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Fórmula 1

Sainz sube al podio de Mónaco y Leclerc se hace con la primera victoria en su ciudad

Carrera aburrida con una primera vuelta explosiva y final clónico al de la parrila de salida

Sainz sube al podio de Mónaco y Leclerc se hace con la primera victoria en su ciudad

Leclerc celebra su victoria en Mónaco. | Agencias

La Feria de Sevilla en Sevilla, Los Sanfermines en Pamplona, las Fallas en Valencia o el Gran Premio de Fórmula 1 en Mónaco. Cada localidad tiene su fiesta grande y el principado tiene la suya, que es una carrera de coches. Todo es más especial cuando han tenido que esperar 93 años en ver ganar a un súbdito del príncipe Alberto, a Charles Leclerc, uno de sus vecinos más populares.

Fue el 19 de abril de 1931, cuando se celebró el tercer Gran Premio de Mónaco, que venció Louis Chiron con su Bugatti T51. Desde entonces, y hace ya casi un siglo, que un nacido en Montecarlo no pasaba primero por meta. Es por eso por lo que el alopécico monarca de segundo país más pequeño del mundo no se cortó y agitó una cuarta botella de espumoso en el pódium como un piloto más. Entre chorros de espuma se disimularon las lágrimas que el coronado derramó rodeado de su familia.

Fiesta VIP

La prueba más pija, elegante y señera del mundial tiende a ser una procesión de unos años a esta parte, y esta edición no defraudó a los cofrades; algo más a los aficionados. La emoción del evento hubo que buscarla en la tanda clasificatoria del sábado, con unos tiempos muy apretados. De manera sorprendente y contra todo pronóstico, Checo Pérez y Fernando Alonso quedaron apeados en la primera eliminatoria. No fue por falta de pericia, sino porque en la lotería del espacio disponible en pista, la escasez de ventanas de oportunidad, y el tráfico, fueron relegados a puestos muy desfavorecedores en parrilla. Para ambos, llegar a los puntos era la única meta.

En el caso del mexicano, y una vez iniciada la prueba, se vio envuelto en un espectacular accidente en la subida hacia el casino. La cabalgada del azteca apenas duró unos cientos de metros cuando el danés Kevin Magnussen se tocó con él en un intento de colarse por un hueco inexistente. Se considera que cuando el eje delantero está por detrás del espacio que ocupa el piloto en el monoplaza un coche a adelantar, la posición es del que va delante; si no hay hueco para los dos, el de atrás ha de levantar el pie del acelerador y dejar escapar a su presa.

Magnussen se excedió en su optimismo, Checo Pérez se cerró dentro de la legalidad, y la consecuencia fueron tres coches fuera de carrera y el evento detenido tras bandera roja. Lo que ocurrió fue que el Red Bull de Pérez, perdió el control, giró como una peonza, y golpeó con violencia a Nico Hülkenberg. El que llevó la peor parte fue el Red Bull y la valla, que tardó más de media hora en ser reparada.

Unos metros antes de este incidente, en la curva de Santa Devota, Sainz tocó a Oscar Piastri, y pinchó su rueda. Perdió el control de su Ferrari unos metros más allá, pero se concentra que la patrona de Mónaco debió interceder por él. Tras el accidente previo, la prueba se detuvo, y el madrileño pudo entrar a boxes, sustituir sus Pirelli, y reparar los daños para salir de nuevo en la resalida desde el mismo puesto, tercero. Fue justo como acabó al caer la arlequinada que agitó el futbolista Kylian Mbappé.

No quedaron ahí los incidentes de la primera vuelta. En la entrada al túnel más famoso y rápido de la historia de la velocidad, los dos Alpine se tocaron. Esteban Ocon encerró a su compañero Pierre Gasly, las ruedas se apalancaron, y esto catapultó al galo con nombre español hacia el cielo a una altura considerable. Al caer, rompió su Alpine sin poder seguir en la prueba. Ante su tropelía, los comisarios le sancionaron con una multa de tiempo, intercambiada por posiciones en la parrilla de salida de la próxima carrera, al no poder asumir su castigo en esta.

Y esto fue lo más emocionante de la prueba, de toda la carrera: una primera vuelta sin afección directa —si indirecta— al resultado. La carrera fue anodina, algo que muchos temían y se acabó cumpliendo. El responsable no es el empedrado, ni los pilotos, sino los coches. O más, bien, su tamaño. Mónaco puede dártelo todo, o quitártelo todo. Es una pista para virtuosos, y en la Fórmula 1 están los mejores pilotos del mundo. Que no haya más incidentes es solo señal de la calidad que hay en esas cuarenta manos.

En la Fórmula 2, el domingo a media mañana, se disputó una prueba electrizante, con adelantamientos, cambios de liderazgo, imprevisibilidad y mucha emoción. Una de las diferencias básicas es que los F2 son coches standard, clónicos, y esto es algo en lo que se trabaja en la F1. No en que sean todos iguales, sino que sus prestaciones se reduzcan mucho y es algo que se está consiguiendo. Durante la Q1 de la tanda clasificatoria en el anterior Gran Premio, en Imola, la diferencia entre el mejor y el más lento fue de 1,15 segundos. Nunca antes en la historia se había dado una situación igual. En esa misma pista, en 2022 fue del doble, y hace un par de décadas se podían ver diferencias de 5 y 6 segundos o más. El problema en Mónaco es otro.

El tamaño si importa

El Scalextric del Príncipe Alberto apenas ha cambiado en los últimos años. Las calles siguen siendo igual de anchas —o de estrechas, según se mire—, pero los monoplazas han crecido. La actual normativa permite a las escuderías construir oídos de 5,5 metros de largo por hasta 2 metros de ancho. Los F2 miden 20 centímetros menos de largos, y 10 menos de ancho, y esto cambia mucho la situación. Con las actuales cotas de la F1, las pistas pequeñas y ratoneras como esta, Imola o Hungría, lo de adelantar se convierte en tarea imposible. Correr en Mónaco es el delirio último de cualquier piloto, pero dejar atrás a un contrincante es casi una tarea suicida.

La otra tara técnica de la especialidad es que se ha convertido en una suerte de prueba de resistencia. Si antes era un ejemplo de velocidad pura, y con el pie a fondo desde la salida, ahora hay elementos que lastran la competitividad, como el consumo limitado de combustible, o la conservación de los neumáticos. Los coches ya no corren a todo lo que dan, sino lo mínimo necesario para no perder.

Esta es la razón por las que desde hace años existen voces muy cualificadas que piden en vano modificar la pista, aunque la recalificación del suelo se torna en inviable ante lo exiguo del espacio disponible. Como consecuencia, y de manera casi invariable, las pruebas que se disputan allí seguirán siendo poco excitantes hasta que en 2026 se recorte al menos la longitud de los coches, que es algo que está en los planes.

En resumen, día grande para Ferrari, que logró ver a dos pilotos subidos en el cajón el mismo fin de semana que acumuló su pole position número 250, Charles Leclerc exultante al cumplir el deseo desde niño de ganar en las calles por las que conduce desde que tiene carnet; Sainz acumula puntos, quince; los Red Bull si son batibles aunque Max Verstappen no pierda el liderato, y enormes los McLaren segundo y cuartos para un sólido Oscar Piastri y un cumplidor Lando Norris. El sinsabor, para Aston Martin, fuera de los puntos, sin ritmo, velocidad, ni suerte. Próxima parada, la antítesis de Mónaco: Gran Premio de Canadá, un lugar donde siempre suelen ocurrir cosas. Será el próximo domingo 9 de junio, dentro de dos semanas, a las ocho de la tarde en horario peninsular español.

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