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Ilustres olvidados

Nuestro sello en la tabla periódica (III): Andrés Manuel del Río, descubridor del vanadio

Este químico madrileño halló el elemento químico número 23 al analizar un tipo especial de plomo en México

Nuestro sello en la tabla periódica (III): Andrés Manuel del Río, descubridor del vanadio

Retrato de Andrés Manuel del Río. | Rafael Ximeno y Planes

Como venimos recordando en las dos últimas entregas de esta sección, tres elementos de la tabla periódica fueron descubiertos por españoles. Si Antonio de Ulloa halló el platino y los hermanos D’ Elhuyar, el wolframio, esta semana nos fijamos en la vida de Andrés Manuel del Río, descubridor del vanadio.

Andrés Manuel del Río fue ante todo un hombre de la Ilustración y un gran científico destacado en multitud de ámbitos. Nació en Madrid en 1764. Recibió una excelente formación en latín, griego, teología, física y matemáticas. Sus aptitudes para la ciencia impresionaron a sus profesores, lo que le valió una beca del Gobierno para formarse en mineralogía y geometría subterránea.

De Europa a México

Más adelante, el joven tuvo la oportunidad de estudiar en París, donde amplió sus conocimientos en química, anatomía, fisiología y otros saberes. Con ese bagaje, amplió su formación en Sajonia y en Hungría. Allí entabló contacto, entre otros, con Alexander von Humboldt, que años después pasaría a ser considerado como el científico más importante de su tiempo.

Tras haberle facilitado la mejor preparación, la Corona lo envió a Nueva España para ser profesor de mineralogía en el Seminario de Minería de México. Quien lo recomendó para el cargo fue Fausto d’ Elhuyar, de quien ya hablamos la semana pasada. En los años siguientes, por tanto, Del Río se entregó por completo a la actividad docente y a publicar varios escritos científicos. Además, también colaboró en la mejora del sistema minero de la Corona en Nueva España.

Un descubrimiento espinoso

En 1801, Andrés Manuel del Río realizó el descubrimiento por el que pasaría a la historia, el vanadio. Su hallazgo, eso sí, estuvo marcado por la polémica. Del Río lo encontró al analizar una muestra de plomo pardo en la ciudad mexicana de Zimapán. El comportamiento de este mineral a distintas reacciones le hizo sospechar que en la muestra había presente un nuevo elemento, al que bautizó con el nombre de eritronio por el color rojo (del griego erythro).

Sin embargo, cuando Del Río comentó su descubrimiento con su amigo Von Humboldt, este le transmitió sus dudas de que efectivamente hubiera descubierto un elemento nuevo, pensando que se trataba de cromo, que se había hallado pocos años antes. Para aclarar la cuestión, Del Río le entregó a Von Humboldt muestras de plomo pardo y este se las pasó al químico francés Victor Descotils. El científico galo apoyó la teoría de Von Humboldt de que lo que Del Río había hallado era cromo y no un elemento nuevo.

No fue hasta casi treinta años después, cuando el químico sueco Nils Sefstrom comunicó el hallazgo de un nuevo elemento, al que bautizó como vanadio en honor a la diosa nórdica Vanadis. Sesfrom se habría apuntado el tanto del descubrimiento de no ser por otros dos químicos, Woehler y Berzelius, que señalaron que lo que este había hallado era lo mismo que Del Río había encontrado tres décadas antes.

Del Río, entonces, trató de reivindicar la autoría del descubrimiento, pero esta no se le concedió. Eso sí, no fueron pocos los científicos extranjeros que le apoyaron; por ejemplo, el estadounidense George William Featherstonhaugh defendió que el vanadio debería llamarse ‘rionium‘ en honor a Del Río, pero esta sugerencia no prosperó. A pesar de todo ello, hoy nadie duda en apuntar al químico español como el descubridor de este elemento.

Hoy en día, la mayor parte del vanadio que se produce se utiliza como aditivo en aceros. Como usos más residuales, también se emplea en la fabricación de reactores nucleares y de imanes superconductores.

Últimos años

Las últimas décadas de la vida de Andrés Manuel del Río estuvieron marcadas por el proceso de independencia de México. Cuando esta finalmente se produjo, en 1821, el químico madrileño decidió quedarse en el antiguo territorio de Nueva España para impulsar las instituciones científicas del recién fundado país, lo que le granjeó un gran cariño y respeto por parte de la sociedad mexicana.

La obra científica de Del Río fue muy extensa y se difundió en varios idiomas. Sus publicaciones superan el medio centenar y, además del vanadio, abarcan investigaciones tan diversas como nuevos minerales, análisis químicos, mejora de métodos metalúrgicos o estudios geológicos. Murió en Ciudad de México el 23 de marzo de 1849.

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