Las capitulaciones de Unicaja, dos ‘Manolos’ y un destino
La batalla que se vive desde hace meses en la entidad muestra los rasgos más pronunciados de la farsa y tragedia que han caracterizado las grandes fusiones
La historia de las fusiones bancarias en España ofrece un amplio relato de intrigas, deslealtades y traiciones propias de esos matrimonios de conveniencia que, una vez gastada la dote, dieron lugar a un divorcio negociado, cuando no tormentoso, según las circunstancias políticas del momento. Fue el caso del Santander Central Hispano cuando Emilio Botín se hizo con el cetro y la corona tras indemnizar con exquisita generosidad a Ángel Corcóstegui y José María Amusátegui o el más sonado si cabe de Francisco González cuando puso en la picota a las grandes familias de Neguri tras delatar ante el Banco de España las cuentas de Jersey del BBV fusionado con Argentaria. Previamente a estos episodios Los Albertos ya se enfrentaron con Alfonso Escámez por el control del antiguo Banco Central y José Ángel Sánchez Asiaín perdió todo el glamour que le adornaba como el banquero por excelencia de finales del pasado siglo cuando fracasó en su OPA sobre el Banesto de Mario Conde.
Más de veinte años después las viejas disputas protagonizadas por la élite financiera podrían quedarse en juegos florales si se comparan con la batalla a campo abierto que vienen manteniendo en los últimos meses las fuerzas vivas andaluzas con el bloque asturiano por el control del banco nacido tras la fusión de Unicaja con Liberbank. Probablemente los antiguos avatares y sus ancestrales personajes de leyenda entrañen un encanto especial, pero lo que ahora se está ventilando en la entidad malagueña constituye una confrontación que está llamada pasar a los anales del sistema financiero. Con la particularidad añadida de que la actual contienda se libra a pecho descubierto ante las mismísimas narices de los supremos reguladores del Banco Central Europeo (BCE) y bajo el impulso de las autoridades políticas, evidenciando así una clara injerencia en asuntos que se suponen propios de un banco privado y cotizado; el quinto del país para más señas que recientemente se ha incorporado al selecto grupo del Ibex 35.
El caso Unicaja está íntimamente ligado a la figura de Braulio Medel, quizá el más genuino representante junto a Isidro Fainé de ese tercio financiero que llegaron a representar las cajas de ahorros en nuestro país. Medel era todo un prohombre de las altas finanzas andaluzas, casi siempre pegado a las faldas del socialismo que hasta hace pocos años reinaba en la región, aunque no por ello menos dotado de un liderazgo personal incuestionable y una reputación a prueba de bombas dentro del mercado bancario. Hasta que la crisis de las denigradas entidades confederadas y la limpieza en seco que propició la estricta regulación posterior obligaron al patriarca de Unicaja a adoptar un papel institucional como presidente de la Fundación que controlaba la mayoría de capital del banco. Con la intención de asegurar el mando en plaza, Medel colocó como sucesor en la entidad de crédito a Manuel Azuaga, otro claro exponente del empresariado afín al PSOE de Andalucía.
Los delfines de Medel salieron rana
El delfín fue una elección personal de Medel que todavía anda preguntándose cómo pudo confiar la presidencia de Unicaja a una persona que le ha resultado finalmente tan ingrata. Azuaga sentó rápidamente sus reales en el sillón que había estado calentando Medel desde tiempos inmemoriales en la antepasada Caja de Ronda, motivando una estrategia de claro desapego que muchos entendieron como una deriva de esa metáfora freudiana que se conoce popularmente como ‘matar al padre’. A fe que los acontecimientos posteriores han dado la razón a los defensores del psicoanálisis porque de Medel quedan muy vagos recuerdos en Unicaja y los que todavía perduran están siendo inhumados a paladas por aquellos que durante muchos años crecieron bajos los auspicios, cuidados e influencia del ahora denostado banquero sevillano.
La estrella de Medel empezó a apagarse cuando se situó al frente de la fusión con Liberbank, propiciando un acuerdo con el presidente de la entidad asturiana, Manuel Menéndez, que Azuaga había tratado de torpedear desde el primer momento de las negociaciones. El BCE contribuyó también a fomentar el deal y precisamente por eso se ha puesto ahora del lado malagueño dada la mayor presión e influencia ejercida desde instancias andaluzas. Los reguladores de Fráncfort tratan de evitar a toda costa el fracaso del proyecto y han claudicado ante la actual dirección de Unicaja que no está por la labor de ceder parcelas de control operativo a sus colegas de Liberbank. Las hostilidades empezaron de hecho en el mismo reparto de poderes y especialmente cuando Isidro Rubiales, uno de los grades factótum de la entidad malagueña si no el más importante a la vera de Azuaga, se vio obligado por razones del guion a ceder las competencias de Estrategia en el organigrama de la entidad resultante.
