbaridades porque no te podías divorciar y tenías a un cónyuge que te estaba haciendo la vida imposible.
P.- Y con una desigualdad brutal como mujer.
R.- Una desigualdad como mujer y con efectos sobre los niños.
P.- Eso en el mundo conservador. Y en el mundo radical de la ultra izquierda…
R.- Creo que está en Afrodita, o no me acuerdo si en un artículo, cuando dije: «Hay que defender a la mujer, tanto si es la Pasionaria como si es Carmen Polo de Franco». Es decir, las mujeres somos todas mujeres heterogéneas. No todas tenemos los mismos problemas, no todas queremos resolver los problemas que cada uno tenga de la misma manera. Y no todas sabemos hacerlo. Tenemos derecho a equivocarnos también.
P.- Ahí te metes en bastantes polémicas, que me interesan mucho. Por ejemplo, defiendes la pornografía. Y dices que hay una gran hipocresía en la forma en que se trata el tema, porque se olvida el deseo que provoca y que es real. Y que hay consumidores, hombres y mujeres, de pornografía.
R.- Sí, es cierto. Desde que escribí Afrodita desenmascarada he tenido la oportunidad de conocer a mujeres –no he conocido hombres, pero sí a mujeres– que han tenido una página en OnlyFans o incluso que han ejercido la prostitución. Y te comentan que es cierto que, por un lado, se demoniza el sexo entre las mujeres, se demoniza el hecho de que haya un cobro, pero, por otro lado, tampoco hay información respecto a las barreras de salida de la prostitución o de la pornografía. Mi opción es: antes de prohibir radicalmente todo, ¿por qué no nos sentamos de verdad a hablar de la utilidad de la pornografía, que tiene su utilidad en determinados casos. No digo que haya que venderlo a los niños, por supuesto que no. La infancia es sagrada.
P.- Evidentemente.
R.- En todos los sentidos. Pero sí es verdad que la pornografía tiene una función. Y hay que poner encima de la mesa los derechos laborales de las personas que se dedican a la pornografía, el derecho a entrar y a salir en esa actividad, tanto de la pornografía como de la prostitución. Independientemente de que te parezca moral o inmoral, porque a lo mejor a mí me parece inmoral, pero eso no quiere decir que no haya personas, hombres y mujeres, que necesiten ese estímulo o que la pornografía no tenga esa función de vía de escape para determinadas personas que están enfermas y que necesitan determinados estímulos. Igual que la prostitución a mí puede parecer inmoral, yo no quiero que mi hija se dedique a la prostitución, yo no me dedicaría a la prostitución, pero entiendo que hay mujeres que eligen libremente ser prostitutas. Y creo que tienen derecho a entrar y tienen derecho a salir. Todas ellas, todas las mujeres y todos los hombres, tenemos derecho a que se nos informe, igual que pasa con las drogas, que se nos informe de todas las consecuencias de una cosa y de otra.
P.- Es interesante lo que dices del derecho a salir, porque efectivamente mujeres que la ejercen libremente, que después su circunstancia vital, su voluntad, su edad, lo que sea y, sin embargo, arrastran el estigma de la descalificación de haberse dedicado a esa profesión.
R.- Efectivamente. Y por ejemplo, yo creo que debería ser necesario, exactamente igual, y no estoy comparando las actividades desde el punto de vista moral, seguro que hay alguien que se ofende, pero estoy hablando desde el punto de vista de la atención al trabajador, exactamente igual que los soldados que están destacados en el frente, en su momento Kosovo o Afganistán, etcétera, que están en sitios de guerra, cuando vuelven es necesario primero, que no estén mucho tiempo y que al volver pasen por un psicólogo, porque están viviendo traumas. Yo creo que la prostitución también debería exigir que hubiera un tratamiento de la salud mental de las mujeres y de los hombres que se dedican a la prostitución. No porque vaya a enloquecer, sino porque, según me cuentan, es fácil entrar en una espiral creciente de donde es muy difícil salir. Entonces que tengan ese gancho, ese enlace con la realidad. Pero eso es muy diferente de prohibir todo.
