Los jubilados de oro de la Fórmula 1 se abonan a lo eléctrico y medioambiental
De un tiempo a esta parte, los que una vez agitaron champán en lo más alto parecen querer alejarse de lo relacionado de forma directa con la gasolina
Empiezan a ser legión. Sebastian Vettel, Mika Hakkinen, y Nico Rosberg suman siete títulos mundiales en la Fórmula 1. Tienen la luz pagada para unas cuantas vidas, aunque siguen sintiéndose atraídos por la velocidad y cosas con ruedas. Egresar de la élite mundial, del foco mediático, y del modo de vida que conlleva ser piloto de Fórmula 1 es algo que no todos digieren bien. Sin embargo, no hay grandes ejemplos trágicos como en otros deportes, sino más bien todo lo contrario: existen grandes historias de éxito de estos jubilados de oro.
Paolo Barilla acabó haciéndose cargo de la empresa familiar y hace pasta famosa en el mundo entero, Martin Brundle es la voz televisiva de la categoría en Inglaterra desde hace años o Niki Lauda llegó a montar varias compañías aéreas. Hay muchos más ejemplos de exitosos negocios como Nelson Piquet (tecnología relacionada con flotas de camiones), Jody Scheckter (granjas biológicas), o Gerard Berger (transporte y logística).
De un tiempo a esta parte, los que una vez agitaron champán en lo más alto parecen querer alejarse de lo relacionado de forma directa con la gasolina, el hidrocarburo más popular del mundo impulsó sus carreras deportivas. Ahora buscan otros horizontes personales y empresariales, para poner el foco hacia lo venidero: electricidad y combustibles sintéticos.
Nico Rosberg, empresario sostenible
Uno de los primeros en cambiar su piel hacia lo eléctrico fue Nico Rosberg. Campeón del Mundo de Fórmula 1 en 2016 bajo la disciplina de Mercedes, es ahora un enorme defensor de la movilidad eléctrica. El monegasco de origen alemán y padre finlandés, realiza vídeos a cada poco subido en uno de los coches más exclusivos del mundo: el Rimac Nevera. Con nombre de electrodoméstico, solo está prevista la construcción de setenta y cinco unidades —ciento cincuenta si se añaden las otras setenta y cinco que comercializarán bajo la etiqueta de Pininfarina Battista—, de la que Rosberg recibió la primera de todas.
Su precio ronda los dos millones de euros, y su principal peculiaridad es que no lleva gasolina en su depósito… porque no tiene depósito. Lo que tiene son unas baterías ultra avanzadas desarrolladas en Croacia por la compañía Rimac, y que propulsan a este superdeportivo hasta la delirante velocidad punta de 412 km/h gracias a sus 1.914 CV. Lo más impresionante no es esta cifra, sino los 1,85 segundos que le lleva llegar a los cien desde salida parada. Hay monoplazas de Fórmula 1 que llegan ahí por los pelos, si es que llegan.
Desde el lado empresarial, Rosberg regenta varios negocios. Uno es una heladería en Ibiza, donde pasa periodos vacacionales desde niño, o con su esposa al mando, una empresa de decoración. Esto no tiene mucho que ver con la automoción o el deporte, pero lo que sí que alberga más relación es la escudería de su propiedad que disputa la Extreme-E, categoría de todoterrenos 100% eléctricos creada por Alejandro Agag. Nico no corre subido en ellos, pero sí hay algo muy personal en su fisonomía. Durante décadas FIA otorgaba dorsales a sus pilotos en función de sus resultados en años anteriores. Entregaba el número 1 al ganador de la temporada previa, y el 2 a su compañero; el 3 al segundo clasificado, etc. Cuando el ente federativo permitió a los participantes elegir un dorsal permanente, Rosberg eligió el número 6, que era la cifra con que su padre, Keke, fue Campeón del Mundo en 1982. Ahora, sus Extreme-E llevan ese número.
Rosberg posee en su garaje algún que otro coche de combustión, pero cuando le entregaron su Rimac, había al lado un Bugatti Chiron. Sonrió y dijo, «va en la dirección opuesta que probablemente todo el mundo espera». Es un buen conocedor del tema, no en vano, ha invertido en más de veinte startups relacionadas con la movilidad.
Mika Hakkinen, motos futuristas eléctricas
De los tres citados fue el primero en retirarse de la competición y el último en sumarse a esta tendencia, pero no subido a cuatro ruedas, sino a dos. El hombre que mantuvo a raya a Michael Schumacher a finales de los 90 no solo ayudó a diseñar una de las motocicletas más exóticas que pueden verse hoy rodando por carreteras, sino que es accionista de la compañía que la creó. El finés es socio de Verge Motorcycles, compañía pionera en supermotos eléctricas, y acaba de presentar en Mónaco su último y llamativo modelo: la Mika Hakkinen Prestige Signature Edition.
