THE OBJECTIVE
Historias de la historia

Lo que Estados Unidos le debe a España

«La ayuda española fue vital para la independencia de EEUU, sin embargo nadie lo agradece allí y aquí nadie lo reivindica»

Lo que Estados Unidos le debe a España

Retrato del Conde de Aranda cuando era embajador en París.

«¡La Fayette, aquí estamos!». Este grito de guerra se atribuye al general Pershing, jefe del cuerpo expedicionario norteamericano que llegó a Francia en 1917, gracias al cual se rompió el empate técnico que existía en la Primera Guerra Mundial y Alemania fue vencida. Era una expresión del agradecimiento de la nación estadounidense al marqués de La Fayette que en el siglo XVIII encabezó un ejército francés enviado por Luis XVI para ayudar a Washington en su lucha contra Inglaterra, en la que se logró la independencia de Estados Unidos.

La idea de que Francia contribuyó al nacimiento de la nueva nación constituye un tópico histórico con trascendencia práctica, es la base de una amistad que llevó a Estados Unidos a ser el más leal aliado de Napoleón, a participar en las dos Guerras Mundiales, a darle a París categoría de primera potencia al final de la guerra, con derecho de veto en la ONU.

¿Por qué España no se ha beneficiado de ese trato de favor de Estados Unidos, cuando su ayuda a la nueva nación fue más importante que la francesa? ¿Por qué, una vez más en la Historia, España ha descuidado mantener una imagen que podría haberle beneficiado tanto? Felipe II se dejó ganar la guerra de la propaganda por Guillermo el Taciturno, el jefe de la rebelión protestante en los Países Bajos Españoles, porque despreciaba urdir mentiras sobre el adversario, eso no era de caballeros. La consecuencia fue que Guillermo el Taciturno creó la Leyenda Negra, que nos ha perjudicado desde entonces.

Para aquella falacia, el Taciturno contó con la ayuda de un español renegado, Antonio Pérez, antiguo secretario de Estado de Felipe II. Pero no fue el único que se prestó a ese juego, la verdad es que una buena parte de los españoles interiorizaron la Leyenda Negra, se autoflagelan con ella, y piensan que toda la Historia de España es Inquisición y matanzas de indios, que el descubrimiento y colonización de América fue un genocidio y que Felipe II era «el demonio del Mediodía». Y no solamente es la izquierda quien comulga con este prejuicio, muchos españoles se lo han tragado.

A veces, sin embargo, hay destellos de luz, actos quijotescos que pretenden restablecer la justicia sin importar que los perros ladren. En esta línea se halla por ejemplo el acto cultural que se celebró el pasado miércoles en la Casa de América de Madrid, España en el nacimiento de los Estados Unidos, planteado como un diálogo para analizar tanto el papel de España en la Guerra de Independencia norteamericana, como los vínculos que desde antiguo han existido entre ambas naciones.

La Casa de América ha ofrecido ya numerosos eventos para cubrir ese vacío en el conocimiento de las opiniones públicas de España y Estados Unidos, y en este caso concreto ha colaborado con el Capítulo de Toledo, fundado y presidido por Eduardo Garrigues, embajador de España y escritor, que lleva años dando la batalla por «un mayor conocimiento y reconocimiento de la ayuda de España a la Independencia de los Estados Unidos», según reza el artículo 5 de los objetivos del Capítulo. El embajador Garrigues actuó precisamente como moderador del diálogo en la Casa de América.

Los «dialogantes» fueron el historiador norteamericano Thomas Chávez, de la University of New Mexico, el académico Jaime Olmedo, que ha sido el director del monumental Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia, y la directora técnica del Museo Naval, Berta Gasca.

Metáfora de la herencia española

El profesor Thomas Chávez es una especie de metáfora humana de esa herencia española que dejamos en Estados Unidos, como revela incluso su nombre: nombre de pila inglés, apellido español. Es angloparlante, pero es capaz de disertar durante una hora en un correcto español. Y encima procede de Nuevo México, el más español de los estados norteamericanos, donde el embajador Garrigues evocaba haber tenido «una casa de adobe» que consideraba su segunda patria. Pero lo más importante, según lo presentó Garrigues, es que Chávez es «una bibliografía viviente», con una decena de libros capitales para reivindicar el papel de España en la creación de Estados Unidos.

Entre otros aspectos interesantes, el historiador diseccionó el inicio de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Benjamin Franklin, uno de los grandes cerebros de la Ilustración, fue enviado por las colonias rebeldes a París en busca de ayudas, y allí se encontró con el embajador de España, el conde de Aranda, que era una fuerte personalidad con la que le resultaba difícil entenderse, pero que puso sobre la mesa la disposición de España a apoyar con armas y dinero a la rebelión norteamericana.

De la intervención directa de España en la Guerra de Independencia norteamericana se ha hablado poco, y de ese poco la atención se ha centrado sobre todo en la campaña contra los ingleses de Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana, para reconquistar Florida -precisamente Garrigues lo ha llevado incluso a la novela histórica con El que tenga valor que me siga, publicado hace una década-. Sin embargo, no se sabe casi nada de la intervención de la Armada Española, aunque fue vital.

Berta Gasca es la directora del Museo Naval, el gran desconocido de los museos de Madrid, pese a tener tesoros como el Mapamundi de Juan de la Cosa, la primera representación del Nuevo Mundo. La doctora Gasca está, por tanto, acostumbrada a enfrentarse a la ignorancia, y rompió lanzas para conseguir ese reconocimiento que se merecen los marinos españoles. Expuso cómo la Armada Española, junto a la francesa, estableció un auténtico bloqueo comercial de Inglaterra, provocando incluso la caída de la bolsa de Londres e impidiendo que se enviaran a América las fuerzas necesarias para sofocar la rebelión.

Como muestra de lo dicho se puede evocar la hazaña del almirante Luis de Córdova y Córdova. El 9 de agosto de 1780, en las inmediaciones del Cabo de Santa María, al sur de Portugal, la escuadra combinada bajo el mando de Córdova apresó un convoy inglés de 57 barcos de carga y tres fragatas de guerra, que serían rebautizadas por la Armada Española como ColónSanta Balbina y Santa Paula. Pero esto no era lo más importante, ni siquiera los 3.000 marinos ingleses hechos prisioneros, el premio gordo estaba en los barcos mercantes, que transportaban 1.800 soldados ingleses, armamento, municiones y pertrechos por valor de un millón de duros. Este cargamento era vital para que Inglaterra mantuviera la guerra en Norteamérica, y la captura del Cabo Santa María ha pasado a la Historia Naval como la mayor pérdida que ha sufrido Inglaterra sobre los mares.

No ya la justicia, sino la ciencia de la Historia, exigen iniciativas como estas, que restablezcan el papel que España y los españoles tuvimos en la creación de una nación que ha llegado a ser la más poderosa del planeta, precisamente lo que fue España cuando su soberanía se extendía dese el extremo sur de Sudamérica hasta la actual frontera del Canadá, el 90 por 100 de lo que luego sería los Estados Unidos.

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