El surrealista negocio multimillonario de la NBA
La temporada arranca con franquicias de 6.000 millones e historias bizarras: de la cancelación del dueño de los Suns al equipo que quiere montar Lebron James en Las Vegas para jugar con sus hijos
La NBA mueve mucho dinero. Además, mola. Por eso, poseer uno de sus equipos se ha convertido en una especie de demostración de estatus para los millonarios norteamericanos (y un indio y un taiwanés… con su correspondiente doble nacionalidad adquirida; estadounidense el primero, canadiense el segundo). Tal reconocimiento los lleva a tragar las ruedas de molino de un sistema de franquicias tan estricto que les limita fichajes y gastos en sueldos (sin palancas que valgan, aunque con algún as siempre en la manga) e incluso les obliga a vender cuando su comportamiento deja de ser bonito de enseñar.
La temporada comienza el próximo 19 de octubre, por lo que aún estamos a la espera de la clasificación canónica de Forbes para esta temporada, pero Marsha Green, de la NBC, tira de la también fiable de Sportico’s total valuations, actualizada a diciembre de 2021. «Ni siquiera una pandemia mundial, que hizo que se cerraran estadios de la NBA en todo el país, pudo frenar la organización en constante crecimiento que es la NBA. Todas las franquicias de la liga valen al menos 1.000 millones de dólares [la misma cantidad en euros] y las tres primeras superan los 5.000 millones, y esa cifra sigue aumentando cada año», la glosa Green.
La valoración económica de los equipos nos deja la primera nota surrealista. Lidera la clasificación, con 6.120 millones de dólares los Knicks de Nueva York… que no ganan un anillo de campeón desde 1973 y cuyo último título de conferencia (finalista del título nacional) se remonta a 1999. La explicación, claro, está en la Gran Manzana. El mercado neoyorquino, inmenso y plagado de millonarios y turistas, da para vender muchas entradas (la más barata está en unos 50 dólares, en el Madison Square Garden caben más de 20.000 espectadores y solo la fase regular son 82 partidos) y, sobre todo, mucho merchandising: camisetas, sí, pero también cualquier cosa imaginable a la que se le pueda pegar el logo azul y naranja de los Knicks. Después los partidos los ganan los Golden State Warriors de Stephen Curry y compañía, pero el dinero se queda cerca de Wall Street, como casi siempre.
Por supuesto que ganar campeonatos sale rentable. Los Warriors tienen una valoración de 6.030 millones, superando la barrera psicológica de los seis mil tras un incremento del 16% respecto al curso anterior (los Knicks también subieron, pero solo un 13%). Además, los vecinos de Silicon Valley son primeros en perspectivas de ingresos para este año, con 589 millones. Pero su mayor proeza probablemente haya sido superar al otro gran equipo californiano los míticos Lakers de Los Angeles, ahora terceros con solo 5.630 millones. Ya contamos aquí la genialidad de Joe Lacob al respecto.
En cualquier caso, queda margen de crecimiento. Las franquicias de la NBA aún están por debajo de los 6.900 millones de dólares de los Dallas Cowboys de fútbol americano y los 6.750 millones de los también neoyorquinos (estos sí ganan de vez en cuando) Yankees. Aunque la parte del león venga de los derechos audiovisuales, estos se reparten equitativamente, por lo que la diferencia se hace con los sabrosos picos del resto de ingresos.
Según Kurt Badenhausen, de Sportico, el big bang que dio lugar a las actuales vacas gordas se desarrolló en dos fases: «La matriz financiera de la NBA cambió tras el convenio colectivo firmado a finales de 2011 y los acuerdos televisivos que arrancaron con la temporada 2016-17». El convenio llegó tras una dura negociación con los jugadores en la que a la liga no le tembló el pulso: cierre patronal (con pérdidas de unos 400 millones de dólares) hasta que admitieron continuar con el sistema que condiciona los sueldos a la competitividad de la liga y permite, por ejemplo, que no ganen siempre los Knicks y pueda hacerlo (hace un par de años, por ejemplo) un equipo del muy periférico Milwaukee. Lo de televisión fue un pelotazo de 24.000 millones de dólares con ESPN y TNT, un aumento anual del 200% que supuso «un acuerdo de recuperación», según el consultor Ed Desser, tras las raquíticas dos renovaciones anteriores, lastradas por el 11-S y la crisis financiera, respectivamente.
