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Música

Richard Hawley, la modestia del último romántico

El ‘crooner’ británico, exmiembro de Pulp y colaborador de Artic Monkeys, conversa con este diario sobre su último disco

Richard Hawley, la modestia del último romántico

El músico británico Richard Hawley sobre el escenario. | Glenn Ashley (Zuma Press)

Ha pasado por el britpop de Pulp o por el rock de Manic Street Preachers, pero ninguno de esos géneros le define en la actualidad. «Mi música no tiene nada que ver», puntualiza con vehemencia Richard Hawley cuando se le pregunta por su estilo como solista. ¿Cuál sería, por tanto? «No tengo ni idea. ¡Ese no es mi trabajo, es el tuyo!», ataja con una mezcla entre el reproche y la guasa, durante la entrevista con THE OBJECTIVE en Madrid. Tiene razón: su labor no es facilitar las etiquetas con las que catalogar su sonido, sino ofrecerlo sin más. 

Lo lleva haciendo más de dos décadas, pero aun así es complicado de explicar. Hay quien resume sus canciones con el apelativo de «balada». Hay quien se escuda en el término genérico de crooner para despachar el embrollo. Y hay quien se enreda aclarando que sus acordes transitan por varios estilos, pero siempre se cobijan en el paraguas del romanticismo. Todo es válido, añadiendo —quizás— que por debajo de esa voz profunda o de la finura de su cadencia afloran de vez en cuando toques de rockabilly, de folk o de country.

Pero cualquier calificativo queda eclipsado por esa sencillez y elegancia de la que hace gala en cada disco. Y van 13 desde que en 2001 decidiera tomar el camino por su cuenta. Richard Hawley ya suma 57 años y toda una vida en los escenarios. Primero, en sus inicios de pubertad, con Longpigs y Treebound Story. Y después, ya en la veintena, con las bandas mencionadas al principio. Fue el guitarrista de Pulp durante el grueso de su trayectoria. Y en Manic Street Preachers, como en Arctic Monkeys, puso voz en algunos temas.

El núcleo de unión era la necesidad por expresarse a través de la música y Sheffield, la ciudad donde nació y donde surgieron estas formaciones, ya incluidas en el altar del pop-rock británico. Su carrera por separado se fraguó en esos noventa de explosión de los sonidos procedentes del Reino Unido. Y derivó en una apuesta que en 2024 ha sumado otro escalón con el disco In This City They Call You Love. Esta grabación de estudio le ha devuelto además a la carretera. En septiembre empezó una gira por Europa que le ha llevado a Países Bajos, Francia y España, donde ha actuado en Vigo, Santander o Madrid antes de concluir en Barcelona.

En Madrid está disfrutando del público, al que pide no hablar durante los conciertos y agradece a menudo el «privilegio» de que pueda tocar en España. Es en su parada por la capital donde atiende a THE OBJECTIVE y recuerda esa longeva experiencia. «Tengo 57 años y llevo escuchando música desde que era un niño. Siempre he estado rodeado de discos de todo tipo e intento vivir en una burbuja. Eso significa que probablemente mis influencias sean de música antigua. Colecciono sonidos y me gustan los instrumentos viejos, los que probablemente ya no se usan», responde sobre sus principales modelos.

Melodías en la cabeza

«No escucho mucho de lo de ahora. Primero, porque si te fijas solo son solistas y no bandas. Yo también, pero creo que se ha perdido esa comunidad. Puede que sea por ahorrar en personal, no hay grandes giras», agrega, deslizando otra impresión sobre los tiempos actuales: «Vivimos en una época en la que gozamos de plena comunicación. Tenemos satélites que te permiten mandar un mensaje instantáneo a Australia, pero en lugar de usar así la tecnología, estamos solos mirando una pantalla. Y no es una opinión, es un hecho».

Volviendo a su estilo y a su discografía, Hawley reflexiona sobre cómo consigue nutrir el repertorio. «Las melodías están en mi cabeza. No como un talento, sino como una enfermedad mental. Y sólo se me pasará con un golpe. Trato de mantener mi cerebro en blanco, pero me asalta la música. Ha sido así siempre. De hecho, nunca he tenido otro trabajo y no sería capaz de hacer nada más», se excusa. A veces, comenta, la chispa le salta con una frase o con una palabra. Llega incluso a titular un disco antes de grabarlo. 

