THE OBJECTIVE
El Purgatorio

Juan Soto Ivars: «Si fuera joven ahora sería más facha que la hostia»

El popular columnista murciano presenta en El purgatorio’ su nuevo libro: ‘La Trinchera de las Letras’

Ha vuelto a Madrid para quedarse. Cansado de vivir en el AVE, Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) ha dejado Barcelona atrás, y le entrevistamos en su primer día donde ha vuelto a ser oficialmente capitalino, «a mí solo me sale trabajo en Madrid o fuera de Cataluña». Fiel a su libérrimo estilo de ejercer el sacerdocio del periodismo no rehúye ningún tema que levante cejas al estilo Ancelotti en las redes: periodismo, Alvise Pérez, feminismo, inmigración, colectivo LTGB, Sánchez y sus afines… «Si alguien baila el ritmo al presidente no merece mi respeto».

PREGUNTA. – Está de vuelta en Madrid, ahora reside aquí, tras 12 años en Barcelona. Aunque, como digo, vivió ya en la capital de España en sus años estudiantiles.

RESPUESTA. – Ocho años aquí de estudiante bueno, estudiante, cuando mis padres pensaban que estaba estudiando. Y sí, lo he echado de menos, mucho. Lo que pasa es que ahora vengo a otro Madrid porque el Madrid que dejas cuando vas desbocado y te levantas a las 15:00 de la tarde y no te acuestas, es muy diferente al que llegas con dos niños y con 40 años. Con una posición respetable que te entrevistan en El purgatorio. 

P.- ¿Por qué ha vuelto?

R.- Principalmente porque vivo en el AVE, el año pasado he vivido en el AVE. A mí solo me sale trabajo en Madrid o fuera de Cataluña. En Cataluña, por lo que sea, no. Estuve trabajando en TV3 durante cinco años, pero después de eso ya no he vuelto a tener ningún tipo de salida.

P.- ¿También hay parte de hartazgo político en sus motivaciones para irse fuera de Cataluña?

R.- No, en el caso de irme no, pero a mí no me salía trabajo por algo relacionado con la política. No tengo ninguna evidencia de que me tuvieran vetado, pero cuando estaba en TV3 pasaba una cosa muy divertida. Estaba en una sección que no hablaba de política de Cataluña, era de redes sociales y polémicas. Pero cuando yo en El Confidencial le dedicaba un artículo a Puigdemont, o Artur Mas, aparecía en el El Nacional.cat, un artículo que decía «el colaborador de TV3 murciano, que no habla catalán en nuestra televisión vuelve a insultar a todos los catalanes y no sé qué». Y yo me reía mucho con la que entonces dirigía el programa, Lídia Heredia, de quien tengo un recuerdo maravilloso. Nos reíamos de eso, la prensa está digital, «esos digitales de ultraderecha», que diría Sánchez.

P.- Ya de paso le hago el trabajo a Pedro Sánchez como ya reside en la Comunidad de Madrid: Bienvenido a la sede social de la máquina del fango.

R.- A mí me pasaba una cosa que era que como yo no vivía aquí, pues yo estaba siempre atizando a los indepes y al gobierno del PSOE. Porque yo en ese sentido soy bastante tocapelotas de que lo que más me jode es quien me gobierna, y no tengo mucha afinidad con quien gobierna independientemente del lado que esté. Y entonces siempre había gente que decía «pues habla también de Ayuso». Y yo decía «pero si Ayuso vive a 600 kilómetros de donde yo estoy, si a mí Ayuso me da igual», ahora empezaré a meterme con Ayuso.

Soto Ivars, en el plató de THE OBJECTIVE – Foto: Carmen Suárez

P.- Entiendo que una cosa buena de haber vivido en Cataluña y estar en contra del procés, la amnistía o los indultos es que nunca le podrían decir la manida frase de «es que como no vive aquí, no entiende lo que pasa».

R.- No, pero me lo decían igual, al final era un murciano que no hablaba catalán. Si se lo dicen a los que llevan toda su vida, los que han nacido allí y no son independentistas o nacionalistas. Es que claro, como toda religión y toda religión laica, que son las peores, es una cuestión de creyentes y de despertar a la fe.

