Yolanda Díaz retrasó el plan de eólica marina de Ribera porque no calculó el impacto en la pesca
Trabajo preguntó a Transición Ecológica si existía algún estudio sobre cómo afectaba al empleo de los pescadores
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, tuvieron un choque en el Consejo de Ministros con respecto al lanzamiento de la eólica marina en España. Es uno de los grandes objetivos de Transición Ecológica, marcado en rojo por la ministra. Así, hace dos semanas iba a ser aprobada la primera fase de este proyecto, con el esperado plan de ordenación del espacio marítimo. Pero fue entonces cuando Díaz intercedió para truncarlo.
Trabajo preguntó a Transición Ecológica si existía algún estudio que midiese el impacto que el desembarco de la eólica marina podía causar en el empleo de los pescadores. Y no lo había. Razón que le valió a Díaz para tumbar su aprobación hace dos semanas en el Consejo de Ministros. Una medida que fue rechazada la semana previa al Consejo (hace tres semanas), que fue cuando se propuso por parte del Ministerio de Ribera.
Ayer, la ministra Ribera, durante un acto de Nueva Economía Forum, confirmó que el próximo martes se aprobará de forma definitiva el plan de ordenación del espacio marítimo. «Por fín», dijo la ministra antes de anunciarlo. Acaba así un mes de tensión entre los dos ministerios económicos. En estas últimas semanas, Ribera había incidido en la importancia de aprobar un plan cuyo retraso, desde el sector eólico, se lleva denunciando varios meses. Queda ahora por ver si Ribera se ha comprometido con Díaz a estudiar el impacto que este plan tenga sobre el empleo del sector pesquero.
Desde el sector continúan denunciando que la llegada de los molinos flotantes lastrará su actividad. Mientras, afilan sus cuchillos porque, según comentan, habrá una lucha jurídica de largo recorrido. «Hay directivas europeas que inciden siempre en la protección del medioambiente. También está el principio de precaución que obliga a parar cualquier plan cuando hay dudas sobre alguna medida que se está tomando en el medio marino». No es la primera vez que se retrasa la ordenación del espacio marítimo. Según comentan fuentes solventes, el sector de la pesca ha logrado en hasta dos ocasiones retrasarlo. De la tercera se encargó la ministra Díaz.
Las grandes empresas -como Iberdrola, Ocean Winds o Repsol- llevan apretando varios meses al Ministerio. En juego hay muchas inversiones (13.500 millones de euros apuntaron desde el sector) y, para más inri, el resto de países europeos ya se han adelantado al nuestro. Entre ellos, Portugal. Además, el otro vecino, Francia, tiene en marcha un superproyecto llamado ‘Next Float’.
Algunas compañías, como Repsol, se han reunido el sector de la pesca para conocer sus preocupaciones, pero también para detallar sus deseos. Sus objetivos son firmes: instalar los aerogeneradores flotantes porque necesitan el viento marítimo, que es constante. Unos luchan por los vientos y otros por los marineros. Una guerra que enfrenta a compañías energéticas contra el sector de la pesca o, como algunos lo describen, una batalla entre David y Goliat.
«No queremos un polígono industrial en el mar»
Los pescadores alzan la voz ante la inminente llegada de los proyectos de eólica marina. Según los últimos datos, hay casi cuarenta proyectos de diversas empresas (o consorcios) que buscan instalar molinos de viento flotantes en las costas de nuestro país. «Hay estudios de institutos de ciencias marinas de prestigio que alertan de que los parques eólicos marinos afectan a las corrientes, a la temperatura del agua y al oxígeno. Esto puede provocar que desaparezcan especies», aseguran desde el sector de la pesca.
Otro enfoque de los pescadores está en la reducida plataforma continental (la zona menos profunda del mar) de España con respecto al de otros territorios, como los países nórdicos, que es mucho mayor. También recalcan el potencial pesquero de España con respecto a otros países de Europa. «Tenemos 8.000 barcos». Un pescador al otro lado del teléfono responde con hastío: «No queremos un polígono industrial en el mar. La llegada de estos molinos es una piedra más en nuestro trabajo, aquí nadie nos hace caso».