Joan Fontcuberta o pensar con los ojos
El artista reflexiona en el ensayo ‘Desbordar el espejo’ sobre la evolución de la fotografía en la era de los algoritmos
En su anterior libro, La furia de las imágenes, el fotógrafo Joan Fontcuberta ya adelantaba el nuevo papel que juega la cultura fotográfica en el siglo XXI. Las imágenes han dejado de ser simples mediadoras entre nosotros y el mundo para convertirse en aquello que compone nuestra experiencia. Esa especie de truco de magia que supuso su nacimiento, el misterio de la alquimia, nos llega hoy con otro juego de artificio, los algoritmos. Ahora, en su nuevo trabajo, Desbordar el espejo. La fotografía, de la alquimia al algoritmo (Galaxia Gutenberg), pasa revista, mediante una docena de ensayos, a este pensar la imagen y pensar con la imagen que es la fotografía hoy.
Como buen historiador, creador y artista visual lo hace a través de reflexiones que conjugan desde escenas de cine y televisión a los clásicos griegos. En definitiva, se trata entender por qué las imágenes son importantes para nosotros y en qué medida evolucionan al ritmo que nosotros también evolucionamos, «como un termómetro, una herramienta para auscultar nuestro propio pulso», explicó en la presentación de su exposición Nemotipos, en Murcia.
Según Fontcuberta, el fotógrafo no crea de la nada sino que postproduce. Reconoceríamos, pues, tres momentos: la postfotografía que juega con las redes sociales y las nuevas tecnologías, ¡ay, la inteligencia artificial! Otro, la tendencia al compromiso social, -«qué estamos haciendo con este planeta»-, en el capítulo de la fotografía sin cámara. Huellas plasmadas en superficie a modo de palimpsestos (manuscritos antiguos) o algas y plantas sumergidas en agentes químicos sobre papeles fotográficos al sol. Y una tercera, la vuelta a hablar del yo y la cámara.
Y los tres conviven, y en ocasiones se mezclan, por supuesto, porque hay fotógrafos que son postmodernos y a la vez comprometidos o posmodernos y enamorados de lo analógico. Lo que es evidente es que ese flujo enorme de información no garantiza que estemos bien informados, «al final», dice «resulta indigesto». La información convirtiéndonos en ignorantes, qué paradoja. ¿Por qué, entonces, seguimos fotografiando un amanecer si en Google tenemos todo un repertorio similar?
Recuerdos o mensajes
Desbordar el espejo contiene capítulos verdaderamente sugestivos. La visión dronizada, tal como miran los pájaros. Qué placer tener alas, subir a lo alto, mirar el mar desde el cielo, acariciar con las manos las copas de los árboles… En La fotografía como lenguaje aborda cómo las fotos ya no recogen sólo recuerdos, sino mensajes para intercambiar: «Mira con quién estoy», «Mira dónde estoy y qué voy a comer». Al enviar fotos prevalece el acto sobre el contenido, «pensamos con los ojos, comemos con los ojos». ¿Recuerdan cuando enviábamos postales? Precursoras de la imagen con texto de cualquier whatsapp hoy.
Y, cada vez más dependientes de Internet, no falta la inteligencia artificial. El fotógrafo señala que denominamos «inteligencia» a algo que no es como la inteligencia humana, sino un tipo de tecnología, «una digestión inconmensurable de datos». Fontcuberta recomienda que nos movamos con cautela. «Ni dejarnos seducir ni adormecernos, sino mantener un espíritu crítico». Y, nos tranquiliza: «No sustituirá al ser humano, lo complementará». Otro tema es, obviamente, el mal uso: «Los artistas tienen una responsabilidad. Debemos intentar con nuestro trabajo proporcionar herramientas críticas que eduquen al público, que les enseñen a leer las imágenes; debemos lograr que las imágenes no nos conviertan en súbditos, sino que seamos soberanos de su uso y de su funcionalidad».