P.- También eres favorable a la maternidad subrogada, que es un tema también delicado y que a mucha gente le produce rechazo moral instintivo. Cuando creo que si se explica es una opción perfectamente legítima.
R.- Sí, por eso soy partidario de la familia extensa, de la familia diversa. Tengo amigos que han tenido hijos por maternidad subrogada. Es un deber moral por parte de los padres que van a tener un hijo por maternidad subrogada velar por el cuidado de la madre gestante. Tener cuidado por las condiciones, que no sea explotada, etcétera. Voy a poner un ejemplo. Un poco disruptivo. Nadie que se compra unos pantalones en Zara, en Mango, en El Corte Inglés no tiene ese cargo moral, no vela por las condiciones de vida de los trabajadores que han fabricado tus pantalones, que han hecho tu comida. No vas a la cocina a ver si en ese restaurante se trata bien o mal, se está explotando o no a esas personas. Es verdad que la gestación –yo soy madre de dos– es un fenómeno muy intrusivo. Claro, estás albergando un bebé en tu cuerpo, pero es un acto voluntario. ¿Quienes van a ser más propensas a acceder a la gestación subrogada, a ofrecerse? Personas que tienen menos recursos económicamente. Eso es cierto, pero, ¿qué alternativas tienen? ¿Por qué no se estudia, en lugar de prohibir, que, en esa zona, en esa área, se acabe con ese tipo de pobreza, de manera que esas madres no lo hagan forzadas? Y pasa igual con la prostitución. ¿Por qué las mujeres que se dedican a la prostitución muchas veces son las más vulnerables? Porque no hay salida para enriquecerse de otro modo. Y he dicho aposta la palabra enriquecerse, porque enriquecerse está mal. Salir de la pobreza está bien, enriquecerse está mal. Y lo que hay que crear es oportunidades de riqueza para esas personas.
P.- Curioso, porque esa era mi siguiente pregunta, porque me interesa la defensa que haces no solo de la riqueza, sino del lucro, de la idea de que el capitalismo ha sido una herramienta en la liberación de la mujer y de la importancia de que el primer paso de una mujer es la libertad y la independencia económica.
R.- Eso solo puede no entenderlo alguien que no ha dependido económicamente nunca y que no ha tenido ningún problema para dejar de depender económicamente de sus padres, de sus maridos o del Estado, por ejemplo. Que por eso soy liberal, porque creo en la emancipación de las personas respecto a todo, de todas las cadenas, incluida la cadena del peso del Estado. Y efectivamente, he tenido la oportunidad de tratar con muchas mujeres maltratadas que han sufrido violencia y la primera solución es darles un cobijo, una casa, que esa mujer tuviera patrimonio propio, que fue uno de los grandes logros al salir del franquismo, que la mujer pudiera tener una cuenta corriente, que no necesitara el aval de un hombre ni para tener una cuenta corriente ni para pedir un préstamo. A mí me pidieron un aval masculino para alquilar un piso. Y tuve que ceder porque necesitaba encontrar uno. Afortunadamente, mi padre me avaló. Me pidió perdón, cuando me avaló, como diciendo: «parece mentira, tienes una nómina, trabajas desde hace muchos años, pero no es suficiente». Era un señor de otra generación, también es verdad. Lo que quiero decir es que no estamos tan lejos de cuestionar a la mujer por su capacidad económica. Y todavía hay comentarios del tipo «este hombre vive de su mujer», «ha dado el braguetazo», o que la mujer se haya casado porque el hombre tiene dinero, etcétera. Me parece muy dañino, muy lesivo. Creo que la única manera de combatirlo en esta sociedad ya del siglo XXI es que todos deberíamos tener acceso a la emancipación económica.
P.- Está vinculado con una cosa que es atávica de los países católicos en cierto sentido, y que en España yo todavía noto y es el miedo a hablar de dinero, a defender la libre empresa, a los emprendedores, al empresario como generador de riqueza. La mujer es el capítulo más difícil de una concepción complicada que tienen los países católicos con la riqueza.
