Europa busca soluciones a la dependencia de los semiconductores: solo un 10% son de la UE
Los Veintisiete esperan aumentar la fabricación comunitaria para evitar la dependencia internacional en futuras crisis
La crisis de los semiconductores de 2020 azotó con especial dureza el mercado europeo. La falta de componentes y la completa dependencia del mercado exterior para adquirir este tipo de productos produjo una ruptura en la cadena de suministros de algunos productos de suma importancia para los ciudadanos. Con el paso de los meses, los pedidos de coches, de consolas y de otros aparatos eléctricos se retrasaron semanas e incluso meses.
La falta de material para la construcción de estos materiales, sumado a la guerra comercial entre Estados Unidos y China, fueron los dos eventos que desencadenaron el desabastecimiento. A ello se añadió la pandemia del coronavirus, que paralizó buena parte de la industria mundial debido a las restricciones de salud como los confinamientos o la implementación de medidas para la protección de la salud de los empleados (sumado a las bajas por enfermedad entre los contagiados del virus, que en algunos casos podían prolongarse por semanas).
La situación vivida dejó claro que Europa no podía depender únicamente de las cadenas de suministro de chips mundiales y de los pocos lugares de fabricación que existen actualmente con un contexto geopolítico complejo. Además, el problema tiende a aumentar, ya que los expertos prevén que la demanda de chips se duplique de aquí a 2030. «Si a esto le sumamos que del billón de microchips que fueron fabricados en todo el mundo en 2020, solamente un 10% corresponde a la cuota de mercado europea, las dificultades para satisfacer la creciente demanda debían de abordarse y solucionarse antes de que aumentasen aún más» puntualiza el director general de la empresa logística Intermodal Forwarding, Mikel Lavin.
Un problema logístico
Para evitar que este tipo de eventos vuelvan a producirse en el futuro la Unión Europea ha decidido tomar cartas en el asunto. Los Veintisiete trabajan desde hace meses para asegurar el abastecimiento futuro ante posibles crisis en los mercados internacionales. El pasado otoño entró en vigor la Ley Europea de Chips con el objetivo de reafirmar la competitividad y la resiliencia de Europa en las tecnologías y aplicaciones de semiconductores, así como contribuir a lograr la doble transición digital y ecológica que es tan necesaria. Esta ley establece un conjunto global de medidas para garantizar la seguridad del suministro y el liderazgo tecnológico de la UE en las aplicaciones de semiconductores.
La escasez de chips genera desafíos logísticos importantes, ya que las empresas tienen que reevaluar sus cadenas de suministro y los procesos de fabricación para adaptarse a la falta de componentes clave. Todo esto trastoca el panorama logístico mundial. «Las empresas tienen que reorganizar las operaciones logísticas para optimizar la distribución de los chips disponibles y minimizar el impacto en la producción. En este contexto, la gestión eficiente de inventario y la planificación de la demanda se vuelven aún más importantes», explica Lavin.
Las organizaciones tienen que buscar soluciones logísticas creativas para enfrentarse a esta escasez y garantizar la continuidad de las operaciones. «Por nuestra parte, las empresas logísticas tuvimos que realizar adaptaciones significativas en los procesos logísticos para mitigar el impacto negativo. Tuvimos que optimizar el transporte, las rutas y la distribución de los chips disponibles para agilizar en la medida de lo posible su llegada y dotar de mayor eficiencia a las cadenas de suministro», añade Lavin.
La escasez de chips puso de manifiesto la necesidad de una logística ágil y adaptable, que fuese capaz de responder a cambios inesperados en la oferta y la demanda. «Todas las empresas implicadas tuvimos que fortalecer nuestras capacidades para gestionar esta crisis que se produjo en la cadena de suministro y que puso a prueba la resiliencia de la logística en esta era tecnológica, generando un cambio en la forma en que se concebía y gestionaba la distribución de componentes clave para la industria electrónica», afirma Lavin.
Una oportunidad que no se puede perder
Intel ha invertido 17.000 millones para construir la primera gigafábrica de chips en Europa, ubicada en Magdeburgo, y que viene a sumarse a los dos complejos que ya tiene en Polonia y en Irlanda. También en Alemania, en Dresde, TSMC va a abrir su primera fábrica europea de semiconductores que proporcionará chips para los sectores automotriz e industrial, tras el interés mostrado por los fabricantes de automóviles alemanes, incluidos Volkswagen AG y Porsche AG, para que hubiese una planta en suelo alemán. Por su parte, en Francia, STMicroelectronics y GlobalFoundries van a construir la primera fábrica de semiconductores francesa, en Crolles, al sureste del país, y se prevé que empiece a funcionar en 2026.
Mientras, España sigue trabajando para no quedarse atrás. El Gobierno se ha fijado como objetivo instalar una o dos fábricas de cinco nanómetros. «De momento, la compañía estadounidense Broadcom, una de las productoras de chips más importantes a nivel mundial, va a invertir 900 millones en instalar una nueva fábrica en España, que estará especializada en la segunda parte del proceso de fabricación de chips, llamado back-end», expone el General Manager de Intermodal Forwarding.
«Se trataría de la primera factoría especializada en el back-end que existirá en Europa», confirma Mikel Lavin. Un producto muy estratégico, muy sofisticado y de mucho valor añadido. El acuerdo alcanzado con la multinacional estadounidense abre la puerta a otras grandes inversiones. Puesto que en esta industria lograr el primer paso es lo más complicado. «Nuestro país es muy interesante para las empresas que están buscando nuevos emplazamientos y oportunidades. La fábrica de Broadcom puede ser el primer granito en torno al cual se concentren otras instalaciones relacionadas con esta industria» augura Mikel.
«Gracias a esta nueva ley y a todas estas expectativas de crecimiento de los chips, que resultan tan interesantes para tantos sectores que los necesitan directamente, se generarán también grandes oportunidades a nivel logístico en Europa, y más concretamente aquí en nuestro país», explica.
«Se requerirá de más espacios físicos para poder prestar servicio y llevar a cabo toda la logística intraeuropea y de exportación futura a terceros países de este producto que se producirá en nuestro continente y que se distribuirá a nivel global», finaliza la explicación de Lavin.