El 'national champion' de Indra y el fantasma de CASA
El líder tecnológico controlado por la SEPI se resiste a vender la totalidad de Minsait mientras negocia la compra de Hispasat
A principios de los noventa, cuando el incipiente y doméstico sector de la Defensa hacía sus primeros pinitos en Europa, el Instituto Nacional de Industria (la actual SEPI) impulsaba descaradamente el liderazgo de la empresa pública CASA (Construcciones Aeronáuticas SA.) como punta de lanza de todo el pabellón español en la Feria de Le Bourget que se celebra cada dos años en París. La cita con los grandes conglomerados mundiales del negocio militar permitía a nuestro país aparentar en el exterior el músculo de una actividad no del todo bien vista dentro del ideario socialdemócrata enarbolado por el PSOE y focalizado en el Estado del bienestar. En el debate de las armas contra la mantequilla el Gobierno socialista de la época se sacudía el polvo de las sandalias metiendo la tijera a los gastos del Ministerio de Defensa como fórmula recurrente para cuadrar a martillazos las previsiones de unos Presupuestos Generales que después nunca se cumplían.
La falta de convicción sobre las posibilidades reales de esta industria, unido a los atavismos y complejos antimilitaristas que adornaban a los partidos políticos hasta hace un rato en España, motivó que los esfuerzos por irradiar la imagen de CASA en los mercados internacionales resultasen letales para la integridad nacional de la empresa. La marca puntera en el desarrollo tecnológico de aquel entonces gracias a su innovadora fibra de carbono fue elevada a los altares con el ajuar de las mejores novias para ser luego entregada en matrimonio de conveniencia a sus grandes rivales de Francia y Alemania. A la postre, la simpar y emblemática CASA quedó integrada dentro de lo que hoy se conoce como el programa Airbus en el que, a cambio de la gentil ofrenda, España actúa como convidado de piedra con una raquítica participación del 4% y un puesto de consejo que ocupa la que fuera titular de IBM y aspirante fallida a la presidencia de Telefónica, Amparo Moraleda.
Toda esta historia podría sintetizarse a modo de lamento con la mordaz pregunta ¿qué fue de CASA? y es un ejemplo palmario de la escasa ambición industrial que ha caracterizado a nuestros políticos desde hace décadas. Pero también encierra una moraleja que sirve ahora de aviso a los navegantes que comparten el puente de mando en Indra, el líder español de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Tanto el presidente Marc Murtra como el consejero delegado José Vicente de los Mozos tratan de capear la tormenta desatada por Amber Capital, el fondo inversor del también presidente de Prisa, Joseph Oughourlian. El activista armenio explora en estos momentos la conveniencia de aprovechar el rally alcista en bolsa para vender parcialmente su participación del 7% en Indra pero entretanto sigue insistiendo de manera obstinada en que la empresa tecnológica actúe exclusivamente como mero suministrador preferente de los programas institucionales de Defensa en los que participa España.
El plan expuesto en público y en privado por Oughourlian implica la venta de Minsait, la marca subsidiaria de Indra en el mercado civil donde se integran actividades con peores márgenes de explotación que los negocios militares pero cuya suma otorga una masa crítica y un peso de balance indispensable para fortificar el conjunto del grupo ante la acometida de sus rivales extranjeros. El peligro se antoja cada vez más cercano a la vista de las proclamas que las más elevadas instancias de Bruselas están lanzando de cara a un proceso de consolidación industrial en el Viejo Continente. Ursula von der Leyen ha emprendido su campaña electoral con un alegato que hace unos años hubiera resultado impensable en cualquier dirigente europeo y que se traduce en la necesidad imperiosa de incrementar los gastos de Defensa. Más de lo mismo ha dicho SúperMario Draghi en su papel actual como consultor sabelotodo del Ecofin, el cónclave de los ministros de Economía que se reunió la pasada semana en Gante.
Oughourlian con las ideas de Abril-Martorell
Las cifras que se manejan apuntan a un mínimo de 75.000 millones al año, más del doble de lo que ahora invierten el conjunto de los 27 Estados miembros y de esta cifra casi 60.000 corresponden a las obligaciones de los cinco países más rezagados, como son Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y, por supuesto, España. Las perspectivas resultan inmejorables para cualquier empresa especializada en el mercado de sistemas militares pero la eficiencia del ingente gasto público que se anuncia implicará un proceso intenso de colaboración entre las distintas industrias nacionales en las que los peces más grandes tienen todo a su favor para merendarse a los más chicos. Indra sabe perfectamente lo que quiere ser de mayor pero la inmensa tarta que se ofrece a ojos de sus inversores institucionales puede convertirse en una trampa para ratones que termine fagocitando la marca en el seno de un nuevo gigante del sector en Europa.
La dirección de Indra ha entendido que también se puede morir de éxito y por eso se dispone a apaciguar las ínfulas de Oughourlian propiciando una desinversión parcial de Minsait pero sin cuartear el proyecto integral y manteniendo la vocación dual de una innovación tecnológica que permita trasladar a los diferentes mercados civiles los desarrollos impulsados por el nuevo mainstream de defensa y seguridad. Murtra ha utilizado sus influencias en Moncloa para desactivar las presiones de Amber, que curiosamente están impulsadas en las ideas de su antecesor en la empresa, Fernando Abril-Martorell. No conviene olvidar que el anterior presidente de Indra llegó al cargo aupado por el Gobierno de Mariano Rajoy y mantuvo después serias discrepancias con la SEPI sobre el desarrollo corporativo de la compañía. Abril-Martorell creó Minsait para quitársela de encima y eso es lo que ahora tratan de evitar los actuales responsables del grupo.