R.- Cuando una mujer es millonaria es muchísimo más cuestionada que cuando un hombre es millonario. Cuando un hombre es millonario, a lo mejor es un ladrón, o a lo mejor lo ha heredado, o a lo mejor a saber cómo lo ha logrado. Pero cuando una mujer es millonaria nunca se le reconoce, no puede tener espíritu empresarial: es una víctima del heteropatriarcado y ella no se ha dado cuenta, que es lo que te suelen decir. Seguro que ha adoptado un rol masculino, por eso es tan avariciosa y tan egoísta. Quiere conseguir el lucro porque ha sido educada en ese rol masculino, no se les puede pasar por la cabeza que una mujer feminista quiera ser millonaria como yo quisiera serlo yo, por ejemplo. Aunque lo llevo muy mal, no se ha logrado todavía de momento…
P.- La esperanza nunca muere.
R.- Sí es verdad que hay una contradicción brutal en esta idea de vamos a frenar a los empresarios, y a las empresarias, por supuesto. Mientras se alaba el rol de la mujer empresaria, necesitamos más mujeres empresarias, más mujeres en puestos de consejo de dirección, pero que no quieran ser millonarias. Tener más mujeres en las empresas pero que no quieran ser millonarias. Y la otra contradicción, porque es doble, es queremos sacar de la pobreza a determinadas regiones o partes de la población deprimidas, a los vulnerables, etcétera, pero no creando riqueza, porque crear riqueza exige el ánimo de lucro. Y esa es una contradicción muy dañina, porque la única solución a eso es que lo haga el Estado, con lo cual nunca te emancipas del Estado. Estaba escribiendo acerca precisamente de Milei y de qué está haciendo desde el punto de vista económico. Claro, cuando gran parte de la población vive por debajo del umbral de pobreza y además depende de una subvención, de una ayuda, etcétera, depende del Estado, no quiere que eso cambie. ¿Cómo va a querer? A pesar de que las políticas que se han mantenido durante décadas hayan llevado al abismo de la miseria y de la pobreza a Argentina, les da terror decir que esto se soluciona promoviendo la riqueza, promoviendo el lucro y dando cañas de pescar, no pescados.
P.- Es la paradoja de la dependencia. Los temas que hemos tratado en esta conversación, que tienen que ver con posturas liberales sobre asuntos morales, no debe hacernos olvidar que tu profesión es de economista. Tu tema central es la economía y tu postura liberal en temas económicos es, digamos, el eje de tu pensamiento y de tu labor como maestra y como divulgadora de las ideas. Destaco ahí, por ejemplo, tu blog, que me parece que es muy atractivo, muy rebelde, inspirado en una mujer que es mitad ficción, mitad real, Lady Godiva, ¿nos cuentas un poquito de ella y entramos a temas económicos?
R.- Fue una decepción horrible cuando me enteré que era una leyenda. Qué lástima. Con lo bonita que es la historia, con lo bonito que es el relato. Pero precisamente cogí este personaje por relato. Cuando yo pertenecía al Instituto Juan de Mariana era cuando empezaban los blogs y cuando se crea la primera plataforma de blogs liberales, que era Red Liberal, todavía mantenemos un grupo de WhatsApp de todos, ya todos tenemos canas, pero ahí estamos. Y entonces me dicen: ¿por qué no escribes más, desde un punto de vista divulgativo? Yo acababa de sacar mi tesis. Estaba escribiendo artículos científicos, que son muy aburridos, muy largos, con esa estructura típicamente académica que es una barrera de entrada horrible. Y yo tenía que aprender. Entonces empecé. Abrí un blog y cuando tenía que ponerle nombre me daba mucha vergüenza ponerle María Blanco, que es una persona que no es conocida y me parece un poco presuntuoso. Que Juan Ramón Rallo, Daniel Lacalle tengan en su blog que se llame Juan Ramón Rallo o Daniel Lacalle tiene sentido, pero yo tampoco tengo esos niveles. No soy una persona popular. Y menos todavía entonces. Y me dijeron busca un personaje liberal. Y yo quería una mujer liberal y no encontraba mujeres liberales en España. Y entonces pensé en haber escogido a Afrodita. O a mí me gusta mucho la mitología o haber escogido algún otro mito, pero quería que fuera claramente liberal. Y Lady Godiva es la mujer que, en la Edad Media, en el siglo XI, se paseó por las calles de Coventry para convencer a su marido que no subiera los impuestos a los agricultores. La verdad es que luego resulta que el marido estaba sometido a los invasores que le subían los impuestos. Era una cadena de subidas de impuestos y el marido tuvo que aceptar porque la retó, la desafió diciéndole: «Si sales desnuda, se los perdono» y ella dijo «perdón, que me traigan el caballo».
