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Cultura

Hijos de tres padres

«Son familias que tienen en frente la incomprensión de los considerados normales y el furor de una rama del feminismo»

Hijos de tres padres

Una pareja de lesbianas junto a su hijo y al donante de esperma que lo engendró. | Whitehotpix Exclusives (Zuma Press)

«La normalidad no existe. Habría que borrar del lenguaje la palabra normal. Nadie es completamente normal», dice una muchacha en un reportaje en francés de Laure Granjon sobre los hijos de familias homosexuales o de madre única que recurren a la maternidad asistida o a la gestación subrogada. Los protagonistas del documental parecen, o bien nórdicos, o bien de la Europa que mira al Norte, y da la impresión de que todos han sido elegidos por su belleza física y su facilidad de palabra, a fin de dar una imagen reglamentada dentro de su particularidad. Tienen de 8 a 20 años, hablan ante la cámara de sus vidas, sus problemas, sus odios, sus afectos, y tienen dificultades para explicar a sus compañeros de clase cómo han nacido, pero no parecen traumatizados, al menos los que salen en la película, que adopta la estructura de un drama de tres actos y un epílogo. El reportaje se titula Les enfants ont la parole: Los hijos tienen la palabra.

Hablamos de familias que tienen en frente no sólo la incomprensión de los considerados normales, sino también el furor de una rama del feminismo que ve la gestación subrogada como una explotación de la mujer y como un acto de prostitución. Una de las niñas emplea el verbo «fabricar» para referirse a su nacimiento. Como el Platón de La República, ve su persona como una manufactura fabricada por otros: sus dos madres y su padrino, ya que han recuperado la figura del padrino, y que tienen por función, en las familias lésbicas, representar o bien al padre o bien sencillamente la masculinidad.

En las familias de gais, siempre hay también cerca una mujer que encarna la figura materna. Son familias de tres padres que rompe la estructura triangular de la sagrada familia. Y cuando en el parvulario dibujas una familia con tres padres y un hijo, la profesora te mira con asombro. Este nudo simbólico y emocional me condujo directamente a la teoría de la psicosis en Lacan, que seguramente los padres de la película no ignoran, pues todos pertenecen a la clase media y la mayoría de ellos tiene estudios superiores.

Lacan veía la psicosis como el resultado de la forclusión (el rechazo) de un significante fundamental: la figura del padre, que él denomina el nombre del padre: es decir, el significante padre que se grava en el inconsciente y en el que caben muchos significados, pero sobre todo uno: la ley. En la psicosis la imagen del padre, la figura de la ley, no se reprime, se la anula completamente. No hay lugar para ese símbolo primordial en la mente profunda del psicótico, y se trata de una ausencia irreversible. El problema de la anulación del significante padre es que el sujeto no entra de verdad en el ámbito de la ley ni entra en el espacio del orden y el sentido, empezando por el sentido del mundo, de la vida, de la historia, de forma que se verá obligado, según Lacan, a recurrir al delirio justamente para darle sentido a un mundo que para él no lo tiene. Razona a través del delirio, o a través del delirio razonado que tanto le interesaba a Borges.

La carencia de la imagen de la ley que caracteriza al psicótico la puede provocar o bien un padre completamente ausente, o bien un padre cruel. En los chicos y chicas del reportaje no se ha producido esta brecha en parte porque les han sabido construir un universo donde las figuras icónicas del padre y la madre no han desaparecido. Es observable además que no imitan la homosexualidad de sus padres y los que ya se han iniciado en el laberinto de la sexualidad se confiesan heterosexuales, destruyendo así la idea de fatalidad mimética que esgrimen los demagogos cuando tocan el tema.

«Todos parecen indignados por la mirada del otro y todos reclaman su derecho a integrarse en el mundo que les ha tocado vivir»

En general, los reportajes sobre las nuevas familias versan sobre lo que piensan los adultos sobre el asunto. La originalidad del reportaje de Granjon es la de dar la palabra a los muchachos y muchachas, si bien de forma bastante sesgada y esteticista, como si quisiera presentarles en sociedad como personas sumamente pulcras y plegadas a la norma. Y sin embargo el espectador atento detecta ciertas anomalías. Para empezar, tienen todos ellos un lenguaje muy construido, construido por sus padres, quiero decir, hasta el punto de que semejan la voz de sus padres en vez de su propia voz, como me pareció cuando escuché a la chica que criticaba, casi con rabia, la normalidad, con una solvencia intelectual desconcertante. Son niños y niñas sumamente adoctrinados y en actitud defensiva, en parte por culpa de las miradas acusadoras del los demás, encarnado así la idea sartreana de que el infierno son los otros.

Y he observado dos tendencias entre ellos: los que controlan mucho el lenguaje gestual, dando una imagen de sí mismo excesivamente equilibrada y dramáticamente limpia, y los que descontrolan la gestualidad, indicando problemas de estrés. Todos parecen indignados por la mirada del otro y todos reclaman su derecho a integrarse en el mundo que les ha tocado vivir. Al mismo tiempo, esgrimen una cierta arrogancia basada en su diferencia, y lamentan los momentos de su vida en los que la incomprensión ajena duplicó en ellos el dolor de existir.

Es destacable el hecho de que necesitan saber quién fue su padre biológico, también cuando se trata de un mero donante de esperma, o quién fue su madre subrogada. Quieren conocer a ese ser ausente, quieren poder ver al menos su foto, saber si se parecen a él o a ella. Lo necesitan para construir su propio relato. Parecen bien encaminados, pero el reportaje no es conclusivo y está por ver cómo acabarán estos hijos de la diferencia y la transversalidad. Viendo cómo se mueven ante la cámara, tiendo a creer que acabarán igual de bien o de mal que los demás, y por una razón bien simple: sus padres han conseguido incorporar en ellos todos los elementos necesarios para convertirlos en seres conscientes y bastante equilibrados.

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