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Odio en las redes

«Las redes sociales son el verdadero terreno pantanoso, el fango donde florecen los discursos de odio»

Odio en las redes

Redes sociales. | Europa Press

«La barbarie de la literalidad». Así ha bautizado Juan Gabriel Vásquez, uno de los más sobresalientes narradores latinoamericanos, la propagación del odio en las redes sociales. El escritor colombiano considera que las redes son «la antítesis, el archienemigo de la literatura» y que solo en la ficción nos mantenemos a salvo de esa «literalidad» que nos invade.

En una muy interesante entrevista publicada recientemente por Jot Down, Vásquez exponía con detalle su teoría. «La ficción es un terreno donde, como dice Kundera en Los testamentos traicionados, abandonamos el juicio moral. A una novela entramos sin ánimo de dividir al mundo entre culpables e inocentes y absolver a unos y condenar a los otros, sino que entramos para comprender, para entender algo distinto».

En contraposición, «las redes sociales son como un gran tribunal en el que todo el mundo, todo el tiempo, está juzgando a los demás, y dividiéndolos entre culpables e inocentes, y asumiendo el papel de juez. Las redes sociales son ese lugar donde todo el mundo entra con el dedo erguido, listo para señalar y condenar o absolver».

El novelista y ensayista considera incluso que estamos ante «dos éticas opuestas de la vida». «La ética de las redes sociales requiere esa literalidad, no se admiten las ambigüedades, no se admiten las zonas grises, no se admite la incertidumbre -asegura-, mientras que todo eso es el combustible de la literatura: la literatura vive de la incertidumbre, de la ambigüedad, de la duda, de la ironía, de hacerse preguntas».  

Juan Manuel Vásquez concluye su disertación definiendo «las redes sociales como el lugar donde todo el mundo da respuestas todo el tiempo, sobre qué hacer en Gaza, qué hacer en Ucrania, qué hacer en el caso del último crimen de la esquina que más cerca tengo». 

Mucho más prosaica, pero igualmente escalofriante, es la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores de la Universidad Complutense y la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR): Uno de cada diez mensajes publicados en los comentarios de las noticias o en las redes sociales incluye expresiones de odio. Es el resultado del análisis de diez millones de opiniones vertidas por los lectores en los principales medios digitales, así como las reacciones a las noticias vertidas en Facebook y en X. 

Por mensajes de odio se entienden aquellos que incluyen comentarios groseros, hostiles o insultantes, con algunos rasgos comunes, como la intención de humillar, discriminar o amenazar a personas por motivos de raza, género, etnia, ideología, religión o posiciones políticas. Esos mensajes acaban por diseminar sentimientos de odio contra los colectivos más vulnerables como inmigrantes, la comunidad LGTBQ+ o las mujeres.

El estudio determina que el objetivo prioritario de estos ataques suelen ser los políticos y los periodistas de los propios medios. Y, comparten una peculiaridad, según los investigadores, «hay un odio en dichos mensajes lo suficientemente alto para perturbar el debate público, y lo suficientemente bajo para no entrar en problemas legales».

Ciertos detalles, como la similitud en la escritura, permiten aventurar a los profesores «la existencia de acciones coordinadas por parte de grupos minoritarios de usuarios, que posicionan narrativas negativas (de odio) en la opinión pública». Y terminan recomendando a los medios y a las redes sociales «revisar los sistemas de moderación existentes para poder afrontar el odio de baja intensidad».

Lo que dejan claro tanto las palabras de Vásquez como la investigación académica es que las redes sociales nos ofrecen un mundo prosaico, hostil, sin lugar para la fantasía, para la creatividad y para el diálogo, un terreno abonado para la polarización. Transmiten contenidos más alejados de la verdad que la propia ficción literaria.

Poco después de que la Unión Europea culminara una ley para proteger la libertad de prensa, nuestro Gobierno amenaza con una ley para todo lo contrario: regular los medios. Sin embargo, nada ha hecho por controlar las redes sociales, el verdadero terreno pantanoso, el fango donde florecen los discursos de odio.

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