Siguiendo esta línea temporal, el año pasado pudo haberse producido el siguiente gran evento evolutivo. «El aumento de las valoraciones ha aumentado el desafío para los socios comanditarios de encontrar compradores lo suficientemente ricos y dispuestos a comprar participaciones en equipos controlados por otra persona. A principios de 2021, la NBA desveló su solución: el capital privado y otros tipos de inversores institucionales podrán poseer hasta el 20% del capital de una sola franquicia, y un equipo podrá tener hasta el 30% de su capital en manos de fondos de inversión», explica Badenhausen. Dyal HomeCourt fue el primer fondo aprobado y Arctos Sports Partners, la primera empresa de capital riesgo (ha comprado California, pero diversificando: el 5% de los ganadores Warriors y el 17% de los Sacramento Kings, perdedores durante mucho tiempo y, gracias a las reglas NBA, potenciales ganadores en el futuro). Otros como Dyal y Sixth Street también se han animado.
En una carambola capitalista muy divertida, la base del invento, los jugadores, se están convirtiendo en inversores muy apetecibles. Al calor del pelotazo televisivo, sus sueldos se han disparado. El mejor pagado es el actual MVP Stephen Curry, con 48 millones de dólares al año. Luego la cosa va bajando, pero no demasiado: Rocky, el león que ejerce de mascota de los Denver Nuggets, gana más de 630.000 euros al año por contorsionar su cuerpo de peluche durante los partidos (Los Simpsons, por supuesto, también lo predijeron).
Además, el poderío financiero de las estrellas va mucho más allá del salario. En la lista Forbes de los deportistas mejor pagados del mundo, Lebron James aparece segundo, solo superado por Messi. El año pasado ganó 121,2 millones de dólares, de los que solo 41,2 millones le llegaron por su salario en los Lakers. El resto fueron ganancias relacionadas con la publicidad. Eso solo en un año. Empezó a jugar en la NBA con 18 años y tiene 37. Además, se le dan bien los negocios. Forbes le estima un patrimonio neto de mil millones de dólares. Consciente de la importancia de su imagen, elige con mucho cuidado las marcas con las que se asocia y, en vez de un bonito cheque fácilmente liquidable en mansiones y descapotables, les pide un porcentaje de las ganancias. Como ejemplo de su visión, en 2015 dejó de ser hombre anuncio de McDonald’s para apuntarse a una pujante Blaze Pizza, de la que es accionista. Además, tan cerca de Hollywood últimamente, le está sacando buen rendimiento a su productora SpringHill.
La productora le permitió además crear a su imagen y semejanza la película Space Jam: A New Legacy, continuación de la que protagonizó su gran punto de referencia, Michael Jordan. Según la mayoría de los expertos, el mito de los Chicago Bulls sigue estando por delante en lo puramente baloncestístico, pero su fortuna no alcanzó la cifra mágica de los mil millones de dólares hasta 2014, más de una década después de retirarse y, según Forbes, «gracias a una inversión oportuna en el equipo de baloncesto Charlotte Hornets».
Lebron también quiere seguir a su ídolo en esto último. Pero no quiere esperar a retirarse. Por lo menos para las negociaciones preliminares. El verano pasado renovó con los Lakers por dos años con cifras al alza: si la temporada pasada cobró 41,2 millones, en esta serán 44,4, la próxima 46,7 y la última (de momento) 50,4. Pese a tan notables cifras, no ha tenido el menor pudor en anunciar ya a los cuatro vientos que quiere poseer un equipo e incluso ha señalado dónde: Las Vegas. Dinero no va a faltar por aquellos andurriales… La última vez que lo dijo fue en un partido de pretemporada que disputó en la Ciudad del Pecado… y perdió contra los Phoenix Suns. Algún aficionado a los Lakers podría pensar que estaría pensando en otra cosa.