En la actualidad la estructura directiva de Unicaja Banco responde a la proporción del canje pactado en la fusión, en virtud del cual el bloque andaluz dispone de una participación del 60% y el asturiano se queda con el 40% restante. Dicha relación fue impuesta como una línea roja por el propio Medel para garantizar las ventajas fiscales de la Fundación Unicaja, propietaria del 50% de la antigua caja de ahorros malagueña y que ahora ostenta el 30 del capital del banco combinado, umbral mínimo indispensable para asegurar por ley las prebendas tributarias que facilitan la vida a este tipo de instituciones. Cabe recordar que para mayor gloria y solaz de Fainé este mismo planteamiento fue garantizado por Nadia Calviño desde el Gobierno en la nueva CaixaBank tras la fusión con Bankia.
El tercer ‘Manolo’
Una vez cumplido el periodo de maduración desde que en julio de 2021 se rubricó la unión con Liberbank lo que ahora está en juego es el definitivo gobierno corporativo de Unicaja, un proceso que se pactó de aquella manera hace dos años con la intercesión de Medel y el gesto torcido de todos los que entonces actuaban como supuestos colaboradores y allegados. Entre ellos también el actual presidente de la Fundación Bancaria, José Manuel Domínguez, otro que no ha tenido inconveniente en dejar a su antecesor en el cargo más tirado que una colilla. No en vano fue Medel quien posibilitó en gran medida la carrera de Domínguez en Unicaja donde éste llegó a desempeñar todo tipo de funciones directivas hasta acceder al puesto de secretario general que abandonó por decisión voluntaria acogiéndose a una jubilación bien remunerada cuando se desencadenó la refriega con los socios asturianos.
Cuando todo el mundo en Unicaja pensaba que Domínguez se había retirado a sus labores docentes para apuntalar la cátedra que el propio Medel le ayudó a obtener en la Universidad de Málaga los inescrutables avatares de la batalla interna motivaron su vuelta al ruedo, está vez para convertirse en presidente de la Fundación Unicaja, primero como sustituto y más recientemente como enterrador de la figura de Medel en todo el entramado de poder del mundo financiero malagueño. En su calidad de titular del accionista mayoritario Domínguez ha sido el artífice de renovar el patronato y ahuecar el ala de los cuatro consejeros dominicales que habían sido designados por Braulio Medel en el máximo órgano de gobierno de la entidad fusionada.
La operación de acoso y derribo llevada a cabo este pasado otoño ha dado sus resultados, al punto de que uno de los señalados, Juan Fraile, se apresuró hace unas semanas a presentar su dimisión, por lo que ha sido premiado con la presidencia de la Fundación Unicaja Ronda, filial de la propia Fundación Unicaja. De los otros tres, Manuel Muela ha seguido el mismo camino este viernes dejando bien a las claras su más profundo malestar por el trato recibido en una carta enviada a todos los consejeros del banco. Las dos restantes, Petra Mateos-Aparicio y Teresa Sáez, se lo están pensando después de haber sido conminadas meses atrás para que cedieran los trastos por las buenas o por las malas. Sus nombres serán expuestos en el orden del día de la próxima junta de accionistas a celebrar el 30 de marzo como indignas de confianza y, por lo tanto, destituidas por razones de fuerza mayor. Todo ello, claro está, si antes no deponen su actitud y presentan igualmente su cese irrevocable dada la posición insostenible en que se encuentran.
El 23-F y la reevaluación de Menéndez como CEO
La asamblea general será convocada el próximo día 23 de febrero y aunque la fecha no tiene mayor simbolismo sí que puede suponer un punto de inflexión en el futuro gobierno corporativo del banco. La junta se celebrará con carácter ordinario como ha sugerido el BCE, pero su contenido está orientado a dar un giro extraordinario sobre los acontecimientos previstos en los pactos de fusión. No en vano, el objetivo final reconocido a nivel político en toda Málaga consiste en desalojar a Manuel Menéndez y demás ‘invasores liberbankianos’ de sus puestos de responsabilidad ejecutiva. En el bando ‘boquerón’ no han aceptado nunca que sea el primer ejecutivo de la entidad asturiana quien se quede con el puesto de consejero delegado en la futura Unicaja.
