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Agricultores andaluces denuncian la 'estafa' de las naranjas de Valencia: «El 60% son de Sevilla»

Los agricultores apelan a los importantes fondos de inversión que hay detrás de las grandes empresas valencianas para justificar su escasa cuota de mercado

Agricultores andaluces denuncian la ‘estafa’ de las naranjas de Valencia: «El 60% son de Sevilla»

En la huerta de Sevilla. | Javier Leal

Cuentan que durante algunos años -en plena efervescencia de la ruta del Bakalao– muchos jóvenes limpiaban las jeringuillas que contenían droga en las naranjas de la Huerta Valenciana. Una noticia que provocó una caída del consumo en el país. El español medio siempre ha relacionado -y lo sigue haciendo- las naranjas con la Comunidad Valenciana. Sin embargo, en la huerta de Sevilla la realidad es otra. «El 60% de las naranjas valencianas vienen de aquí, de Sevilla. Hoy mismo estamos recogiendo varios pedidos aquí para entregárselas a una empresa valenciana», sostienen unos cuantos empresarios agrícolas a THE OBJECTIVE.

«Nosotros producimos y ellos las venden». Muchas de las compañías valencianas de cítricos están ya hoy respaldadas por importantes fondos de inversión. Son muchos años, con empresas muy establecidas que impiden al tejido empresarial de Sevilla competir. Entre las grandes empresas valencianas destacan Martín Navarro, Bollo o Naranjas Torres.

«A la huerta de Sevilla, normalmente, vienen varias cooperativas valencianas y te preguntan, a través de los corredores que tienen aquí, y negocian los miles de kilos de fruta que quieren. Llega el camión que recoge las naranjas, las carga, te pagan y se van a Valencia. Y allí, en Valencia, ya deciden, dependiendo del tipo de la naranja, cómo venderlas, si va a granel o si va en malla. Al año llegan aquí decenas de empresas valencianas. Todas», aseguran desde la Huerta de Sevilla.

«Aquí no tenemos tanto poder en el mercado como en Valencia, pero nos defendemos. En cualquier supermercado Lidl de Sevilla, las naranjas que hay son nuestras. Pero en Madrid, no. Las de ahí vienen de Valencia, aunque en el fondo sean nuestras. En la etiqueta, el origen siempre va a poner España, pero las marcas comerciales, en su mayoría, son de Valencia. Para ellos es mucho más fácil venir a comprar a Sevilla porque en Valencia no tienen nuestro llano. En esta tierra, tú metes el tractor y lo montas todo. Allí te puedes encontrar desniveles, parcelas muy pequeñas, un uso intensivo del remolque… Los costes se te disparan, por eso a los valencianos les compensa venir aquí, que es lo que les cueste el transporte y la mercancía. Un camión son casi 24.000 kilos de naranjas».

Agricultores recogen naranjas.

«Las cuentas cambian dependiendo de los años. El agua es clave. Hay mucha incertidumbre. Yo ya estoy gastando dinero para la campaña del año que viene sin saber qué va a pasar. Un año malo son muchas pérdidas. Este año el precio está alto: unos 45 céntimos por kilo. Si hay 10.000 kilos por hectárea aproximadamente, nos llevamos con la venta unos 4.500 euros por una hectárea», sostienen unos agricultores que explotan unas 100 hectáreas de cítricos. Pero este negocio es aparentemente menos rentable por los altos costes: «Nuestra cuenta está peor que el año pasado. Está el precio del gasoil, el impuesto al plástico… Nos están acribillando».

Los trabajadores del campo auguran un siguiente año aún peor y explican las ineficiencias del consumo ecológico. «Este año ha costado lo mismo la naranja normal y la naranja ecológica (cuando normalmente esta última es más cara porque no lleva pesticidas). La razón, pura ley de oferta y demanda: no se ha consumido. «La gente ha ido a lo barato. Pero estos años hay que aguantarlos porque es a lo que nos dedicamos. Esto es una profesión de décadas, no de un año para otro», apostillan.

«El problema es que en Europa están comprando también las naranjas que proceden de Egipto, Marruecos o Sudáfrica. Ese es el gran problema. Ahí tendrían que intervenir. Es la doble moral de Europa. Pedimos lo máximo aquí, pero nos da igual lo que hagan por ahí. Aquí nos piden de todo, pero allí nada. Además de las condiciones con las que tienen a sus trabajadores, que son mínimas en comparación con la de nuestros trabajadores. En Sevilla cobras al día, que son aproximadamente seis horas y media, 50 euros (el convenio en el campo agrícola varía por provincias)», apuntan los agricultores.

«Lo nuestro es puro romanticismo», afirman dos empleados de una finca al noreste de Sevilla. Los terrenos que suman casi una veintena de hectáreas y han ido pasando de manos entre diversas generaciones. Hoy es Rafael quien está al frente. «Esta tierra la han cuidado mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre. Es bonito, aunque muy duro, pero no me veo viviendo en la ciudad, aunque tenga formación superior», sentencian.

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