'Daaaaaalí!': una brillante comedia surrealista
El director francés Quentin Dupieux recrea el mundo del pintor y lo dibuja como un personaje obsesionado por la fama
El nombre de Salvador Dalí quedó unido para siempre al cine gracias a Un perro andaluz, el histórico cortometraje surrealista que coescribió con Luis Buñuel. Después, el pintor se involucró en proyectos fallidos con Walt Disney (el cortometraje Destino, que finalmente se realizó en 2003, siguiendo sus bocetos y puede verse en Disney+) y con los hermanos Marx (el guion que escribió Dalí, Jirafas en ensalada de lomo de caballo, se perdió; quedan como únicos vestigios algunos bocetos y el retrato que el artista le hizo a Harpo). Sí llegó a buen puerto el diseño de la famosa secuencia onírica de Recuerda para Hitchcock. Y a mediados de los años setenta del siglo pasado, el genio ampurdanés creó con el cineasta José Montes-Baquer una película estrambótica en homenaje al escritor Raymond Roussel titulada Impresiones de la alta Mongolia.
En esa época, Alejandro Jodorowsky lo había elegido para interpretar al emperador del universo en la versión de Dune que estaba preparando y jamás llegó a realizar (pueden enterarse del desorbitado sueldo que el divino Dalí pretendía cobrar viendo el estupendo documental Jodorowsky’s Dune en Filmin). Como este proyecto demencial se fue al traste, el pintor no pudo debutar como actor en la pantalla. Aunque tampoco lo necesitaba, porque él mismo se montaba sus propias películas cada vez que le ponían una cámara delante para entrevistarlo.
De esto va la brillante comedia de Quentin Dupieux Daaaaaalí! No se trata de nada parecido a un biopic al uso, ni de una exploración de las virtudes artísticas del pintor. Lo que nos propone es una mirada sobre Dalí como personaje obsesionado por la fama y maestro consumado en el manejo de su imagen pública. Y al mismo tiempo, consigue realizar una auténtica cinta surrealista que, bajo su aparente liviandad, nos introduce en el singular mundo daliniano.
Para entender la propuesta, es conveniente conocer la personalidad de su autor. Quentin Dupieux (París, 1974) es una suerte de objeto volante no identificado del cine francés. Empezó como dj y creador de música electrónica bajo el nombre de Mr. Oizo; se hizo muy popular gracias a un anuncio de tejanos Levi’s en que sonaba su tema Flat Beat, acompañado por un muñeco de peluche amarillo llamado Flat Eric. Después rodó algunos videoclips y se metió en esto del cine como autodidacta, lo cual hace que sus obras tengan un estilo peculiar. Suele encargarse de todo: dirige, escribe, hace funciones de director de fotografía, monta y muchas veces compone también la banda sonora. Sus películas son comedias absurdas, chifladas, que a sus detractores les parecerán sin más comedias imbéciles. Todas son muy cortas, jamás llegan a la hora y media, suelen durar entre 70 y 80 minutos.
Los argumentos son de lo más delirante. Algunos ejemplos: las andanzas de un neumático asesino que rueda por su cuenta por las carreteras del desierto californiano (Rubber); una mosca gigante a la que dos colgados intentan entrenar para ganar una pasta (Mandibulas); un agujero en un sótano que da acceso a un mundo al revés (Increíble pero cierto); las andanzas de unos superhéroes parecidos a los Power Rangers que utilizan el humo del tabaco como arma aniquiladora (Fumar provoca tos); un perturbado que interrumpe una representación teatral pistola en mano porque no le gusta lo que está viendo (Yannick)… Como se puede comprobar, todas podrían ser calificadas de surrealistas. De modo que es lógico que Dupieux haya acabado homenajeando a Dalí, jugando con su figura.
Cinco actores diferentes
En sus títulos más flojos parte de una idea básica y la estira como un chicle hasta que la cosa no da para más y el humor acaba siendo tontorrón. Pero cuando acierta es genial, como en La chaqueta de piel de ciervo, en la que Jean Dujardin interpreta a un pobre desgraciado que se hace pasar por director de cine para ligar y trata de recuperar la autoestima perdida mediante la compra de una chaqueta de pana con la que se obsesiona hasta el delirio. Bajo la aparente sandez del argumento, la cinta es una aguda e irónica reflexión sobre la crisis de la masculinidad. Hasta ahora era su mejor película, pero este puesto se lo ha arrebatado Daaaaaalí!
El planteamiento es el siguiente: una joven periodista -en realidad aspirante a periodista, porque no tiene ni idea- consigue que Dalí le conceda una entrevista. Este accede a encontrarse con ella en un hotel, pero en cuanto ve que no hay cámaras -porque la chica trabaja para una revista- se indigna y se marcha. A partir de aquí, la aprendiz de reportera, inasequible al desaliento, lo persigue para convencerlo para que le dé una segunda oportunidad, a lo que el genio de Port Lligat solo accederá si lo filma con la cámara más grande del mundo.
En medio de todo esto, asistimos a escenas de la vida cotidiana -bueno, más bien de la vida excéntrica- de Dalí, al que interpretan nada menos que cinco actores diferentes para retratarlo en diversas etapas: desde el artista joven al anciano casi fantasmagórico.
La película tiene momentos gloriosos como cuando Dalí avanza por el pasillo del hotel hacia su entrevistadora, pero el espacio y el tiempo parecen expandirse hasta el infinito porque no acaba de llegar nunca hasta ella. ¿Una chorrada? No, una sagaz puesta en escena del tiempo laxo daliniano que el artista representó en lienzos como La persistencia de la memoria, con sus relojes blandos. Otro momentazo de puro surrealismo: la lluvia de perros muertos mientras Dalí habla por teléfono con la periodista acosadora. O la secuencia del sueño que contiene otro sueño que contiene otro sueño… en un bucle infinito en el que el absurdo onírico hace trizas la realidad.
Dupieux ni siquiera se ha tomado la molestia de rodar en Cadaqués y Port Lligat, ha utilizado como escenarios Llafranc y varios pueblecitos de Francia. Sin embargo, su recreación del mundo daliniano es más que plausible. Los cinco actores que lo interpretan se lo pasan en grande imitando los gestos histriónicos y el francés macarrónico del artista. Creo que a Dalí le hubiera encantado esta película.