Pero esto es lo mismo que pasa con el feminismo, con tantos temas que se vuelven religiosos, se imbuye de un poder de identificación con la causa que va más allá de la opinión política. Y entonces, si tú no participas de la liturgia eres mala persona o todavía no has visto la luz. Entonces los moderados te atraen hacia la luz y los radicales te hacen la cruz. Es lo que pasa cuando nos aburrimos mucho y no creemos en nada más arriba del Ministerio de Igualdad o la Generalitat de Catalunya.

P.- ¿La catalana es una sociedad sobrepolitizada?

R.- Sí, pero en los últimos años ha surgido otro fenómeno que llamo el procés español. Cuando empezaron a poner banderas españolas en toda España, por ejemplo en Murcia, supe que íbamos por mal camino. Y desde entonces, aunque han desaparecido las banderas y las ha capitalizado un poco más VOX, el PP se ha salido un poco de esa cosa más patriotera, creo que nos hemos dejado politizar los ciudadanos y que estamos siendo abusados de manera masiva por quienes viven del dinero de nuestros impuestos.

Al final esto va de la gente que vive del dinero, de tus impuestos. Personas que quieren que tú estés todo el día pensando en política y peleándote con la gente por lo que a ellos les interesa, no por lo que a ti te afecta. Y han triunfado. Eso ha sido lo que pasó en Cataluña. Las garrapatas convencieron a los perros de que el problema era el aire que les daba por las orejas. Y en el Estado, en España, ha pasado ya lo mismo.

P.- Escribió en El Confidencial cuando anunció que dejaba Barcelona: «Sé que si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil». 

R.- Lo bueno es que yo esto ya lo escribí en 2017 o en 2018, no con Sánchez, porque entonces yo me fiaba de Sánchez antes de los indultos. Es que en Cataluña a los del PSC los llamaban como a mí, colonos, traidores, aplicaron el 155 y existía una lealtad hacia la Constitución y no hacia los que ahora son sus socios. Entonces en esa época tenía posiciones bastante diferentes a las que he tenido después, porque me he ido llevando chascos y he ido viendo las cosas de otra manera.

Por ejemplo, yo en esa época pensaba que un referéndum pactado podía ser la solución y luego escribí un par de años después un artículo en el que me desdecía. Y también pensaba que una política de distensión con los independentistas podría ayudar a mejorar las cosas. Porque sí, que cuando vives allí, lejos de entender más, entiendes menos, porque tienes amigos que son gente perfectamente razonable y que son independentistas irredentos.

P.- Entonces ha habido casi un fenómeno de ver la luz, por hablar como un independentista. Lo que creía que era bueno ahora ya lo rechaza.

R.- Porque tienen razón los fachas cuando dicen que el independentismo nunca se detiene con lo que le ofrecen. Eso es una verdad irrefutable y de la que yo no estaba convencido durante una parte del proceso que he vivido, que es aprender. Y no te digo yo que luego en el futuro no pueda ver las cosas de otra manera, porque tienes que ir cambiando tu forma de ver las cosas según las circunstancias y lo que ocurra.

A mí, por ejemplo, me parecía impensable en 2017, que ese Pedro Sánchez, que estaba votando a favor del 155 luego iba a dar una amnistía y a cargarse el sistema constitucional, me parecía imposible. Nunca lo hubiera dicho, el único que lo sabía era Arcadi Espada. En 2019, Arcadi Espada dijo “el que más se parece a Sánchez es Trump». Y yo leí el artículo y dije «qué exagerado es Arcadi Espada. Qué cabreado está». Tenía toda la razón, el trumpismo español Pedro Sánchez.

P.- Como soy muy dado a leer dedicatorias, veo que su nuevo libro, La Trinchera de las letras, se lo dedica a unos primos suyos. Aunque más que por sus primos, me gustaría preguntarle por su paternidad, ¿el hecho de ser padre le ha cambiado en algo, en su modo de ejercer el oficio o en su modo de tener una serie de neuras personales? 

