Estados Unidos asume la recuperación del Mundial
Las audiencias de Qatar 2022 reflejan el crecimiento orgánico del fútbol en el país norteamericano, sede del torneo de 2026 junto a Canadá y México
¿Qué ha hecho el Mundial de Qatar por el fútbol? Aparte de momentos de indiscutible brillantez como la final, de enorme calidad dramática y futbolística, en general, el deporte rey ha quedado manchado, hundido en el triste género de los juguetes caros de mandatarios con pocos escrúpulos. La camiseta de Messi cubierta por aquel velo negro en el momento cumbre del levantamiento de la copa no pudo resultar más simbólico. La investigación por las mordidas qataríes a europarlamentarios insinúa un triste epílogo. Afortunadamente, la realidad siempre se renueva y, en el caso del fútbol, solo hay que esperar cuatro años para el siguiente Mundial. América del Norte tiene la difícil tarea del levantarle el vuelo.
En 2026, organizarán la Copa del Mundo Estados Unidos, Canadá y México. Este último país no tiene que mostrar credenciales futboleras, y en asuntos deportivos de gran escala, como las grandes ligas profesionales, en realidad Canadá se asume sin mucho disimulo como un añadido de Estados Unidos, el verdadero núcleo del Mundial de 2026, para qué engañarnos. Su potencia económica nadie la niega. Sigue siendo el primer mercado del mundo. Por supuesto, tiene flancos débiles. La que probablemente sea su gran baza, la proverbial estabilidad institucional gracias a un consenso muy amplio sobre los valores comunes, parece estar atravesando una cierta crisis. Pero el país sigue adelante y, aunque le pese a algunos (con razón o sin ella, eso es otro debate), al frente de quienes creen en la democracia liberal como, sino el mejor, el menos malo de todos los regímenes políticos posibles.
Sobre ese terreno quiere germinar ahora el fútbol mundial. El triste papel de la selección de Qatar sobre el campo (el ridículo lamentable, por qué no decirlo) ha demostrado que el dinero no es suficiente para que el fútbol crezca de forma sana y dé frutos. Tiene algo de justicia poética el contraste de semejante fracaso con la victoria y exaltación de Argentina, liderada por un Messi que apenas corre en el PSG que lo cubre de petrodólares qataríes y se dejó el alma por la camiseta que representa uno de los países más fallidos económicamente del mundo, triste experto en crisis concéntricas.
En Estados Unidos llevan tiempo intentando importar el fútbol europeo
En Estados Unidos llevan tiempo intentando importar el fútbol europeo. Tuvieron que empezar desde un vacío muy retador y con la imponente presencia de los deportes nacionales: béisbol, fútbol americano y baloncesto, con el hockey sobre hielo haciendo la goma. En los años 60 del pasado siglo se crearon las primeras ligas, que se fusionaron en 1968 para crear el gran experimento inicial, la North American Soccer League (NASL), que fue creciendo en una ambición culminada en el famoso Cosmos de Nueva York.
Pese a que llegó a contar con 24 equipos, la NASL, en la que también jugaban equipos canadienses, se disolvió ahogada en deudas en 1985 por una mala estrategia de fondo: mientras se fichaba a los mejores jugadores internacionales en el ocaso de su carrera –los Pelé, Cruyff, Beckenbauer, Eusebio, George Best…–, no tenía, por ejemplo, estadios propios. Llegó a conseguir una aceptable media de asistencia de 13.000 espectadores por partido, pero el espectáculo de viejas glorias deambulando por terrenos de juego a los que se les veía las líneas de yardas del fútbol americano más o menos desteñidas no terminaba de encender pasiones ni, por lo tanto, motivar a los patrocinadores. Era un producto artificial, mal acabado.
Tras una importante travesía del desierto, con una miríada de ligas menores regionales y apenas alguna inversión en el ámbito universitario, la celebración del Mundial de 1994 en el país recuperó el viejo sueño. En 1993 se creó la actual Major League Soccer (MLS). Comenzó con solo 10 equipos, pero su crecimiento ha sido exponencial y, sobre todo, orgánico. Cuando llegaron los primeros problemas financieros serios, los futboleros estadounidenses mostraron la humildad suficiente como para acudir a quienes sabían del asunto: en 1998 dieron un golpe de timón fichando como jefe máximo de la liga a Don Garber, vicepresidente de la NFL encargado del negocio internacional. Comenzó entonces una fase de construcción de estadios específicos para el fútbol. Nada de grandes excesos megalómanos: todos con alrededor de 20.000 espectadores de capacidad.
Y a esperar a que la pasión fuera encendiéndose. Los cuartos de final que alcanzó la selección estadounidense en el Mundial de 2002 ayudaron en la ignición. Fueron sumándose nuevas franquicias, los directivos cerraban acuerdos con ligas extranjeras y los fichajes se hacían cada vez con más sentido común: además de los siempre necesarios nombres de relumbrón, como Beckham o Ibrahimoviç, llegaron jugadores notables menos conocido pero en lo mejor de su carrera, como Giovinco o Valeri, que dieron varios títulos consecutivos a Toronto y Portland, respectivamente, creando una tradición sólida en ambas ciudades.
Actualmente la MLS tiene 28 equipos con aceptables perspectivas económicas. Desde 2014, los partidos los emiten en inglés los dos canales top la televisión deportiva estadounidense, ESPN y Fox Sports. Mientras, la potente Univision se encargaba de las retransmisiones en español. Pero este año una audaz operación ha provocado un giro: Apple se ha hecho con los derechos mundiales y retransmitirá todos los partidos de la temporada regular y de los playoffs a través de una aplicación, la MLS Season Pass. Aunque Fox Sports y Bell Media también emitirán algunos encuentros, con lo que se conserva la televisión más tradicional, la apuesta resulta apasionante.
Los últimos datos muestran que esta tiene bases sólidas. La final de la pasada temporada de la MLS entre Los Angeles FC y Philadelphia Union obtuvo la mayor audiencia de la historia de la liga: 2,15 millones de espectadores de media a través de Fox Sports y Univision. Pero es en los estadios donde mejor se palpa la tendencia; impulsada en parte por la incorporación de la franquicia de Charlotte y la apertura del flamante Geodis Park del Nashville SC, la MLS cruzó en la temporada regular de 2022 la frontera simbólica de los 10 millones de espectadores en vivo.
En cuatro años llega el Mundial. A pesa de caer en octavos con Países Bajos, la selección estadounidense cumplió un buen papel en Qatar y mostró una plantilla muy prometedora: con un promedio de 25.2 años, era una de las más jóvenes del torneo. Y lo más significativo: más de 25 millones de espectadores en Estados Unidos vieron la final entre Argentina y Francia. Hay hambre de fútbol.