Esta superbike tiene varias particularidades. Es eléctrica, carece de eje trasero, y sus prestaciones son de quitar el hipo. A cambio de un peso de 245 kilos, sus baterías aseguran una autonomía de 350 kilómetros, y un tiempo de carga de 35 minutos. La velocidad está autolimitada a 200 km/h, pero el susto llega con su aceleración. La mítica Yamaha V-Max o la Suzuki Hayabusa marcaron récords en esta materia hace años a base de quemar gasolina; en esta ocasión la electricidad es la que catapulta a la Verge de cero a cien en apenas dos segundos y medio. Los que la piloten tendrán que agarrarse a lo que puedan so pena de quedar descabalgados a la primera de cambio.
Sí, hay motocicletas que alcanzan estas aceleraciones, pero no son muchas. Toda esa potencia es aplicada al suelo en una configuración muy poco vista y propia de las películas de ciencia ficción: sin eje trasero. El motor transmite su energía directamente a la llanta y está integrado dentro de la propia rueda. De esta serie solo se comercializarán cien unidades, a un precio de 80.000 euros. Está a la venta en Alemania, Francia, Italia, España, Finlandia, Estonia y Mónaco. Será en este último destino donde se inaugurará su tienda de referencia durante el fin de semana en que se dispute el Gran Premio de Fórmula 1. El expiloto afirma, «esta superbike eléctrica representa el futuro de la conducción». Los conversos afirman con la cabeza. Mika también.
Sebastian Vettel y el combustible sintético
Durante sus últimas temporadas en la Fórmula 1, Sebastian Vettel mostró de manera pública una gran conciencia social y ecológica. Apareció en países árabes con símbolos de apoyo a la comunidad LGTB, directamente perseguida en aquellas latitudes, por ejemplo. O asomaba por los circuitos con reivindicaciones en favor de las abejas, uno de los ejes naturales de la flora y fauna global.
Una de sus expresiones más espinosas fue aquella vez que se plantó en el Gran Premio de Miami, prueba inaugural de 2022, con una camiseta en que que pedía un cambio de tercio de orden planetario. En ella se podía leer que ‘Gran Premio de Miami de 2060’, acompañado de un caso de piloto con un tubo de submarinista. Le acompañaba la leyenda «Actúa ahora, o nada después». Resulta obvio que al germano preocupa sobremanera el nivel de las aguas, y así lo hizo saber. Este es un problema que nos atañe a todos, pero su expresividad escoció en especial a Aramco, patrocinador de la categoría y de su propia escudería, Aston Martin. La jugada no hizo ni pizca de gracia al patrocinador, el productor de petróleo más grande del mundo, pero a un Vettel que estaba de salida, esto ya le daba igual.
Fuera ya de la competición y en línea con sus ideas, se ha asociado al creador de combustible sintético P1 Fuels. Es por ello que realiza exhibiciones en monoplazas históricos cuyos tanques de gasolina llena con sus productos. El tetracampeón posee una pequeña colección de monoplazas históricos, que mantiene en perfecto estado de funcionamiento, como el Williams FW14B de 1992 de Nigel Mansell o el McLaren MP4/8 de 1993 de Ayrton Senna. Esta tecnología saltó a la palestra en el Gran Premio de Gran Bretaña del año pasado, cuando el alemán realizó una demostración con el Williams que ganó el campeonato en 1992 utilizando este combustible. A pesar de que Aramco y la Fórmula 1 mantienen una línea de trabajo con vistas a implementar estas gasolinas a partir de 2026, Sebastian Vettel está en conversaciones con varios equipos de Fórmula 1 sobre futuras asociaciones. El corredor afirma: «Uso combustibles neutros en carbono para demostrar que podemos seguir conservando nuestra historia, nuestro patrimonio y nuestra cultura en el automovilismo, pero de una forma más responsable». Y en ello anda, en reverdecer en lo posible el deporte, la especialidad, y un mercado comercial que está esperando productos así.
La Fórmula 1, acusada por ecologistas por ser «un enorme polucionador y emisor de gases de efecto invernadero», realizó un completo estudio en 2017 que demostraba que aunque en el fondo tenían cierta parte de razón, estaban muy perdidos. En él, se descubrió que de todo el conjunto del negocio, los monoplazas apenas contaminaban un 0,7%. Desplazamientos de equipos a los circuitos, logística, actividad fabril, camiones, o fabricación de piezas forma el grueso de sus emisiones, pero no los coches. La Fórmula 1 trabaja para ser neutra en huella de carbono para 2030, y poco a poco se está convirtiendo de enemigo a la referencia a seguir. La F1 no quiere contaminar, ni antes, durante, ni después de correr, como muestran los que una vez se subieron al pódium. Bueno, y porque es un negocio para ellos también.