El mensaje iba dirigido, en última instancia, al comisionado [equivalente a presidente] de la liga, Adam Silver. Para que luego nos escandalicemos por aquí de los negocietes de Piqué con Rubiales… Aunque en EEUU por lo menos disimulan, poniendo periodistas de por medio. Declaraciones de Lebron James en Las Vegas: «Sé que Adam [obsérvese el tuteo] está en Abu Dhabi ahora mismo [obsérvese el control], creo… [un poco de disimulo] Pero seguro que ve todas las entrevistas de los jugadores de la NBA, así que: quiero el equipo aquí, Adam. Gracias». Sí, Lebron manda bastante en la NBA.
Para algunos, más de la cuenta. Fiel a su apodo de King James, debe de haber seguido atentamente el reciente traspaso de la corona británica y prepara el de la suya con el mismo celo genético. No solo ha planeado con todo detalle la carrera de su primogénito, Bronny James, que podrá acceder al draft de la NBA en 2024, sino que reitera que quiere jugar con él en la liga. Pero tampoco se conforma con semejante proeza: para evitar celos familiares, acaba de anunciar que también incorporará a su segundo hijo, Bryce Maximus. Su ADN rebosaría, por lo tanto, más de la mitad de un quinteto inicial. Después viene su hija Zhuri, que tuvo más tarde, en 2014, quizá porque pensó que necesitaría más tiempo para torcer el reglamento hasta permitir los equipos mixtos.
Para lo de Bryce tendría que esperar cuatro años. Papá James estaría ya en los 40 años, pero teniendo en cuenta cómo se cuida (presume de gastarse un millón de dólares al año en todo tipo de cacharros y técnicas para mantenerse en forma) y que Jordan se retiró justo a esa edad, no parece muy descabellado. Pero, por si acaso, dicen las malas lenguas que Lebron ha movido esos hilos que le llegan hasta el mismísimo amigo Adam. Actualmente, los jugadores no pueden saltar directamente desde el instituto a la NBA, como hizo el propio Lebron en su momento, sino que tienen que desbastarse al menos un año en la universidad. A Bronny no le va a quedar otra, pero Bryce se podría beneficiar del nuevo convenio colectivo que, según dicen, volverá a rebajar la edad de elegibilidad a los 18 años. El acuerdo, que entraría en vigor justo en 2023, está aún en el horno, pero abundan los tuits maliciosos que aseguran que Lebron lo tiene bien atado.
En un par de temporadas podríamos ver un equipo en Las Vegas con el aliciente de tres James por el precio de uno sobre la cancha. Quizá por no estar muy asociada a la vida sana en general, Las Vegas no tiene gran tradición en las grandes ligas deportivas, pese a su indiscutible capacidad para organizar todo tipo de shows. Hace un par de años, sin embargo, le compraron a Oakland su equipo en la NFL de fútbol americano, al más puro norteamericano: (casi todo) se compra y se vende. Y la cosa va bien. La NBA seguro que se anima.
Badenhausen asegura que la incorporación de dos equipos más a la liga es solo «cuestión de cuándo». El comisionado Adam Silver dijo en enero en Sportico que es «inevitable que en algún momento [la liga] vuelva a la expansión. Las organizaciones exitosas tienden a crecer con el tiempo». Pero a renglón seguido se puso estrecho: 2.500 millones de dólares le parecía una cuota de entrada «muy baja», cuando la última incorporación, Charlotte, pagó solo 300 en 2004. Seattle y Las Vegas son los dos destinos «más obvios», apuesta Badenhausen, que también menciona el interés de ciudades como Louisville, Vancouver o incluso Ciudad de México.
