Escrivá golpea a los empresarios: a todos a la vez y en todas partes
La falsa sostenibilidad de las pensiones es la coartada ideal del Gobierno para pasar al cobro una factura descomunal e indiscriminada contra la clase empresarial
«José Luis, ahí les ha dao». El ministro Escrivá ha sido recibido con todos los parabienes en la casa alquilada que Pedro Sánchez tiene en Moncloa después de pactar con la Comisión Europea la segunda parte de la reforma de las pensiones, la que está destinada a financiar el pan para hoy del sistema evitando que los diez millones largos de votos que suman los jubilados se vuelvan en contra del actual Gobierno de colisión que dirige España. El titular de la Seguridad Social, que llegó al cargo revestido de un acendrado sentido liberal como contrapeso teórico de la tropa podemita, se ha encaramado por méritos propios en la vanguardia de la línea de combate populista desplegada por el jefe del Ejecutivo de cara a la contienda electoral del próximo 28 de mayo.
El que fuera presidente de la Airef, rebelde con causa frente al antiguo ministro Cristóbal Montoro que le designó para tamaño desempeño, se ha colocado ahora en primer tiempo de saludo ante el sanedrín palaciego, aprovechando las indulgencias plenarias que nuestros actuales gobernantes están recibiendo por parte de los sumos sacerdotes de Bruselas. No en vano, Pedro Sánchez tomará el testigo de la Presidencia Europea el próximo 1 de julio y, sea cual sea el desenlace de las urnas en esta primera consulta autonómica y local, el truchimán socialista tratará de capitalizar su turno en la Unión para sacar rédito a cualquiera de los triunfos que la comunidad internacional esté dispuesta ocasionalmente a reconocerle. De ello depende su personal plan de carrera en algún organismo supranacional si es que su política de andar por casa no le permite arrendar futuras ganancias en España.
La revisión de las pensiones representa, sin duda, la piedra angular en las relaciones económicas del jefe del Ejecutivo con las emolientes autoridades europeas. Escrivá se ha preocupado muy mucho de no enturbiar los ánimos concediendo a los tecnócratas comunitarios una escuadra y un cartabón para que puedan martillear a capón las cuentas de la Seguridad Social si se demuestra, como se demostrará, que los números no cuadran a la vuelta de tres años. Con ese comodín bajo la manga el ministro ha tratado de preservar contra viento y marea los derechos actuales de los pensionistas para no repetir en plena campaña electoral el error cometido en la primera parte de la reforma, cuando hace dos años volcó toda su energía legislativa contra los baby boomers a partir de la penalización despiadada de las jubilaciones anticipadas.
Matar dos pájaros de un tiro
La espada de Damocles de Bruselas, con sus hombres de negro afilando el lápiz rojo, pende ahora formalmente sobre el sistema público de pensiones, pero del hambre de mañana ya se ocuparán los que vienen detrás arreando. Mientras, y por aquello de apurar al máximo lo que nos queda en el convento, Escrivá se ha calzado los guantes de 12 onzas para sacudir comme il faut a la clase empresarial, esta vez a todos a la vez y en todas partes, dentro de una estrategia que parece destinada a conseguir el óscar al mejor ministro social comunista del año. De todos los ataques al mundo de la empresa que se han proyectado desde la academia monclovita el aumento de las cotizaciones sociales es, sin duda, el más efectivo por los daños que inflige y que a continuación se describen.
«El líder socialista carga de nuevo la mochila con la vista puesta únicamente en el horizonte más corto de ese parto de nueve meses que restan de legislatura»
En efecto, el Gobierno justifica el rejón en la sagrada sostenibilidad de las pensiones, que se sufraga a pelo y con cargo exclusivo a las cuotas sociales. Primero con una subida de las bases máximas, que desde el próximo año se ajustarán al IPC más un 1,2% anual. Después con otro gravamen universal para todo quisque por aquello de la equidad entre generaciones y que supondrá un incremento gradual desde el actual 0,6% hasta un 1,2% en 2029; a un ritmo de una décima por año. En tercer lugar, y sin ningún efecto contributivo para las futuras pensiones, con un recargo especial sobre todos los sueldos superiores a los 54.000 euros que empezará en el 1% en 2025 e irá aumentando un cuarto de punto cada año hasta encumbrarse en el 6% para 2045 y siguientes. Es más, a instancias de los independentistas catalanes del PDeCat, Escrivá ha apretado un poquito más la tuerca de esta mal llamada cuota de solidaridad, que alcanzará el 7% en todos los salarios superiores a 90.000 euros anuales.
A fin de todas estas cuentas, el acuerdo de financiación de la Seguridad Social constituye una reverencia a los sindicatos y un desaire para la CEOE, donde Antonio Garamendi debería estar tirándose de los pelos recordando que no hace mucho tiempo actuó como cómplice necesario de la reforma laboral en la que el Gobierno se jugó buena parte de su credibilidad en Bruselas. Pero el genio ingrato de Sánchez no reconoce tributos a nadie y menos cuando su ministro de campaña le ofrece la posibilidad de matar dos pájaros de un tiro ajustando el nudo a la corbata de los denostados empresarios, al enemigo ni agua, al tiempo que se gana el sustento de esos 10.000 millones de fondos Next Generation que están pendientes del nuevo decreto de pensiones.
El equilibrio financiero ‘más difícil todavía’
El líder socialista carga de nuevo la mochila con la vista puesta únicamente en el horizonte más corto de ese parto de nueve meses que restan de legislatura. Pensar a más largo plazo es un empeño inútil cuando los intereses generales no se compadecen con las ambiciones personales y nada mejor que quemar las naves por si finalmente hay que rendir la plaza al adversario. El panorama que se divisa después de la batalla electoral no deja resquicio a la improvisación porque Europa ha empezado a soplar el silbato anunciando que se está terminando el recreo fiscal. En otras palabras, la consolidación presupuestaria le va a pillar a España con el pie cambiado de un crecimiento económico a la baja y una Hacienda pública endeudada hasta las trancas en un contexto de inflación y restricción monetaria.
El saneamiento de la economía nacional va más allá del trabucazo con la Seguridad Social y exige un programa de reequilibrio financiero que refleje la situación real de las cuentas públicas dentro de un marco sostenible de justicia distributiva para futuras generaciones. El Partido Popular se muestra reacio a formular una reivindicación de esta naturaleza que lógicamente elevaría el listón de las contradicciones con que Alberto Núñez Feijóo habrá de enfrentarse tras una presumible victoria en las urnas. Quizá Ramón Tamames, que no se juega nada, se atreva a levantar las alfombras ahora que tiene que actualizar su discurso para la moción de censura del martes en el Congreso de los Diputados. Sólo con eso el circo organizado por Vox tendría algo de sentido. No en vano, el futuro económico, incluido el multimillonario déficit que dejará a medio y largo plazo el invento de Escrivá, se cierne sobre España como un ejercicio ‘mucho más difícil todavía’.