R.- Yo lo que me planteé cuando tuve al primero y me enamoré de una persona que no existía, que no fue instantáneo durante un mes decía «bueno, pues habrá que querer a la cosa esa». Lo que me planteé fue no escribir sobre él, no ser el típico padre que escribe un libro de puta madre precioso sobre su hijo, sus reacciones y la paternidad y lo cumplo a rajatabla. O sea, puedo hablar de mis hijos, es un peligro porque a los padres nos encanta hablar de hijos, pero me negué a escribir sobre él. Lo primero fue eso, no va a ser un tema, mi hijo no es un tema. Y lo segundo, que desde que tengo a mis hijos, mi trabajo tiene muchísimo más éxito. Mis últimos tres años desde la pandemia, he notado que mi trabajo tiene muchísimo más. 

A mí el tener hijos me ha dado mucho más tiempo y mucho mejor tiempo para trabajar. Me siento culpable si tardo mucho en escribir, pero sobre todo, lo que sí noté es que tuve una gran polémica cuando tenía a mi hijo recién nacido, Alejandro, se lío una cosa en Twitter muy bestia. Y noté que en ese mismo momento, lo que antes me hubiera hecho daño, cuando tenía al hijo ya no me importaba, porque el hijo me daba una paz que decía «aquí está la vida real, eso es ruido».

Entonces le perdí el miedo a las polémicas, totalmente. Y ahora voy a saco en los artículos, ya me importa un carajo lo que vaya a pasar. Mis hijos me han dado una sinceridad brutal. Yo tenía miedo de que me diera miedo, de que tuviera que ser conservador, un poco maricomplejines, ir con cuidadito. El pan que traía bajo el brazo mi primer hijo era ese. Esa honestidad brutal, como el disco de Calamaro.

P.- El libro que publica es un libro sobre muchos asuntos espinosos, que abre muchos frentes, que se mete en muchos charcos. A mí leyendo el libro me da que pensar un poco lo que Soto Ivars aporta a los medios, ¿por qué tiene ese modo de conducirse en el periodismo, el hecho de no importarle los charcos, las polémicas?

R.- No me gusta el fútbol, si me gustara el fútbol, pues escribía de fútbol. Y no me gusta hacer entrevistas a escritores. Pero hay cosas que me interesan y cosas que no, y a mí me ha interesado siempre mucho la espiral del silencio, la teoría de Noelle-Neumann de cuando un tema tiene una apariencia muy popular y hay mucha unanimidad, siempre hay una realidad escondida.

No hay que ser conspiranoico, a veces va a ser menos interesante la realidad escondida que lo otro. Pero hay casos en los que no es así. Y por ejemplo, el caso de la violencia de género en España es uno. Hay mucho que se pasa por alto. El tema de la inmigración es otro. A mí esos temas me atraen y van cambiando con el tiempo. Siempre que hay una hegemonía en un tema hay una parte que queda en el punto ciego de los espejos retrovisores.

«Tienes a un periódico hablándote fatal de Vox diciendo que son el demonio y ocultando lo que pasa en tu barrio ¿A quién votas? Al demonio»

P.- La cara oculta de la luna.

R.- Y lo que he descubierto es que no hay un castigo social suficientemente grande. Siempre que se afronten ese tipo de temas sin el resentimiento típico de quien lleva mucho tiempo pensando que se le amordaza. O sea, yo noto que sí que te insultan y te dicen cosas, eso pasa siempre. Pero como se lo dicen también a los de la hegemonía, no hay más que ver cómo ponen a las feministas en Twitter, las ponen de vuelta y media. O sea, insultar, nos insultamos todos.

Pero mucha gente piensa que el castigo social es mayor. Entonces me he dado cuenta de que cuando tú rompes la espiral del silencio tienes un público que estaba esperando que alguien lo dijera. Soy partidario de hablar las cosas, sin ser un completo anormal, pero hablar las cosas.

P.- Hablemos del periodismo. Escribe sobre la prensa con tendencia a ser políticamente correcta. Sobre el hecho de que si la gente sospechosa de cometer un robo, un delito violento reúne ciertas características étnicas o culturales se elude el cuerpo de la noticia, se elude en el titular o directamente se elude. Es una información que no se menciona. ¿Considera que la prensa, en caso de delitos cometidos por inmigrantes, está más preocupada por la xenofobia que por decir la verdad?

R.- Creo que la prensa se atribuye un poder que no tiene nada. 

P.- ¿Y es el poder de ocultar la verdad?

