El Calcio juega (y vuelve a ganar) con la táctica Ayuso
El fichaje de Lukaku por el Inter ilustra la influencia de las ventajas fiscales en el renacer del fútbol italiano, presente en las tres finales europeas
En un par de semanas, el Inter de Milán juega la final de la Champions contra el Manchester City; para llegar ahí tuvo que eliminar en semifinales al otro club de la ciudad, el Milan. Pasado mañana, la Roma le disputa la final de la Europa League al Sevilla, que derrotó en semifinales a otro equipo italiano, la Juventus. Entre medias, el 7 de junio, la Fiorentina se enfrenta al West Ham en la final de la tercera competición continental, un reciente invento recaudatorio de la Uefa llamado Conference League.
Tras un par de décadas, en el fútbol de élite vuelve a sonar el melodioso acento italiano.
Mientras, en España acabamos de celebrar unas reñidas elecciones. Al cierre de este artículo, aún se desconocían los resultados finales, pero ya quedaba claro el protagonismo de Isabel Díaz de Ayuso. Oficialmente, la cosa iba de ayuntamientos y comunidades autónomas, pero el gran partido en el imaginario colectivo lo jugaba Ayuso contra su verdadero gran rival: Pedro Sánchez. Feijóo pasaba por allí. Un tal Juan Lobato, al parecer, también.
La estrategia de Ayuso lleva la etiqueta de la «libertad», pero su jugador estrella, ese que termina sacándole las castañas del fuego, es la economía, con los impuestos como gran habilidad goleadora.
Hace un par de años, la consejería de Economía de la Comunidad de Madrid sacaba músculo con un informe titulado «Bajar impuestos para crecer más», «aportación» al «comité de personas expertas para la elaboración del Libro blanco de la reforma tributaria del Ministerio Hacienda». El pasado mes de febrero, el Gobierno regional puso a su estrella a calentar para la final de ayer: «La Comunidad de Madrid aprueba la nueva bajada de impuestos pionera en la UE para atraer más inversiones y crear empleo», titulaba en su web oficial.
Otro político del PP, José María Aznar, quiso aplicar la misma táctica al futbol español. En las postrimerías de su mandato presidencial, lanzó una ley que permitía a los extranjeros que se vinieran a España a trabajar tributar como no residentes durante un número limitado de años. O sea, con un tipo general fijo del 19.5% en el IRPF, cuando el máximo llega al 45%. La ley fue bautizada con el nombre de David Beckham, uno de los primeros en acogerse a la medida para fichar por el Real Madrid; club de los amores de Aznar, por cierto.
En teoría, el inglés pagaba la mitad de IRPF que sus compañeros españoles de vestuario, pero en realidad el que se ahorraba dinero era el club. Los agentes de los futbolistas negocian por sueldos netos: cómo lleguen a cubrir las cifras demandadas los clubes ofertantes les da igual. Y los compañeros españoles de Beckham lo sabían perfectamente; la cuestión no fue un problema en el vestuario.
Pero la crisis comenzó a azotar al común del contribuyente y no resultaba tan sencillo explicar los beneficios de vender la marca España a través de un club galáctico. Y menos para un gobierno socialista. José Luis Rodríguez Zapatero (fan del Barça, por cierto) reformó la ley para que solo se beneficiaran extranjeros que ganasen hasta 600.000 euros al año.
Rajoy hizo después algunos cambios, pero básicamente se mantiene la limitación. Noemi Romero, de la escuela de negocios INEAF lo explica con detalle. Básicamente, lo que nos interesa a efectos futbolísticos es que el crack extranjero que supere los 600.000 euros al año se tiene que comer un IRPF del 47%.
En Italia, hartos de ver a su amado Calcio penar por las competiciones europeas, decidieron crear su propia Ley Beckham. Justo antes de su dimisión, parte del eterno carrusel de la política transalpina, Giuseppe Conte (nada que ver con el entrenador, Antonio, aunque tienen cierto parecido facial) aprobó el Decreto Crescita, que reduce a la mitad la tributación de futbolistas extranjeros sin residencia fiscal en Italia en los dos años anteriores y que la mantengan durante al menos los dos años siguientes. Conte venía del populista Movimiento Cinco Estrellas, pero Mario Draghi, tecnócrata por excelencia, no revocó la medida.
La eficacia del método (sobre su «justicia social» hay opiniones, pero ese ya es otro debate) puede ilustrarse con un caso muy gráfico. En junio del año pasado, el diario italiano Domani hizo un interesante seguimiento del fichaje del delantero belga Romelu Lukaku, una de las grandes bazas del Inter para la final de la Champions.
Lukaku, que había jugado el año anterior en el Inter, había fichado esa temporada por el próspero Chelsea a cambio de un sueldo astronómico. El Inter quería recuperarlo, pero solo podía llegar a esas cifras si el jugador se decidía rápido: «Lukaku debe llegar a Milán antes de que expire el primer semestre de 2022 para poder demostrar que ha estado en Italia al menos 183 días en el año natural (desde los últimos días de junio, de hecho, hasta el final). de diciembre)», escribía Stefano Iannaccone. Así, «la estancia de Lukaku en Londres equivaldría a una especie de vacaciones en el extranjero».
Cualquiera diría que, en Italia, el periodista deportivo medio tiene que saber tanto de derecho fiscal como de táctica futbolística. Sigue Iannaccone, dado que había conservado su residencia fiscal italiana, si no cumplía esos plazos, «tendría que devolver lo que había obtenido previamente por no haber cumplido con el parámetro de dos años consecutivos de trabajo imperante en Italia». Por contra, si lo hacía, las posibilidades crematísticas se acumulaban: «Ser padre podría, por ley, extender el beneficio por otros cinco años. Si no quisiera acogerse al beneficio parental, aún le bastaría con comprar una propiedad en Milán para garantizarse una prolongación hasta 2028, cuando cumplirá 35 años. Acumularía más de 10 millones de euros ahorrados en pagos del IRPF».
A la Uefa le parece estupendo. Antes de la semifinal milanesa de Champions, su presidente, Aleksander Čeferin, dijo en Sky Sport que «el fútbol italiano está volviendo a hacer un gran trabajo». Sin embargo, dejó una hiriente coletilla: «La infraestructura sigue siendo de baja calidad». La Gazzeta se hacía eco hace poco de las dudas de la Uefa sobre la candidatura italiana a la Eurocopa de 2032. Los estadios, al parecer, no están a la altura de los jugadores.
Tampoco ayuda a la credibilidad italiana el escándalo financiero de la Juventus. Otro artículo de La Gazzeta explica los últimos detalles de su juicio por el obsceno juego con las pluvalías de los fichajes. Lo último ha sido una sanción de 10 puntos en la competición liguera, la Serie A, que los deja fuera de Europa.
Si el fútbol italiano termina de entender la diferencia entre la estrategia financiera y picaresca, quizá el Calcio vuelva a alcanzar la gloria de otros tiempos. Veremos.