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Lo que realmente se esconde tras una dimisión clave en Unicaja

María Garaña era la responsable de gestionar el plan de sucesión del presidente de la entidad, Manuel Azuaga, así como de la reevaluación de Manuel Menéndez

Lo que realmente se esconde tras una dimisión clave en Unicaja

María Garaña (centro), expresidenta de la comisión de nombramientos de Unicaja, en una imagen de archivo. | Europa Press

Las tensiones provocadas en el seno del consejo de Unicaja Banco a raíz de los cambios propuestos por la Fundación Unicaja para nombrar a sus nuevos representantes dominicales se han cobrado la primera víctima de una batalla que todavía tiene muchos frentes por delante. La consejera independiente María Garaña, expresidenta de Microsoft España, presentó este jueves su dimisión aduciendo motivos profesionales por «razones de disponibilidad de tiempo y exigencia adicional creciente para el ejercicio de sus funciones». Un pretexto bajo el que subyace la imposibilidad de la propia dimisionaria para llevar a cabo las competencias que le asisten en su calidad de presidenta de la comisión de nombramientos de Unicaja Banco.

María Garaña era la responsable directa de gestionar el plan de sucesión del actual presidente de la entidad, Manuel Azuaga, así como de la reevaluación del consejero delegado Manuel Menéndez. Ambos cometidos estaban encauzados con la asistencia de la consultora internacional Korn Ferry y venían dados a requerimiento del propio Banco Central Europeo (BCE) en cumplimiento del plan de fusión entre Unicaja y Liberbank. El calendario previsto inicialmente por el regulador para formalizar una y otra tarea estaba fijado en el próximo 31 de enero.

Sin embargo, a la vuelta de Año Nuevo, la Fundación Unicaja, en su calidad de primer accionista del banco con el 30% del capital, requirió al consejo de administración de la entidad financiera para que modificase el rumbo y la agenda de los acontecimientos de acuerdo a unos objetivos que pueden resultar decisivos en la deriva de Unicaja Banco. La Fundación ha reclamado en primer lugar que la junta ordinaria se celebre antes del 31 de marzo y ha pedido a Unicaja que solicite también una dispensa del BCE para que los cuatro consejeros dominicales propuestos a finales del pasado año puedan incorporarse con todas las consecuencias al máximo órgano de gobierno antes de dicha fecha.

A tal efecto, el BCE tendría que alterar el ritmo habitual de evaluación de dichos administradores ya que la prueba de idoneidad denominada fit and proper que el regulador efectúa a todos los altos dirigentes de las entidades bancarias en Europa suele tardar no menos de tres a cuatro meses. En este caso, sería necesario llevar a cabo los exámenes por la vía rápida, de manera que los nuevos consejeros estuvieran certificados por el BCE antes de que cesaran en sus respectivos cargos aquellos otros a los que han de sustituir. En la actualidad, de los cuatro administradores de la Fundación Unicaja, solo uno de ellos, Juan Fraile, ha presentado formalmente la dimisión.

De una manera inopinada y un tanto sorprendente dado el celo del organismo regulador, la realidad es que el BCE ha contestado favorablemente a los planteamientos de la Fundación Unicaja, entre los que también destaca la petición expresa al consejo del banco para que se abstenga de tomar cualquier decisión que afecte al gobierno corporativo de la entidad hasta que el consejo no haya procedido al cambio de los nuevos consejeros.

Como consecuencia de todo ello, ni el plan de sucesión del presidente Azuaga ni la reevaluación del CEO Menéndez, procedente de Liberbank, serán materializados hasta la junta de accionistas ordinaria dentro de un par de meses. Tiempo suficiente para que el destino de ambos ejecutivos sea reformulado bajo los auspicios de un nuevo consejo de administración, mayoritariamente compuesto por los representantes designados por la facción malagueña.

La salida de María Garaña, que se hará efectiva en la citada junta general de Unicaja, es la primera, pero puede que no vaya a ser la última, dado el equilibrio cada vez más inestable al que están sometidos los representantes de Liberbank en el banco fusionado. Es previsible que Azuaga tenga que dejar sus poderes ejecutivos en Unicaja, pero cada vez parece más complicado que el depositario futuro de los mismos termine siendo Manuel Menéndez. 

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