Escuchar a los sordos
El estreno de ‘Sorda’, de Eva Libertad, llama la atención sobre una de las discapacidades más desatendidas

Eva Libertad (5d) en la presentación de 'Sorda' en Murcia. | EFE
¿Cómo plasmar la manera en que un sordo percibe el mundo? ¿Cómo captar la forma en que el mundo reacciona ante el sordo? ¿La realidad del sordo es el silencio absoluto? ¿Son sonidos los tinnitus que sienten muchos sordos? ¿Puede molestarle a un sordo un ruido estridente, pese a no oír? Representar la sordera es complicado, y en un medio como el cine -imagen y sonido-, aún más. Tal vez por eso la sordera ha despertado escaso interés en las diversas manifestaciones artísticas.
Eva Libertad se ha atrevido con el gran reto. Con Sorda, estrenada en cines el viernes, ha intentado responder a todas esas incógnitas. Su película ilumina las sobrecogedoras sombras de una de las discapacidades más oscuras. Pese a que la sordera ha sido decisiva en la vida y la obra de grandes creadores de las disciplinas más diversas -Goya, Buñuel o Beethoven, por citar a los más evidentes-, nunca se había hecho un retrato tan fidedigno como el que ha hecho la cineasta murciana.
En España lo había intentado Alfonso Cortés-Cavanillas con Sordo (2018), pero, pese a lo expresivo del título, la sordera no era el asunto central del argumento. Lo demás habían sido caricaturas castizas de viejos con trompetilla, como Pepe Isbert como el alcalde de Bienvenido Míster Marshall. En el exterior, merecen especial mención la amable CODA (Slân Herder, 2021), remake de la francesa La familia Bélier (Éric Lartigau, 2014), premiado con tres Oscar; Sound of Metal (Darius Marder, 2019), sobre los primeros síntomas de sordera de un músico; la ucraniana La tribu (Miroslav Slaboshpitsky, 2014), en la que todos los actores son sordos; o la coreana Silenced, sobre los abusos sexuales en un internado para sordos.
En su momento, se produjo una encendida polémica a propósito de la melosa Hijos de un Dios menor (Randa Haines, 1986), con la que la actriz sorda Marlee Matlin ganó el Oscar a la mejor interpretación femenina. La película tuvo un gran éxito de público, pero siempre ha quedado la duda de si la Academia había premiado a la actriz por sus dotes interpretativas o por su minusvalía. En cualquier caso, que una actriz sorda encarnara a una mujer sorda tuvo gran impacto por la falta de precedentes. Para encontrar otras películas sobre la sordera había que remontarse a El milagro de Ana Sullivan (Arthur Penn, 1962) o Belinda (Jean Negulesco, 1948).
Las películas sobre minusvalías no suelen contar con el favor del público. Cada vez tenemos la piel más fina, y, para desgracias, nos sobran con las de la vida real. De hecho, los grandes éxitos, como la española Campeones (Javier Fesser, 2018) o la francesa Intouchables (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), dulcifican las dificultades del discapacitado recurriendo a la comedia.
La gran virtud de Sorda es que aborda el problema -el título no puede ser más elocuente- de forma directa, sin paños calientes. Cuenta las dificultades y los obstáculos que se encuentra una mujer sorda que decide ser madre. El hecho de que la actriz protagonista, Miriam Garlo, sorda desde los siete años, sea hermana de la directora, Eva Libertad, ha contribuido de forma decisiva a que se afronte la minusvalía con el conocimiento profundo que solo pueden tener quien la padece y quienes le rodean.
La sordera es, con toda probabilidad, una de las minusvalías menos atendidas. Los sordos carecemos de una organización tan potente como lo es la ONCE para los ciegos. La diferencia se produce hasta en los detalles más tontos, como el edulcoramiento del lenguaje. Así como los ciegos cuentan con un eufemismo como «invidente» para amortiguar el sonido de su discapacidad, los sordos solo disponemos de complicados circunloquios, como «no oyente» por no hablar del sinónimo que nos ofrece el diccionario: «Teniente».
En una entrevista reciente, la propia Eva Libertad, tras reconocer que vivimos en un mundo con un gran número de minorías que necesitan atención, aseguraba que «en el tema de las discapacidades llevamos un gran retraso como sociedad, con muchas trabas de acceso, lo que no ocurre ni con la identidad y la orientación sexual, ni con el origen étnico o geográfico».
En España, somos una inmensa minoría de siete millones de personas con problemas de audición, de los que 1.230.000 se pueden considerar sordos, con una discapacidad auditiva reconocida. Y, además, la cifra va aumentando vertiginosamente -no hay más que ver los llamados centros auditivos que proliferan por nuestras calles-, debido a nuevos hábitos como el uso ininterrumpido de auriculares a un volumen normalmente excesivo.
Sorda ayudará a dar visibilidad a esa minoría cada vez mayor, pero hoy muchas veces aún invisible. En un programa de gran audiencia como La resistencia, la protagonista, Miriam Garlo, enmudeció a presentadores y público contando los obstáculos a los que se enfrentan los sordos y que los oyentes ignoran. La actriz pidió que no tocaran el bombo, como hacen habitualmente en el show, porque la vibración le producía vértigos y un profundo malestar. Sí, a los sordos, nos molesta el ruido, por paradójico que resulte. O, hablando de cine, explicó que para un sordo es más fácil ver una película extranjera que una española. En los cines, las cintas extranjeras se subtitulan; las españolas, no. Por lo menos hasta ahora, porque Sorda es la primera película española que se estrena subtitulada en las salas. Ya es un triunfo.
Dicho todo esto. hay algo más que conviene dejar claro. Sorda es una película sobre la sordera, pero que nadie piense que es una película para sordos.