Nuestro sello en la tabla periódica (II): los hermanos Elhuyar, descubridores del wolframio
Juan José y Fausto d’ Elhuyar aislaron este elemento químico, también llamado tungsteno, en 1783
Como ya recordamos la semana pasada en este mismo podcast, tres elementos de la tabla periódica fueron descubiertos por españoles. En el episodio anterior, hablamos del platino, un metal precioso descubierto por el marino de la Armada española Antonio de Ulloa. Hoy nos centraremos en los hermanos Juan José y Fausto d’ Elhuyar, que hallaron por primera vez el wolframio. Y la semana que viene nos fijaremos en la vida de Andrés Manuel del Río, descubridor del vanadio.
Así pues, los hermanos Juan José y Fausto d’ Elhuyar nacieron respectivamente en 1754 y 1755 en Logroño. De espíritu precoz y curioso, ambos se beneficiaron del espíritu ilustrado de su época. Así, fueron becados por el Gobierno para ir a formarse en ciencias a París, donde estudiaron durante cinco años, con particular atención a la química.
Dos mentes de ciencia en un tiempo ilustrado
A su vuelta de Francia, los dos hermanos fueron admitidos en la Sociedad Vascongada de Amigos del País, el organismo ilustrado pionero de este tipo en España. Fue bajo el patrocinio de esta institución como Juan José y Fausto fueron enviados a la ciudad alemana de Freiberg a estudiar minería y geología. En aquellos años, los dos hermanos recorrieron Europa formándose en las más novedosas técnicas. Juan José, por ejemplo, estuvo un tiempo en la ciudad sueca de Uppsala. Por su parte, Fausto pasó cuatro años como catedrático de universidad en Viena.
En esos años, Juan José y Fausto d’ Elhuyar tomaron contacto con destacados químicos de la época, algunos de los cuales estaban centrados en hallar y estudiar nuevos elementos. De esta forma, Juan José y Fausto asistieron al científico sueco Peter Jacob Hjelm, el primero en aislar el molibdeno en 1781.
Pero los hermanos iban a hacer su propia contribución a la tabla periódica. En el verano de 1783, los dos hermanos volvieron a coincidir en España, concretamente en Vergara. Allí, ambos comenzaron a trabajar sobre un curioso mineral que habían observado por primera vez en Centroeuropa. Tras varios intentos de aislamiento por fundición y también haciéndolo reaccionar con ácidos, los dos hermanos dieron con un nuevo elemento, al que bautizaron como wolframio. Así lo presentaron públicamente en Vitoria, lugar desde el cual comenzó su difusión por todo el mundo. El hallazgo del wolframio, también llamado tungsteno, tiene un mérito particular, ya que fue el primer elemento químico descubierto sin ser extraído directamente de la naturaleza. Esto se debe a que no se presenta de forma pura, sino siempre en combinación con otros elementos.
Rumbo a América
Es en este punto donde el camino de los dos hermanos vuelve a separarse, al menos temporalmente. Por una parte, Juan José partió a América, al virreinato de Nueva España, encargado por el Gobierno para ocuparse de dirigir las minas de la región. Allí, entabló contacto con el sacerdote y científico español José Celestino Mutis, del que hablaremos en otra ocasión, y que se convirtió en mentor y protector del riojano. Con todo, los años americanos de Juan José no fueron fáciles. Las dificultades para poner en marcha su idea para gobernar las minas, unidas a su soledad, llevan a los historiadores a afirmar que pudo incluso pensar en el suicidio. Pasó sus últimos años continuando sus investigaciones sobre minería y geología, hasta su muerte en 1796.
Distinta fue la experiencia de Fausto. Tras un breve paso por París y Viena, partió también a América, en su caso como director de las minas de Nueva España, la actual México. El aumento de la producción bajo su mandato provocó el posterior nombramiento de Fausto como director general del Cuerpo de Minas. Cuando México logró su independencia de España, Fausto volvió a la península. Ocupó entonces el cargo de director general de Minas y formó parte de la Junta de Fomento de la Riqueza del Reino. Murió en Madrid en 1833.
El wolframio
De todos los metales en forma pura, el wolframio es el que se funde a una mayor temperatura, nada menos que a 3.410 grados centígrados. También en forma pura, algunas de sus aplicaciones son en la fabricación de filamentos para bombillas eléctricas, tubos de rayos X y de televisión o distribuidores de coches. Asimismo, fue muy destacado su uso por parte de la Alemania nazi, que lo empleó como blindaje de la punta de los proyectiles antitanque.
En aleación con otros materiales, se usa también en las puntas de los bolígrafos, en herraduras de caballos, en escudos contra la radiación o en la fabricación de tubos fluorescentes.
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