«Joseph Oughourlian explora la venta de un paquete de Indra aprovechando el rally alcista en bolsa»
El plan estratégico que Indra formalizará esta próxima semana ante la comunidad financiera internacional bajo el sugestivo título de «Liderar el Futuro» representa una clara apuesta por la mejor defensa a partir de un buen ataque. Las soluciones de transporte ferroviario serán colocadas en el escaparate como negocios disponibles a la venta, lo que supone un paso atrás para tomar carrerilla en busca de financiación destinada a la adquisición de Hispasat. El viejo operador de satélites, nacido como empresa icónica con aquellos delirios de grandeza que culminaron en los fastos del año 92, sobrevive en la actualidad como hijo adoptivo, que no deseado, de Redeia. Hace cinco años la antigua Red Eléctrica se vio obligada a comprar la empresa a Abertis por decisión gubernamental y por la misma razón será previsiblemente transferida en los próximos meses a Indra con vistas a la creación del gran polo de la industria aeroespacial en España bajo control del Estado.
El ministro de Industria, Jordi Hereu, ve con sumo y natural agrado un proyecto que convalidaría su propia gestión al frente de Hispasat, cuya presidencia ha ostentado durante tres años hasta su reciente incorporación al Gobierno de Pedro Sánchez. La compraventa de Hispasat tiene aún que superar ciertos flecos ya que Redeia quiere resarcirse de los casi 1.000 millones que tuvo que pagar a Abertis con un acuerdo comido por lo servido que obligaría a la tecnológica a endeudarse en los mercados de capitales con el consiguiente incremento de su nivel de apalancamiento. Indra no puede dar más cuartos al pregonero para que Oughourlian se rasgue las vestiduras, máxime teniendo en cuenta que el verdadero interés de su inversión reside en la filial Hisdesat, que es el operador de referencia del Ministerio de Defensa para la seguridad de sus comunicaciones vía satélite.
La polivalencia del CEO de Hispasat
Hispasat está involucrada además en el ambicioso programa IRIS, puesto en marcha con las plenas bendiciones de Bruselas para desplegar una constelación de satélites que den servicio de telecomunicaciones de máxima seguridad en toda Europa. El plan tiene un horizonte hasta el año 2030 por lo que la digestión de la compañía que ahora preside el astronauta y ex ministro Pedro Duque puede resultar bastante pesada para Indra, que deberá asumir un ingente esfuerzo inversor a lo largo de la presente década. En el caso de limitar la compra a los satélites de uso militar la operación resultaría mucho más asequible ya que Indra posee en la actualidad un 7% de Hisdesat y le bastaría con adquirir el 43% que controla Hispasat para tomar el control efectivo de la empresa junto al resto de socios, que son Isdefe (Ministerio de Defensa), con un 30%; Airbus, con un 15% y Sener con el 5%.
El Gobierno vigila de cerca las negociaciones con el propósito de inducir un acuerdo más pronto que tarde bajo la tutela presumible de esa otra SEPI de 20.000 millones de euros anunciada esta semana por el ministro José Luis Escrivá para que el Estado pueda entrar en Telefónica y controlar de paso otras participaciones estratégicas en el floreciente mercado tecnológico. Son tres departamentos gubernamentales; Defensa, Industria y Transformación Digital, los que planean sobre la configuración de la nueva Indra en la que puede jugar un importante papel Miguel Ángel Panduro. El actual consejero delegado de Hispasat es un veterano ingeniero poseedor de la Gran Cruz del Mérito Militar que hizo carrera en tiempos de José Bono como ministro de Defensa. Fue también primer ejecutivo de Isdefe y de Hisdesat y ahora aporta su experiencia al consejo de administración de Escribano Mechanical & Engineering, la firma nacida en un taller de Coslada que se ha convertido en el primer accionista privado de Indra con una participación del 8%.
El nombre de Panduro sonó con fuerza como eventual CEO de Indra, cargo que finalmente fue a parar a José Vicente de los Mozos el pasado mes de mayo, pocos días antes de las elecciones autonómicas que por aquellas fechas vaticinaban el supuesto y luego fallido cambio de ciclo político en España. El polivalente ejecutivo cuenta con la plena confianza de Moncloa y su intermediación se considera en estos momentos decisiva para que Indra e Hispasat terminen por juntar parcial o totalmente sus meriendas y alumbren un «national champion» de fabricación casera capaz de mirar de tú a tú a sus grandes rivales multinacionales de la industria aeroespacial en Europa. La intención resulta tan atrevida como encomiable pero antes de nada será preciso que los promotores, agentes y demás interesados en el proyecto espanten «el fantasma de CASA». No se olvide que las armas las carga el diablo y el mercado de Defensa está ahora plagado de los más rápidos pistoleros capaces de disparar a todo lo que se mueve.