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Leiva: larga vida al rock en la era digital

«Aunque vista de sastre y abunde en el blanco, sigue siendo el muchacho un tanto desvalido de la Alameda de Osuna»

Leiva: larga vida al rock en la era digital

Imagen promocional de Leiva para su Tour Gigante 2025. | Leiva

Leiva vuelve y vuelve a lo grande. Con sinceridades que dañan, con ciudades que se vuelven un laberinto sentimental, con amores que van dejando su veneno, con todo ese repertorio de hipocondrías y melancolías. Aunque vista de sastre y abunde en el blanco, sigue siendo el muchacho un tanto desvalido de la Alameda de Osuna, el barrio que es su refugio y su hogar. En él comenzó, allí están sus fidelidades, y es, sin duda, el lugar al que no puede traicionar sin traicionar su biografía, con permiso de Pedraza o de México.

En Gigante, su último disco que acaba de aparecer en estos días, Leiva nos abre la caja de música de su talento y hace un ejercicio de orfebrería compositiva donde el texto es el protagonista absoluto.

«La exposición me perturba
Y entro en pánico antes de salir a tocar
Nunca me sentí a la altura
De esos focos deslumbrantes»

Gigante no es solo un disco, es una catarsis. En él se enfatiza la mejor versión —y probablemente la favorita— de Leiva: componer. En un mundo donde letristas y productores llevan en volandas a artistas, como si de los Globetrotters se tratase, es de agradecer que un artista cargue con el peso completo del proyecto. En un mundo en donde todo lo relacionado con el show business tiende a ser gigante —producciones gigantes, aforos gigantes—, Leiva aboga por un disco introspectivo, que parece estar pensado desde un lugar más personal que ambicioso. Hay una intención clara de dejar espacio a lo emocional sin necesidad de subrayarlo todo el tiempo. No se trata de impresionar, sino de acompañar. Incluso en su estética visual, Gigante apuesta por lo esencial. Las portadas, los videoclips, los planos secuencia que acompañan a los temas… todo responde a la misma lógica: menos espectáculo, más cercanía.

En estos últimos años, sobre todo desde la salida de Sashimi, hemos visto una evolución constante en la escritura de Leiva, llegando a su culmen aquí, en Gigante. Sus letras, fieles a su estilo, eluden lo evidente y trabajan sobre lo implícito. No hay frases grandilocuentes ni metáforas rebuscadas. Hay, en cambio, una sensibilidad para captar momentos, estados de ánimo, fragmentos de la vida cotidiana que, en su sencillez, se vuelven universales. Y electricidad, mucha electricidad.  La figura del «yo» narrativo se muestra vulnerable, a veces contradictoria, siempre humana. En canciones como «El polvo de los días raros», se habla del desgaste de los vínculos, de los silencios incómodos, de la sensación de estar un poco perdido y sin necesidad de encontrar una gran respuesta. Leiva no baja línea ni pretende cerrar con moraleja: se limita a poner en palabras lo que muchas veces no se dice.

En cuanto a lo musical, el disco es una joya. Se repite el mismo patrón. En «El polvo de los días raros» utiliza algo tan simple como una escala de Si mayor, sustentada sobre acorde de Si en la ascendente y Mi en la descendente, que funciona a la perfección, creando un leitmotiv que resuena en tu subconsciente horas después de haberla escuchado. La utilización de un coro de voces blancas en este mismo tema y en «Bajo presión» expande el campo emocional y tímbrico de ambos temas. Además, en lo que se refiere a la estructura propia de los temas, Leiva no cae en el clásico arquetipo, sino que innova: hay temas que necesitan su maduración y su gestación propia, solo pudiéndose conseguir a través del tiempo del mismo. En una industria musical donde se busca la inmediatez para poder colarse en el algoritmo de TikTok, llama la atención que un artista se atreva a dar el aire necesario a sus temas, aunque esto conlleve que la duración del mismo ronde los cinco minutos.

Leiva no busca agradar a todos ni seguir la corriente. Con Gigante, entrega un trabajo honesto, íntimo y lleno de matices. El álbum es ágil, sensible, aunque con explosividad y energía internas, como la carrera de un galgo blanco por la estepa toledana. Es una obra que no se consume a la primera escucha, sino que se revela lentamente, como los discos que terminan marcando época. En tiempos de ruido y prisa, Leiva nos invita a parar. Y eso, hoy en día, es un acto de valentía.

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