R.- Claro, ¿qué pasa?, ¿Que lo que no sale en los medios no existe? Pues que se lo pregunten a los votantes de ciertos partidos. La gente deja de creer en el periódico que le oculta una información que esa persona conoce. Esto es lo mismo que pasa con la gente que va a un juicio y está convencida de que no se ha hecho justicia con su caso, pues deja de creer en la justicia. Desde ese momento te dirá que nada funciona y es mentira. La justicia funciona, regular, mal, bien, pero funciona.

En la prensa pasa igual, la prensa funciona. Si no fuera por la prensa, la gente no se enteraría de nada, no sabríamos quién es Begoña Gómez. Pero es verdad que, convencida de que tiene un poder de influencia sobrenatural, convencida esto que mueve la guerra cultural, que el mensaje público digamos orienta de una manera determinada el voto, deja de contar cosas que sí que se ven. Entonces, claro, tienes a un periódico hablándote fatal de VOX diciendo que son el demonio y ocultando lo que pasa en tu barrio ¿A quién votas? Al demonio.

Y es una pérdida no solo por la credibilidad de los medios, que a mí siempre me ha dado igual, sino que es una pérdida de posibilidad de enfrentar ciertos temas como la inmigración, por ejemplo, desde un punto de vista que no sea nacionalista, yo no soy nacionalista. A mí no me preocupan las esencias occidentales y blancas. He vivido en Marruecos cuatro años. Yo sé que en el islam hay mucha gente diferente, y que ni siquiera el islam, que es una religión problemática, porque el islamismo está muy presente, sobre todo en Occidente, pero ni siquiera el islam me parece como lo que hay que apartar.

Es decir, yo pienso que hay que abrir el debate para que entren otras posiciones que no sean las nacionalistas. Es que yo no digo extrema derecha, digo nacionalistas porque los nacionalistas pueden ser de izquierdas, como sabemos muy bien en España. Si los liberales están acojonados, los socialdemócratas tienen miedo del racismo y los conservadores, como no les toca en sus barrios, pues es un problema de pobres.

Pues aquí el problema solo habla el nacionalista, que es el que te convence de que el problema es simple y es que no podemos convivir. Pues es curioso, pero hemos convivido bastante. Hasta ahora hemos convivido bastante y lo que pasa es que no se tratan los problemas de esa comunidad. 

El columnista murciano Juan Soto Ivars durante la entrevista en El purgatorio – Foto: Carmen Suárez

P.- ¿Esta corrección política en medios, esa lejanía entre opinión pública y publicada, explica fenómenos como el Alvise Pérez?

R.- Alvise se considera a sí mismo una agencia de noticias. Pues eso te lo dice todo, o sea, si Alvise fuera poeta, estarían fallando los poetas en España o si fuera futbolista, estaría fallando el fútbol ¿A dónde apunta Alvise? A los medios ¿Tiene razón en su crítica? En parte, sólo en parte. ¿Son veraces sus informaciones? Ni de coña ¿Son suyas? A veces las roba. Pero es que eso pasaba igual con Trump. O sea, no estoy comparando porque creo que no va a llegar tan lejos. Ya dije que Alvise iba para Bukele, pero se quedó en Gil.

Pero es que al final la sensación de credibilidad es más importante que la veracidad de la información. Por eso, si desde el Ministerio te dicen que la mascarilla sí, da sensación de credibilidad, hay un comité de expertos. Pero es verdad que si se pierde la sensación de credibilidad, por eso muchas veces el que rompe la espiral del silencio de gritos en el desierto.

Estoy seguro de que ha habido periodistas que han escrito de temas antes que yo y no se les ha hecho caso. Se tiene que llegar en el momento oportuno, el tono oportuno, la persona oportuna. Pero es que si no hay una sensación de credibilidad y esto afecta mucho a los medios de comunicación. Trump ganó contra la CNN, no contra Hillary Clinton. Y la CNN miente menos que Trump, pero la sensación de credibilidad en parte grande del electorado. ¿Por qué? Porque no hablaban de los problemas que veía la basura blanca. 