«Concibo las canciones como un guardarropa: metes y te pones lo que necesitas para cada momento. Ves en cada momento qué pega más o queda mejor», cavila Hawley, que incluiría a su perro en los créditos: «La mayoría de letras me han nacido paseándolo. Porque la música necesita tiempo, lentitud. Es algo inexplicable, es como cuando te quedas dormido: no sabes exactamente cuándo llega ese momento en que pasas de estar despierto al sueño. Para mí es igual: no sé cómo voy de una frase y unas notas a convertirlo en una canción. Tampoco querría saberlo».

Richard Hawley asegura que ha escrito canciones en el estudio y sentándose en una mesa, pero que «las mejores» le han salido de la nada. Las lleva escribiendo de siempre. Hasta cuando pertenecía a Pulp. Optó entonces por mostrarlas y dar el salto. ¿Tuvo miedo o vértigo? «Vértigo es una buena palabra para describir lo que se siente al dejar una banda», contesta. «Pero en mi caso no era un salto al vacío. Llevaba desde la adolescencia en grupos de música y cuando me decidí, con más de 30 años, ya escribía y tocaba mis propias canciones en paralelo». 

Amor y nostalgia

Quienes le animaron, continúa, fueron sus propios compañeros. «No era un secreto que yo tenía algo escrito. Alguna vez las practicaba con ellos. Una vez vinieron Jarvs y Steve [Jarvis Cocker y Steve Mackey, cantante y bajista de Pulp] y me dijeron ‘¿Qué es eso? ¿Por qué no las tocas más?’, y yo dije ‘¡Porque estoy con vosotros!’», recuerda con una carcajada. Estaba convencido de que no iba a tener mucho recorrido: «Nunca pensé que le interesarían a nadie. Quizás a unas pocas personas que me escucharan en un pub. Pero para mí es como una cirugía a corazón abierto. Es una exposición total». 

Se puede comprobar escuchando esas declaraciones desgarradas de amor, ese poso de nostalgia, esa sensibilidad en momentos de oscuridad o soledad. «No sabría decir si mi música es romántica. Lo que está claro es que el mundo no lo es. Estamos rodeados de gente que da mucho miedo. Maníacos del ego que nos rodean. Me asusta porque tengo tres hijos y pienso: ¿Qué mundo van a heredar?», arguye Hawley, que regresará a esta idea después, durante el espectáculo: «Hay que ser amable y preocuparse de los demás. Basta con eso para hacer un mundo mejor: no seas un cabrón», esgrimirá antes de presentar Tonight the streets are ours, uno de los singles de su último trabajo.

Recuperará en el concierto otra parte de la charla en los camerinos. Será lo referido a su ciudad, donde se crió y donde sigue residiendo. «El Sheffield de antes y el de ahora no tienen nada que ver. Cualquier ciudad no tiene nada que ver con lo que era hace diez años. Pero en mi caso, me doy cuenta de que se ha perdido la artesanía. Ya no hay nada hecho por la gente. Todos los que trabajaban en el acero o en el textil se han retirado o les han echado», cavila.

Hijo de un trabajador del metal, todavía lamenta el cierre de las fábricas. «Conozco a muchos que quedaron fuera de lo manufacturado. Hace unos meses se murió, a los 98 años, el último herrero que hacía tijeras desde que era pequeño. Y eso no lo va a seguir nadie. Era como el último elefante. Vengo de un mundo de personas que sabían de dónde procedían las cosas y cómo hacerlas. Y ahora queremos todo rápido y barato, y eso nos lleva a que va a ser malo, como la comida basura», arguye.

Contra el Brexit

También rememora las protestas y huelgas masivas de los ochenta, con Margaret Thatcher en el poder. «Noté cómo la gente decía basta», señala, «era emocionante ver que se plantaba ante el Gobierno y gritaban que nadie se preocupaba por ellos». Ahora sucede lo mismo, advierte. «En la gira hemos visto que lo que nos habían dicho de Europa era mentira. Todo está mucho mejor. Reino Unido está jodido: no funciona el transporte, la sanidad…», confiesa unas horas antes de entonar un ¡Fuck the Brexit, fuck the tories! («que se jodan al Brexit y a los tories», el Partido Conservador) sobre las tablas. 

«En fin, tampoco sé qué más decir: soy sólo un tipo que toca la guitarra», zanja. Un tipo que, además, huye de los adjetivos y de lo que va más allá de su pasión. No le interesan, concede, ni las redes sociales ni lo que rodea a la industria. «Algunas personas no querrán escucharme porque se ponen tristes o por lo que sea, pero lo cierto es que algún día lo necesitarán. No por mí, que no estaré, sino por mi música», sentencia Hawley, retomando la incógnita del principio: «¿Que cómo me describiría? No sabría, pero sí que diría que hago algo fuera de modas, que nunca va a ser tendencia».

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