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Naturgy, Unicaja y la quimera del CEO en la bolsa española

La figura del consejero delegado se ha convertido en un reto para las grandes sociedades cotizadas

Naturgy, Unicaja y la quimera del CEO en la bolsa española

Fachada de la sede de Naturgy en Madrid. | Eduardo Parra (Europa Press)

La figura de Montesquieu y su división de poderes, aún a regañadientes y por imperativo del guion que dictan los inversores internacionales, ha empezado a echar sus primeras raíces en el mundo de las altas finanzas y los negocios en España, si bien el espíritu de las leyes que divulgó el pensador ilustrado se percibe la mayor de las veces como un fantasma al que algunos tratan de sortear con singulares maniobras de despiste mientras otros se afanan en espantar a escobazos. Encontrar la equidad perfecta dentro de la estructura de mando en las empresas del Ibex es más difícil que acertar la Primitiva y para eso, la verdad, no hace falta invertir en bolsa. De ahí que quienes se juegan a plomo sus dineros en el mercado de valores exijan un nivel de transparencia en las sociedades cotizadas que garantice un reparto de funciones efectivo entre sus más excelsas majestades ejecutivas.

Los prebostes corporativos tienden a actuar como soberanos al frente de sus respectivos imperios, bajo la protección de unos servicios jurídicos dirigidos comúnmente por abogados del Estado que obtuvieron las mejoras notas de sus promociones. Con esta imponente guardia pretoriana, las empresas bursátiles solían gobernarse al modo y manera de las viejas monarquías absolutistas, pero el vertiginoso desarrollo de los mercados de capitales ha impulsado una incipiente consideración pública que de un tiempo a esta parte está siendo exigida a cualquier entidad mercantil que se financia con apelación al ahorro privado. Cotizar en bolsa ofrece ahora diversas y sofisticadas oportunidades de enriquecimiento al tiempo que implica un nuevo régimen de actuación interna para cualquier compañía, sea cual sea la naturaleza de su capital, y el faro que proyecta dicha voluntad de cambio tiene que estar localizado en lo más alto de su cúpula directiva

La presión internacional ha obligado a las multinacionales españolas más renombradas a blanquear sus organigramas de alta dirección con la incorporación de flamantes Chiefs Executive Officer (CEOs) mandatados, se supone, para contrapesar la omnímoda autoridad del chairman, que es quien encabeza también la representación institucional dentro del consejo de administración. La teoría dista mucho de la práctica y pocos son los beneficiarios que realmente hacen honor a un cargo que, en su estricta traducción anglosajona, debería asimilarles como primeros ejecutivos de sus empresas. En el mercado bursátil doméstico no ha caído de momento la breva entre otras razones porque la figura de los nuevos consejeros delegados dista mucho de ser independiente al ser elegidos mediante promociones internas en las que el presidente dispone siempre de la última palabra antes de que la comisión de nombramientos santifique con toda solemnidad la feliz designación.

Pulso con el BCE en Unicaja

Ni más ni menos esto es lo que ocurre en Unicaja, el sexto banco del país renacido después de una batalla interna en la que la antigua caja de ahorros impulsada por la Junta de Andalucía durante la larga etapa de gobierno socialista ha terminado por colonizar a su homóloga asturiana de Liberbank. El bloque malagueño se ha hecho con el cetro y la corona tras una intensa labor de acoso y derribo coronada con la dimisión del consejero delegado Manuel Menéndez bajo el respaldo, todo hay que decirlo, del Banco Central Europeo (BCE). Las autoridades de Fráncfort quieren ahora cerrar la crisis tal y como mandan los cánones, con un CEO fichado de fuera y limpio de polvo y paja, una solución externa al uso de la adoptada en el Banco de Sabadell, donde César González-Bueno ha ido acaparando de manera paulatina la mayor parte de los poderes que concentraba históricamente Josep Oliu

Correoso donde los haya, el presidente de Unicaja, Manuel Azuaga, lucha en cambio para colocar en el puesto a un directivo de su cuerda como es Isidro Rubiales, pieza esencial del ‘grupo de los boquerones’ que se ha hecho con el mando del banco. Aunque el tira y afloja con el BCE está llegando a límites insospechados, Unicaja quiere dar carpetazo al asunto aprovechando estas fechas estivales y a poder ser antes de que termine el mes, o lo que es igual este mismo lunes. No sería la primera vez que Azuaga consigue salirse con la suya y blindarse de nuevo con todos los poderes efectivos en Unicaja teniendo a su lado un copiloto en primer tiempo de saludo. El argumento para convencer a los supervisores europeos consiste en asegurar una transición de lo más ordenada hasta 2025 cuando el propio y plenipotenciario presidente deberá poner fin teóricamente a su mandato como consejero y, en consecuencia, abandonar la entidad.