P.- Hay un pasaje realmente revelador del libro cuando habla de la amnistía, de lo que se decía en un principio en el PSOE, o sea Sánchez, y entre los periodistas y analistas afines. Y después del cambio que da Sánchez y casi como San Pablo, camino de Damasco, se caen del caballo. O mejor dicho, se suben al caballo y todos esos periodistas afines de repente opinan lo contrario de lo que decían antes. Qué es lo que se ha venido en llamar el equipo de opinión sincronizada.

¿Cuánto daño hace el periodismo, a la labor fiscalizadora del poder, el que de repente muchos periodistas y muchos analistas cambien de opinión de un día a otro? Porque no digo que esto no existiese antes, pero como este presidente tan audaz cambia tanto de opinión, el teatrillo se cae muy fácilmente.

R.- Ya, pero es que también está demostrando que le funciona. ¿Crees que ha perdido audiencia la Sociedad Española de Radiodifusión? ¿Qué problema hay? El País ha dejado de vender por lo mismo que El Mundo, el ABC y todos los de papel. Pero lectores en su web, sí, bueno, hay más competencia. El mundo de Internet funciona diferente al quiosco. Pero yo no veo una especie de castigo.

Igual que hay que tratar a la gente como adultos, no hay que escandalizarse cuando mucha gente demuestra que son críos. Si alguien sigue el baile al ritmo que Sánchez sea un periodista, columnista, o tertuliano, o los que les escuchan a los tertulianos, esa persona no merece mi respeto. Porque es demencial. No se puede.

Pero también pasa que la gente le dedica mucho menos tiempo a estar pendiente de estas cosas que los que trabajamos aquí. Entonces oyen algo y les parece bien porque lo dice el PSOE o lo dice el PP. Aunque aquí con Ayuso, estoy seguro de que voy a empezar a escandalizarme mañana por la mañana, porque también llega Ayuso como toda persona poderosa, está muy interesada en que nos peleemos por gilipolleces y no sé qué y no sé cuántos.

Y dirá una sarta de barbaridades detrás de otra, porque es que el poder lo lleva aparejado. Y estoy convencido de que los hay ayusers de los que he oído hablar, pues hacen palmas con las orejas como las focas cuando les dicen que hagan palmas.

«El trumpismo español es Pedro Sánchez»

P.- Pero esto del cambio de opinión a las 24 horas, o sea, la mentira, era esto que dijo una vez Edu Madina. Aquello de que en la política española no hay principio de contradicción, se puede cambiar de opinión en 24 horas y no influye en nada en la en la dinámica de voto. ¿Las tragaderas de los votantes son mayores que antes?

R.- Que no les importa, ¿Tú crees que les importa? Antes la clase política y los medios le tenían más respeto a sus lectores y a sus votantes. Paulatinamente la han ido perdiendo el respeto, pero el votante ha ido demostrando también paulatinamente que el respeto no era merecido. O sea, miren, yo siempre pondré el foco que te digo por un lado que hay que tratar a la gente como adultos, sí, pero para que te escuchen los adultos.

Pero aquí también entiendo que hay mucha gente que o no son adultos, son gente borderline, políticamente borderline, como que están atontados, fanáticos y luego mucha gente que no le dedica tiempo. O sea, si tú hablas con la gente de verdad. Muchos no lo han pensado, pero les da igual. ¿Y qué? ¿Les vas a obligar a politizarse? No, todo lo contrario. Pero aquí la que sale perdiendo es la clase política, porque se ha embrutecido, porque ha descubierto que no hay un coste. 

P.- En el libro intenta defender la legitimidad intelectual del otro. O sea, que el que puedan pensar distinto a ti, no le convierte por ello en estúpido ¿Cómo se puede defender la legitimidad intelectual en el caso, por ejemplo, de un partido que te dice que la amnistía no cabe ni es deseable ni es aceptable, ni lo piensa. Y que a los meses porque le faltan siete votos, dicen que ahora cabe, ahora es deseable? ¿Qué legitimidad intelectual hay ahí? 

R.- Ninguna. No hay. Pero tú te puedes poner a hablar con José Antonio Martín Pallín y seguro que es una persona leída, inteligente. Para mí no le desacredita. No creo que se pueda juzgar a la gente solo por una cosa, y menos en política. O sea, me sale decir que sí, antes te lo he dicho a mí de las vísceras me sale decir son idiotas, se han vuelto locos, son gilipollas.

