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Así viví la emotiva despedida de Toni Kroos

En el Real Madrid no es tan fácil salir ovacionado y en olor de multitudes a pesar de haber tenido una carrera exitosa

Así viví la emotiva despedida de Toni Kroos

Toni Kroos junto a sus hijos durante su vuelta de honor al estadio Santiago Bernabéu. | Diego Radames (Zuma Press)

Aún sigo emocionado con la despedida que el Santiago Bernabéu dispensó a Kroos en la noche del sábado. Y es que, en el Real Madrid, no es tan fácil salir ovacionado y en loor de multitudes a pesar de haber tenido una carrera exitosa. Para que esto suceda, es necesario que se alineen una serie de circunstancias. La principal es haber tenido un comportamiento excelso tanto dentro como fuera del terreno de juego, lógicamente. Otra no menos importante es que el madridismo descubra honestidad en su futbolista. Este, idealmente, se marchará en el momento justo, sin porfiar por un último gran contrato y cuando, incluso, le quedaba algo más por dar. Si además tu adiós coincide con la última jornada en casa, y con el Bernabéu a reventar, convergen todos los condicionantes ideales para experimentar un broche final tan emotivo como el que Toni Kroos disfrutó en Chamartín.

Puedo asegurar que, tras vivir in situ innumerables despedidas en mi largo recorrido cubriendo la información del Real Madrid, sólo me atrevo a poner la de Zinedine Zidane a la misma altura que la del alemán. Concurre que ambos eligieron marcharse en la cúspide de su carrera y con deseo de renovación por parte del club (ZZ incluso con un año más de contrato en vigor). Apetencia que Toni y Zinedine declinaron amablemente para poner punto y final a sus carreras vestidos de blanco, aunque no sin antes dar unas últimas patadas a la redonda representando a sus combinados nacionales (en esto también se parecen).

Nada de Arabia, ni Japón, ni los Estados Unidos por un puñado de millones más. Sin trucos, sin artificios, de frente. Algo que el buen aficionado merengue detecta al vuelo.

«Gracias, leyenda»

Faltaban 15 minutos para que el Real Madrid vs. Betis diera comienzo y en Concha Espina no cabía un alfiler. 83.000 almas esperaban ansiosas en sus localidades portando cartulinas con lemas como «Danke, Toni» o «árbitro no pites el final que Kroos se nos va» (emulando a aquella del retiro de Zizou), entonces, y coincidiendo con la salida de los equipos, desde la Grada de Animación se desplegaba un precioso tifo de grandes dimensiones con el lema «Gracias, leyenda» y una imagen gigante de Toni Kroos.

Al mismo tiempo, los jugadores madrileños y andaluces se dispusieron en formación de pasillo mientras Toni subía por última vez los escalones que dan acceso al terreno de juego. ¡Qué ovación tan sensacional! Kroos, avergonzado, blandía sus manos derecha e izquierda hacia los diferentes sectores, dando las gracias al respetable y lanzando besos. El rubor germánico le pedía acabar con el homenaje, y así se lo transmitió a sus compañeros con ostensibles gestos. Un último abrazo general, posar para la foto y a jugar.

La guinda final 

Y es que eso, jugar, y muy bien, es lo que ha traído al germano hasta aquí. 464 partidos con la camiseta del Real Madrid, 28 goles, 100 asistencias y 22 títulos durante 10 temporadas. Entre ellos 4 Champions League que podrían ser 5 si el día 1 de junio en Wembley pone la guinda final levantando una nueva orejona. Se lo merece un Toni Kroos cuyos últimos 85 minutos fueron un sin fin de ovaciones con cada cambio de juego y cada córner que se acercaba a botar.

Fue entonces cuando, a cinco minutos del final, Ancelotti decidió sustituirlo para que recibiera el último adiós de los suyos. Estruendosa y duradera aclamación del recinto completo, que se venía abajo. Piña de todos sus compañeros que lo rodearon para arroparle y abrazarlo. Mano en el corazón del alemán, que todavía aguantaba el tipo, y últimos metros de recorrido en dirección a la banda. Allí esperaba Ceballos, que abrazó sentidamente a Toni mientras le susurraba algo al oído. Y allí aguardaba también Carletto, que le regaló todo su cariño.

No se rompía Kroos, que haciendo gala de su habitual frialdad, soportaba el chaparrón, pero entonces apareció su familia. Jessica, su mujer, Leon y Finn, sus hijos y Amelie, la niña de sus ojos. Fue subir en brazos a su hija y derrumbarse el alemán. Nunca lo habíamos visto así. Pero claro, tampoco el Bernabéu había visto tal derroche de calidad, profesionalismo y honestidad concentrados en un solo futbolista.

En mis ojos quedará grabada tu vuelta de honor acompañado de tus seres queridos.

¡GRACIAS POR TODO, TONI! 

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