'Mentiras de mujeres': el engaño como fracaso
Anagrama publica un libro de relatos de la escritora rusa Liudmila Ulítskaya centrados en la simulación femenina
Tanto los hombres como las mujeres mienten, pero cada cual lo hace a su manera. Si la creación literaria partiera de una hipótesis, esa podría ser la de la escritora rusa Liudmila Ulítskaya (1943) en Mentiras de mujeres (2002); Anagrama, 2024, trad. Marta Rebón), un libro de relatos entrelazados que explora las aparentes singularidades de los engaños que salen por la boca de ellas. Los protagonizan mujeres de diferentes edades, orígenes y circunstancias vitales, unidas por un nexo: Zhenia, una narradora más testimonio que protagonista, que aporta la mirada de quien es víctima de la invención y reacciona (o no) a ella, o bien, sin ser ella la engañada, es consciente de cómo tratan de convencer a un tercero con sus patrañas. Una mentira es un acto de comunicación, no tiene sentido si no existe un receptor al que engañar, de modo que el proceso se completa con la respuesta (o la decisión de no actuar, que es otra posibilidad) de Zhenia.
Ulítskaya, que se encuentra exiliada en Berlín desde el inicio de la guerra de Ucrania, es más conocida por novelas como Sóniechka (1992), Sinceramente suyo, Shúrik (2003) o Daniel Stein, intérprete (2006), por los que ha recibido premios tanto en su país como a nivel internacional (Médicis, Legión de Honor, Formentor). Desde hace años, además, su nombre forma parte de las quinielas para el Nobel. Es una autora crítica, exigente, afilada en la caracterización de los personajes y la radiografía social, y con un sentido del humor oscuro, del que resalta el patetismo de la naturaleza humana. En Mentiras de mujeres, todo esto se concentra en pocas páginas, por lo que su estilo incisivo y penetrante se agudiza aún más.
Pese a las apariencias, los textos no llegan a una conclusión acerca de la naturaleza de la mentira femenina; no se pretende hacer un ensayo. Más bien, nos dejan con preguntas, muchos pensamientos acerca de la fragilidad inherente en quien recurre a una treta. En el primer relato, «Diana», la nueva vecina de Zhenia le cuenta una historia personal para no dormir: en algo tan sencillo en apariencia, condensa reflexiones sobre la oportunidad de forjarse otra identidad entre desconocidos; la capacidad de la mentira para despertar emociones, en quien la enuncia y en quien la escucha, como si se tratara de una verdad (la ciencia dice que todo aquello que nos creemos, incluido el autoengaño, repercute en nuestro cerebro); o la presión social por el éxito, o lo que entendemos como tal, que puede llevar a algunos a inventarse una vida paralela para despertar admiración.
Esta idea –la mentira como una forma de ocultar el fracaso personal, llámese miseria, propósitos incumplidos o desamor– es una constante en los textos, algo así como el motivo de fondo, aunque Ulítsakaya se las arregla para sacarles más partido. «Mi hermano Yura», por ejemplo, narra cómo una muchacha se integra en el grupo que la marginaba haciéndose la interesante. La mentira no solo la beneficia a ella, al sacarla del ostracismo, sino que tiene consecuencias secundarias beneficiosas para todos: los demás niños dejan sus juegos habituales y, siguiendo la pauta que les marca ella, aprenden a desarrollar la imaginación. Las patrañas de la chiquilla ponen a Zhenia en un compromiso: no sabe si delatarla porque, al fin y al cabo, el engaño ha traído una situación mejor para todos.
Menos ingeniosas son las fantasías de «Fin de la historia» o «Una buena ocasión», que ponen de relieve hasta qué punto la ficción ha alimentado un ideal determinado de felicidad. En el primero, una adolescente cuenta en voz alta lo que no debería haber salido de un ensueño de antes de dormir, con la particularidad de que perjudica a un tercero. En el segundo, unas prostitutas de Zúrich a las que Zhenia entrevista fingen ser unas Cenicientas modernas a las que el príncipe tarde o temprano encontrará. Su mentira puede tener un punto de dignidad desesperada, en el sentido de preferir simular que todo va bien antes que inspirar compasión en una desconocida a la que no perciben como a una igual; pero a Zhenia le provocan más lástima si cabe, por cómo la argucia las infantiliza, pone en evidencia su vulnerabilidad, su incapacidad para proyectar otro futuro agradable que no sea el final feliz de las películas.
Fantasmas personales
El contraste entre la clase social de Zhenia –una mujer de letras, cultivada, a la que al principio conocemos como una joven madre que hace su tesis y a lo largo del libro la vemos evolucionar hasta la madurez– y las demás mujeres es otro aspecto importante: en ocasiones, la mentira puede ser un intento de impresionar a quien se tiene en alta consideración, o de burlar a quien se desprecia. Las diferencias sociales también son, por otro lado, el origen de muchas fantasías: en «Un fenómeno de la naturaleza», una estudiante idealiza a una profesora que encarna lo opuesto al mundo del que ella procede –la elegancia de la maestra instruida frente a la rudeza de la familia de industriales–. La chica no sabe, sin embargo, que no es oro todo lo que reluce en la escena bohemia; y descubrir el engaño será su particular rito iniciático.
Por último, cierra el volumen «El arte de vivir», el relato más extenso, que en principio parece indagar en la frontera entre la buena voluntad y la intromisión intimidante, con la figura de una vecina entrometida como eje. Sin embargo, eso es solo el comienzo, y la evolución de los personajes –empezando por Zhenia, que aquí adquiere más peso– hace que las primeras impresiones se llenen de matices. ¿De verdad se puede partir de cero? ¿Podemos cambiar la percepción que los demás tienen de nosotros? ¿Qué papel juega la religión, la creencia, en la relación con la mentira, que no deja de ser una construcción mental más? ¿La dedicación a los otros puede ser una forma de escapar de los fantasmas personales? ¿Hasta qué punto nos habituamos a la mentira por cortesía, por no desplantar a quien no nos gusta pero se porta bien con nosotros?
Muchas, muchas preguntas; justo lo que se le pide a un libro. Tomando como origen la picardía de Penélope para deshacerse de sus pretendientes mientras esperaba el retorno de Ulises, la autora plantea seis situaciones en las que las mujeres no mienten por motivos tan nobles, sino que pretenden encubrir una carencia, hacer ruido para no enfrentar un vacío que asusta. Responden a una necesidad: de integración, de eludir el sufrimiento. Y todo esto se escribió, no lo perdamos de vista, antes de las redes sociales y esta vida a través de las pantallas. Como los grandes escritores, Ulítsakaya anticipa de forma brillante lo que se ha convertido en un problema capital de nuestras sociedades. Puede que la mentira no sea más que el traje del fracaso, y lo que tendría que darnos miedo no es el engaño, sino la inconsistencia de un ideal que nos empeñamos en perpetuar a pesar de su falta de solidez. Con esa mentira empieza todo.