Pero luego, por ejemplo, cuando Iñaki Gabilondo firmó el manifiesto de Silvia Intxaurrondo, a mí se me cayó el mundo encima porque Silvia Intxaurrondo no me ha dado muestras de ser una persona más allá de su trabajo como propagandista en TVE. Lo que conozco de ella es eso y no le tengo ningún respeto profesional.

Cuando vi firmar a Iñaki Gabilondo, pues a Iñaki Gabilondo le puedes decir muchas cosas, pero ni es tonto, ni está desinformado, ni es una persona fanática o más fanática de lo que seamos cualquier otro, es un tipo muy respetable. Y va y firma eso. Pues puedes condenarlo, decir que como ha firmado eso, «yo ya no le tengo ningún respeto». O simplemente quedarte absorto, asombrado y decir, «¿pero qué está pasando aquí?»

P.- ¿Entonces depende de la persona? Que para Soto Ivars no es lo mismo un diputado raso del PSOE que te diga «no a la amnistía» y al día siguiente «sí a la amnistía», a un diputado que diga no, pero luego sí, y sin embargo, tiene otra trayectoria.

R.- Mira, con la amnistía yo no tengo ningún respeto a la gente que haya seguido el paso del Gobierno en eso. Pero a veces tendemos, esta es la trampa de la guerra cultural, a que tú por un elemento, juzgas el conjunto, por eso sacamos tantas cosas de contexto todo el rato. O sea, Sánchez Dragó, había cosas de Sánchez Dragó que te podrían parecer repulsivas. Me estoy refiriendo a cuando salió en un libro lo de las putillas en no sé dónde, Japón o Camboya, vale, tú puedes coger eso y convertir a Sánchez Dragó en eso, en el monstruo. Pero puedes decir eso, pero un libro suyo me encanta. Y luego él, en una entrevista dice una cosa que estoy de acuerdo.

La trampa en la que hemos caído es hacer la cruz, y lo hacemos todo el rato. Y lo hacemos todos. «Me ha defraudado, se me acaba de caer el templo encima». Pues eso es una señal de la intransigencia en la que estamos. Y eso es lo que yo intento no aplicarme a mí. Pero yo no le digo a la gente que sea transigente, porque a mí la gente me la suda lo que sea. Observas que la gente no es transigente.

Pero es verdad que yo sí que me lo he tenido que aplicar porque yo me he metido en fregados muy gordos. Por ejemplo, con el feminismo me he metido en fregados muy gordos y ha habido momentos de pensar «está todo el mundo abducido menos yo». Y es mentira. Y está pasando, lo noto, sobre todo los chavales jóvenes. Que por encontrarse esto de muy jovencitos y sin haber pensado mucho piensan que es todo mentira. Que a las mujeres no les maltratan.

Soto Ivars posa para las cámaras de THE OBJECTIVE – Foto: Carmen Suárez

P.- Hablabas de los jóvenes de la generación Z. El otro día publicó el Instituto 40dB para el Grupo PRISA un sondeo sobre la aceptación con el colectivo LGTB. Por ejemplo, en la cuestión de si debería haber un día del orgullo heterosexual o si les incomoda ver una pareja homosexual, los hombres de la generación Z destacan muy por encima de la media en responder afirmativamente a ambas preguntas. Y Soto Ivars escribe en La Trinchera de las Letras: «Pocos grupos sociales concitan tan estrechamente moralismo y transgresión como el movimiento queer o LGTB. Es uno de los momentos sociales más intransigentes, fanatizados y agresivos del momento». ¿Ve relación entre un sector muy joven de la población, Generación Z, nacidos a partir de esos 1990, y estos datos de la encuesta del Instituto 40 dB?

R.- Es exactamente de lo que estoy hablando. Vamos a pensar en dos temas LGTB y violencia machista. Yo me he criado en un país donde, siendo yo heterosexual, mayoritariamente heterosexual, viví en 2005 que la aprobación del matrimonio gay como una ganancia para mí. Me sentía realmente orgulloso de ser español en un momento en el que mi país era uno de los primeros que aceptaban jurídicamente a estas parejas ya como matrimonio. Y yo me sentí verdaderamente implicado en eso que era de un colectivo que hoy se tiende a ver por esta mierda de la batalla cultural como «ellos a lo suyo». Y que muchas veces desde el propio colectivo están con esas tonterías de si no eres gay no puedes interpretar a un gay en una película, vale.

