Pedro Casanove, el navarro que puso la primera piedra de la Casa Blanca
Este comerciante se abrió paso en la sociedad estadounidense hasta convertirse en un gran prohombre de la época

La fachada sur de la Casa Blanca. | Creative Commons
Como manda la tradición, el próximo 20 de enero, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tomará posesión de su cargo, aunque esta vez no al pie de la escalinata del Capitolio, sino en la rotonda del mismo, debido al frío extremo. El magnate arrancará así su segundo mandato ocupando el Despacho Oval, en la Casa Blanca. Un emblemático edificio que, lo crean o no, tiene una conexión muy especial con España.
Pues sí, aunque parezca difícil de creer, la residencia presidencial más famosa del mundo —con permiso del número 10 de Downing Street— tiene su origen, en cierto sentido, en un español. Su nombre, Pedro Casanove.
Pedro Casanove, o Casenave, nació en un lugar de Navarra de cuyo nombre la historia no ha querido acordarse. Eso sí, parece que vino al mundo en torno a 1766. Era el decimotercer hijo de sus padres, tal vez por eso, con tanto hermano, los detalles sobre su alumbramiento nos han llegado un poco borrosos. También por figurar tan abajo en el escalafón de la prole, el bueno de Pedro no pudo optar a los caminos profesionales a los que tradicionalmente iban destinados los hermanos mayores, tales como la administración de las propiedades de la familia, la carrera eclesiástica o la militar. Ante tal panorama, el joven hizo el hatillo y se embarcó para hacer las Américas.
Comerciante y ‘sobrino de su tío’
En concreto, Pedro arribó a las costas de Estados Unidos en 1785, cuando el citado país acababa apenas de constituirse y de lograr su independencia de Gran Bretaña. ¿Y a qué se dedicó allí? Pues de entrada a un negocio que todavía hoy sigue triunfando entre aquellos españoles que se aventuran al extranjero, el de vender jamón, aceite y otros productos patrios. Aunque a eso le añadió, atención, otro producto de lo más curioso: unos polvos para el pelo que él llamaba milagrosos.
Pero, antes de continuar con la historia de Pedro, es imperativo hablar de su tío, Juan de Miralles, que le abrió las puertas de esos nuevos estados recién unidos. Este alicantino, que en un principio se dedicaba al comercio de negros, vio los cielos abiertos con el estallido de la guerra de Independencia estadounidense. Durante la contienda se dedicó al contrabando de pólvora, armas y provisiones. En el esfuerzo de la Corona española por apoyar a los rebeldes americanos contra Gran Bretaña, Miralles pasó a ser un agente extraoficial del Rey. En ese contexto, llegó a hacerse gran amigo del mismísimo George Washington. Esa conexión le acabó granjeando a Miralles el puesto de ministro plenipotenciario de España en Estados Unidos.
Influencia urbanística y universitaria
Volviendo a Pedro Casanove, aunque este llegó al nuevo país americano cuando su tío ya había muerto —por cierto, falleció en la propia casa de Washington, hasta ahí llegaba su amistad—, el parentesco con Miralles pronto le abrió muchas puertas. De esta forma, el navarro fue abriéndose paso en la sociedad del Distrito de Columbia. De los jamones pasó al mundo de la especulación urbanística, vendiendo terrenos en la futura ciudad de Washington, fundada en 1790. Este pelotazo le permitió a Peter Casanove, como se hacía llamar, pasar a formar parte de la alta sociedad de la nueva capital del país, habiendo logrado además la nacionalidad estadounidense. Para afianzar su posición, se casó en 1791 con Ann Nancy Young, hija de otro importante empresario del ladrillo.
Su siguiente movimiento fue poner un pie en lo que hoy es la prestigiosa Universidad de Georgetown, entonces llamada Georgetown College. De entrada, Casanove se matriculó como alumno para mejorar su pobre inglés y, para continuar, se convirtió en una especie de facilitador de becas para los estudiantes que no podían costearse la educación en el centro.
De la logia a la Casa Blanca
Y, de la universidad, a la logia. En efecto, Casanove se hizo francmasón, y además llegó bien arriba. En concreto, alcanzó la posición de Gran Maestro de la logia número 9 de Maryland. Muy probablemente fue esa posición de influencia la que le llevó a gozar de dos de los principales honores de su vida. El primero, el de convertirse en el quinto alcalde de la historia de la ciudad de Georgetown, apenas ocho años después de llegar a Estados Unidos.
Pero sin duda el hecho más llamativo en toda la biografía de este curioso personaje llegó el 12 de octubre de 1792. El día exacto en que se cumplían 300 años de la llegada de Cristóbal Colón a América, Pedro Casanove puso la primera piedra de la Casa Presidencial, nada menos que la que hoy conocemos como la Casa Blanca.
No sabemos mucho más de la vida de Pedro Casanove, además de que falleció en 1796, con una edad cercana a los 30 años. Pese a su juventud, su vida quedó para la historia por su vinculación con uno de los edificios más icónicos del mundo.
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