P.- Con la promesa de los habitantes del pueblo de cerrar las ventanas, aunque uno creo que no la cumplió.
R.- Peeging Tom. Nuestra vieja del visillo es Peeging Tom.
P.- De todas formas, en temas de economía me parece que el aporte liberal es importantísimo y creo que España en ese sentido está también un poco atrasada. La dependencia general del Estado, la aspiración de muchos jóvenes que quieren ser funcionarios públicos como primera opción, aún teniendo mil talentos y capacidades, los mejores promedios. La idea de que el empresario es el culpable de la desigualdad. Incluso las leyes laborales, que son en cierto sentido heredadas del franquismo. ¿Por qué nos cuentas un poco el clima económico de España?
R.- Déjame que te diga que a pesar de que soy economista, que escribo de economía en algún diario y que doy clase de teoría económica, de pensamiento económico y todo esto, yo soy liberal orgánica, por decirlo de alguna manera, porque para mí el liberalismo es una manera de mirar el mundo, de mirar todos los problemas. Por eso escribí sobre feminismo, por eso creo que hay que mirar los problemas del medio ambiente, que existen, no desde un punto de vista estatista, sino desde un punto de vista de la libertad y la responsabilidad individual. And so on and so far. Pero volviendo a la pregunta que me hacía, en España, y no solamente en España, es verdad que tenemos una querencia como falangista, de derechas y de izquierdas, al Estado. De vamos a proteger al trabajador, vamos a proteger a la mujer, vamos a proteger desde el Estado a todo el mundo, porque todo el mundo no es capaz de salir adelante. Y durante siglos, en España, la poca exposición económica a los mercados de nuestros productos, de nuestros trabajadores, etcétera, ha desembocado en una poquísima competitividad y muy mala balanza comercial. Pocas exportaciones, exportamos naranjas y aceite. Y vivimos del turismo. Punto. Y aunque sí hemos avanzado, por ejemplo, en el terreno educativo y cada vez estamos mejor formados, es verdad que esa cultura del país de si hay un problema me tiene que proteger el Estado, de que la solución tiene que provenir de las alturas. El Estado me debe proteger de todo lo que me pueda pasar. Es una locura. Cuando hablábamos de Mazarino decíamos que los fenómenos políticos y los fenómenos económicos son procesos de alta variabilidad. Son fenómenos complejos donde no hay libro de recetas y el Estado tampoco tiene un libro de recetas, ni es capaz de leer la mente y descifrar las necesidades de los ciudadanos. Entonces, si hay alguien que no puede, es el Estado o cualquier autoridad que asuma esta responsabilidad. Yo creo en la responsabilidad individual, y, citando a Hayek, en el «orden espontáneo». A la gente el orden espontáneo le suena a caos, pero caos tipo habitación de adolescente. Y, sin embargo, el orden espontáneo está en nuestras vidas permanentemente, no solamente en el mercado, en la organización familiar, en el vecindario. Los vecinos nos ponemos de acuerdo de manera espontánea para ajustar nuestras necesidades. En la pandemia se vio muy claramente. Con la familia, el famoso tú friegas, yo seco. No hace falta que haya una norma, es una cosa espontánea, etcétera. En general es algo con lo que convivimos y que nos da miedo. Y nos da miedo por ese miedo atávico a la incertidumbre que viene con la naturaleza humana y que nos lleva a intentar controlar. En España somos especialistas en control, creamos todo tipo de controles que lo único que hace es embarrar los procesos con burocracia. Y una cosa que es más importante y es extraer o eliminar la responsabilidad individual de los ciudadanos, que es la otra cara de la libertad.
