Los dos autores negros que se mudaron a España huyendo del racismo en EEUU
Frank Yerby y Chester Himes fueron dos exitosos escritores estadounidenses que hace más de medio siglo encontraron en nuestro país su lugar de residencia ideal
No nos acordamos casi nunca de ellos, pero hay buenas razones para recordarles. Aparte del valor intrínseco de sus novelas, reunieron el coraje para huir del país más poderoso de Occidente, cimentado sobre una sociedad jerarquizada racialmente desde su propia fundación. Los escritores estadounidenses Frank Yerby y Chester Himes vivieron la última etapa de su vida, durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX, en suelo español, escapando a una realidad deleznable en su territorio natal: la marginación por el color de su piel. Ambos destacarían en el mismo oficio, como fabulador de westerns en el escenario del Sur esclavista, el primero; y como renovador del género negro —y redefinidor del barrio de Harlem como espacio mítico de novela negra—, el segundo.
Va siendo hora de que nuestra memoria también recupere sus figuras.
Un extranjero en su país
Frank Yerby nació en 1916 en Augusta, ciudad sureña de Georgia, uno de los siete estados confederados originales. Por tanto, conoció el racismo en toda su virulencia. Hijo de profesora escocesa y portero de hotel afroamericano, estudió en instituciones «para negros» como la Fisk University de Tennessee y se empleó como profesor de lengua en universidades también para negros.
Aunque en sus pinitos literarios coqueteó con la poesía, el detonante de su carrera llegó cuando la revista Harper’s Magazine publicó en 1944 un relato suyo que obtendría el premio O. Henry Memorial. Por razones acomodaticias, comprendió que la mejor manera de colocarse en el panorama editorial de esos años era especializándose en ficciones históricas situadas en el Sur previo a la guerra de Secesión. Su primera novela, el romance del Oeste Mientras la ciudad duerme/The Foxes of Harrow (1946), llegó a vender más de un millón de ejemplares en los EEUU, todo un hito para un autor afroamericano. Aunque sus personajes protagonistas solían ser blancos, su representación de la población negra se alejaba diametralmente del estereotipo sumiso y feliz que poblaba los títulos superventas de entonces. Poco a poco le fue otorgando mayor protagonismo a dicha representación, hasta dotarla de un peso ineludible como testimonio crudo de los horrores de la esclavitud (así lo plasma, antes del boom Raíces, en Negros son los dioses de mi África/The Dahomean, de 1971).
En España, las románticas y violentas novelas de Yerby fueron editadas con profusión por Planeta y también dentro de la célebre colección popular Libros Reno de Plaza y Janés, pero su conexión con nuestro país es mucho mayor: en 1952, Yerby abandona el suyo en protesta por la discriminación racial («Yo era tan extranjero en los EEUU como James Joyce en Dublín», confesará a José Mª Íñigo en un Estudio Abierto de 1984) y se muda a Niza. Tres años más tarde se instala definitivamente en Madrid, donde se casará con la española Blanca Calle Pérez en 1956. Desde entonces, saca un libro por año («Mi método de trabajo es el de un fontanero», afirmaba), ampliando su temática a dramas de época en coyunturas históricas como la Revolución Francesa e incluso al fresco contemporáneo, como cuando se ocupa de la Transición Española en Una rosa para Ana María (1976). En 1991, tras pasar treinta y cinco años de su vida en la capital española y vender más de sesenta millones de libros, fallece de una insuficiencia cardíaca. Sus restos están enterrados en el Cementerio de la Almudena.
Mientras en Estados Unidos el legado de Yerby es cada vez más reconocido por su mérito como aportación pionera en la construcción de la identidad afro dentro de la cultura popular (y por autores que confiesan su deuda literaria para con sus treinta y tres novelas, como el propio George R.R. Martin), en España ha pasado a engrosar la lista de narradores semiolvidados y sin reeditar desde los años 80.
El deseo de ser uno más
Chester Himes (Missouri, 1909 – Alicante, 1984) también haría el mismo recorrido migratorio de Yerby con escala en Francia. Primero cambiaría el territorio natal por París durante los años 50; más adelante, preferiría el clima mediterráneo, por lo que junto a su esposa, la británica Leslie Packard, se mudaría a la localidad alicantina de Moreira en plena Costa Blanca, donde pasó los últimos quince años de su vida, hasta que el Parkinson se lo llevó.
La animadversión de Himes a continuar residiendo en los Estados Unidos estaba más que fundada: de niño había presenciado cómo su hermano, cegado por la explosión de unos elementos químicos durante un trabajo para la escuela, no era admitido en el hospital más cercano debido a su raza. La ira interiorizada del propio autor cristalizó en un atraco a mano armada por el que sería condenado a prisión de 1928 a 1936. Entre rejas comenzó a escribir, centrándose primero en una plasmación directa del racismo en su país. Sin embargo, durante su etapa parisina cambió de tercio temático y decidió crear su Ciclo de Harlem, saga criminal protagonizada por los policías Ataúd Johnson y Sepulturero Jones para la mítica colección Série Noire de la editorial Gallimard, abriendo fuego con la hilarante Por el amor de Imabelle (1957).
La incursión de Himes en el género negro fue una explosión de sexo, violencia y jocosidad que no encajaba en la literatura estándar de denuncia. Eran historias donde la cultura negra imponía su ley, donde las normas del gueto funcionaban sin necesidad de la aprobación blanca, lo que hizo enarcar la ceja de más de un «contestatario puro» y de casi todos los integrados. Pero eso no hace su obra menos militante ni contundente contra el racismo: al contrario, empodera el modo de vivir afroamericano en la gran urbe sin la condescendencia de la sociedad biempensante que, en cierto modo automático y persuasivo, tiende a exigir a todas las minorías un «modo de vida blanco».
Himes, al igual que Yerby, era consciente de su alienación en los EEUU y de cómo su vida resultaba más aliviada y libre en Europa, tal como expresa en esta entrevista con Michel Fabré, recogida en la revista cultura Los Cuadernos del Norte: «Aquí el negro es alguien normal, un encuentro entre un negro y un blanco no tiene nada de grotesco, no es ni chistoso ni sádico. No es ciertamente el caso de América, ni siquiera hoy que la situación ha evolucionado tanto. (…) El racismo podía verse. Lo contaminaba todo».
Dado que ambos permanecieron aquí hasta el final de sus días, resulta razonable pensar que tanto Yerby como Himes disfrutaron de su prolongada estancia en España, un país también con sus dosis de racismo, pero sin el trauma étnico que caracteriza la génesis de su patria. Lo que ya no resulta tan razonable es que la vida cultural española los haya olvidado completamente. Claro que quizá eso era lo que ambos buscaban al instalarse en nuestro país: ser uno más, alguien visto y olvidado… algo tan común en nuestro talante atávico.