Violencia machista. El tema de las mujeres maltratadas y asesinadas o solo maltratadas ha preocupado a los hombres lo bastante como para que en un parlamento sin paridad se aprobara la ley de VioGen, que fue un acto de caballerosidad inmenso de los hombres españoles, porque decían no te vamos a tratar a ti igual que a una mujer que hace lo mismo que tú y los hombres en España dijeron «vale».

Nos preocupa tanto esto de las mujeres que nos quitamos un derecho de encima. Eso fue así, no se contó así, no se contó que se estaba quitando un derecho a la mitad de la población y que iba a iniciarse el mundo de los juzgados específicos para esto y todo esto de las denuncias falsas que ahora tienen que ocultar, porque si no se les desmonta el tinglado. Pero en aquel momento todavía estas batallas culturales tenían suficiente poca fuerza, como para que estos gestos se vieran como de todos. Entonces decíamos «estamos hasta los cojones de que estos maltratadores de mierda, que son unos monstruos, abusen de las mujeres» y los hombres los primeros, no se vivía como estos contra nosotros.

No se vivía así. Y lo de los gays igual, ¿quién se manifestó contra el matrimonio gay? Los kikos, el Movimiento Neocatecumenal este de Kiko Argüello, que metía 2 millones de personas y parecía que era una cosa gigante. Pero Rajoy no quitó nada, fue a la boda de Maroto. O sea, la aceptación social era inmensa. Y nos concernía a todos, igual que la violencia doméstica nos concierne a hombres y mujeres. Hay que romper los marcos identitarios de la batalla cultural. Y estos chavales de la generación Z han caído en la trampa de no ser capaces de romperlos.

A los chavales que les dan asco los homosexuales tienen un problema porque han caído en la trampa de que los gays son una cosa como distinta. Es como una nación enemiga. Es lo que ha pasado con las mujeres y los hombres después de 20 años casi de batalla cultural del feminismo identitario, mucha gente ha caído en la trampa de creer que mujeres y hombres son naciones enfrentadas. 

P.- Incluso hay batallas dentro del feminismo o del colectivo LGTB.

R.- Pero pasa con el movimiento LGTB, que por desgracia habla a través de sus portavoces. Los portavoces son lo peor porque hablan en nombre de gente que no tiene nada que ver con ellos más que follarse a lo mismo. El día del orgullo es de todos. El día del orgullo es de todos y el 8 de marzo tendría que ser de todos. Es verdad que estos movimientos expulsan porque se han vuelto identitarios. Siempre lo fueron porque hay un núcleo de identidad grupal. Pero en la batalla cultural unas identidades chocan contra las otras todo el rato. Entonces es eso de que «los hombres en el 8-M tienen que ir detrás» o «no, tú te callas, que no sé qué».

Aquí en este libro pongo una idea que yo creo que se dice poco de la violencia machista: las víctimas son hombres y mujeres. Porque si a un guardia civil se lo cargaba ETA, ¿a qué la viuda era víctima de ETA? Pues cuando un tío mata a la mujer y esa mujer tiene padre, tiene hermano y tiene amigos, todas esas personas son víctimas. La guerra cultural nos ha hecho creer que los hombres matan a las mujeres ¿Pero qué clase de locura es esa?

Ni todas las mujeres son víctimas, detesto el lema ese de «nos está matando» A ti no te han matado. Ni todas las mujeres son víctimas, ni todos los hombres son verdugos. La sociedad, en todo caso, está concernida. Y la sociedad, en todo caso, se victimiza al considerar que esto es un problema suyo, de la sociedad. Pero eso es romper el marco de las leyes de la guerra cultural. Eso es seguir las enseñanzas de Martin Luther King, que decía «yo soy blanco», o sea que no quiero que sea diferente. Yo quiero ser como los blancos, normal. 

«Mucha gente ha caído en la trampa de creer que mujeres y hombres son naciones enfrentadas»

P.- ¿Hay un cabreo entiendo del del hombre o si no del adolescente heterosexual?