P.- Y dificulta la creación de la riqueza.
R.- Obviamente.
P.- Lo que veo es que las cuentas de España empiezan a no salir…
R.- Hace tiempo que no salen.
P.- Tiene un tema de pensiones preocupante, tiene un tema de déficit anual muy grave, tiene un tema de pirámide poblacional. ¿Cuál sería tu lectura de estas coordenadas a largo plazo y qué solución puede haber?
R.- Es un tema de dejación de responsabilidades de los gestores públicos. Durante años, de diferentes gobiernos. Los gobiernos de izquierdas, por una mala comprensión de lo que es ayudar al pueblo o servir al pueblo, han vendido determinadas medidas muy populares de asistencia que en realidad son asistenciales, pero asistenciales en el peor sentido de la palabra. Peronismo puro, vamos. Y la derecha, por su parte, ha intentado contrarrestar esa tendencia de manera muy suave para que nadie le llame nunca facha o algo que pueda quitarle votos. Esa visión encaminada al voto, ese servicio al partido antes que a tu propio país, es esa dejación de responsabilidades de la que hablo. Y es lo que ha generado un déficit público enorme y una costumbre de delegar todo al déficit, de monetizar la deuda, de tener unos niveles de deuda muy altos. Además, buscando todo tipo de excusas y subterfugios, como: «este país tiene más», «Francia tiene más deuda que nosotros», «estos están peor que nosotros». Es una malísima excusa que ningún profesor admitiría a sus alumnos, ningún padre admitiría a sus hijos. Me da igual quien lo hace peor que tú: te estoy diciendo que estás haciendo esto mal y que te vas a pillar los dedos. Estamos intentando escaparnos siempre. Nos hemos escapado del apercibimiento europeo por el exceso de déficit público. Estamos en la frontera: 4,5% del PIB, compensable. Y es terrible. En lugar de decir «tenemos un problema, vamos a afrontarlo de verdad con las herramientas que la economía nos ofrece». Lo mismo que sucede con la pirámide poblacional, con el mercado de trabajo tan rígido. En economía todo está relacionado con todo y que lleva a una dificultad enorme para generar riqueza en este país. Y fíjate que acaban de publicar las cifras de crecimiento económico. Las expectativas van aumentando, pero lo que empeora es la inversión y la productividad.
P.- Que son a la larga las herramientas del progreso económico.
R.- Exactamente.
P.- Incluso el empleo se compensa un poco, pero por empleo público…
R.- Que a todo el mundo me parece muy bien. Como muy bien decías, no existe esa idea de que la riqueza la crean las empresas y que el empleo solvente lo generan las empresas, porque el puesto de trabajo creado por una empresa no le cuesta nada al ciudadano. Pero el puesto de trabajo creado por el Estado le cuesta dinero al ciudadano. No lo pagan los políticos. Lo paga el ciudadano con sus impuestos. Es una visión muy equivocada y se debe a algo que es filosófico o moral, si quieres. Y es esta idea de que todo lo público es más moral, es mucho mejor siempre. La provisión de bienes de cara al público por parte del sector privado se ve con sospecha, como si no hubiera corrupción pública y como si no se estuvieran haciendo cosas para ocultar esa corrupción pública. Entonces el empresario es sospechoso; el político, no.
P.- Nadie se pone en la tesitura adicional de crear su propia empresa. Es decir, que hay muy poco emprendimiento en España para el nivel de riqueza, para el nivel de talento, de estudios, de posición geográfica, de acceso a un mercado amplio adicional, como sería el latinoamericano, etcétera.
