THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

Cómo Ecuador aprovechó las enseñanzas de la economía para erigirse en una potencia criminal

El país se ha limitado a explotar sus fortalezas y aplicar normas básicas de gestión… en el sector erróneo, por desgracia

Cómo Ecuador aprovechó las enseñanzas de la economía para erigirse en una potencia criminal

Soldados ecuatorianos se disponen a tomar la prisión Zonal 8 de Guayaquil, de la que acaba de fugarse José Adolfo 'Fito' Macías, jefe de Los Choneros. | TO

El asesinato de César Suárez, el fiscal que instruía el asalto contra la cadena TC Televisión, es un peldaño más en el veloz descenso al caos de Ecuador.

«En 2019 era uno de los países más seguros de Hispanoaméricaobserva The Economist—, con una tasa de 6,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, comparable a la de Estados Unidos [6,4]». Hoy lidera el ranking regional, con 46,5 homicidios en 2023, claramente por delante de rivales tan competitivos y veteranos como Honduras (28,6), Colombia (25,4), Venezuela (24,2) o México (23,3).

Ser el primero en cualquier disciplina no es sencillo. ¿Cómo lo ha conseguido Ecuador, y tan rápidamente?

La respuesta se encuentra en cualquier manual de política económica. Ecuador se ha limitado a explotar sus fortalezas y aplicar unos principios elementales de gestión. Aunque tiene sus características especiales, el negocio del narcotráfico no es diferente de otros y, si uno sabe tocar todas las teclas simultáneamente, puede alcanzar un resultado espectacular en muy poco tiempo.

‘Location, location, location’

Cualquier agencia inmobiliaria sabe que las tres condiciones que debe reunir una casa para venderse a buen precio son, por este orden: el emplazamiento, el emplazamiento y el emplazamiento (en inglés, location, location, location). Este mantra no solo rige para la venta de pisos. Se aplica también al comercio minorista y, por supuesto, al de drogas.

Lo explica muy bien Don Winslow en El poder del perro.

Esta novela relata la lucha de la DEA contra el Señor de los Cielos, un capo de Ciudad Juárez que en los años 70 se da cuenta de que el dinero no está en la producción, sino en «los 3.000 kilómetros de frontera que [los mexicanos] comparten con Estados Unidos. […] La tierra puede quemarse, las cosechas envenenarse, la gente desplazarse, pero esa frontera no va a ir a ninguna parte». Y un kilo de cocaína, que en la selva vale entre 2.500 y 3.000 dólares, en los mercados minoristas del otro lado de la alambrada se vende por 150.000 dólares.

También en el caso de Ecuador el emplazamiento ha resultado decisivo.

«Antes —cuenta The Economist—, las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, una guerrilla de extrema izquierda] controlaban el comercio [de droga]». En 2016 firmaron, sin embargo, un acuerdo de paz con el Gobierno de Juan Manuel Santos y, al aumentar la seguridad en los puertos colombianos, el de Guayaquil se convirtió en la salida natural de la mercancía hacia el resto del mundo.

Captación de talento

La retirada de las FARC abrió también miles de vacantes en las filas del narcotráfico que rápidamente se apresuraron a cubrir los principales talentos criminales del planeta.

Los delincuentes ecuatorianos habían operado hasta entonces en su pequeño y aislado mercado doméstico, y con una formación y unas técnicas rudimentarias, que los hacían poco productivos. «Hace 30 años, los Choneros no eran profesionales —declara una experta en seguridad—, cometían delitos menores». La llegada de las multinacionales del crimen (mafias albanesas, cárteles mexicanos, comandos brasileños) los ha diplomado en alta criminalidad. Se han organizado y disponen de metralletas y granadas con las que han desbordado fácilmente a una policía habituada a tratar con rateros de poca monta.

Antes eran carteristas y daban tirones; ahora decapitan a sus rivales, secuestran a policías y matan a políticos y fiscales.

Estabilidad macroeconómica

A principios de siglo, Ecuador renunció al sucre y adoptó el dólar como moneda oficial.

