THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

Cómo la ‘tokenización’ lo va a revolucionar todo: los pagos, los seguros, el negocio inmobiliario…

Eric Sánchez ha montado desde Huelva una empresa que aplica las soluciones de la tecnología ‘blockchain’ a la comercialización de bienes raíces

Cómo la ‘tokenización’ lo va a revolucionar todo: los pagos, los seguros, el negocio inmobiliario…

Eric Sánchez cree que 'blockchain' va a ser «the next big thing», el siguiente gran invento. | TO

Las compañías surgen de lo que los americanos llaman «el dolor del cliente».

Me lo contó una vez Bill Aulet, un profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts: el juego de emprender empieza con un problema por cuya solución alguien está dispuesto a pagar. «¿Cuál es la condición necesaria y suficiente para que exista una empresa?», se pregunta en La disciplina de emprender. No es un producto novedoso ni un plan de negocio ni un grupo de inversores, sino «un cliente que pague».

«Mi amigo», me dice hoy Eric Sánchez (Huelva, 1982), «gestionaba inmuebles en Sevilla y padecía el pain [dolor] de la recepción».

«Mira», le explicaba el amigo, «a mí me vienen seis rusos y tengo que ponerme a coger sus nombres y a rellenar los formularios que me pide la policía… Digo seis rusos por complicarlo un poco, pero da igual, seis chinos o seis lo que sean, el caso es que pierdo mi tiempo y el suyo, que están un poquito como, venga, que yo he venido a ver la Giralda, no a hacer papeles».

Ese era el dolor de la recepción.

«Entonces», sigue Sánchez, «mi amigo me invitó al Mobile de Barcelona y allí vimos una solución que escaneaba un DNI y grababa los datos y me planteó, oye, ¿esto se podría aplicar para la recepción? Claro, le dije, y no solo eso, ahí hay un mercado, ¿por qué no montamos un negocio?»

Así surgió ChekIn, una aplicación que permite realizar los registros de entrada y salida desde el móvil.

«El secreto del éxito es tener clientes»

Sánchez es (me parece a mí) un emprendedor en serie, aunque entre los 17 y los 33 años su vida fue el baloncesto.

«He jugado casi siempre en la segunda división, preferí ser cabeza de ratón a cola de león, y he sido un poco trotamundos, he vivido en 11 ciudades diferentes. Sabía, de todos modos, que la carrera deportiva terminaba pronto y lo que hice fue estudiar ingeniería informática, pero a distancia, en la UNED. En vez de 10 asignaturas por año, hacía cuatro o cinco».

Su primera empresa la montó frisando la treintena.

«Me dedicaba a desarrollar software, lo básico: un comercio que necesita una web, una pyme que quiere una aplicación, una startup que ultima su MVP [producto mínimo viable], incluso alguna cosa más compleja, pero bueno, todo muy variado y en función de lo que me pedían. Siempre he dicho que el secreto del éxito es tener clientes y luego ya buscas tú cómo darles servicio».

Pronto se aburrió.

«Me apetecía coger un producto, hacerlo crecer y crear a su alrededor una compañía». Fue así como se metió en el proyecto de ChekIn, que acabó liderando con «un poco de complejo del impostor, porque es verdad que yo ahí no sabía casi nada de lo que ahora hablo con tanta propiedad: ampliaciones, venture capital, flujo de caja…»

Su olfato incansable no tardó, sin embargo, en detectar «lo que iba a ser the next big thing [el siguiente gran invento]».

Qué es la ‘tokenización’

Un informe de Citi calcula que, para 2030, el volumen de activos tokenizados alcanzará los cinco billones de dólares.

El participio igual le horroriza, pero hace tiempo que forma parte de su rutina diaria. Piense en una tarjeta de crédito. Si usted sube su número sin más al ciberespacio, corre el riesgo de que algún pirata se quede con él. Para impedirlo, cada vez que usa la tarjeta, una entidad autorizada sustituye sus datos sensibles por unos símbolos válidos exclusivamente para esa operación. Como la ficha de un casino, sirve para una acción específica (jugar), no para comprar en la calle, lo que reduce su atractivo para un ladrón.