R.- Es cierto. Incluso en la pandemia, como hubo cierre empresarial en un porcentaje muy alto, hubo gente que tuvo que montar su propia empresa, convertirse en autónomo y entonces se dieron cuenta lo difícil que era, lo complicado que es abrir una empresa en España, lo complicado que es una vez abierta, mantenerla. La mayoría de las startups que aparecen y que son cebadas por estos bussiness angels, etcétera, al cabo de tres años han desaparecido. Y algunas es porque han vendido su idea a una empresa más grande, que bravo por ellos, pero otras muchas son porque no se sostienen. Porque no solamente es difícil abrir empresas en España, sino mantenerlas. Y encima no hay incentivos al ahorro, no hay incentivos a la inversión propia y no hay incentivos para que vengan inversores extranjeros, con lo cual es tremendo.
P.- Y no lo hay, entre otras razones también, porque la carga impositiva es muy alta.
R.- Principalmente por eso. Me acuerdo que estuve en una presentación en la Fundación Rafael del Pino del Informe sobre Ciencia y Sociedad, donde presentaban los diez mayores avances tecnológicos. Sorprendentemente, las tres personas que estaban en el estrado hablaron de economía y no de empresa. Porque en España tenemos buenos científicos, grandes científicos. Sí hay patentes, sí se inventa. Pero lo difícil es llevar eso a un modelo de negocio. Pasar de la ciencia a la empresa. Es muy difícil que haya inversión propia. Y es muy difícil que vengan inversores extranjeros. Es muy difícil invertir y estamos estrangulando la economía. Estamos impidiendo que haya generación de riqueza y cultura de generación de riqueza.
P.- Sobre el tema del mercado laboral y las leyes yo creo que muy pocos españoles son conscientes de que el grueso de esas leyes vienen del franquismo.
R.- Sí y no solamente esas leyes. Hay muchos tics, muchos dejes de la izquierda más radical española que provienen de Franco. Precisamente esa súper protección. Franco ejerció un gobierno híper proteccionista. Los resultados están a la vista. Lo menos liberal posible, y eso es exactamente lo que viene. Estamos en un momento social, en la última década, de muchísima incertidumbre y más que va a venir con todos los avances tecnológicos. La incertidumbre se cura o bien entrenándote para afrontarla. Las personas que han tenido una vida difícil, los empresarios necesariamente tienen que afrontarlo, aunque no todos lo hacen. Pero quienes han tenido una vida difícil, quienes han emigrado, se dan cuenta lo que es aprovechar la incertidumbre para salir mejor parado. Lo que Nassim Taleb llama «antifragilidad». La otra aversión, la negativa, de la incertidumbre es el control. Como decía antes, en España nos hemos dedicado a decir «no os preocupéis, la incertidumbre no os va a dañar, porque yo estoy aquí protegiéndonos y controlando». Y ese mensaje, que lo vendía Franco con un ejército detrás, nos lo están vendiendo con un parlamento con una mayoría detrás. Nos lo están vendiendo a base de chanchullo de votos. Y que sigue obteniendo los mismos nefastos resultados.
P.- Y un porcentaje de votos muy alto.
R.- Es normal. Se aprovechan de ese problema de la naturaleza humana que huye permanentemente de la incertidumbre.
P.- En este programa, María, tenemos la costumbre de preguntar a los invitados que nos recomienden un libro que el público no pueda dejar de leer en la vida. Dinos tu libro.
R.- Estoy entre dos. Así que si me permites, voy a dar dos. Iba hablar de Las metamorfosis de Ovidio. Pero tengo mis dudas porque a lo mejor no todo el mundo le gusta tanto la mitología como a mí y puede extraer tantas lecciones como yo extraigo de Las metamorfosis de Ovidio. Así que me voy a decantar por Las ciudades invisibles de Italo Calvino, que es un librito que se lleva muy bien en el bolso, te lo llevas a la playa. Podía haber recomendado algo de Adam Smith, he estado tentada, pero creo que antes de morirse hay que dejarse llevar y hay que dejar descansar la mente en esa imaginación portentosa y en esa escritura tan maravillosa de Italo Calvino. Las ciudades invisibles permite leerte tres ciudades o leerte todas, repetir y pensar sobre ellas. Es un libro anárquico, como a mí me gusta.