'Heretic': Hugh Grant da una lección de teología (y mucho miedo)
Religión y terror se combinan en una película en la que destaca la soberbia interpretación del actor británico
En la literatura y el cine, en especial en el género del terror, la parafernalia religiosa da mucho juego, sobre todo en su vertiente más oscura: herejías, exorcistas, cultos satánicos… Desde los best-sellers basurilla de Dan Brown hasta Seven de Fincher, con su psicópata obsesionado con los pecados capitales, pasando por la famosa niña de El exorcista, la lista es larga. Llega ahora a las pantallas Heretic (Hereje), que pone un estimulante empeño en utilizar los mecanismos del género para plantear un debate teológico sobre la fe.
Bueno, tampoco nos vengamos demasiado arriba, la propuesta tiene mucho de puro juego terrorífico destinado a provocar escalofríos al espectador. Pero el personaje al que interpreta Hugh Grant -y después nos detendremos en la prodigiosa interpretación de este actor- plantea a sus víctimas ciertas preguntas sobre la fe y la incredulidad. ¿Es un sacrilegio utilizar una película de terror para plantear un debate teológico?
El argumento es el siguiente: dos jóvenes mormonas recorren una pequeña población estadounidense para hacer proselitismo de su fe. La última casa que han de visitar es la del señor Reed (Hugh Grant), que ha solicitado información para conocer esta religión. Cuando les abre la puerta, las chicas dudan de si entrar o no, porque según sus normas, para hacerlo tiene que haber una mujer presente. El señor Reed les asegura que su esposa está en la cocina preparando tarta de arándanos y, como además empieza a llover a cántaros, entran. ¿Adivinan que sucederá a continuación? En efecto, salir de ahí les va a resultar muy complicado.
Empieza entonces un retorcido juego entre el gato y las dos ratoncitas, que va aumentando progresivamente de voltaje: de las suspicacias iniciales de las chicas a la constatación de que algo raro sucede y de ahí a la teología, la fe frente a la duda, las religiones como forma de control, la existencia o no de los milagros…
El discurso del señor Reed, aunque tiene algunos patinazos en su desarrollo, es interesante como provocación. Les habla a sus prisioneras del parentesco entre las diversas religiones, utilizando como ejemplo las sucesivas versiones del Monopoly, de su versión original, creada por una mujer como juego anticapitalista, y de cómo un ávido capitalista se la robó y se hizo millonario. Y también de las sucesivas versiones o plagios de una canción de los Hollies. De nuevo, ellos no triunfaron, pero sí lo hicieron los que presuntamente les plagiaron: Radiohead, que a su vez fueron plagiados por Lana del Rey… Todo este batiburrillo de referencias le sirve para explicar lo mucho que se parecen las religiones unas a otras y para plantear que, según él, no son más que mecanismos de control de las personas.
Entre la fe y la duda
Hay que decir que el creador del mormonismo, Joseph Smith, se lo pone fácil, porque esa historia de las planchas de oro con revelaciones escritas en un supuesto idioma llamado egipcio reformado que le entregó en pleno siglo XIX un ángel llamado Moroni y la justificación de la poligamia -que hoy en casi ninguna de las diversas escisiones que ha tenido esta fe sigue vigente- son como poco exóticas. Por cierto, si quieren ver una buena serie sobre los mormones de Utah les recomiendo el thriller inspirado en hechos reales Por mandato del cielo (Disney +), en el que dos policías -uno mormón, el otro externo a la comunidad- deben investigar el brutal asesinato de una mujer y su hija de poco más de un año. Está basada en el libro de John Krakauer Obedeceré a Dios (publicado por Península).
En Heretic, a partir del discurso del señor Reed, las jóvenes misioneras deberán elegir entre dos puertas que representan la fe y la duda, y la cosa se empezará a poner muy fea. Porque en lugar de limitarse a la discusión teórica, se pasa a la práctica mediante un reto en el que lo que está en juego es la supervivencia. Conforme avanza la historia, no solo se va enrareciendo el ambiente, sino que aparecen nuevos elementos, algunos de los cuales, en el último tramo, tal vez resultan demasiado rebuscados.
El final, como no podía ser de otro modo, es abierto y el uso de determinados símbolos -el sacrificio, la resurrección, una mariposa…- servirán para que cada espectador saque sus conclusiones en función de su fe, su agnosticismo o su ateísmo. ¡Hombre, no pretenderán ustedes que una película les vaya a resolver de una vez por todas el tema de si Dios existe!
La cinta está dirigida con suma eficacia por el dúo Scott Beck y Bryan Woods, que tienen en su haber algunos títulos previos tirando a discretos, pero son conocidos como los guionistas de Un lugar tranquilo, con Emily Blunt, una de las propuestas de terror más estimulantes de los últimos años: la de los monstruos alienígenas que matan guiados por el ruido, de modo que para sobrevivir hay que mantener el pico cerrado y ser muy sigiloso. Funcionó tan bien que ya tiene secuela y precuela.
Recital interpretativo
Si hay algo que destacar en Heretic es la presencia de Hugh Grant. Y me permitirán que me detenga un poco en él, porque su trayectoria me parece digna de estudio. Su aire de guaperas despistado y vulnerable, su mirada lánguida, su seductor amago de tartamudez y su sofisticado acento posh lo catapultaron como el sex-symbol británico por excelencia en comedias que marcaron época: Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill, Love Actually… Antes, por cierto, había hecho de Lord Byron en la notoria Remando al viento de Gonzalo Suárez. Y en pleno momento de gloria, sobrevivió en 1995 a uno de esos escándalos que pueden hundir una carrera: lo detuvieron en Los Ángeles en compañía de una prostituta que le estaba haciendo una felación en el coche.
Durante los años álgidos de su estrellato, se dedicó a interpretar una y otra vez, con el piloto automático, el mismo papel, con un repertorio de tics que podían acabar resultando cansinos. Sin embargo, en su madurez ha dado un giro muy estimulante a su carrera, con papeles protagonistas y secundarios marcadamente excéntricos: el vividor de Florence Foster Jenkins con Meryl Streep; el malo de Paddington 2; el periodista aprendiz de chantajista de The Gentleman de Guy Ritchie; el Oompa Loompa de Wonka… Grant se lo pasaba en grande y demostraba su ductilidad actoral. Hasta ahora lo mejor de esta etapa era la miniserie de televisión Un escándalo muy inglés, en la que encarnaba a Jeremy Thorpe, el parlamentario y líder del Partido Liberal, que en los años setenta fue llevado a juicio por ordenar el chapucero intento de asesinato de su amante gay, que amenazaba con destapar su doble vida.
Pues bien, llega ahora Heretic con un recital de virtuosismo interpretativo de Hugh Grant, que consigue resultar muy inquietante sin sobreactuar: seductor, manipulador y muy contenido. Aplica con pequeños gestos y miradas la sabia máxima de que menos es más. Y para acabar, les apunto un dato curioso: las dos jóvenes actrices -Sophie Thatcher y Chole East- que hacen de misioneras mormonas fueron educadas en esa fe, aunque ya no pertenecen a esa iglesia. Tal vez este detalle las haya ayudado en su interpretación; lo cierto es que ambas están a la altura de Hugh Grant.