En el sistema financiero español la jerarquía del BCE ha ido doblegando la resistencia de algunos de los banqueros más poderosos del país, empezando por el mismísimo Francisco González que tuvo que ceder hace años la cuchara a su entonces valido, Carlos Torres. El interminable ‘caso Villajero’ amenaza ahora con descoser el frágil gobierno corporativo del BBVA, sobre todo si su actual presidente termina pasando por la horca caudina de la Fiscalía Anticorrupción. En el Banco Santander y en CaixaBank las aguas bajan más calmadas pero con dos modelos de gestión bastante opuestos. En la entidad cántabra y tras patinar con Andrea Orcel, la jefa Ana Botín salió airosa del traspiés merced a la confianza otorgada por los inversores a un CEO que andaba por la casa como es Héctor Grisi. Nada que ver con el banco fusionado con Bankia, donde José Ignacio Goirigolzarri mantiene la pose de presidente ejecutivo a sabiendas de que el máximo responsable, esta vez sí, es el consejero delegado Gonzalo Gortázar.

El Código de Gobierno Corporativo se ha quedado obsoleto

Sin la vigilancia de un supervisor estricto y dotado de verdadera capacidad regulatoria, el resto de grandes empresas industriales y de servicios van arrastrando los pies con la falsa investidura de segundos de a bordo cuya característica esencial y denominador común consiste en que nunca habrán de aspirar a convertirse en primeros ejecutivos. So pena de ser rápidamente cesados o amortizados antes incluso de acceder al cargo como acaba de ocurrir en Naturgy. La espantada de Nacho Gutiérrez-Orrantia es el mejor y más lamentable ejemplo del gobierno carpetovetónico que causa furor en el Ibex. El directivo de Citi tenía todo a su favor para incorporarse al puesto de mando de la empresa gasista, estaba dispuesto incluso a perder buena parte de su retribución en el banco americano y era amigo personal de Francisco Reynés, con el que parecía haber llegado a un entendimiento para compartir el timón de la empresa.

«La espantada de Orrantia ha cerrado en falso la crisis de Naturgy mientras que Unicaja trata de nombrar un CEO a la medida de su presidente, Manuel Azuaga»

Craso error porque el presidente de Naturgy no se fía ni de su sombra y empezó a dudar de la oportunidad de colocar a una persona que, aunque fuera de su confianza, podría convertirse en un caballo de Troya al servicio de los fondos de inversión que tratan de ordeñar la empresa. Orrantia se asustó al ver la reacción que había provocado su candidatura y plegó velas para no entrar en un avispero que ha sido sofocado puntualmente mediante el pago de un más que generoso dividendo. Los accionistas institucionales han cobrado su parte del botín pero la crisis interna se ha cerrado en falso poniendo en evidencia la anomalía que supone para una gran empresa del Ibex dejar vacío el sillón del consejero delegado. Los principales socios de referencia, IFM, GIP, CVC, volverán por sus fueros más pronto que tarde y no parece que vayan a conformase con que Criteria coloque a un ‘mayordomo distinguido’ a la vera de Reynés.  

Visto el percal, está demostrado que la insoportable levedad de los modelos de gobernanza empresarial requiere una actualización de los códigos implantados a principios de siglo por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). No estaría de más que el vigilante de la playa bursátil definiera en su manual de buenas prácticas un capítulo aparte para clarificar con precisión las atribuciones ejecutivas que distinguen al consejero delegado de las estrictamente institucionales que corresponden al presidente de cualquier sociedad cotizada. La concentración de poder que a día de hoy existe en los consejos de administración constituye un anacronismo que debiera ser revisado si no se quiere que el llamado buen gobierno corporativo del Ibex se convierta en la coartada de un río revuelto donde muchos tratan de echar la caña pero son muy pocos los que llenan la cesta. 

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