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Cultura

Marta Barrio cartografía una pasión epistolar

La escritora reconstruye la historia de amor de sus abuelos en la novela ‘No volverán tus ojos a mirarme’

Marta Barrio cartografía una pasión epistolar

La escritora Marta Barrio. | Fundación BBVA

Decía Walter Benjamin que «quien aspire a acercarse al propio pasado sepultado ha de comportarse como un hombre que excava». Marta Barrio, autora de No volverán tus ojos a mirarme (Tusquets), se puso el equipo de espeleóloga y se adentró en una de las aventuras emocionales más grandes de su vida: una niña reconstruye la historia de amor de sus abuelos a través de unas cartas. La joven, con un pie en la adolescencia, encuentra en el pasado de sus abuelos la perfecta guía para saber qué es enamorarse.

De Marta Barrio dicen sus cercanos que es un poco «ladrona» de historias ajenas. No sé si será para tanto, pero es verdad que en No volverán tus ojos a mirarme esto es un hecho: una biografía escrita a hurtadillas a partir de unas misivas, que encuentra cuando su familia vaciaba la casa familiar tras la muerte de su abuelo. Estas cartas se extienden durante siete años (1949-1955) y reconstruyen la historia de amor de sus abuelos maternos antes de que el Alzheimer, que padece su abuela, se ensañe con los recuerdos. Un libro en el que tantas veces se dan las gracias por existir, amar, por las emociones, la entrega… La historia llevaba borboteando en su cabeza un par de años, desde que murió su abuelo y su madre le pidió que escribiera un texto para leerlo en su funeral. Ese texto creció hasta desbordarse. 

La cara y cruz de la existencia. El fin de una vida y el comienzo de una nueva es este ejercicio de memoria. Mientras la abuela va perdiendo sus recuerdos, la joven va abriéndose a la vida adulta y epistolarmente recorre el camino inverso hasta el inicio de una gran historia de amor: «Por la noche yo me subo a la litera, enciendo el flexo y leo despacito. He decidido empezar por las más recientes e ir luego avanzando hasta las más viejas, como los arqueólogos, que empiezan por los estratos superficiales y van excavando un agujero más para llegar a los árabes y a los romanos… […] y los dinosaurios, hasta alcanzar, al fin, el centro de la tierra […] las ranas vuelven a ser renacuajos, los troncos huecos de los árboles centenarios vuelven a ser semillas […] Me dejo las cartas más bonitas para el final, cuando todavía no eran novios siquiera y él quería seducirla con sus palabras de amor». Una petite histoire de amor que va de la anécdota a la gran historia de una pasión en una época muy concreta de España, la posguerra en plenos años 50, con la Falange por medio y la Sección Femenina bajo el nacionalcatolicismo. 

La buena pluma de Marta, editora de profesión, nos pasea entre pasado y presente perfectamente imbricados devolviendo a la vida la explosión del enamoramiento. Más que historia sentimental es un homenaje a sus abuelos dando a conocer un tiempo clave para entender la generación de posguerra. La pluma del enamorado no ceja en el empeño de cortejar a la amada a través de la palabra escrita. Las cartas, llenas de recuerdos, deseos y sueños sobre el papel por un corazón prendado, hablan de las ganas de iniciar una vida en común, de la necesidad de encontrar un trabajo, las estrecheces económicas, los preparativos de una boda, un hogar y, obviamente, el deseo carnal. No todo es hablar sentimentalmente, sino mediante la sensualidad del ensueño de un abrazo, de un beso… «eres lo primero y lo último en que pienso todos los días, y por las noches sueño contigo. Tú eres todo para mí, y sin ti no querría nada en el mundo sino morirme enseguida». 

Con banda sonora

La vida pone ante los ojos de la preadolescente un material de un tiempo para ella desconocido: el primer beso, los primeros coqueteos, las puestas de largo, usos amorosos que ahora suenan extraños. Decide hablar con su tía-abuela Mercedes, la única viva de esa generación, que se convierte en el personaje más relevante de la novela. Contrapunto irónico a este romanticismo, casi una sátira de costumbres cosiendo con humor lo sublime y lo ridículo de aquella época. Mercedes supo quitarse capas de represión de aquella posguerra en la que muchas se preparaban para el matrimonio, –«a mí para lo único que me sirvió el servicio social fue para adelgazar diez kilos»–, como la abuela de Marta a la que no dejaron seguir con sus estudios. Mercedes es una muestra del feminismo, pero sin rollos. 

Los recursos narrativos complementan la indagación con fotografías familiares, cartas, postales sellos y matasellos que Marta fue encontrando. «Del principio hay pocas cartas conservadas, sólo una de la abuela; eso sí, a partir de prometerse como novios, él desata una portentosa pulsión epistolar, hasta varias cartas al día. Creo que la abuela las destruyó por pudor, pensando en quién podría leerlas si las encontrara», explicaba en la presentación, entre risas, Barrio. 

Barrio consuma toda una disección del cortejo amoroso mostrando que el amor no es un cuento de hadas y como toda buena historia, posee banda sonora, una ranchera. El título No volverán tus ojos a mirarme es un verso de Pedro Infante, que su abuelo cita, mientras pasean, como ultimátum a la novia que no acababa de decirle que sí. Barrio ha conseguido de lo íntimo personal algo que interese a todos. La mirada personal convertida en material literario.

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No volverán tus ojos a mirarme
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