«Hasta ahí podíamos llegar», es lo que dicen ahora por la calle Larios y aledaños sin reparar en que fue su paisano Azuaga quien prefirió quedarse con la presidencia del banco y ceder el puesto de CEO a su colega de Liberbank. Azuaga era consciente de que a la vuelta de dos años, en julio de este 2023, tendría que ceder sus funciones ejecutivas porque así lo mandan los nuevos cánones de la regulación tendentes a garantizar la división de poderes en las cúpulas de las entidades bancarias en Europa. De ahí que exigiera a su contraparte pasar por la horca caudina de un proceso de reelección en su puesto ejecutivo que debería efectuarse en paralelo con el plan de sucesión del presidente que ahora reclaman desde Fráncfort. Menéndez se negó de plano, aunque cedió a cambio la opción de someterse a un examen de reevaluación por parte del consejo de administración que lógicamente en Unicaja tratan en estos momentos de gestionar para lanzarle por la borda a poco que se descuide.
Azuaga intenta también resistirse a trancas y barrancas siguiendo una pauta que le ha funcionado a la perfección desde que tomó el relevo de Medel en 2016. En su defecto, si finalmente se termina cayendo del pedestal, siempre podrá consolarse con un sacrificio que no será en balde, aunque para ello necesita llevarse por delante a Menéndez en un mismo salto al vacío. La clave reside en dominar mayoritariamente el nuevo consejo de administración que tomará carta de naturaleza en la próxima junta de accionistas, algo que se da por descontado con la incorporación de los cuatro nuevos representantes de la Fundación Bancaria que estos días están tramitando a todo meter su certificado de idoneidad con la inestimable colaboración del Banco de España y sus delegados en el BCE.
El difícil trance de los independientes Isidoro Unda y Maite Costa
En Málaga están convencidos de que la sentencia está echada y que la batalla terminará a poco que el máximo órgano de gobierno decante sus posiciones a favor del bloque andaluz. El punto de partida para desequilibrar la balanza ha sido la reciente dimisión anunciada por María Garaña, procedente de Liberbank y que estos días agota su cargo de presidenta de la comisión de nombramientos. La que fuera titular de Microsoft en España, entre otros cargos relevantes, ya había comentado hace tiempo con Manuel Menéndez las dificultades de agenda para hacer frente a sus numerosas responsabilidades, si bien su cese voluntario supone en este preciso momento un serio revés para el grupo astur, que además puede servir de ejemplo para que otros independientes arrojen también la toalla. Es el caso del antiguo CEO de la multinacional aseguradora Atradius, Isidoro Unda y de la que fuera presidenta de la Comisión Nacional de la Energía (CNE) y también consejera de Enagás, Maite Costa; ambos nombrados en Unicaja hace pocos meses con carnet de fidelidad al Principado pero que empiezan a sentirse hartos ya de estar hartos en medio de una guerra que no es la suya.
Si la renovación del consejo de Unicaja se orienta de acuerdo con el programa orquestado es previsible que Azuaga tenga que ceder el timón presidencial, pero al mismo tiempo dejará en precario a su tocayo Menéndez, lo que dispondrá el camino para acorralar al actual CEO invitándole a una dimisión forzada. El banquero asturiano considera que el cese es algo inherente al cargo y que puede ser destituido en cualquier momento por el máximo órgano de gobierno, pero no aceptará que lo echen a empujones. La reevaluación a la que aceptó someterse hace dos años no tiene valor jurídico y además los nuevos consejeros del banco deberán cuidarse muy mucho para no incurrir en responsabilidades que algún accionista cercano a los intereses de Liberbank pretenda luego depurar en instancias judiciales. No en vano, los informes externos sobre la gestión del CEO son bastante favorables y la Fundación tampoco puede quejarse del valor adquirido por su paquete accionarial, que se ha duplicado desde el arranque de la fusión.
A la postre, la situación creada aboca se quiera o no a un replanteamiento de las posiciones pactadas hace dos años porque Menéndez tampoco puede aspirar a reinar en un campo sembrado de cadáveres. Si Unicaja se convierte en territorio comanche para los ejecutivos de Liberbank habrá que ver hasta donde alcanza la capacidad de resistencia del todavía consejero delegado, que, a fin de cuentas, va a depender también del ejercicio de inmolación que asuma el presidente. Las capitulaciones de Unicaja están cada vez más claras y todo será que los dos Manolos terminen abrazados de camino a la misma puerta de salida.