Los expertos conectan el calendario de incorporaciones a la próxima ronda de contratos de televisión. Badenhausen cree que «si la liga es capaz de cerrar nuevos acuerdos con los medios por valor de entre 60.000 y 70.000 millones de dólares, el cálculo cambiará y el precio de entrada en el club de la NBA pasará de unos 2.500-3.000 millones de dólares a unos 4.000 millones de dólares».
Los potenciales dueños, eso sí, saben a qué se exponen. Por muchos millones y poder que acumulen, tendrán que aceptar a rajatabla las decisiones de Adam Silver (y sus amigos, ¿por ejemplo Lebron?). Robert Sarver puede dar buena fe de ello. Propietario de los Suns de Phoenix, una de las franquicias con más solera, y de los Mercury, su versión femenina, se ha visto obligado a poner su propiedad en venta después de que la NBA lo suspendiera por un año y le endosara una multa de 10 millones de dólares.
Una investigación encargada por la liga sacó a la luz pruebas contundentes de comportamientos machistas y racistas, además de un trato abusivo a sus empleados. ¿Se imagina algo parecido en nuestra Liga de fútbol? Lo llamativo es la entrega total de Sarver: «Como hombre de fe, creo en la expiación y en el camino del perdón. Esperaba que la suspensión de un año del comisionado me proporcionara el tiempo necesario para centrarme, enmendar mi error y eliminar mi controversia personal de los equipos que yo y tantos aficionados amamos», dijo en un comunicado. «Pero en nuestro actual clima implacable, ha quedado dolorosamente claro que eso ya no es posible, que todo el bien que he hecho, o que podría hacer, se ve superado por las cosas que he dicho en el pasado. Por esas razones, estoy iniciando el proceso de búsqueda de compradores para los Suns y los Mercury”. Implacable…
El Wall Street Journal se ha apresurado a contar los detalles de la operación, con lo que el merodeo de tiburones debe de ser importante. En el artículo, Louise Radnofsky y Rachel Bachman marcan la línea de poder de la NBA con el orden de las declaraciones. Primero hablo Adam Silver: «Apoyo plenamente la decisión de Robert Sarver de vender los Phoenix Suns y Mercury. Este es el siguiente paso correcto para la organización y la comunidad». Pero, «poco después» de estas declaraciones, el presidente de la Asociación de Jugadores de la NBA, CJ McCollum (estrella muy en activo), agradeció a Sarver «haber tomado una decisión rápida y en el mejor interés de nuestra comunidad deportiva». Mucha comunidad. Más adelante, el contexto más jugoso: «El anuncio de Sarver se produce después de que el patrocinador de los Suns, PayPal, el propietario minoritario Jahm Najafi, el base estrella del equipo, Chris Paul, y la Asociación Nacional de Jugadores de Baloncesto calificaran la semana pasada de insuficientes las acciones de la NBA contra Sarver».
Según el WSJ, una venta de los Suns podría seguir aumentando el precio de las franquicias en la NBA. En 2017, recuerda, los Brooklyn Nets se vendieron al cofundador de Alibaba Group Holding Ltd., Joseph Tsai, con una valoración récord de 2.300 millones de dólares. Tsai compró después el New York Liberty de la WNBA por una cantidad no revelada. Tres años antes, el ex director ejecutivo de Microsoft, Steve Ballmer, compró los Clippers de Los Ángeles por 2.000 millones de dólares… después de que Silver expulsara a su propietario Donald Sterling de la liga por hacer comentarios racistas.
Radnofsky y Rachel Bachman recuerdan también el gran mantra de los inversores especializados en el deporte estadounidense: se acerca el final del actual acuerdo televisivo. «El apetito por los deportes en directo está creciendo y es probable que la NBA vea un intenso interés en su próximo gran acuerdo televisivo por parte de las cadenas de televisión, de cable y de streaming». Las cosas se aceleran. La semana pasada, Bloomberg publicó que Sarver está trabajando con la asesora Moelis para la venta de los Suns y las Mercury. Las apuestas suben, que dirían en Las Vegas. Que empiece el partido, dirían en la cancha. Al final, todo consiste en ganar.