Andrés de Urdaneta y el tornaviaje: el muñidor comercial del Imperio español
Este marino vasco descubrió una ruta comercial clave de 14.000 kilómetros para conectar Filipinas y México
No por manida deja de ser cierta esa frase que a Los Nikis tanto les gustaba, la de que en el Imperio español no se ponía el sol. En efecto, en tiempos de los Austrias Mayores, nuestros dominios se extendían a lo largo de miles de kilómetros y de tres continentes: Europa, con la España actual, Nápoles y Flandes; América, con presencia desde California hasta Argentina; y Asia, con las islas Filipinas.
Para mantener esos vastos territorios hacía falta un ejército de primera, y desde luego España lo tenía, con los Tercios y con la Armada, la mejor de su tiempo. Pero la otra pata sobre la que se sostiene cualquier imperio es el comercio. Hoy nos centraremos en esta segunda faceta y en el hombre que hizo posible la comunicación entre Madrid y Manila.
Andrés de Urdaneta nació en Villafranca de Ordizia, Guipúzcoa, en 1508. De familia noble, su padre era el alcalde del pueblo y el joven Andrés recibió una sólida formación, destacando en matemáticas. Luego veremos que esto es importante. Se ve que Andrés era inquieto porque a los 17 años se enroló en la expedición de García de Loaisa, que iba a las Molucas.
La pugna por las Molucas
Aquí, es preciso hacer un alto en el camino para explicar la importancia estratégica de este archipiélago. Las también llamadas islas de la Especiería eran un lugar clave por ser uno de los únicos lugares del mundo donde estaban presentes el clavo y la nuez moscada, especias muy preciadas tanto por el sabor que aportaban a las comidas como por su capacidad para conservar alimentos.
España y Portugal llevaban décadas disputándose el control de estas islas. Los portugueses recorrían la ruta oriental, navegando hasta el cabo de Buena Esperanza, bordeando el sur de África y después dirigiéndose hacia las Molucas en dirección noreste. Los castellanos, por su parte, al haberse confirmado la esfericidad de la Tierra, decidieron que tratarían de llegar a las islas navegando hacia Occidente. La primera gran expedición con este fin no fue otra que la de Magallanes y Elcano, que acabó dando la primera vuelta al mundo. Cuando Elcano llegó a las Molucas, eso sí, volvió a España por la ruta portuguesa, algo que no era sostenible a largo plazo porque esas aguas las controlaba el reino vecino y se sufría el riesgo de ser interceptado.
Así pues, el nuevo plan consistía en partir de la península Ibérica, hacer escala en los dominios españoles en América y de ahí seguir navegando hacia occidente hasta Filipinas. Hasta Filipinas y no hasta las mismas Molucas, porque por Filipinas pasaba todo el comercio del sudeste asiático, incluido el de las especias. Una vez en Asia, la idea era desandar el camino y dirigirse a oriente, para volver a llegar a México. Sin embargo, esa última parte del viaje, el llamado tornaviaje, se les estaba atragantando a los marinos españoles, ya que las corrientes eran favorables para la singladura entre Nueva España y Filipinas, pero no para la ruta Filipinas-México.
Pero volvamos a Andrés de Urdaneta. El joven partió en la expedición mandada por García de Loaisa y allí permaneció ocho años. En ese tiempo, se enviaron otras flotas con ánimo de traerles de vuelta navegando hacia oriente, rumbo a México, pero los intentos fueron infructuosos. Una experiencia, no obstante, de la que Urdaneta aprendió para el futuro. Con el tratado de Zaragoza, firmado en 1529, las Molucas pasaron a dominio portugués, por lo que Urdaneta y sus compañeros pusieron rumbo a España por la ruta lusa y, por tanto, dando la vuelta al mundo. Eso sí, al desembarcar en Lisboa, los portugueses arrebataron a Urdaneta todos sus mapas y apuntes. El joven consiguió escapar e informar de todo a la Corona española.
No duró mucho Urdaneta en la península. Volvió a embarcarse rumbo a México, donde pasó varios años participando y hasta liderando diversas expediciones por aquellas aguas.
Andrés de Urdaneta y el tornaviaje
En 1553, Urdaneta da un giro inesperado a su vida. Ingresa como fraile agustino en el convento de Ciudad de México y se ordena sacerdote. De esta forma, el marino vasco se apartaba aparentemente de los asuntos del mundo y de los mares. Así llevaba seis años cuando el rey en persona vino a sacarle de aquel retiro. Felipe II escribió a Urdaneta una carta de su puño y letra pidiéndole que liderase la expedición que el virrey de Nueva España, Luis de Velasco, preparaba hacia Filipinas para tratar de dar con el tornaviaje: «Yo vos ruego y encargo que va[yá]is en dichos navíos y hagáis lo que por el dicho virrey os fuere ordenado, que, además del servicio que haréis a Nuestro Señor, yo seré muy servido», le escribió el rey.
La expedición, comandada por otro ilustre marino vasco, Miguel López de Legazpi, partió el 21 de noviembre de 1564 del puerto de Navidad, en México. El rumbo, marcado por Urdaneta, era secreto y Legazpi sólo leyó las órdenes a la tripulación cuando ya se encontraban en alta mar. Llegaron sin incidencias a Filipinas el 13 de febrero de 1565. Allí, la expedición se dividió: Legazpi se internó en las islas para afianzar el dominio español y acabaría por fundar la ciudad de Manila; Urdaneta tomó entonces la nao San Pedro y tomó la ruta que, según sus cálculos, se convertiría en el ansiado tornaviaje que les llevaría de vuelta a México.
La embarcación navegó muy hacia el norte, un rumbo muy contraintuitivo, pero Urdaneta sabía lo que hacía. Casi llegando a Japón, el marino-fraile se adentró en la cálida corriente marina del Kuroshio, una autopista marina que les condujo sin grandes dificultades hasta California. Desde allí, fueron bordeando la costa oeste de los actuales Estados Unidos hasta arribar con éxito a Acapulco el 8 de octubre de 1565. El viaje recorrió más de 14.000 kilómetros.
Forges (El País).
La ruta comercial más importante de su tiempo
Es difícil exagerar el mérito y la importancia de la ruta descubierta por Andrés de Urdaneta. En unos pocos años, Manila se convirtió en el epicentro del comercio mundial, uniendo China, América y Europa. Tampoco es hiperbólico decir que Urdaneta se convirtió, con su hallazgo del tornaviaje, en el muñidor comercial del Imperio español. Fue gracias a él que se consiguió conectar los tres continentes en los que España tenía dominios. La flota de Indias y su buque insignia, el famoso galeón de Manila, pudo así iniciar sus expediciones en la España peninsular —primero desde Sevilla y luego desde Cádiz o Sanlúcar de Barrameda—, hacer escala en México (concretamente en Veracruz) y salvar el océano Pacífico hasta llegar a Manila, en Filipinas.
Esa ruta comercial se convirtió en la más importante de su tiempo y todavía hoy es una de las principales del mundo. Además, fue la primera en lograr la hazaña de cubrir dos océanos y se mantuvo ininterrumpida durante 250 años exactos: desde 1565 hasta 1815, cuando la guerra de Independencia de México cortó el recorrido. Por cierto, pese al empeño de los corsarios británicos, en esos 250 años sólo se apresaron tres galeones de Manila.
Andrés de Urdaneta informó personalmente a Felipe II del éxito de su empresa y volvió a su convento en México. Murió tres años después, en 1568.
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