Eso es un token.

Contratos inteligentes

Aunque la aplicación principal de la tokenización es el pago electrónico, la tecnología subyacente se usa también para crear y almacenar «contratos inteligentes», que no son más que mandatos de pago, como los tokens, pero supeditados a que se cumplan ciertos requisitos. En lugar de «Yo, Fulano, entrego tanto dinero a Mengano», sería: «Yo, Fulano, entrego tanto dinero a Mengano a cambio de que me lave el coche».

Tradicionalmente, el Estado velaba por el cumplimiento de estos acuerdos. Ahora se graban en una cadena de bloques o blockchain y se ejecutan automáticamente.

El potencial es enorme. Si usted se salta una cuota del renting del coche, se activa una cláusula que le impide arrancar. Y si tiene concertada una póliza de reembolso y su vuelo se cancela, no debe reclamar nada a nadie: el importe del billete se le reintegra al instante.

Esa es the next big thing.

Como anillo al dedo

«La tokenización era una solución idónea para el negocio inmobiliario», dice Sánchez.

Hay pocas inversiones tan atractivas como una casa. Se trata de un activo poco volátil, que conserva razonablemente su valor y puede destinarse al alquiler o a la venta. Por desgracia, la compra de un inmueble requería un fuerte desembolso inicial.

Con el blockchain este inconveniente desaparece.

Una vez localizada y valorada la propiedad, se entra en una plataforma como Ethereum y se fracciona en tokens. Cada uno de ellos representa una pequeña participación, pongamos que de 100 euros, y resulta, por tanto, mucho más asequible. La liquidez está garantizada, porque puede revenderse fácilmente, y no hacen falta intermediarios, porque todo queda consignado en el correspondiente bloque, lo que elimina trámites y ahorra comisiones.

Finalmente, al promotor le permite captar capital en todo el planeta.

«Yo veía», recuerda Sánchez, «que los alojamientos turísticos daban muy buena renta y, cuando me llegaban ofertas, comentaba con mis amigos que era una pena que no pudiéramos comprar 15 apartamentos en lugar de uno. Tenía ese runrún en la cabeza», pero no fue hasta 2019, cuando la tecnología blockchain se consolidó y la legislación se aclaró, que se decidió a montar Reental.

A cuerpecito gentil

Como es habitual en él, Sánchez se lanzó a cuerpecito gentil.

«Yo vivo en Huelva, no tenía a nadie en mi entorno que entendiera de qué hablaba. ¿Y qué hice? Apuntarme a un máster de blockchain. Confiaba en conocer a otros alumnos que compartieran mis mismas inquietudes y con los que pudiera formar un equipo: un especialista en marketing, un desarrollador, gente afín, en suma».

Al final, los socios saldrían del propio claustro de docentes.

«Les gustó la idea, pero también fui pesado, esto lo digo porque cuando doy charlas a jóvenes emprendedores les advierto, no os creáis que los inversores van a acudir en cuanto les mandéis un email y que van a responder a vuelta de correo sí, sí, lo compramos. No, no, no. Tuve que dedicar mucho tiempo a exponer el proyecto, a hacer vídeos explicativos, a dar la lata y, bueno, en 2021 constituimos Reental».

Su primer proyecto fue en Sevilla.

«Era un edificio de 60.000 euros. Dimos un adelanto y teníamos un mes para recaudar el resto del dinero. No sabíamos cómo iba a reaccionar la comunidad, nunca se había hecho una venta así, a base de charlas y presentaciones en foros de internet y redes sociales».

Todo salió bien, por fortuna.

Ahora mismo son la empresa europea con más inmuebles tokenizados. «Nos posicionamos muy rápido y estamos ante una gran oportunidad, somos la segunda mayor compañía del mundo y nuestro propósito es alcanzar un tamaño gigante».

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