R.- Si fuera adolescente yo sería más facha ahora que la hostia. Yo era tocapelotas, ¿Por qué escuchaba a Albert Plá? Porque le jodía un montón a mucha gente y eso era lo que escandalizaba. Entonces, ¿Hoy qué escandaliza en un Instituto público de Moratalaz? ¿Qué puedes hacer para epatar a los profesores? Decir ¡Viva Franco! Pero es que lo están diciendo

¿Qué pasa? Que con el fascismo, igual que con todas las ideologías radicales, se empieza de broma y se acaba en serio. Es un movimiento interesante de ver, porque creo que hay unos chavales que están contestatarios y eso es una constante en la historia, pero creo que hay algunos que van a perder de vista que parte empezó como parodia o como irritar al profe y que parte de su pensamiento real.

P.- O sea que es un problema que pueda haber una parte de los jóvenes que tomen la broma y la lleven a la realidad. 

R.- El problema es que les adoctrinen de esa manera tan burda y que les convenzan tan jóvenes de que son víctimas de las mujeres. Que al final es lo mismo que les pasa a las chicas. A las chicas, las adoctrinan de que son víctimas de los hombres desde que nacen. Y estos chavales están sintiendo que son víctimas de las mujeres. Se están volviendo misóginos. Sí, pero eso es el adoctrinamiento. El adoctrinamiento siempre funciona en la dirección que quiere el adoctrinador y la contraria a la vez. Porque en una parte genera adhesión y otra genera rechazo. Y cuanto más burdo es, más adhesión y más rechazo.

P.- Habla sobre el Ministerio de Igualdad. Dice «es un grupo de activistas sin oficio ni beneficio que dirigió Igualdad con la complicidad de la prensa. El saldo de su gestión han sido más delitos sexuales, más tensión entre los sexos y un aumento difícil de calcular del miedo y la paranoia de las mujeres jóvenes acerca de su seguridad sexual. Pero todo esto, según las activistas, prueba que tienen razón»

R.- Está siendo muy divertido este momento porque a los gays les han dicho que crece la homofobia, que los van a pegar y les van a pegar por la calle y a las mujeres que las van a violar en manada y cosas así. Y ahora tiene la izquierda el lío de esto que publica Ondarra, ¿Quién es más homófobo en España? Es en términos generales, pues los de cierta religión. Hay más homofobia en ese sector.

No digo que no haya en el otro, pero hay más homofobia y una homofobia un poco más violenta. Entonces ahora se van a encontrar con que primero te meten el miedo, como si el que te va a pegar es una especie de señor de Casa Pepe con bigote, Martínez ‘el facha’. Y luego resulta que no es Martínez ‘el facha’, que es de un pueblo al que tú no puedes ni siquiera mencionar. Entonces van a tener un problema gordo porque han metido un miedo que sigue siendo exagerado en el caso de la inmigración. O sea, España es un país seguro.

Se han abierto grandes pánicos sociales a ataques por la calle de distinto tipo contra mujeres y homosexuales. Esto lo ha hecho la izquierda, se ha abierto ese melón. Ahora se está empezando a hablar de la identidad, ¿Por qué solo se habla de una manada? Todo el mundo lo sabe. La manada de Pamplona ¿Cuántas manadas hay? Luego lo dice Vox y a mí me da rabia que sea el único que lo dice. Pero es que ya no saben cómo salir del laberinto en el que se han metido. Ya no saben cómo salir. La izquierda se ha pegado un tiro en el pie.

P.- Una pequeña conclusión que saco de leerle es que la política que peor le cae es Irene Montero.

R.- La echo de menos y a Ángela Rodríguez ‘Pam’, más todavía. Porque ahora tenemos a Óscar Puente, que sí que da juego. Pero a mí me interesa más el feminismo que los ferrocarriles. Entonces yo sacaba mucho partido de ellas, echo de menos ese Ministerio de Igualdad. Es verdad que cuando Ana Redondo se puso a gritar en el Congreso, bueno. Sin embargo, de vez en cuando Redondo dice cosas que me parecen razonables. Entonces yo como columnista, necesito políticos de mierda. 

P.- ¿Óscar Puente no le termina de convencer?

R.- Lo mejor de Óscar Puente es la belleza física. Todo lo demás regular. 

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