La medida tuvo un efecto demoledor sobre la inflación, que se desplomó del 91% de 2000 al 2% en 2004, afianzándose desde entonces por debajo del 5%. Cualquier economista coincidirá en que esta estabilidad es magnífica para los negocios… incluido el de la droga. Además, dado que el principal destino es Estados Unidos, te ahorras engorrosas operaciones cambiarias, que siempre dejan algún rastro. El propio presidente Daniel Noboa lo ha reconocido, y a los progres argentinos les ha faltado tiempo para señalárselo a Javier Milei: «¿Ves lo que pasa cuando dolarizas?».

Llevan razón. ¿Qué comerciante (de cocaína o de lo que sea) querría instalarse en el puerto de Rosario pudiendo hacerlo en el de Guayaquil?

Incentivos

Desde los trabajos pioneros de Gary Becker, sabemos que los delincuentes son seres racionales y responden a los mismos incentivos que todo hijo de vecino.

«Se convierten en criminales —argumenta el Nobel— porque les resulta más rentable el delito que un empleo legal, una vez consideradas la posibilidad de ser apresado y la severidad del castigo». El corolario de su teoría es que eliminar por completo los delitos es técnicamente posible.

En Singapur apenas tienen.

Lo que Becker llama «la posibilidad de ser apresado» es allí muy alta, porque hay cámaras por todas partes. Y la severidad es draconiana: te pueden administrar un máximo de 24 golpes en las nalgas desnudas por infracciones que van desde manifestarse violentamente a circular con el visado caducado más de tres meses. Y como te cojan con 15 gramos de heroína o 30 de cocaína, vas directamente a la horca.

Nada que ver con Ecuador.

«En el nombre del antiimperialismo —explica The Economist—, Rafael Correa […] cerró una base militar estadounidense en la costa, redujo la cooperación con la DEA y disolvió una unidad policial de élite que había sido entrenada por agentes americanos».

Es decir, «la posibilidad de ser apresado» se ha reducido notablemente.

En cuanto a «la severidad del castigo», las prisiones han estado últimamente controladas por los propios reclusos. Comen a la carta, disponen de aire acondicionado en sus celdas y siguen dirigiendo desde ellas sus negocios. Y cuando se aburren, se largan, como hizo hace poco José Adolfo Fito Macías, el líder de los Choneros.

Mercados libres contra monopolios

La competencia tiene mala fama en España, pero nunca se encarecerá lo suficiente su importancia.

«El poder de mercado nos perjudica a todos —recordaba recientemente otro Nobel, Paul Stiglitz—, porque […] deprime la productividad general». Si queremos que las empresas innoven y ganen en eficiencia, hay que facilitar la entrada de rivales y, en ese sentido, el narcotráfico ecuatoriano ha sido modélico. En el comunicado en el que les declaraba la guerra, el presidente Noboa habló de 22 «organizaciones terroristas», un número considerable de actores que impide que ninguno se relaje y obliga a una mejora constante, lo que se refleja en todos los indicadores de actividad: secuestros, extorsiones, asesinatos…

Los monopolios no tardan, por el contrario, en caer en el letargo y la complacencia.

Algunos analistas opinan, por ejemplo, que el poder de mercado de la Yakuza ha frenado «la impulsiva delincuencia callejera» en Japón. En consecuencia y contrariamente a lo que sucede en los vibrantes mercados del crimen latinos, las tasas de criminalidad se han mantenido artificialmente bajas durante décadas.

Producción orientada a la exportación

Los grandes milagros de la posguerra los han protagonizado economías orientadas hacia el exterior.

Mientras los argentinos y los brasileños se encerraban con el juguete roto de la sustitución de importaciones, Alemania, Japón, China y los tigres y dragones asiáticos prosperaban lanzándose a la conquista de los mercados internacionales. Esta estrategia te obliga a mejorar sin descanso, porque ya no juegas en una modesta liga nacional, sino en la Champions.

A cambio, multiplica tus posibilidades de expansión, porque dejas de estar constreñido por el tamaño de tu generalmente modesta clientela local.

Reflexión final

Los recientes acontecimientos de Ecuador no son, en suma, ningún misterio.

El país se ha apalancado en una fortaleza natural, como la localización geográfica; ha creado un entorno de estabilidad macroeconómica atractivo para la inversión; ha puesto al día su tecnología y sus conocimientos; ha generado los incentivos adecuados; ha fomentado la competencia, y se ha echado al mundo a la caza de consumidores.

La pena es que todo ello lo haya hecho en el más indeseable de los sectores.

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