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'The Apprentice': la forja de Donald Trump

La película, cuyo estreno han torpedeado los abogados del expresidente, retrata al magnate en la Nueva York de los 70

‘The Apprentice’: la forja de Donald Trump

Sebastian Stan caracterizado como Donald Trump. | Scythia Films

A menos de un mes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, se han lanzado dos torpedos contra Trump en forma de libro y película. El libro es War, del veterano periodista Bob Woodward, que Simon & Shuster pondrá a la venta el 15 de octubre, pero del que ya se han filtrado los pasajes más jugosos con nuevos detalles sobre la nada ejemplar relación del candidato con Vladimir Putin. La película es The Apprentice. La historia de Donald Trump, que se estrena este viernes en España y, si no hay cambios de última hora, también en Estados Unidos, donde los abogados de Trump han intentado posponer la llegada a los cines por posible interferencia en la campaña. 

Que este largometraje de producción canadiense, centrado en la forja del joven Donald Trump en el Nueva York de los años setenta y ochenta, es material radioactivo lo demuestran algunos datos. Ningún cineasta americano aceptó dirigirlo y acabó cayendo en manos de un Ali Abbasi, iraní exiliado en Dinamarca. Una vez terminado, hubo un conflicto con el corte final por una escena en la que Trump agrede sexualmente a su primera esposa, Ivana, que se temía pudiera dar pie a una demanda judicial. Una de las empresas productoras, la estadounidense Kinematics -sorprendentemente propiedad de Mark Rapaport, yerno del billonario Dan Snyder, republicano y donante de la campaña de Trump- amenazó con impedir el estreno si no se eliminaba. Otro de los productores compró su participación para evitar el bloqueo, pero cuando se ofrecieron los derechos de distribución, ninguna de las grandes distribuidoras quiso hacerse cargo de la película. Al final, la distribución en Estados Unidos ha quedado en manos de la modesta Briarcliff Entertainment. 

El origen del proyecto es el guion del periodista de Vanity Fair Gabriel Sherman, cuyo libro The Loudest Voice in the Room, sobre Roger Alies y Fox News, dio pie a la potente serie La voz más alta. De un gran manipulador entre bambalinas ha pasado ahora a un gran manipulador en primera línea del frente político: Donald Trump. Para retratarlo, ha optado por centrarse en los años en que se forjó su personalidad y en su relación con el despiadado abogado Roy Cohn

Para quien no sitúe a Cohn, aquí van algunos datos: se bregó como mano derecha del senador McCarthy en los años cincuenta y se hizo un nombre como responsable de enviar a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg, acusados de espiar para los soviéticos. Muy bien conectado con las altas esferas políticas, ejerció después de abogado marrullero e implacable para personajes poderosos y turbios, mientras él mismo acumulaba denuncias por malas prácticas. Sin embargo, el todopoderoso Cohn tenía un secreto: su homosexualidad jamás asumida y públicamente camuflada con actitudes homófobas. Hasta que se contagió de sida y dedicó las pocas energías que le quedaban a desmentir su enfermedad y hacerla pasar por un cáncer del hígado. 

Cohn, que fue algo muy parecido a la encarnación del mal absoluto, tiene también un punto de personaje de tragedia shakesperiana por sus flaquezas. Hay un buen documental sobre él, La historia de Roy Cohn (pueden verlo en Max), cuyo título original es más contundente: Bully, Coward, Victim (abusón, cobarde, víctima). Su figura tuvo tanta relevancia que fue incorporado como personaje por Tony Kushner en su ambiciosa pieza Angels in America -uno de los hitos del teatro americano contemporáneo-, adaptada en formato de teleserie por Mike Nichols como Ángeles en América (también en Max), en la que lo interpretaba un portentoso Al Pacino. 

Racismo

Si les apunto todo esto es porque en The Apprentice Cohn tiene tanto protagonismo como Trump. Los Trump lo contrataron para que defendiera a su constructora de la acusación de discriminar a los negros como potenciales inquilinos de sus edificios. Eran culpables de racismo hasta la médula, pero Cohn logró que salieran declarados inocentes, utilizando sus habituales técnicas de contraataque que incluían el chantaje con fotografías o grabaciones comprometedoras. 

En la película, Roy Cohn le enseña al joven Trump las tres reglas básicas para triunfar y mantenerse en la cima. Regla número 1: En lugar de defenderte, ataca, ataca, ataca. Regla número 2: Jamás admitas nada. Niégalo todo. Cada uno tiene su verdad. Regla número 3: Declárate siempre ganador, jamás admitas una derrota. 

The Apprentice tiene un aspecto estético muy interesante. Abbasi -cuyo anterior largometraje, Holy Spider, es un portentoso thriller que denuncia la miseria moral del régimen de los ayatolás- opta por dar a la película el estilo visual de la época que retrata. La textura de las imágenes es la del cine de los setenta y la televisión de los ochenta, lo cual da como resultado un aire de falso documental que le sienta muy bien. Hay que destacar además la inteligente elección del reparto, con parecidos más que razonables con los personajes retratados. Sebastian Stan -que viene de interpretar al Soldado de Invierno en la franquicia de Marvel- es un muy creíble joven Trump en formación; Jeremy Strong -que viene de Succesion– es un mefistofélico Roy Cohn, la búlgara Maria Bakalova da vida a Ivana y un irreconocible Martin Donovan compone un magnífico patriarca Trump. 

En el retrato de un magnate sin escrúpulos y un futuro líder populista, el camino más tentador es tirar por la caricatura grotesca: es lo que hacía Paolo Sorrentino con Berlusconi en Silvio (y los otros). Sherman y el director Abbasi optan por otra estrategia: matizar a los personajes y dotarlos de complejidades, claroscuros y flaquezas. En el caso de Cohn asistimos al desmoronamiento por la enfermedad -y la vergüenza- de un tipo que basó toda su carrera en resultar amenazador y temible.

Populismo

En el caso de Trump, aquí es un joven marcado por un padre autoritario, un hermano mayor que descarrila y sus propias inseguridades iniciales. El resultado es una cinta que por motivos obvios no gustará a los trumpistas, pero que probablemente a los antitrumpistas les parezca demasiado condescendiente. Y esto tal vez sea un indicativo de que es una buena película. No se limita a retratar al monstruo, sino que indaga en cómo se forjó y apunta para equilibrar la balanza algunas de sus intuiciones visionarias, como que el degradado centro de Nueva York de los setenta se recuperaría y, por tanto, invertir allí no era un suicidio, sino un gran negocio. 

Cuando Cohn descubre al joven Donald Trump, ve en él al aprendiz perfecto al que va a poder moldear y utilizar. Se proyecta sobre él como la figura paterna que Donald nunca tuvo en su despótico padre. Lo protege y lo va cincelando y endureciendo, hasta que el discípulo supera al maestro y aprende a aplicar mejor que él sus tres reglas. Tres reglas que populistas de ideologías muy diferentes emplean hoy en la política con gran éxito y elevado peligro para la democracia. A alguno de ellos lo tenemos muy cerca y lo vemos actuar a diario. 

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