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Capital sin reservas

Los socios tóxicos de Sánchez y las malas compañías de Feijóo

«La cascada de beneficios empresariales complican la estrategia del PP, basada en aprovechar el rechazo que produce el jefe del Ejecutivo y sus socios tóxicos»

Los socios tóxicos de Sánchez y las malas compañías de Feijóo

Primer duelo parlamentario entre Feijóo y Sánchez del año 2023. | Europa Press

La temporada de presentación de resultados financieros a cargo de las grandes sociedades cotizadas está generando un serio desafío para Alberto Núñez Feijóo en su estrategia de nadar y guardar la ropa ante el proceso electoral que va a tener lugar durante todo este año. El presidente del Partido Popular ha dado instrucciones severas de no cometer errores confiando en la capacidad del Gobierno para ahogarse con la misma soga que utilizaron hace cuatro años el PSOE y Unidas Podemos como nudo de corbata de su estrafalaria coalición de poder. Es verdad que Pedro Sánchez respira cada vez con mayores dificultades, pero los alardes de las grandes empresas del Ibex con sus multimillonarios beneficios están otorgando al jefe del Ejecutivo social comunista un oxígeno que no figuraba en los planes del líder de la oposición.

Los abogados que trabajan para el PP en la elaboración del recurso de inconstitucionalidad contra el impuesto a la banca ya han advertido a la dirección de Génova del serio inconveniente que supone estructurar un alegato de carácter exclusivamente jurídico que evite las connotaciones sociales inherentes a todo tipo de gravamen. Juan Bravo ofreció el hombro para que las grandes entidades financieras del país pudieran desahogar sus lamentaciones ante la nueva exacción que deberán empezar a apoquinar este mismo mes. Después de ponerse en primer tiempo de saludo el responsable económico del partido se siente ahora ciertamente molesto, cuando no algo traicionado, por la falta de juicio y corresponsabilidad política con que están actuando sus pretenciosos amigos banqueros.

«Los resultados históricos de la gran banca están complicando la elaboración del recurso de inconstitucionalidad que el PP prepara contra el nuevo impuesto de Sánchez»

Cierto es que los monumentales resultados ofrecidos por los seis grandes, esos cerca de 21.000 millones de ganancias acumuladas en el pasado año, no representan tanto oro como el que relucen, máxime si se comparan en términos de rentabilidad con el coste del capital que cada cual ha de asumir para asegurar la solvencia de sus balances. Las entidades tampoco deberían echar las campanas al vuelo teniendo en cuenta que, en términos generales y salvo la honrosa excepción de Bankinter, prácticamente todas las grandes marcas cotizan en bolsa por debajo de su valor en libros, lo que significa que los inversores no se creen lo que dicen los estados contables y que los bancos están presumiendo de tacón mientras pisan con el contrafuerte.

Examen de conciencia, que no de contrición

Precisamente es la jactancia lo que tiene de uñas al entorno de Feijóo y lo que ha obligado a un examen de conciencia sin mayor arrepentimiento por parte de las dos grandes asociaciones corporativas, como son la Asociación Española de Banca (AEB) y la CECA de las antiguas cajas de ahorros. Ambas organizaciones consideran que los ejercicios de transparencia constituyen una muestra de buen gobierno corporativo que, en este caso, viene a evidenciar la excelente capacidad de gestión que acredita a los primeros espadas del sector. Dicho de otro modo, los bancos no van a renunciar a maximizar su negocio y menos ahora que las subidas de tipos de interés permiten resarcir los largos años de penurias derivados por la política restrictiva que mantuvo el Banco Central Europeo (BCE) durante toda la pasada década. 

«Los poderes económicos han descontado el cambio de ciclo político y desafían las invectivas del Gobierno con una demostración de músculo financiero ante la crisis»

Los principios liberales con que se mueven las altas finanzas representan en la España actual un arma de doble filo para cualquier formación parlamentaria que trate de apuntalar su programa económico sobre una mínima base de justicia social. El PP está obligado a taparse la nariz ante el perfume que rezuman los llamados excedentes empresariales si no quiere que la mano invisible del mercado sacuda a su candidato con el puño cerrado cuando llegue el momento de pasar por las urnas. Los históricos números negros del Santander y los no menos envidiables del BBVA han supuesto un golpe bajo para Feijóo, que puede resultar más doloroso ahora que empiezan a conocerse también las remuneraciones, bonos, stock options y demás dulces con que tanto Ana Botín como la extraña pareja que forman Carlos Torres y Onur Genç han a dar buena cuenta a su formidable cosecha de beneficios.

En la trastienda del debate económico que se cuela como invitado excepcional de cualquier pugna electoral los próximos meses también van a ser crudos para el Partido Popular. El problema tiene mal arreglo desde la perspectiva de ese discurso moderado y centrista que proclama Feijóo porque la élite empresarial ha descontado el cambio de ciclo y, aún a riesgo de vender la piel del oso antes de cazarlo, no está dispuesta a afligirse ante las invectivas que lanzan los diferentes ministros y ministras del Gobierno. Los llamados poderes económicos han aceptado el desafío de Sánchez y consideran que ha llegado el momento de exhibir su músculo financiero inundando el mercado con lo que denominan la cascada del Niágara en forma de ganancias, dividendos, recompras de acciones y demás mecanismos de lo que se ha dado en llamar la puesta en valor para el accionista.

Una simbiosis imperfecta para el PP

Tras la banca vienen ahora las energéticas; eléctricas y petroleras, que se están exhibiendo en la plaza pública como las principales beneficiarias de la crisis. Todas ellas van a peinar la crisis demostrando lo mucho que valen de cara a sus inversores institucionales que, no en vano, son los dueños reales de las principales firmas cotizadas en bolsa. Lástima que su proclamada responsabilidad social corporativa no se compadezca de igual manera con el resto de públicos objetivos; los célebres stakeholders que apuntan los manuales de negocios anglosajones, entre los cuales habría que destacar las legiones de clientes españoles que precisamente son los que pagan los beneficios de las empresas en sus complejas y cada vez más elevadas facturas mensuales.

Las grandes corporaciones del país llevan meses subidas a la chepa del Partido Popular en una simbiosis realmente imperfecta para los intereses del líder conservador que aspira a formar Gobierno dentro de un año. Demasiado tiempo para que los flamantes populares llegados de Galicia sigan encerrados en su torre de marfil a la espera de que el poder caiga como fruta madura por mera acción de la gravedad política e institucional que vive el país. De momento los únicos que están recogiendo las nueces son los empresarios más aventajados. En el caso de unos porque solo ellos disfrutan de posibles para ubicarse siempre al lado que más calienta. En otros porque hace meses que ganaron sus particulares elecciones y se han puesto virtualmente la minifalda para justificar sus opíparos sueldos. Es verdad que Pedro Sánchez está sufriendo el oprobio que producen sus variopintos socios tóxicos. No por ello debería descuidarse Feijóo a la hora de amparar malas compañías. 

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